lunes, 26 de diciembre de 2011

Intercambio de solsticios (292)

Nada más servidas las consumiciones, equis proporcionaba un largo trago a su gran copa de cerveza.
- ¡Qué sed tenía –afirmó, antes de proseguir con su narración-: Bien, me pedías que te contara cómo se había llegado a esa situación.
Jorge Brassens asintió.
- La verdad es que la viuda de Jiménez vivía como una gran señora, sin darse cuenta de lo que era la administración de su propia casa. Tomaba decisiones sin analizar los efectos que sobre su patrimonio tenían estas…
- Bueno –comentó Brassens-. Eso hasta se puede explicar en el caso de ella. Pero… ¿Y sus hijos?
- Lo que pasa es que sus hijos no hacían mucho por hacerle ver lo que estaba pasando –explicó equis.
- ¿Gonzalo? –preguntó Brassens, después de dar un breve sorbo a su gin-tonic.
- Lo cierto es que Gonzalo no era en verdad un administrador –siguió equis-. Se conformaba con hacer anotaciones del estado de gastos y el de ingresos… y en procurar que hubiera dinero suficiente para cubrir los primeros.
- ¿Quieres decir que Gonzalo no era el único responsable? –volvió a inquirir Jorge.
- No. Unos seguramente prefirieron mirar hacia otro lado, otros es seguro que conocían la situación y no hicieron nada –dijo equis.
- Bueno. Tú dirás –pidió Brassens.
- Lo cierto es que ese es el objeto de la historia, no otro –dijo equis-. Lo que pasa es que hay que desarrollarla.
- Te escucho.
- Bien –continuó equis-. Estábamos en el correo de Gonzalo. ¡Zafarrancho de combate, todos a sus puestos! –como decía el bisabuelo… o lo que fuera, del capitán Haddock.
- El Secreto del Unicornio –repuso Brassens, que era un gran tintinista.
- Eso es –asintió equis-. Los hermanos que vivían en su localidad natal se pusieron rápidamente a la venta del otro inmueble que tenía su madre por allí…
- ¿Y los de Madrid? –preguntó Brassens.
- Bien. Leonardo estaba bastante escamado con la reunión que habían abortado sus hermanos, Carmen especialmente, en el caso de su tío Juan Carlos de Vicente. Y le pareció que la única manera racional de abordar el asunto era reunir a los hermanos… -explicó equis.
- ¿Y que hizo?
- Lo que acostumbraba –contestó equis-: hablar con su hermano Raúl.
- Le parecería bien a este… lo de la reunión.
- Le pareció bien, en efecto –concedió equis.

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