viernes, 27 de abril de 2007

Los cuentos que nos siguen contando

León Felipe decía en un bello poema: "Me han contado muchos cuentos, es verdad/Y sé todos los cuentos".
El cuento es un sistema básico en la formación de las personas, pero habrá que decir que ayuda poco a identificar la realidad. Cargados de arquetipos descubrimos en los cuentos a las feas y malvadas brujas y a las bellas hadas madrinas que conjuran los peligros que se ciernen sobre los niños huérfanos, perdidos y en todo caso desheredados de la fortuna.
No sirven apenas de ayuda. Quizás por eso, para otra escritora, Gloria Fuertes, "érase una vez/un lobito bueno/al que maltrataban/todos los corderos". Las cosas no son casi nunca como parecen a primera vista y, nadie es tan fantástico como muchas veces presume de sí mismo ni tan miserable como otros suponen que es.
Los arquetipos funcionan por bandos. En política, por ejemplo, los más denostados por unos se convierten inmediatamente en los enaltecidos por su propia grey. Y ya se sabe que, si se quiere desgastar al contrario, es mejor no hacer de él aprecio ni desprecio, "ningunearlo", como se dice ahora.
Los cuentos plagados de arquetipos no sirven de ayuda porque la realidad es muy otra y se encuentra repleta de tonos y colores intermedios al blanco y al negro. Los buenos de unos son los malos de los otros, en tanto que unos y otros no son buenos ni malos.
Y ese constituye uno de los principales descubrimientos que podemos hacer según vamos creciendo, un verdadero hallazgo que nos permite huir de los arquetipos y que nos exige un análisis de la gente que nos rodea situado más en la clave de sus móviles vitales que de sus apariencias. O, como decía André Malraux en sus "Antimemoires": "Conocer a un hombre, hoy, es sobre todo saber lo que en él hay de irracional, lo que precisamente quiere borrar de la imagen que nos hacemos de él".
No ayudan los cuentos de buenos y malos, pero siguen funcionando por aquello de que se encuentran insertados firmemente en nuestros códigos de valores, se diría que en nuestros genes. Las religiones más próximas a nosotros, dicho sea como otro de los ejemplos, dividen la creación en los principios del bien y del mal, y señalan unos sistemas de conducta, infranqueables, si se pretende obtener la salvación Uno puede optar por vender su alma al diablo, como Mefistófeles, y ya sabe lo que le espera en esta vida... y en la otra.
Los arquetipos funcionan porque son cómodos, nos permiten caminar por la vida apoyados en unas muletas de seguridad, sin preocuparnos en absoluto por discernir lo que existe realmente -o no existe en absoluto- detrás de los comportamientos humanos.
Es preciso huir de todo eso, conjurar los cuentos, los pasados y los que aún están por llegar. Y especiañmente negar su patente de tales a quienes se muestran siempre como "los buenos de la película", que bajo su blanca capa de limpieza pueden esconderse radicales talibanes armados con peligrosas balas de exterminio.
Vivir la vida no debe significar necesariamente optar por la milicia de unos contra otros, más allá de las posiciones genéricas que llaman a la libertad, la justicia y la solidaridad. Como Jean Monnet -uno de los fundadores de la idea de Europa que hoy conocemos- vale más "intentar comprender" las posiciones que no son las nuestras.
¿Que eso nos separa de la seguridad y nos conduce por el camino del escepticismo? Seguro que sí, pero también, en medio muchas veces de dudas irresolubles, nos haremos más libres..

(Enviado al diario digital de ¡Basta Ya!)

jueves, 26 de abril de 2007

Agustín Ibarrola y Ávila

Ahora que en nuestras vidas de vascos errabundos las coordenadas de Ávila-Muñogalindo-Garoza se nos van haciendo cada vez más familiares, lo mismo que la recia cocina castellana y las creativas composiciones culinarias de Alfredo Melgar -alejado, siquiera por unos momentos, de su singular querencia por los guisos japoneses- quizás haya llegado el momento de narrar el comienzo de esta aventura cultural y humana.
Alfredo Melgar conocía de Agustín Ibarrola su boina impenitente, detrás de ella en las convocatorias de "¡Basta Ya!" Pero es que además Alfredo llevaba algún tiempo abrigando el propósito de encontrar a una parte de su finca de Muñogalindo algún un destino cultural.
Agustín Ibarrola había determinado localizar una ubicación que albergara su obra producida durante varias décadas de trabajo y de la que conserva materiales más que represantativos de todas sus fases creativas. Su vida responde al cruel e implacable sino de la persecución: primero por del franquismo, después por ETA y el nacionalismo excluyente. ibarrola podía haber ejercido "el lujo cultural de los neutrales/que lavándose las manos se desentienden y evaden", en la maldición que sabiamente pronunció una vez su amigo Gabriel Celaya. Pero él tomó partido, y lo sigue tomando hoy en día. La "txapela" -boina, en vasco- de Agustín, la misma que le servía a Alfredo Melgar para saber que había llegado al lugar de la manifestación, ha sido y es la referencia obligada de muchos miles de ciudadanos, que sabemos que allí donde está ese hombre se encuentra siempre una causa justa como es la lucha por la libertad.
Y en su ejercicio cotidiano de hombre libre, Agustín no ha elegido precisamente la comodidad. Hay que enfilar una tortuosa carretera para llegar a su caserío en Oma -cerca de Gernika- donde el constitucionalismo apenas dispone de otra presencia que la del artista, su familia y sus escoltas. Y eso no lo soportan los etarras ni sus amigos, tampoco los nacionalistas que también quieren crear una Euskadi sólo para ellos. Por eso entraron en su taller, por eso destrozaron sus pinturas en el bosque contiguo a su casa...
Y por eso me confesaba Agustín:
- Yo moriré en Euskadi, pero mi obra no se puede quedar allí.
De modo que era preciso que Ibarrola conociera a Melgar y que este le invitase a pasar unos días en Muñogalindo.
Eso fue en el verano de 2.005, cuando en el encuentro con la naturaleza, Agustín recuperaba su alma de artista que entronca con la historia, ese alma que le llevó a pintar el bosque de Oma, que descubre los "cubos de la memoria" en Llanes, que es la misma que guiaba a los pintores de Altamira o Santimamiñe -esta última cueva también muy cerca de su caserío- a reproducir escenas de su vida cotidiana en el relativo "confort" de esos habitáculos.
E Ibarrola pinta sobre las rocas de Garoza. A veces lo hace en un derroche de formas y colores, otras simplemente en unos trazos precisos que subrayan los pliegues naturales de la piedra.
Hay algo de niño travieso en todo eso, de "pitufo que pinta en el bosque", como le decía Agustín a mi hija en una ocasión. Pero hay sobre todo el trabajo, sus experiencias constructivistas, París y el "Equipo '57", la perspectiva y, siempre, desde la inquieta vanguardia que constituye toda una segunda piel en este chico que apenas ha crecido en 75 años....
Todo eso está ya en Ávila. Pero queda aún mucho por hacer. Y a eso me referiré en otros artículoss. Se hará, sin duda, con el apoyo de los ciudadanos avulenses y de sus instituciones. Y se hará, primero, por una lógica solidaridad de quienes disfrutan de la libertad con alguien que sigue luchando por ella; pero también porque hay ya una enorme riqueza estética, artística y cultural depositada en esta tierra -y la habrá mucha más- que beneficiará a todos.

(Artículo publicado el 22.04.07 en el "Diario de Ávila").

viernes, 20 de abril de 2007

REALIDADES PARALELAS

En el viejo patio del monipodio, atrapados por un tiempo que siempre corre demasiado aprisa, unos nuevos vendedores de ilusiones huecas -malos comerciantes de casi todas las épocas- se afanan por contarnos las historias que no siempre son tan importantes como dicen. Son sus "realidades" y se convierten en las nuestras porque hoy sí que se pueden airear: esa es la diferencia entre los tiempos de antaño y los actuales.
¿Y cuáles son sus "realidades"?
Para empezar, las que no constituyen problemas -al menos en la medida de otros que sí lo son-. Por eso importa poco su solución, no pasa nada porque se perpetúen.
De esta clase de problemas hay ejemplos por montones. Basta con observar los principales titulares en los diversos medios de comunicación. Que cada uno encuentre su ejemplo.
Ocurre lo contrario con las otras realidades, las de verdad. Porque esas sí que son complicadas de arreglar y por eso no merece la pena situarlas en el debate público. No forman parte de la política, o se evocan sólo de tarde en tarde, a modo de ligera justificación, debida a que -en apariencia- todos somos democrátas e invocamos a la libertad de información, vieja diosa hoy largamente vejada.
Unas y otras son realidades paralelas, por lo que nunca podrán encontrarse. Las "realidades" que no lo son tanto habitan los medios de comunicación. Las otras piden pasar a la escena, pero siempre se quedan esperando entre las bambalinas.
Y mientras tanto el mundo sigue corriendo. En su carrera egoísta va dejando atrás a niños que mueren de hambre, o se les prostituye, o se les explota; y a sus padres que emigran a nuestras costas en cayucos miserables: son las "uvas de la ira" del siglo.
Y la carrera es loca también. Tres, cuatro generaciones por delante -¿quién lo sabe?- este mundo, tal y como lo conocemos, puede dejar de existir. Nosotros ya no estaremos. Quizás tampoco los nietos de nuestros nietos.
Eso sí es importante. Una de las principales funciones de todas las especies es la de su perpetuación. ¿A quién se le permite destruir el futuro de sus descendientes? Al hombre, está claro; lo lleva haciendo desde hace mucho tiempo con sus congéneres. Que ahora amenace a sus propios descendientes -carne de su carne, sangre de su sangre: en una maldición bíblica de los tiempos por llegar- es sólo una vuelta de tuerca más en su consustancial vesanía.
Esa velocidad de vértigo nos impide preocuparnos de esas cosas, así que dedicamos nuestros esfuerzos a salir adelante y a no perder comba. Pero hay quien sabe lo que nos traemos entre manos. Y lo margina. Nos pretenden instalar en sus "realidades", que si ponemos los problemas en relación tiene mucha menor importancia.
Si nos pusieran frente a frente con las "otras" realidades, hasta el punto de colocarnos en evidencia, de violentarnos incluso con nuestra cómoda instalación en las "realidades" fáciles, ¿no tomaríamos las decisiones apropiadas?
Estoy convencido que sí. Pero me temo que interesa relativamente muy poco. Como hacen los malos gobiernos o las malas oposiciones, tanto da -que en su día fueron malos estudiantes- dejan toda la tarea a los que vengan detrás.
Lo malo es que estos últimos no lleguen o no tengan tiempo para resolve las realidades verdaderas, convertidas ya en problemas irresolubles.
REALIDADES PARALELAS

En el viejo patio del monipodio, atrapados por un tiempo que siempre corre demasiado aprisa, unos nuevos vendedores de ilusiones huecas -malos comerciantes de casi todas las épocas- se afanan por contarnos las historias que no siempre son tan importantes como dicen. Son sus "realidades" y se convierten en las nuestras porque hoy sí que se pueden airear: esa es la diferencia entre los tiempos de antaño y los actuales.
¿Y cuáles son sus "realidades"?
Para empezar, las que no constituyen problemas -al menos en la medida de otros que sí lo son-. Por eso importa poco su solución, no pasa nada porque se perpetúen.
De esta clase de problemas hay ejemplos por montones. Basta con observar los principales titulares en los diversos medios de comunicación. Que cada uno encuentre su ejemplo.
Ocurre lo contrario con las otras realidades, las de verdad. Porque esas sí que son complicadas de arreglar y por eso no merece la pena situarlas en el debate público. No forman parte de la política, o se evocan sólo de tarde en tarde, a modo de ligera justificación, debida a que -en apariencia- todos somos democrátas e invocamos a la libertad de información, vieja diosa hoy largamente vejada.
Unas y otras son realidades paralelas, por lo que nunca podrán encontrarse. Las "realidades" que no lo son tanto habitan los medios de comunicación. Las otras piden pasar a la escena, pero siempre se quedan esperando entre las bambalinas.
Y mientras tanto el mundo sigue corriendo. En su carrera egoísta va dejando atrás a niños que mueren de hambre, o se les prostituye, o se les explota; y a sus padres que emigran a nuestras costas en cayucos miserables: son las "uvas de la ira" del siglo.
Y la carrera es loca también. Tres, cuatro generaciones por delante -¿quién lo sabe?- este mundo, tal y como lo conocemos, puede dejar de existir. Nosotros ya no estaremos. Quizás tampoco los nietos de nuestros nietos.
Eso sí es importante. Una de las principales funciones de todas las especies es la de su perpetuación. ¿A quién se le permite destruir el futuro de sus descendientes? Al hombre, está claro; lo lleva haciendo desde hace mucho tiempo con sus congéneres. Que ahora amenace a sus propios descendientes -carne de su carne, sangre de su sangre: en una maldición bíblica de los tiempos por llegar- es sólo una vuelta de tuerca más en su consustancial vesanía.
Esa velocidad de vértigo nos impide preocuparnos de esas cosas, así que dedicamos nuestros esfuerzos a salir adelante y a no perder comba. Pero hay quien sabe lo que nos traemos entre manos. Y lo margina. Nos pretenden instalar en sus "realidades", que si ponemos los problemas en relación tiene mucha menor importancia.
Si nos pusieran frente a frente con las "otras" realidades, hasta el punto de colocarnos en evidencia, de violentarnos incluso con nuestra cómoda instalación en las "realidades" fáciles, ¿no tomaríamos las decisiones apropiadas?
Estoy convencido que sí. Pero me temo que interesa relativamente muy poco. Como hacen los malos gobiernos o las malas oposiciones, tanto da -que en su día fueron malos estudiantes- dejan toda la tarea a los que vengan detrás.
Lo malo es que estos últimos no lleguen o no tengan tiempo para resolve las realidades verdaderas, convertidas ya en problemas irresolubles.

jueves, 19 de abril de 2007

De aquéllos polvos...

Ha pasado algún tiempo desde entonces. Buena parte de lo que ocurría en el año 2.000 resultaba más o menos evidente desde hacía sólo dos años antes. Y era el pacto de Lizarra que vinculaba al nacionalismo democrático con ETA para la marginación de las fuerzas políticas no nacionalistas. Este era el acuerdo político, pero había también un acuerdo "social": que ETA extremaría sus "medidas" para la eliminación de sus adversarios -no sólo políticos, aunque también- mientras que el PNV miraría hacia el otro lado, el lugar de la escena "donde se vive tan bien como se vive en Euskadi", en palabras del lehendakari Ibarretxe al hijo de José Ramón Recalde..
Fueron entonces los despertares confusos de los días de atentados. ETA ofrecía su particular selección de "caza" al constitucionalista irredento. Fueron los concejales de esos partidos, pero también había representantes de esa sociedad vasca que no estaba dispuesta a desistir: profesionales de los medios de comunicación, de la judicatura, empresarios... Fueron las manifestaciones a la salida de los funerales. Y fue... un nacionalismo que nunca quiso atender la mala noticia de una significativa parte de la sociedad -la que les votaba- que se iba pudriendo por dentro, porque se había desentendido de sus referencias éticas; la mala noticia de que tu vecino sea un cargo público del PSOE o del PP al que le espera un guardaespaldas en el portal de su casa, que es también la tuya.
Tuve el honor, en esa época ominosa de presentar -y también defender- una moción de censura al lehendakari Ibarretxe. Yo vivía entonces en el Casco Viejo de Bilbao, rodeado de amigos, pero también de enemigos. Estos últimos empezaron a hacerme la vida imposible. Aún existía mi mujer. Sólo dos años después ella se había marchado,"una vez más la barca del amor se estrellaba contra la vida cotidiana" -como decía Maiakovsky-, una barca que se hacía pedazos contra esas rocas que tienen por nombre el de la intransigencia, la insolidaridad, la incomprensión. Antes de eso abandonábamos ese barrio de Bilbao. Apenas he vuelto desde entonces.
Y me ptrgunto ahora, apenas siete años después:¿Hemos enterrado a nuestros muertos, por cierto, incluso a los catalanes? ¿los seguimos llorando calladamente a la vez que nos armamos de valor y procuramos encarar nuestra vida de todos los días? A veces creo que no, que seguimos sin hacer un ajuste de cuentas con nuestro pasado, que nuestros muertos se pasean como "zombies" redivivos en las noches de sus aquelarres particulares, que son las noches en que los convocamos -los desenterramos de sus tumbas individuales y de sus fosas comunes-, sólo para conjurar las torpezas de quienes nos gobiernan. Y no me parece extraño. Todavía hay unos cuantos que siguen empeñados en ganar su guerra y hay otros que se diría que parecen dispuestos a que la ganen o a que no la pierdan definitivamente, guerras reales e irreales que se acumulan las unas sobre las otras.
Pero la situación no es hoy la misma que la de 2.000. Más allá de los errores políticos -que se multiplican- ETA está orgánicamente desarbolada, sus atentados afectan a las masas anónimas que frecuentan las plazas, los aparcamientos o comoquiera que se llamen los lugares en que se producen las aglomeraciones urbanas. En suma: la sensación de riesgo se desindividualiza, se vuelve anónima; y ETA ya no puede competir con un terrorismo tan superlativo como el de Al Qaeda, lo mismo que la peor moneda siempre desplaza a la menos intensamente nociva.
(Habrá que reconocer que tampoco el PNV de Imaz es el mismo que el de Arzallus).
A ese resultado hemos llegado gracias a la labor de muchos: partidos políticos y sociedad civil, Estado de Derecho y Fuerzas de Seguridad.
¿Hemos resuelto el problema? Ciertamente que no. Pero parece del todo punto carente de lógica que demos a luz uno nuevo, recreándonos en el antiguo, sencillamente porque ya no es el mismo ni tiene la misma consistencia y capacidad de daño.
Más allá que eso, nos empeñamos en magnificar el problema, unos pecan de frivolidad, de torpeza e imprudencia; los otros de intransigencia y carencia de generosidad. Unos y otros nos instalan en el debate que ya no es el de los problemas que afectan al día a día de las libertades ciudadanasy las economías familiares . También en esto el mal debate sustituye al bueno. Y cuando el problema terrorista se encontraba bien planteado los errores de todos nos lo devuelven a la escena pública en la forma de un monumental desencuentro, tanto que la confrontación empieza a adquirir ribetes de civil. Superada la democracia representativa, los partidos movilizan a una gente en contra de la otra. ¿Otra guerra? Desde luego que no, por mucho que los viejos del lugar atisben en los sucesos de hoy estigmas de los hechos pasados, la España de 2.007 tendría mucho bienestar que perder si se arrojara a una contienda fratricida..
Alguien debería mandar parar, de lo contrario haremos de la crspación definitiva dueña del lugar; o que las masas neutras, aburridas y desconcertadas, abandonen el espacio de las urnas en beneficio de la abstención o dirijan su atención hacia otras opciones que, por su novedad, no tengan ningún vencimiento de crédito que afrontar, lo cual, por cierto, no estaría del todo mal..
No sé muy bien cuándo, pero va llegando el tiempo de ajustar nuestras cuentas con la historia. Todos sin excepción. Renunciar a la resurrección del pasado; consolidar la frontera entre la democracia y el terrorismo -aunque pensábamos que estaba clara- marginar a ETA y desterrar del debate político ese argumento monofásico, monocorde y monotemático para dedicarnos a otros que esperan de nuestra capacidad de respuesta y de solución.
Tenemos la suerte de disponer de una sociedad que se mueve con autonomía de los poderes públicos, porque de estos cada vez podemos esperar menos. Sólo el artificio, la impostura, la mentira y la inacción real.
Siete, nueve años después, casi todo ha cambiado. Y la confrontación vasca se ha convertido hoy en española. Hace algunos siglos, los vascos exportábamos capacidad de trabajo, fidelidad a la palabra dada, lealtad y veracidad. "Vizcaino es el hierro que os encargo/Corto en palabras/En obras largo", decía Tirso de Molina. Hoy la mercancía que vendemos -y que por desgracia nos están comprando hasta más que agotar sus existencias- se llama crispación... y aburrimiento en la sociedad civil. "Quosque tandem?"

miércoles, 18 de abril de 2007

UNA IMAGEN

Un niño,
la cabeza baja, el cuello al descubierto.
Una rama,
Mueve su extremo sobre ese cuello
-se diría que le hace caricias, cosquillas, por causa
del viento.
Pero no es así,
esa rama tiene vida propia,
y no produce cosquillas en el cuello de ese niño,
¡Está succionando su sangre!,
como si se tratara de una sanguijuela.
Y el niño se deja,
consciente de que es objeto de un rito,
antiguo,
como la evolución de la especie.
Porque quien abre sus fauces,
para devorar esa rama
-la rama que chupa la sangre en el cuello del niño-
es un animal prehistórico,
tal vez sea un diplodocus tendido,.
Su cuerpo es alargado
y su cola interminable.
¿Cuántas figuras de animales
seguirán al diplodocusà
alimentándose los unos de los otros,
hasta llegar a ese niño,
con el que concluye la cadena?