viernes, 26 de marzo de 2010

¿Está escrito? (6)

(6) La tarde es calurosa y nuestra visita a la sede central del Frente Polisario constituye la actividad más importante de la jornada para este partido.
Cuando llegamos nos dice Rosa:
- Ya podéis estar atentos. Esto viene a ser como la Moncloa para ellos.
Y “la Moncloa saharaui” es el único local que visitamos en todos estos días que dispone de aire acondicionado, lo que nuestros cansados y acalorados organismos agradecen como un respiro.
Allí nos recibe el Secretario de Organización del partido. Rosa y él intercambian unas palabras –y el correspondiente té- antes de pasar a la mesa donde suscriben el “convenio” –según la expresión de nuestros amigos- o el comunicado conjunto –según la nuestra.
En ese momento Rosa hace un planteamiento formal de largo alcance: “En el caso de que los votos de UPyD –promete- sean necesarios para la formación de gobierno, nosotros exigiremos que se modifique la política española respecto del Sahara”.
En el pasillo exterior a la amplia sala que nos ha albergado se produce una rápida e improvisada rueda de prensa, en la que Rosa se refiere también a la necesidad de resistencia de los saharauis como requisito necesario para que obtengan su victoria.
Luego vienen los regalos. Una tetera para
Rosa, así como un objeto artístico y un chal saharaui. A los chicos nos ofrecen una pulsera con nuestros nombres grabados con la simbología del Polisario en ellas y unos “darrá” que nos ponemos con la ayuda de nuestros amigos “Has nacido para ponerte esto”, le digo a Carlos que luce un imponente aspecto, tanto que aguanta vestido con él hasta casi llegada la noche.
Finalmente visitamos las oficinas de las mujeres saharauis y nos presentan a sus componentes. Nos reunimos a la manera habitual mientras nos ofrecen un té y le invitan a Rosa a que pronuncie su conferencia. Y lo hace con la soltura característica en ella y sin que haya preparado nada previamente.
Nos presenta a los componentes de la delegación de UPyD y se refiere a mi pasado en el PP como comparación al suyo en el PSOE y el de la gran mayoría de nuestros afiliados que no lo hon estado en ninguna organización política. Después, su discurso es encendidamente feminista, como seguramente corresponde. Pide que las mujeres de la organización saharaui sean “rebeldes” y una sonrisa de satisfacción se dibuja en el simpático rostro de Fathma. Pero hay una frase de Rosa que no deja muy contentos a los varones presentes: “A los hombres les gusta más estar que hacer”. Es verdad que lo dice poniéndolo en relación con las dificultades que tienen que superar las mujeres en la vida pública, pero lo cierto es que la expresión genera un cierto debate a la salida del acto. En todo caso, el objetivo se ha conseguido y las mujeres están encantadas con su discurso.
Hay una breve visita al museo que se encuentra en esa willaya mientras que los componentes de la delegación que partirá esa noche compran algún recuerdo. Aquí –a diferencia de otros países árabes- el regateo no existe.
Nos dirigimos a la sede del Parlamento saharaui donde nos espera su presidente.
En ese mi particular reconocimiento higiénico que realizo respecto de los aseos saharauis, descubro que el lavabo de la presidencia parlamentaria consta de retrete “a la occidental”, un lujo, si bien carece de cisterna y en su lugar hay una toma de ducha-teléfono que hace sus veces. En el lavabo no hay jabón ni toalla: los kleenex son instrumentos multiusos en este país donde escasea el agua.
Mahmoud Alí Beiba –el presidente del Parlamento- viste a la occidental, traje oscuro, sin corbata. Lo conocí con ocasión de la manifestación que tuvo lugar este pasado otoño en Madrid y que recuerda los ominosos pactos de Madrid que se acordaran en 1.975. es posiblemente el hombre de aspecto más occidental de los dignatarios saharauis que hemos conocido y conoceremos a lo largo de nuestra estancia. Distendido y directo, habla sin reservas. Una de sus primeras afirmaciones coincide con otras que hemos escuchado en estas horas:
- Vosotros sois nuestro partido. No tenemos otra cosa.
La luz del edificio se apaga y se vuelve a encender un par de ocasiones, hasta que se corta definitivamente. A pesar de la oscuridad puedo advertir una sensación de absoluta normalidad en el ambiente, debe ser algo habitual, pienso.
No vamos a poder cenar ahí, de modo que armados con unas linternas nos llegamos a los coches para emprender nuevo camino, esta vez hasta la sede de la presidencia saharaui –su titular, el Presidente Abdelaciz, se encuentra en visita oficial al Uruguay.
Pasamos al comedor. El cambio de escenario y la informalidad del responsable parlamentario hace que el ambiente sea distendido. Me siento junto al Ministro Babáh que ha escuchado con atención las palabras de Rosa en la “conferencia” a las mujeres saharauis sobre mi anterior militancia en el PP.
- ¿Le conoces a Carmelo Barrio? –me pregunta.
Y su recuerdo emerge en mi memoria en esa noche saharaui que empieza a refrescar una jornada calurosa para nuestros fríos organismos madrileños. Carmelo Barrio, ese hombre afable que comprometía su futuro político en la estela de las personas que representaban en su organización la memoria de las víctimas. Hoy apartado de la primera línea política porque ya son otros los protagonistas, burócratas de la política y artistas en la medición de los tiempos. A esa vieja guardia, que se encuentra en las filas que ocupan los gregarios, les han sustituido con su visión de los hechos a corto plazo y el omnipresente discurso de los votos junto con el olvido de las ideas.
- Carmelo es mi amigo –me dice Babá-. Tengo su teléfono y le veo. Pero ya ha perdido mucha influencia –cuenta después de realizar un leve rictus de amargura.
La conversación de la cena la capitalizan Fathma y Rosa y se refiere a la charla de la segunda. “Es una buena parlamentaria”, asegura Alí Beiba de su compatriota. A la vez que calla cuando Rosa insiste en la necesidad de la rebeldía de la mujer saharaui.
Hablamos de la situación del parlamento saharaui. “Somos el poder y la oposición”, dice su presidente y alguien afirma que en el Polisario caben todas las tendencias. “Hay hasta trotsquistas”, dice alguien; y en mi memoria evoco la imagen de la Organización de Estudiantes de Deusto, en las postrimerías de la dictadura franquista, cuando las LCs y las LCRs se reclamaban la “izquierda” del sistema, la gente del PC era la “derecha” y los maoístas el “centro”.
Después del cus-cus y la tortilla española hay espacio para un largo té que nos sirven en la sala de recepciones de la presidencia. Alí Beiba se muestra buen conocedor de la realidad política española y Babá va entrando en la conversación después de su primer gesto concentrado -¿somnoliento?- Rosa les desmenuza los hechos más allá de las informaciones publicadas que tantas veces distorsionan la realidad.
Aún la noche será larga para los tres miembros de la delegación que abandonan tierras disfrutadas por el Polisario en su exilio de 34 años. Su avión despegará sobre las 3 de la madrugada –siempre es una hora estimada la de los vuelos de Air Algerie- y cuentan además con una escala. Llegarán derrotados a Madrid el domingo.
Nos despedimos de ellos. El resto de la delegación: Nieves, Carlos, Jesús y yo volvemos a nuestra habitación compartida en el campamento 27 de febrero, donde volvemos a depositar nuestras bolsas de viaje.
Cuando se apaga la luz el sueño se apodera de mi organismo en apenas un par de minutos.

jueves, 25 de marzo de 2010

Los apuntes de un ministro de Aznar

Los reencuentros constituyen una parte significativa de la vida y muchas veces se producen -por desgracia- cuando uno va cumpliendo años y los recuerdos han adquirido un cierto derecho de ciudadanía sobre tu existencia.
Conocí a Juan Carlos Aldecoa en la casa de mis padres. Él era amigo del menor de mis hermanos y recuerdo que vivimos su presencia entre nosotros como una de las escasas personas que eran invitadas a casa tan amplia en hermanos como severa en sus querencias sociales. Juan Carlos me resultaba simpático, pero no lo frecuentaba: una muralla de cinco años nos separaba.
Tiempo después me volví a topar con Juan Carlos. Él se encontraba entonces en la jefatura de gabinete de un ministro del PP y su situación política era, por lo tanto, importante. Recuerdo que me atendió bien en los casos en que tuve que solicitar alguna gestión de su departamento.
Pero casi seis años después de que este partido dejara el gobierno de España me lo encontré en una cafetería del barrio de Salamanca en Madrid. Cambiadas las tarjetas nos determinamos a encontrarnos.
El almuerzo tuvo lugar en la misma cafetería y la conversación duraría más de dos horas. Y es seguro que aún han quedado muchas cosas por decir.
Me interesa narrar aquí una pequeña historia que Aldecoa me contaba para advertirme de la forma en que alguno de los ministros de Aznar atendían las deliberaciones de los semanales Consejos de los viernes.
Juan Carlos Aldecoa recibía después del correspondiente Consejo recado de su ministro de recogerle una cartera que este había dejado olvidada en el salón donde se había celebrado la reunión. Solo en la estancia, Aldecoa que es persona curiosa como se verá, se interesaba en lo que había entretenido la atención de uno de los ministros durante los debates. Me dice Juan Carlos que los titulares de los Departamentos tienen un bloc en el que toman las notas y que luego despegan la hoja u hojas de papel del mismo y se la llevan. Pero si uno tiene interés en conocer lo que se ha escrito sobre el papel, basta con que haga un rayado con un lápiz sobre la hoja de papel siguiente para que aparezcan visibles las consabidas notas.
El papel del Ministro decía:
- Mandar unas flores a Paquita Tal,
- Felicitar a Manolo Cual por su cumpleaños,
- Quedar a cenar con Pepito Nosecuantos…
Es sólo una anécdota, desde luego; y de ella no debe hacerse categoría. Pero creo que tiene su interés para mis amables lectores.

lunes, 22 de marzo de 2010

María Tellewska

María Tellewska es una chica de algo más de 41 años cuyo recuerdo siempre me resulta grato. Sujeta a la vida como a una enredadera –parafraseando los bellos versos de Pablo Neruda-, María ha sido una mujer aventurera en estos tiempos en que se diría que las aventuras han desaparecido de la faz de la tierra. Su madre, que la conoce bien, y que me habla del Ángel de la Guarda que sin duda tiene su hija, le daba un billete con vualta abierta cuando ella marchaba a Uruguay en lo que suponía María podía ser un viaje sin retorno. Pero yo no la conocí en Montevideo sino en la casa de su madre en Madrid, cuando ella servía como portavoz en la misión que la Unión Europea tenía en Rafah, ese puesto fronterizo que jamás se abría al tráfico, entre otras cosas porque las mercancías y las personas pasaban –y siguen pasando, según creo- por los túneles que burlan alambradas y muros.
Visitaba la casa de su madre allá por los tiempos de marzo de 2.007, concluidas las elecciones generales que llevarían a Rosa Díez al Congreso de los Diputados. Debo decir que en esa época me encontraba desorientado: pocos meses antes había abandonado el escaño que había obtenido en las listas del Partido Popular vasco para afiliarme a UPyD y justamente el domingo anterior a las citadas elecciones fallecía mi única hija en un hospital de Bilbao, una niña que había vivido 20 años colgada a un aparato respirador en ese mismo centro sanitario.
María me propuso que la visitara en Jerusalén y este blog ha sido depositario de mis crónicas acerca de ese viaje. Diré ahora que fue para mí una experiencia inolvidable. Recordsbs con María aquella cristiana Armenia –madre de una amiga suya- que impedida de moverse de su casa en la parte antigua de la ciudad bíblica, y rodeada de las historias más crueles que se pueden vivir y aún de narrar, me miraba con gesto tranquilo y me decía:
- Siempre hay que mirar en la dirección de los que sufren más que nosotros.
Una nieta suya vivía una rara historia de amor por Internet con su novio, porque los intereses de los dirigentes políticos les impedían los visados que les posibilitarían el encuentro. Recuerdo que esa historia me pareció particularmente dura, pero las había peores sin duda, porque la muerte se encontraba presente en casi todos los episodios y generaciones de la familia. Hoy –me cuenta María Tellewska- se han casado.
Mi reencuentro con María, en la siempre grata casa de su madre, adquiere los tonos del recuerdo emocionado. Pero ya María no está en Jerusalén, la Unión Europea ha desmontado el puesto y sus efectivos se han dispersado en otras misiones. “¿Dónde estás ahora?”, le pregunto. “En Irak”, contesta ella.
Y me enseña las fotos de su residencia después de contarme el tipo de vida que hace. Podía haberme dicho que vive en una cárcel: un apartamento de 20 metros un patio de paseo, un bar con karaoke y la imposibilidad casi práctica de salir de su prisión salvo para acudir al aeropuerto y tomar un vuelo con escalas que la conducirá a Madrid –cuatro semanas de cada ocho- para no sucumbir de depresión. María es consultora para la embajada británica y quiere salir de ese pozo sin fondo, pero le piden que se quede. Sin familiares a su cargo, soltera e independiente es una bicoca para quienes aún mantienen tropas en la nación árabe. “La alternativa para los fines de semana es beber y cantar en un karaoke hasta las tres de la madrugada”, nos cuenta.
Vivimos en un mundo configurado por rejas. Cuba, por ejemplo –lo decía yo mismo ante las puertas de la embajada de ese país- lo es: los israelíes construyen un muro que los separa de los palestinos y ayudaron a construir otro de alambradas que recorre 2.400 km. entre el Sahara ocupado y Marruecos. Y por cada muro que cae se elevan decenas de enrejados de intolerancia y desatino. María Tellewska vive encerrada en uno de ellos. A ella le protege de las bomba y de los atentados. Pero a veces es igual, uno puede vivir con protección policial en las calles del País Vasco; pero tu vida se estrecha, se ve condicionada por los muros protectores de tu casa, de tu apartamento de 20 metros, de tu cárcel…
Y a esos versos de Kafka dedicados al pájaro que sobrevolaba permanentemente su jaula para volver a entrar en ella, quisiera este día de hoy hacer una llamada a la libertad y a la abolición de las cárceles, de esas que nos protegen a los hombres libres: ¿ingenua esta voz? Tal vez. Pero no por ello menos sentida.

jueves, 18 de marzo de 2010

Populares en Madrid

El pasado martes y 16, la acción internacional de nuestro partido se veía concentrada en el caso cubano. Por la mañana, la Asociación de Iberoamericanos por la Libertad había solicitado nuestra asistencia a la presentación del libro de Alejandro González Raga “Pasión, prisión y destierro”, en el que nuestro amigo Raúl Rivero había intervenido como prologuista.
Javier García Núñez –coordinador territorial de UPyD- y yo mismo nos dirigimos a la Casa de América. Yo tenía ya la impresión de que me sumergiría de modo más o menos inevitable en “territorio PP”: el acto sería presidido por la titular de la Comunidad de Madrid y era de prever la escenificación del acto.
Quiero empezar por decir que UPyD está y estará con las causas que considere justas, prescindiendo de la compañía que estas tengan. Por lo tanto, en este caso lo esencial es el apoyo a los compañeros cubanos que reclaman su libertad frente a la cruel dictadura de los Castro y que ya lleva sembrando de sangre y de tristeza a la isla de Cuba durante 51 largos años. Pero nos “queda la palabra” –que decía Blas de Otero- y la diremos siempre que la tengamos.
Me parece lamentable la manipulación de un acto que lo es en beneficio del pueblo cubano por el Partido Popular de Madrid y de su presidenta autonómica. Yo, que he militado mucho tiempo en ese partido; que estoy aburrido de ejercer de oposición; de mostrar mi tolerancia respecto de los discrepantes; más aún, de marchar detrás de los restos de compañeros muertos por la libertad –de todos los partidos y de los que no militaban en ningún partido- camino de los cementerios… he podido observar lo que es un partido cuando se degrada por el efecto de las mayorías absolutas. Ya se sabe –es máxima liberal que conoce de memoria doña Esperanza Aguirre que “el poder corrompe, el poder absoluto corrompe absolutamente” (Lord Acton).
Los populares avanzaron sobre la Casa de América como si esta fuera territorio conquistado. Se sentaron en las primeras filas desoyendo las instrucciones y las reservas que se habían comprometido por la organización, reservaron a autor y prologuista un sucinto espacio de tiempo y a su presidenta la erigieron en lo que la cantante Cecilia en afortunados versos decía que “si no fuera por miedo, sería novia en la boda, el niño en el bautizo y muerta en el entierro… con tal de dejar su sello”. La presidenta de la Comunidad no es en efecto mujer temerosa. La señora Aguirre cerraría el acto –en las presentaciones de libros, a las que he asistido unas cuantas veces, es el autor el que cierra- y no contenta con ello dirigiría la rueda de prensa y concluiría el acto a la hora precisa en que a ella le convenía. “Me tengo que ir”, proclamó muy segura ella de quién controlaba los tiempos.
Ya sé que los cubanos del exilio y de la disidencia sólo quieren apoyos, porque los necesitan, y de todos los partidos posibles. Les encantaría que a PSOE e IU se les cayeran las vendas de los ojos y apoyaran resueltamente la causa de las libertades en Cuba. En Cuba y en Venezuela y dondequiera la libertad es sólo una expectativa. Por eso trabajan con todos los que quieran –queramos- apoyarles.
Nosotros tenemos una forma diferente de actuar respecto de estas causas. Creemos más bien en el apoyo respetuoso, en estar donde nos pidan –en los cómodos asientos de la Casa de América o en la calle, frente a la Embajada cubana, como hicimos en la tarde de ese día-. Y si convocamos un acto, como el que hicimos en vísperas de la campaña electoral a las europeas con diversos grupos de la resistencia cubana, lo hacemos con la cara alta y las siglas bien claras. No invadimos los espacios ni instrumentamos los escenarios que son de otros.
De la “”primavera negra” cubana, que tristemente conmemoramos ahora, a la primavera blanca de las libertades; de la primavera bochornosa del Madrid de los populares a la primavera de 2.011 en la que espero que los votos de los ciudadanos les pongan fuera de la mayoría absoluta. Por proyecto, pero también por su estilo.

miércoles, 17 de marzo de 2010

¿Está escrito? (5)

Sábado, 27 de febrero.
El descanso ha sabido a poco cuando una mujer saharaui abre la puerta de nuestro dormitorio colectivo. En riguroso turno –las mujeres primero- vamos acudiendo al cuarto de baño. Apenas queda tiempo para una función que no sea la básica, ayudada por las toallitas húmedas que me recomendaron en Madrid -¡sabia idea!-, además que aún la ducha de casa está cercana y el día que nos aguarda me llena de buenos presagios
Cuando llego a la habitación Rosa se hace eco de mi tardanza. “Creíamos que te había pasado algo”, dice. Ya ha trocado su camiseta de Mafalda por el atuendo que va a lucir durante la jornada.
El desayuno es una café con leche, pan fresco, una margarina que recuerda a la España de la dictadura y unos quesitos en porciones del tipo de los de la “Vache qui rit”. Una especie de túnel del tiempo alimentario se abate sobre la mesa de la “jaima”-habitación.
Cargamos nuestro equipaje en los coches. Pueblo nómada, los saharauis siempre nos hacen llevarnos todo con nosotros, aunque tengamos que volver al mismo sitio.
Cuando nos subimos a los 4x4 es ya tarde. Pero hay que descubrir que el “tempo” saharaui no se corresponde con el del “Big Ben” y que la cortesía de esta gente lo tolera prácticamente todo.
Hay una muchedumbre en la Willaya el Aaiun, en una suerte de plaza que rodea los escasos edificios de la zona central del campamento. Todos vitorean a Rosa que es recibida con honores de Jefe de Estado por esa población enfervorizada. Uno a uno nos van presentando a todos los jefes locales, que lo son de todas las edades: jóvenes con la sonrisa de sus dientes blancos que resaltan sobre el moreno de sus teces requemadas por el sol del desierto; personas mayores, la cara morena y los dientes perdidos en una vida vivida al margen de los cuidados de los dentistas y de la higiene bucal. Días después, en una de nuestras expediciones por el desierto, Salek Babá nos conducirá a una zona de rocas en la que crecen unos arbustos, de ellos se extraen unos palitroques cortos que les servían de cepillos multiusos con los que se desprendían de los restos de la comida y que “iban bien –según el Ministro de Cooperación- para el estómago”.
Alguien fuerza a un camello a que se arrodille, lo cual la montura –preparada para algún jinete- hace no sin protestar ruidosamente. Muchos pensamos que se encuentra dispuesta a ser usada por Rosa. Pasamos por delante de ella, sin embargo, sin mayor novedad.
Unos niños dibujan la fecha que conmemoramos sobre el suelo arenoso. Visten uniformes del ejército.
Pasamos por habitaciones de construcciones donde los motivos son variados: escuelas, talleres… Las viejas máquinas de coser ponen el nombre de “Alfa” –la empresa guipuzcoana- al recinto, aunque sus marcas sean de todo tipo. Es un recorrido mareante, de manos que te estrechan, de nombres que se caen de tu memoria apenas pronunciados, de caras sonrientes.
Rosa inaugura una escuela que lleva su nombre y destapa la corrrespondiente banderita. La gente aplaude con ganas y los flashes de las cámaras se imponen aún sobre la claridad de la mañana.
Me piden unas declaraciones para la radio saharaui, y me las traducen al hasani luego me indican que me sume a la comitiva: el acto central de la mañana se celebrará en una sala de actos repleta de personas.
Me sientan junto a Salek Babá, que me servirá de traductor. La estridencia de los altavoces subraya la de las diversas canciones que dicen chicos y chicas y cantantes más veteranos. Hay una simpática sensación de festival de colegio en la actuaciones apenas ensayadas por sus ejecutantes.
Era inevitable: aunque no estuviera en el programa, Rosa debe dirigirse al público llegado el momento en que se producen los discursos. Babá se levanta para traducirla.
Rosa se refiere a la película “Kamtchaka” –que Babá invariablemente traduce como “Chatka”-, basada en un juego que practican padre e hijo sobre dominio de los países. El niño va ganando uno a uno todos los territorios, excepto el de Kamtchaka, en el que el padre se hace fuerte. Finalmente, desde ese reducido punto del globo terrestre, el padre conseguirá recuperar el poder y ganar el juego. “Si resistes, ganas”, afirma Rosa en el que será “leit motiv” de sus declaraciones a lo largo de la jornada.
Antes de pasar a la “jaima” que nos servirá de comedor visitamos los lavabos, situados en una zona cubierta. El olor de su utilización general se ha abierto paso y la carencia de agua corriente y de jabón lo hacen susceptible de un escaso uso.
Hace calor y la “jaima” está a oscuras, de modo que la vista se debe acostumbrar a la diferencia de luz.
La comida es buena. Probamos la carne de camello –dura, pero de buen sabor-, ensaladilla rusa –aunque en otro momento me dirá Salek Babá que es preciso tener cuidado con la mayonesa en el Sahara, porque se usa y se guarda por más tiempo del recomendable- y la tortilla de patatas que es una tradición que les ha dejado la colonización española en sus costumbres culinarias.
Rosa charla animadamente –lo suyo no es comer, como resulta conocido- con la presidenta de las mujeres saharauis, Fathma. Le dice que no ha pasado desapercibido para ella la uniformidad de los niños ejecutantes de la fecha que hoy se conmemora en diversos momentos de la mañana. Tampoco le ha gustado a Fathma, según nos comentará nuestra portavoz más tarde.
La mañana ha sido movida y la noche de descanso corta, de modo que nos abren otro dormitorio colectivo –del tipo de las habituales “jaimas” que son dormitorios construidos bajo tejadillos provisionales- para nuestro descanso.
Comentamos los asuntos de la mañana, algunos dormitamos y previamente a nuestra salida nos ofrecen un vasito de té. El rito de su preparación es complicado y largo. Se calientan unos carbones que arden ayudados por un abanico. Listo el té, se va escanciando –de modo algo similar a los vinos olorosos o la sidra- vasito sobre vasito hasta que se obtiene la espuma requerida. Luego se sirve.
Antes de nuestra partida, el Ministro babah nos regala un juego de té porque Jesús Prieto se ha comprometido a prepararlo “al estilo saharaui” cuando nos devuelvan visita en nuestra sede.
Carlos Rey nos comentaba que en el programa de la tarde estaba prevista una “conferencia” de Rosa ante la Unión de Mujeres Saharauis, que preside Fathma y de la que nuestra portavoz hace un elogio cerrado. Piensa Rosa que, con los diferentes cambios de programa que se han venido efectuando sobre la marcha, es posible que su intervención se haya suspendido. Yo tengo mis dudas y creo que Carlos también.

martes, 16 de marzo de 2010

¿Está escrito? (4)

El vuelo lo paso casi por entero dormido. Dos horas y media más antes de llegar a Tindouf.
En nuestros relojes han pasado ya las tres de la madrugada. En la escalerilla del avión nos saludan varios miembros del Polisario, encabezados por el Ministro de Cooperación Salek Babá, que nos conducen hasta la sala de autoridades del aeropuerto, una especie de “jaima” con asientos corridos en su derredor y una gran alfombra que cubre todo el espacio del suelo. Allí nos sirven un té y nos hacen rellenar un tercer impreso –idéntico a los dos anteriores-. Rosa se sienta junto al Ministro que viste un elegante “darrá” –especie de chilaba saharaui- azul cielo y sonría con simpatía. Carlos Rey le saluda y le transmite los recuerdos de Javier Perote. Yo le digo que estamos encantados de encontrarnos allí. “Nosotros también”, dice Babá.
Se trata de un hombre que se encuentra en la cincuentena, la estatura mediana, es calvo, tiene un poblado bigote y el aspecto complaciente. Viene a ser una suerte de embajador de la causa saharaui –en realidad lo son prácticamente todos-, porque el Ministerio que él dirige invierte los fondos que consigue la RASD en los diversos proyectos que emprende su gobierno. Una vez que concluya nuestra visita –de la que Salek Babá es anfitrión privilegiado- viajará a Bruselas en esa ausencia de descanso a que las frenéticas actividades de esta gente les someten.
Días después Babá me contará que su padre fue uno de los procuradores en Cortes con que el rancio régimen franquista adornaba las sesteantes sesiones de la cámara de la dictadura. Dos tercios de los cuales se pasarían al Frente Polisario toda vez concluido el vergonzoso abandono español del proceso de descolonización de esa tierra y de sus hombres.
- ¿Habéis traído sacos de dormir? –nos pregunta el Ministro.
Carlos y yo nos miramos. Habíamos resuelto no hacerlo en vista del comentario de Bucharaya. “No hará falta. Os pondremos mantas de sobra”.
- Siempre es útil un saco de dormir –comenta significativamente Babá.
Aún no resuelto el asunto de la cámara, el Ministro sugiere que Jesús Prieto pueda utilizar las imágenes que tomará la televisión saharaui y que alguien de la olrganización -¿la propia televisión?- pueda prestarle otra. El problema ha quedado resuelto, si bien el aparato de UPyD quedará secuestrado en el aeropuerto de Argel.
Concluida esa parte de la omnipresente burocracia argelina nos introducimos en los 4x4, unos Toyota cuya dureza aguantará las arenas y los baches del desierto.
Viajo en el asiento del copiloto. La noche cerrada y la carretera está vacía. El coche que va por delante del nuestro –en el ue viajan Rosa, Mayka y Fran- describe las curvas sin tener en cuenta apenas la raya continua que prohibe la invasión del otro sentido de la carretera. “Es que el conductor está cansado”, me advierte el nuestro, mientras que yo me pregunto si me encuentro en el lugar justo y en el momento adecuado. En realidad se trata de un admirable piloto, según advertiré poco tiempo después.
Suena música española, puesta en nuestro honor, durante el recorrido que nos llevará a los campamentos 27 de febrero –fecha de la constitución del Estado saharaui.
Nuestro albergue se parece –como todos los que nos acogerán en adelante- a una “jaima”, los asientos corridos, multiplicidad de cojines y unas mantas para cubrirnos del frío de la noche. La superficie del suelo la cubre en toda su extensión una alfombra.
Nos ubicamos en nuestros lugares y efectuamos las abluciones nocturnas correspondientes. El cuarto de baño, si se le pudiera adjudicar ese nombre, consta de una sala amplia que acoge un lavabo y dos estancias más pequeñas: una con un retrete de pie y un cubo de plástico con agua y un vaso y otro recinto con otro cubo de agua. No hay ganchos donde colgar ropa o enseres. No se advierte tampoco olor alguno.
Alguien apaga finalmente la luz que pone el punto final a ese largo día.

lunes, 15 de marzo de 2010

¿Está escrito? (3)

El vuelo ha sido agradable. En apenas hora y media nos encontramos en Argel. Como Mayka y Fran habían dejado sus equipajes en la parte trasera del avión, somos los últimos en la cola para el control de pasaportes.
Una persona que viste de chaqueta amarilla se dirige hacia nosotros:
- Soy del Frente Polisario –asegura.
Nos presentamos. Él nos informa a continuación:
- Hay un vuelo previsto para las 5.30 de esta tarde. Cuando pasen el control les llevaré al salón de autoridades del aeropuerto. Me dejan los pasaportes y les organizo el vuelo.
Saluda y se va.
Carlos Rey tuerce el gesto y dice, apenas entre dientes:
- Esto no me gusta. ¿Y si se trata de un agente marroquí? A lo mejor pretenden abortar el viaje…
- ¿Y si le llamamos a Bucharaya, el delegado del Polisario en Madrid? –sugiero yo.
- No hay que llamar a nadie –tercia Rosa-. cogeremos el vuelo que nos corresponde.
Cuando se lo decimos, el presunto Polisario pone mala cara, pero no añade palabra alguna.
Pasado el control nos dirigiremos al hotel. Pero la que no pasa es la cámara que lleva Jesús Prieto. Por lo visto falta un documento.
Abrimos una negociación con los policías del aeropuerto que se prolonga por más de tres largas horas. Hay llamadas de Rosa a la embajada española y el propio agente del Polisario, que se confirma como tal, así como la veracidad del nuevo vuelo –Bucharaya se había olvidado de advertírnoslo- y que lleva por nombre el de Ibrahim, realiza gestiones infructuosas para que podamos proseguir viaje en compañía de la cámara.
• Cuando una cosa es suscptible de empeorar, empeora siempre –observo ante la conformidad de nuestra portavoz.
Fran nos informa de que ha conectado con una señorita del Consulado, Cristina Argüelles, que le dice haber resuelto todos los trámites, salvo la última llamada que dará luz verde al paso de nuestra cámara. Pero la persona responsable que se encuentra al otro lado del hilo telefónico no atiende la llamada.
Son más de las 6 de la tarde cuando emprendemos viaje hacia nuestro hotel y lo hacemos sin la cámara. Los accesos a Argel se encuentran atascados, aún así no tardamos más de 20 minutos en llegar.
Es preciso que nuestro equipaje pase por un “scanner” antes de entrar en el establecimiento.
No hemos comido nada sólido desde el bocadillo de media mañana en Barajas, así que tenemos un apetito voraz. Devoramos unos sándwiches y nos sentimos reconciliados con el día.
Después de cambiar unos billetes –que apenas nos servirán para nada: todos los gastos están cubiertos por la organización saharaui- volvemos al aeropuerto. El omnipresente “scanner” se encuentra a la entrada del mismo. Organizamos el embarque y pasamos un nuevo control –Argelia es la meca de la burocracia aeroportuaria-. Cuando vamos a acceder a la sala que conecta con la puerta de embarque, el policia a cargo nos indica que debemos rellenar de nuevo el mismo formulario que hemos cumplimentado en el avión, con motivo de la entrada en la nación argelina.
Este vuelo se retrasará también. Más de 2 horas. No saldrá hasta pasada la 1,30 de la madrugada.
Matamos el tiempo tomando un refresco y visitando la única tienda que existe en esa zona del aeropuerto. Chocolates y muñecas que visten al estilo árabe y parecen poco amigables adornan sus estantes.
Nos anuncian el embarque. Poco antes de tomar los autobuses se nos acercan varios altos cargos del Polisario. Todos parecen conocer que el vuelo que debíamos haber tomado despegaba a las 5,30. Nosotros aludimos a una falta de coordinación. Son embajadores de la RASD en diversos países. Ya en el transporte que nos dirigirá al pie del avión, Carlos Rey y yo charlamos con el embajador saharaui en Nigeria, un joven de estatura pequeña pero de gran encanto, que nos dice:
- Vuestro partido es la gran esperanza para nosotros.
Se trata de un lugar común que repetirán otros dirigentes polisarios.
Descendemos del autobús, cuando una nueva inspección de equipajes al pie del avión nos sorprende. En ese momento Mayka dispara su móvil para captar una imagen de la situación. El policía no lo admite y pide que se la enseñe antes de ordenarle su borrado. Más adelante, sufrimos otro cacheo.

martes, 9 de marzo de 2010

¿Está escrito? (2)

Viernes, 26

Decididamente la T-4 e una terminal incómods. Después del control de metales –en el que pierdo un seguramente peligrosísimo bote de gel- hay que tomar un ascensor, un tren y otro ascensor antes de llegar a la zona de la puerta de embarque.
Carlos Rey –nuestro responsable del grupo Sahara- me decía que a él le gusta tomarse las cosas con calma en los viajes; “a mí también”, le digo. De modo que nos vemos sobre las 9,30 en el aeropuerto. Bucharaya –el delegado del Polisario en Madrid y del que luego el Ministro de Cooperación Salek Babá nos diría que llegaría a ser Primer Ministro de la República- tiene la gentileza de acercarse a Barajas para despedirse de nosotros. Viste ropa de trabajo, con chaqueta y corbata. Carlos cree que se une a la expedición que asistirá al 34º aniversario de la constitución de la RASD. Así que le dice:
- No vamos tan elegantes como tú.
Pero el responsable polisario le contesta que él se queda en Madrid.
Siempre me ha impresionado esta amabilidad desprovista de engaño de que hacen gala los débiles, los marginados, los desheredados de la tierra. Pero ocurre que precisamente en su disposición amable se encuentra buena parte de su fuerza: la que le proporciona la convicción de la justicia de su causa.
Nieves –la mujer de Carlos-, este y yo nos sentamos a tomar una taza de café. Jesús Prieto –nuestro cameraman- ya estaba esperándonos. Llega Rosa acompañada por sus inseparables Mayka Paniagua –responsable de prensa- y su jefe de gabinete Fran Jerez. La conversación gira recurrente en torno a la entrevista de Tñaki Gabilondo a nuestra portavoz en la que esta comparaba a los líderes del gobierno y de la oposición con unos gallegos. “En el sentido más peyorativo del término” es la frase que se pronuncia en el encabezamiento de todas las ocurrencias.
El Polisario nos ha hecho llegar un proyecto de comunicado conjunto que Carlos Rey ha corregido y que leo en tanto que prosigue la conversación. Al respecto, Rosa dice que está claro que el partido saharaui concede una gran importancia al “convenio” y que lo firmaremos con las adiciones que corresponda. Las observaciones de Carlos lo son de estilo y de subrayado de alguna de sus afirmaciones: no modifica nada sustancial. Estoy de acuerdo, le diré más tarde.
Llegamos a la puerta de embarque. Como consecuencia de “conlictos laborales en Francia” nuestro vuelo sufre un retraso. Tenía previsto despegar a las 11,40 y parece que no lo hará hasta las 13,30. los retrasos marcarán este viaje. Combatimos la espera leyendo, charlando y tomando algo.

lunes, 8 de marzo de 2010

¿Está escrito? (1)

En la película “Lawrence de Arabia”, una de las que me han dejado un recuerdo más imborrable, hay una escena que me gustaría evocar. En ella, Lawrence y las tribus árabes que le siguen para impulsar su rebelión contra los turcos deben atravesar el llamado “yunque del sol”, una zona despiadadamente calurosa y que sólo debe ser transitada por la noche. Sin embargo, el legendario y ambiguo personaje de nacionalidad británica y origen irlandés resuelve hacerlo de día. En el transcurso de ese paso, uno de sus sirvientes cae de su montura en un hecho que resulta inadvertido para el resto de la comitiva. Cuando han superado el “yunque del sol”, Lawrence se da cuenta de su ausencia. Entonces se decide a volver por él. El jefe de la tribu “hari” –interpretado por el actor egipcio Omar Shariff- le espeta: “No lo hagas, inglés. Está escrito que eso iba a ocurrir”. Pero el que sería luego nombrado coronel del ejército de Su Majestad, hombre de rara determinación, lo hace y consigue recuperar a su doméstico. Cuando regresa le dice al jefe “hari”: “¿Lo ves? Nada está escrito”.
Creo que la escena ilustra a la perfección el contraste de mentalidades existente entre occidentales y árabes. Un concepto, el nuestro, asegura la capacidad que tiene la libertad y la voluntad del hombre en hacer frente a los diferentes problemas ante los que se enfrenta; el otro, el árabe, a veces se dejaría llevar por una cierta inevitabilidad de los acontecimientos, sobre los que no cabría posibilidad alguna de actuar para modificarlos en provecho propio. Destino contra libertad.
¿Ocurre algo de esto en el conflicto del Sahara Occidental? Veinte años después de concluida la desigual guerra entre la República Árabe Saharaui Democrática y el Reino de Marruecos, ¿los saharauis parecen confiar más en el éxito de las gestiones diplomáticas que en el regreso al recurso de la fuerza o en la práctica de otro tipo de medidas?
La huelga de hambre de Aminatu Haidar logró poner en el primer lugar de la atención mediática el caso de una mujer que reclamaba simplemente su derecho a volver a su casa con sus hijos y consiguió que el conflicto del Sahara volviera al centro de la actualidad. Pero existe la amenaza de que el valeroso gesto de Aminatu se desvanezca como una gota de coherencia personal en el océano de los intereses creados por las potencias políticas.
- ¿Existe un antes y un después para nuestra causa con la solución del caso de Aminatu? –preguntaba a Rosa Díez el despachado presidente del Parlamento saharaui, Mahfoud Alí Beiba.
- - Eso dependerá mucho de ustedes –vino a decirle Rosa.
En todo caso, la historia que sigue pretende contarles la crónica de un viaje, y de las impresiones que me ha producido esa forma de vida que en muchas ocasiones me ha parecido el regreso al pasado de lo que fueran buena parte de nuestros orígenes. El de un pueblo nómada que nuestro guía Mohammed me describía como el “pueblo de las nubes”, porque siempre caminan hacia donde perciben la sola posibilidad de encontrar el agua.
Les invito a que ustedes me acompañen en esta para mí fascinante historia. Y a que respondamos juntos a la pregunta que se recoge en el título de esta crónica.

viernes, 5 de marzo de 2010

Intercambio de solsticios (59)

Llego. Avisa, avisa un día antes, a mi madre para que me viniera a esperar, ya que yo no hablaba bien el español en la época. Llegó la nota (?) y yo no encontré a mi madre, pues le dijo a mi padre. Era su oportunidad de hacerme daño. Hacía mucho tiempo que no me veía. Mi madre viene a esperarme. Vamos a casa. Me dice ella que tiene que ir al bosque (?) a buscar comida, y que luego (…) Voy a dormir un poquito, porque estaba muy cansada. Duermo, y cuando desperté eran las cinco, por ahí. Me cogí y me fui al río (?) Dejé mi ropa, mis cosas que había traído ahí. Y digo: “Mientras me duche (?) en el río, estaré esperando a mi madre, cuando (…) iremos juntos. Ya que mis hermanos se fueron de paseo. O sea, no había nadie en casa. Solamente, cuando yo salí de casa había dejado que mi hermana, había una hermana mía, la tercera, que estaba enferma y estaba en una curandería, y vino a coger, yo qué sé, comida o algo, y se fue también (…) Esa hermana mía me advirtió que la casa estaba muy mal, que yo estaba muy mal, que ella simplemente le dijo a mi padre que yo iba a volver y que se iba a casar, y mi padre se enfadó.
A partir de ahí empecé a estar muy mal. Y yo me fui en el río (…) esperando a mi madre, y cuando vino mi madre, vinimos las dos, y yo le contaba todo lo que me había pasado en clase, las apariciones de los espíritus en casa, el temblor que hubo en un momento en casa, que había veces que dormíamos nosotros y que había una tercera persona que hablaba y nos comía la comida y que mi cuñado estaba de alguna forma harto, pero no podía decir nada, claro, porque yo era una niña y la culpa no era mía. Porque, de una forma u otra, los espíritus habían hecho de ella, de mí, una auténtica otra cosa.
Empezaron a ver esas cosas en casa. Peines, sin que lo quisiéramos. Había un peine en el salón. Olor a perfume por toda la casa. Y eso le motivó a mi cuñado el decirle a mi hermana: “Si el problema es que esta niña tiene que ir a Guinea a curarse, pues tiene que ir. Porque no podemos vivir así. No hay quien duerma, vamos”.