domingo, 29 de marzo de 2009

Intercambio de solsticios (9)

Vivían em un mundo que nunca antes había vivido nadie, ni siquiera sus padres, confrontados estos con una guerra y una posguerra que les hablaban de escasez, de hambre, de mil penurias. Y es que sus padres sabían muy bien que, después de la tempestad, venía la calma. Pero esa había sido la crisis de toda una manera de vivir, de contra-valores que caían hechos añicos; porque no otra cosa eran el culto al dinero, a la fama, a la eterna juventud. Eran dioses, todos ellos, que sustituían a los antiguos para agotarse en apenas unos minutos, los que mediaban entre la compra de un objeto y la dura constatación de que tu vecino ya tenía más que tú: un coche mejor; una casa mejor; una cirugía que te devolvía 5, quizás 10 años de tu vida...
Tal vez por eso los nuevos chamanes lo habían sido los directores de sucursales bancarias y los médicos; quizás por eso proliferaban ahora los oráculos que pronosticaban el final de los tiempos -ahora que parecía que de verdad se terminaban- y los "conseguidores" que te procuraban las cosas que parecían haber desaparecido como por arte de magia: un paquete de cigarrillos auténticos -y no esa picadura que nada tenía de tabaco-, una botella genuina de whisky o unos zapatos cosidos a mano de suela de cuero.
Y eso que lo veían venir, pero no quisieron creerse a sí mismos. Se habían instalado en el espejismo que ellos mismos habían titulado con el nombre de "cuando acabe la crisis", y se pasaron esos 4 ó 5 años esperando a que llegara ese momento. Estaba escrito: poco después del verano de 2.013 -en aquella funesta tercera semana del mes de noviembre- todo lo que restaba por caer se venía abajo: la autoridad -la más alta, la del Estado, y la más próxima, la policial-, la economía -bancos, empresas, negocios, tiendas...-, el ocio concebido de manera industrial -cine, museos, televisión o radio- y un larguísimo etcétera.
Así que se lanzaban a la calle con la rara sensación de que apenas les podían quedar horas, minutos, de vida. Cuando los hombres, despojados de todos sus vestigios de civilización, regresaban a sus orígenes primigenios, volvían a la única ley humana que podía resultar aplicable -la de la selva- y se hacían fuertes en la dudosa seguridad de sus pistolas o de sus escopetas de caza.
¿Se podía vivir la felicidad en esa inmensa ciénaga en que chapoteaban todas las cosas que un día fueron bellas y cuyo olor hedía ahora a podredumbre? ¿quedaban algunos hombres, mujeres, que se respetaran a sí mismos, ellos, Vic Suarez yJorge Brassens, por ejemplo?
Era una pregunta cuya respuesta sólo la podían contestar ellos; rotos todos los paradigmas, como gavillas al viento, nada permanecía a cubierto, resultaba preciso luchar con denuedo por todas las cosas.
Incluso por su amor. Especialmente por eso.

viernes, 27 de marzo de 2009

Intercambio de solsticios (8)

Era en la sala de espera de la consultadel doctor Ramón Arregui. Jorge Brassens acababa de enviar un SMS para un amigo de Vic cuando una malhumorada enfermera le avisaba: "el médico me espera", pensó, a la vez que dijo, muy poco antes de pulsar la tecla "enviar":
- Ahora voy.
Estaba cansado. Llegaba la noche anterior de Madrid y, cuando se quitaba la camisa, descubría que la tenía empapada. Le supuraba el pecho y se aplicaba una crema hidratante. Ese fue su error: durante toda la noche la piel expulsó todo el líquido que el producto le había suministrado. Incómodo, no había conciliado apenas el sueño.
Era la tercera ocasión que acudía a esa consulta. En la anterior, el médico había rellenado un papel en el que le indicaba el comjunto de análisis al que debía someterse: al menos había tenido que acudir a 3 diferentes centros, lo cual, dado su reciente traslado a Madrid, se le hacía más complicado aún.
Y esa mañana, aplicaba el agua caliente de la ducha sobre la parte de su cuerpo más afectada por sus problemas dermatológicos. Después de secarse se mareaba debido a una bajada de tensión. A duras penas podía llegar a su dormitorio. Lentamente, sentado en la cama, recuperaba la consciencia.
Aguirre se encontraba sentado en una de las sillas de confidente, concentrado en unos papeles. Brassens se sentaría en la contigua. El doctor advertía la presencia de su paciente, volvía su cabeza hacia él y le dirigía un adusto "hola" a manera de saludo.
Y Jorge Brassens llegaba a la cafetería, donde tenía una cita con un amigo, caminando de forma vacilante. Se apoderaba de un taburete y hablaba con su interlocutor. Entre la camisa y su piel, un papel higiénico plegado absorbía la supuración.
El doctor Arregui se sentaba ahora en su acostumbrado sillón. El raudal de luz que entraba por la ventana cegaba la vista que Jorge Brassens tenía del médico quien ordenaba los comprobantes de los análisis que su paciente le había entregado.
Y después del café, Brassens compraba una pomada específica. Aún aturdido, hacía un par de recados más, antes de llegar a su casa.
- Esto está muy desordenado. Faltan cosas –dijo el médico, aunque no faltaba nada, en realidad-. Hay análisis de hace 3 meses y otros que son de ahora. No creo que puedes jugar con tu enfermedad -decía.
Una vez en su casa, Jorge Brassens se aplicfaba una gran porción de crema. Sentado en una butaca, esperaba a que su piel absorbiera la pomada y su efecto secante.
Arregui hacía caso omiso a las disculpas de Brassens. "Cada vez paso más tiempo en Madrid", le decía este. El médico seguía leyendo los papeles.
Jorge Brassens tenía que entregar unos papeles en una compañía de seguros. Hacía acopio del resto de sus fuerzas para permanecer sobre sus 2 titubeantes piernas.
- Tienes anemia. Debes ir a un especialista. ¿No te han dicho nada?
- Me han dicho que me ibas a recetar algo para la anemia -le contestó Brassens, un tanto amoscado.
- Pierdes sangre. Tienes que ir a un especialista -continuaba imperturbable el doctor Arregui.
- ¿Y no me vas a recetar nada?
- Te voy a recetar hierro -dijo el médico entregándole un papel- Empieza ahora.
- ¿Lo tomo con las comidas? -le preguntaría Jorge Brassens.
- En ayunas -dijo nada más Arregui, que luego permaneció en silencio, dando por terminada la consulta.
- ¿Y el riñón?
- Con eso se está haciendo lo necesario -comunicó adustamente el doctor, un momento antes de levantarse del sillón.
Arregui salía de su despacho antes de Brassens. Una enfermera le esperaba en la puerta para pedirle un consejo. El doctor tenía prisa, de modo que se tuvo que conformar con una respuesta que se parecía a un réspice.
Jorge Brassens se estaba marchando cuando la enfermera de Arregui le pedía$ 50€, por la consulta. Entonces debió explicarle el "modus operandi": se cobra una de cada 2. ¿Es que no lo sabía? "Después de todo, la primera consulta sólo había sido para indicarlr qué análisis debía hacerse. En cuanto a la segunda, mejor no hablar", pensaba Brassens para sus adentros.
Aunque a regañadientes, la enfermera le dejó marchar.
"'House' está haciendo furor entre la clase médica", se dijo Jorge Brassens cuando ganó el confortable espacio de la calle.

lunes, 23 de marzo de 2009

Intercambio de solsticios (7)

Se lo dijo Juan Basabe mientras comían en un restaurante contiguo al Casco Viejo de Bilbao.
- No sé si te lo he contado ya. En algún momento...
La forma en que Juan Basabe parecía que quería dar comienzo a su información era demasiado indirecta y auguraba un recorrido en extremo proceloso como para que su contenido tuviera un carácter menor, así que Jorge Brassens se interesó rápidamente por el asunto..
- Pues si no me lo dices tú, no lo puedo saber -contestó este con un deje irónico.
- Sabes que me intervinieron de un tumor... -empezaría finalmente Juan Basabe.
Jorge Brassens lo sabía. Se trataba, por fortuna de una erupción bastante escandalosa, aunque de pronóstico benigno. Pero su amigo era un tanto hipocondríaco como para atreverse a deambular ruta sin el expreso apoyo de su persona por aquellos vericuetos, de modo que sólo movió la cabeza en señal de afirmación.
- Pues bien. Después de la intervención me ingresaron en la UCI, sólo como medida de observación, ya sabes: todo había ido bien, pero nunca te dejan que te vayas sin más...
Jorge Brassens atendía el desarrollo de la historia, sin interrumpir a su amigo.
- ... Era el 4 de marzo del año pasado. Supongo que recuerdas la fecha del fallecimiento de tu hija...
- Desde luego -le confirmó Jorge Brassens-. Sólo 2 días antes.
- Eso es -remachó Juan Basabe, como si él mismo se erigiera en notario de aquella triste historia-. En fin -dijo poniendo su mirada directamente en los ojos de su amigo-, no tengo que explicarte cómo es una UCI: 2 filas de camas y una mesa en la que se sitúan enfermeras y médicos...
Jorge Brassens estaba de acuerdo con la descripción. Juan Basabe prosiguió.
- ... Había allí un celador que decía conocerme. "Vivo en el Casco Viejo y le veo a menudo", decía a propósito de mí. Con eso me puso en alerta. Pero no hablaría mucho más acerca de mi persona. De pronto exclamaría: "¡Por fin se ha muerto la Von Lorensen!"...
- ¿Dijo eso? -preguntó, indignado, Jorge Brassens. Para añadir después:- ¡Valiente hijo de puta!
- Eso fue, más o menos, lo que le dije -continuó Juan Basabe.
- Me alegro.
- Le mandé llamar y vino hacia mi cama. Se creía el tipejo que quería charlar con él. Pero le dije que esa Von Lorensen era de primero Brassens, que su padre era íntimo amigo mío y que él era un cabrón por atreverse siquiera a desear la muerte de esa niña. Lo de "cabrón" -continuaba Juan Basabe- se lo debí decir varias veces, porque el sujeto me dijo: "¡Estás insultándome!", a lo que le debí decir que si estuviera en plenas facultades le atizaría una hostia... Y que si le volvía a ver por Bilbao que no se molestara en dirigirse a mí, porque no le devolvería el saludo...
- Estuviste muy bien -observó Jorge Brassens.
- Y se lo conté al Subdirector de Cruces -un Hospital de la Seguridad Social en la margen izquierda del Nervión, en Vizcaya.
- ¿Y qué te dijo? -preguntó Jorge Brassens.
- Creo que tomó nota.
- Ya. Teniendo en cuenta que a mi hija la movían unas 4 veces al día, 2 celadores cada vez, y que vivió 20 años y medio sin salir de ese hospital... Es más que seguro que ese cabrón la acostaría o la pondría en la silla un montón de veces -declaró Jorge Brassens ensayando un gesto en el que había más tristeza que otra cosa-. En este mundo hay gente para todo -resolvió.
“Pero, más allá del caso de ese celador amargado, mi hijs tuvo cientos de personas que le dieron cariño a lo largo de su vida y que resaltan con luz más que suficiente como para borrar gestos como el que me ha contado Juan...”, pensaría Jorge Brassens, una vez que se despedía de su amigo.

viernes, 20 de marzo de 2009

Intercambio de solsticios (6)

Para cuando habían recogido sus cosas las luces del crepúsculo pintaban el cielo a la manera de un cuadro abstracto de colores de rara plasticidad. Aque$l era aún un paisaje disfrutable, aunque podía considerarse una locura eso de adentrarse en el campo después de la semana en que todo ocurrió.
Pero también necesitaban respirar. Y la ciudad -cualquiera que fuera ahora su nombre- se había convertido en un cementerio de inmuebles en que las más de las veces la vida se había vuelto muy difícil. ¿Imposible? No. Habían aprendido a no pronunciar esa palabra. La tercera semana de noviembre de 2.012, cuando todo ocurrió, les había enseñado más que en todo el resto de sus vidas.
Se habían convertido en supervivientes. En realidad lo habían sido siempre, sólo que ahora lo eran de verdad conscientes de su condición de tales.
Jorge Brassens sabía cómo hacerlo. Todavía mantenía una relación con el tío de "Lorsen", Jaime Castro; todavía este conservaba abierta su tienda de caza y todavía Brassens viajaba a Bilbao, donde algún negocio restante se resistía a desaparecer, claro que ya todo se volvía del carácter del estraperlo, todo era mercado negro y las fabulosas sumas de dinero o rarísimos objetos que un día costaran auténticas fortunas hoy se cambiaban apenas por una modesta comida en un restaurante de cuarta. ¿Y qué más daba? No había otra cosa. Todo era triste y negro, el color había desaparecido de las escasas tiendas que permanecían abiertas.
Allí fue donde Jorge Brassens compró su Smith & Wesson. Pagaría 5.000€ por ella y eso porque Jaime Castro le tenía cierta simpatía en aquella época en que los sentimientos humanos quedaban tan amortiguados por la llamada de la selva y su ley -como en las películas de Tarantino- que se diría que hubieran desaparecido de la faz de la tierra.
Fue Vic la que aprendió a disparar por los 2. Y eso que le fallaba el pulso, pero tenía todavía la vista de un lince, aunque ella añoraba los "tiempos normales", cuando existían ópticas y podías salir de una con gafas nuevas de montura aceptablemente estética y a un precio razonable.
Así que, introducida en la toalla de baño y empuñándola con la firmeza que ya empezaba a ser en ella característica, Vic Suárez y Jorge Brassens se dirigieron hacia un coche con habitáculo de Mègane y morro de Audi que un mecánico amigo de ella les había "remendado".

lunes, 16 de marzo de 2009

Una visita a la embajada

En el recuerdo de mi viaje a Jerusalén en la pasada primavera, los sistemas de seguridad existentes para entrar y salir de Israel me tenían pensativo esa mañana de lunes, cuando tenía prevista visita al embajador de ese país.
Eran ya las 10'30 y en la entrada del piso que alberga la embajada no hay rastro de Jesús Riosalido. Pero ya ha llegado la hora de nuestra cita, de modo que pulso el timbre. Se oye un soniquete y aparece un hombre trajeado de estatura intermedia. A su demanda le informo del propósito de mi visita. Me pide algún documento acreditativo de mi personalidad. Le entrego mi carné de identidad y él desaparece. Detrás, se cierra la puerta.
No pasa ni un minuto antes de que aparezca de nuevo. Me devuelve el DNI y me invita a pasar.
Entro en un espacio previo a la embajada. El hombre trajeado me pregunta sobre lo que contiene mi portafolios. "Documentos", le digo. Luego me pide el móvil. Se lo doy y lo introduce en un cajetín, que cierra con una pequeña llave, que me entrega.
Entramos en la embajada. Atravieso un largo pasillo pintado de blanco con despachos a sus lados. Se trata de un recinto funcional.
Recorrido el pasillo torcemos a la izquierda. Me invitan a sentarme en un asiento tipo módulo, que se encuentra junto a una mesita con revistas a la que sigue otro asiento similar. Me siento. Al poco, una señora de mediana edad sale del despacho situado inmediatamente a mi izquierda y se presenta como la secretaria del embajador. Me levanto para darle la mano. Me dice que el embajador está reunido y desaparace en el antedespacho.
Vuelve a salir. Me dice que, en su agenda, tiene apuntada otra hora, las 11'30. Tendré que esperar o salir a tomarme un café. Sería el 5º de la mañana, así que le digo que prefiero esperar.
Le pido algún periódico del día. La secretaria desaparece en uno de los despachos situados enfrente de mi posición. Vuelve y me dice que no ha encontrado ninguno. Le pido que me deje entonces mi móvil, "aunque eso vaya en contra de sus reglas", para aprovechar el tiempo y hacer alguna llamada. Recuperado mi teléfono celular voy poniéndome al corriente de mis gestiones pendientes.
Apenas 10 minutos después, la secretaria me invita a pasar. Cruzo el antedespacho y, a la derecha, me recibe el embajador. Le acompaña la "Ministra Consejera".
El despacho es también funcional y de tamaño medio. Junto a la puerta hay un sofá y 2 butacas. Nos sentamos. Renovado el ofrecimiento, los 3 preferimos agua.
Después de la salutación de rigor, la duda sobre la hora y el intercambio de tarjetas, doy comienzo a explicar el objeto de mi visita: establecer una relación ordenada por parte de UPyD con esa embajada.
Raphael Schutz -el embajador- viste traje oscuro, es alto y fuerte; lleva la voz cantante. Einat Kranz Neiger -la Ministra Consejera- toma notas.
Schutz se interesa por nuestras posibilidades en las elecciones al Parlamento Europeo y el sistema de elección. Le digo que estamos muy esperanzados porque en ellas no existe el voto útil ni se pierde ninguno.
Después se interesa por conocer el funcionamiento del Grupo de Trabajo internacional de UPyD. Y, como le digo que en él, el comité Sahara es el más operativo, me inquiere acerca de si pensamos que el asunto va a tener algún cambio.
- No lo sé -contesto-. Lo que sí sé es que nosotros nos movemos en un triple plano: el terreno de los principios; el de la legalidad internacional, que viene dado por las resoluciones de la ONU, y los intereses de España. En los 3 planos el asunto del Sahara está mal resuelto, desde nuestro punto de vista, y España, como anterior país administrador, tiene mucha responsabilidad.
El embajador asiente, pero no agrega comentario alguno.
Pregunto sobre su análisis del momento. Su preocupación fundamental se sitúa en Irán y su capacidad destructiva. Me dice que la nueva Administración Obama sigue en el mismo plano que la anterior en cuanto a su compromiso por preservar la seguridad del Estado de Israel. Advierte, sin embargo, discrepancias en cuanto a los asentamientos de colonos. Cree que el nuevo gobierno -"de derecha"- no va a favorecer la negociación con Siria en torno al regreso a las fronteras anteriores a 1.967 y la devolución de los Altos del Golán a este país. Piensa que el futuro Gobierno de Israel dará prioridad a una estrategia de carácter humanitario y económico respecto de Palestina. -Pienso que dice, indirectamente, que en la agenda de Netanyahu no está la creación de un Estado palestino.
Le pregunto sobre la reciente dimisión del primer ministro de la Autoridad Nacional Palestina para favorecer el acuerdo entre Al Fatah y Hamas. Schutz me contesta que eso sólo puede fortalecer a estos últimos, a los más radicales.
La reunión ha terminado. El embajador me despide en la puerta de su despacho. Einat Kranz me acompaña hasta la salida. Me pide que no deje de presentarle a Jesús Riosalido. Se lo prometo.
Un par de horas después me llama Jesús. Ha tenido un leve susto, con hospitalización incluida, pero ya está repuesto. Por fortuna.

jueves, 12 de marzo de 2009

¿Gobierno socialista en Euskadi?

Después de muchos años en que el PNV -"el Partido", en palabras de Ibarretxe, tomando de esa manera la parte por el todo- podía permitirse el lujo de gobernar pactando con el conjunto del paisaje político vasco, desde una representación siempre reducida -aunque significativa- del electorado, se podría decir que esa hegemonía está tocando a su fin, aparentemente.
Y es que el partido que fundara Sabino Arana ha jugado su papel con una rara habilidad que nadie le debería negar: ha establecido acuerdos de gobierno con EA -su escisión-, el PSE -su oposición-, el PP -partido con el que tuvo una relación amor-odio que merecería una más amplia reflexión-, Ezker Batua - Izquierda Unida y hasta con los filoterroristas -que proporcionaban sus votos al Lehendakari cuando a este le daba por acometer sus conocidas propuestas soberanistas.
Pero es verdad también que el PNV, con toda su prosapia. siempre ha necesitado de cierta flexibilidad -propia de gimnasta circense- para gobernar: hasta su escisión con EA, de la ausencia de HB en el Parlamento; en los gobiernos de José Antonio Ardanza, del apoyo del PSE-PSOE, dentro o fuera del ejecutivo y de un tripartito-cuatripartito -si contamos con Aralar, en este segundo caso.
Y ahora todo parece cerca de desvanecerse de la escena, a la manera de los inexistentes fantasmas que poblaran los castillos embrujados.
Pero no, el PNV no es -y menos ha sido- un fantasma. Y sus tres décadas de gobierno dejan atrás una larga y densa estela de complicidades y servilismos, de un país hecho a su imagen y semejanza -y no sólo por la ikurriña y el himno que, como se sabe lo eran de ese partido.
Y ahí está el meollo de la cuesrión: ¿tiene el partido que opta a la lehendakaritza, el Partido Socialista, la pretensión de desmontar el tinglado que ha conseguido montar el nacionalismo durante estas tres décadas? O, dicho con otras palabras: ¿estará dispuesto a devolver Euskadi a sus ciudadanos?
Habrá que avanzar que no parece ese el caso.
Situado en la encrucijada de caminos tan diversos como opuestos, el actual socialismo vasco debe optar por un PSOE "a la navarra" -con apoyo futuro de UPN o el PP, que los constitucionalistas de la Comunidad Foral no cesan de confundirnos- o de un PSC en abierta construcción nacional, sustituyendo simplemente a un nacionalismo por otro -más peligroso este último, el socialista, porque significa la muerte por mucho tiempo de la alternativa.
Dicen los versados en socialismología vasca que mandan en el PSE los "navarristas", y que estos anidan en Vizcaya. Afirman ellos que los partidarios de la "vía catalana" habitan en Guipúzcoa, y que no dirigen el conjunto de la organización, por el momento.
Si se observan las propuestas electorales de este partido habrá que decir que nada dicen, que se trata de un ejercicio de "buenismo" simplón donde todo el cambio se reduce a que Patxi López sea investido lehendakari... en lugar del "natural" lehendakari.
Se parece bastante el asunto a eso que decía Ramón Rabanera, en las 2 legislaturas en que presidió la Diputación de Álava: "El cambio significa que todo el mundo esté a gusto".
Yo no voy a reivindicar aquí un repaso vengativo de la acción nacionalista durante 30 años, pero es cierto que esa actuación ha consistido en un auténtico régimen que es preciso desterrar. Armados con los cañones que disparan con pólvora del rey -el nacionalismo medievalista vasco es más monárquico seguramente que quienes encarnan la institución- ha urdido una red clientelar que va desde el propio Gobierno vasco hasta la más recóndita empresa del Goierri guipuzcoano; pasando por la tupida red de empresas públicas, ikastolas, traductores de euskera o becarios en universidades extranjeras -aunque, de estos últimos menos, que ya se sabe que el nacionalismo es un mal que se cura viajando, como sabiamente dijo Unamuno-. Sabedores de que el poder es el gobierno y no otras zarandajas, el PNV ha reaccionado mal ante la eventualidad de perderlo; y nadie recuerda la zafiedad expresiva de su actual presidente en momentos como la non-nata consulta soberanista o la menos aún nacida propuesta rebautizada como "plan Ibarretxe".
Podría poner algún ejemplo:
¿Va a modificar el PSE la Ley de Territorios Históricos, concediendo poder a las entidades locales? Le convendría, sin duda: el PNV va a ejercer su oposición desde las Diputaciones, lo cual resultará extenuante para un gobierno obligado a negociar permanentemente. Pero, si lo hace, el PNV lo considerará un "casus belli" sin precedentes. En el principio del imaginario vasco fueron eso que alguno denominara luego los "herrialdes" y en la grave crisis que seguiría a la escisión que diera lugar a EA, los "jeltzales" se aprestaron a hacerse fuertes en las Diputaciones, claro que entonces los socialistas acudieron solícitos a su salvamento, pero esto es otra historia. Mi pronóstico es que le faltarán arrestos.
Otro caso: ¿Desmontará un lehendakari que accederá a ese puesto sin hablarlo, el modelo educativo hoy existente según el cual el común de los estudiantes vascos sólo pueden estudiar en euskera? Debía hacerlo. No en vano, la inmensa mayoría de sus electores andan que bufan con este asunto. Mi pronóstico es que practicarán una política de gestos, que permitirá abrir algo el sistema, aunque sin garantizar este derecho en su plenitud: creo que el socialismo vasco piensa -al igual que los nacionalistas- que el vascuence es un icono de la identidad vasca, no un sistema de comunicación como otro cualquiera -y tan respetable, desde luego, como cualquier otro.
La última -por ahora, que ejemplos podrían ponerse bastantes más-: ¿Está dispuesto el PSE a emplear a la Ertzaintza, con todas las posibilidades de que esta dispone -que no son pocas- a combatir el terrorismo? Sería lógico, han sido muchos sus militantes asesinados y son muchísimos más quienes han sido amenazados por ETA. Mi pronóstico: No se aplicarán a desmontar el andamiaje nacionalista - "abertzale" que cimenta la policía autónoma, en lugar de eso harán vagas llamadas a la profesionalidad de este cuerpo, confiados en los virtuosos efectos contagiosos de una política basada en el "optimismo antropológico". En conclusión, su eficacia estará lejos de alcanzar el máximo.
Y es que el PSE afronta, esta que debería serlo, etapa histórica para el País Vasco con una notable carga de complejo, la de un partido heredero de aquellos trabajadores que Arana llamaría "maquetos", pensando paradójicamente que sólo el nacionalismo les puede adjudicar su carné de vascos. En eso han venido a quedar tantas historias personales de adversidades y penurias, de décadas de barrios y ciudades miserables, de luchas y de organizaciones creadas frente a los ataques de las burguesías locales: en una increíble victoria de aquel racista, de familia carlista, que fabricaba barcos de madera y que veía cómo todo su mundo se venía abajo con la llegada de la industrialización y que habitaba en esa "Sabin Etxea" que hoy alberga a sus descendientes ideológicos.
¿Soy un agorero por lo que digo? Francamente, espero equivocarme. Pero los 25 escaños desde los que va a gobernar no le concederán al PSE voluntades de las que carece además.
Gobernar Euskadi, sin el nacionalismo, es elegir entre gobernar en contra de él o verse obligado a realizar políticas avergonzadamente nacionalistas.
Ramón Rabanera se fue, sin pena ni gloria, y ahora el nacionalismo, el más radical, el de Egibar, manda en Álava.
¿Se repetirá la historia?

martes, 10 de marzo de 2009

Intercambio de solsticios (5)

Sentado en el exiguo despacho de su apartamento de Madrid, Jorge Brassens ordenaba informaciones de cuentas bancarias, cuando el sonido de su móvil le ofreció la oportunidad de abandonar la triste realidad de los ingresos menguantes y los gastos excesivos.
- ¿Has visto los periódicos de Navarra con las noticias del incendio?
Era Vic.
- No -contestaría él con la parsimonia que le caracterizaba-. Creía que lo ibas a hacer tú.
- Y eso acabo de hacer -repuso Vic, demostrando que sólo había formulado una pregunta retórica-. ¿Y sabes qué dicen?
- Si no me lo dices tú... -dijo Jorge Brassens en el mismo tono de calma chicha que, si no proporcionaba serenidad en sus interlocutores, les ponía de los nervios.
- ... Noticias de Navarra:. "Los ocupantes del inmueble siniestrado, un matrimonio de mediana edad, procedente de Bilbao..." -leyó Vic.
- ...
- ¿No te parece indignante? ¿No dices nada?
- Bueno... No estamos casados y tú eres de Madrid. La noticia no dice la verdad -contestaría por fin Jorge Brassens.
- ¡Si eso no es lo que me importa! -tronó Vic- ¡Lo que no soy es una señora de mediana edad!

viernes, 6 de marzo de 2009

Intercambio de solsticios /4)

Jorge Brassens la recordaba ahora. Elisabeth Von Lorensen -"Lorsen", para los amigos-, encerrada en aquélla gris, oscura y triste buhardilla de la calle General Concha de Bilbao. Apenas una veintena de metros vecina al lugar donde florecían los mejores lupanares de Bilbao, poco antes de la Plaza de Toros, locales de prostitución que luego el Ayuntamiento de Azkuna procedía de forma meticulosa a clausurar.
Vivían en ese apartamento abuhardillado, apenas alquilado para escapar de la casa del padre de Elisabeth, donde la oscuridad de las habitaciones interiores que allí ocupaban sólo se veía superada por el depresivo ambiente de manicomio en que había degenerado esa distinguida prole. Separados de sí mismos -y unidos a personas de más normales características- los Lorensen todavía podían resultar aceptables para la convivencia; juntos, no eran más que una jaula de grillos prontos a despedazarse recíprocamente.
Y hete aquí que Becaud -el terrier de la pareja ahora habitante de la buhardilla- tenía descendencia. Y "Lorsen" se aprestaba a lograrle cobijo a los cachorros que una perra de mil leches iba depositando sobre una vieja y desechada manta. Lo hacía además como si en ello le fuera la vida, como acometía "Lorsen" esas gestiones que ella sabía realizables, porque se conocía su punto de partida y podía preverse su conclusión.
Y los colocaría a todos. Había uno para un guardia civil en el pueblo navarro de Arrechea, otro para Henri Rodríguez -amigo de su marido-, una farmacéutica amiga se llevaba un tercero... Así hasta 6.
Pero quedaba uno que "Lorsen" parecía haber conservado como oro en paño y no entregaba a nadie. Tenía cara de terrier y pelo marrón rojizo que brillaba al sol y apuntaba maneras elegantes como las de su padre.
"Lorsen" lo quería para ella.
Se lo propuso a su marido -en realidad le imploraría que no pusiera obstáculos para que lo tuvieran- y Jorge Brassens leyó en sus ojos la constancia de un reto. "Mouski" -así llamarían a su perro- se convertía de esa manera en el desafío personal de "Lorsen".
Claro que su padre puso mala cara. "¿Estáis locos? ¿2 perros en ese pequeño apartamento?" Pero estaba claro que Von Lorensen no entendía nada. No se daba cuenta de la necesidad que tenía su hija en demostrarse a sí misma de su capacidad de cuidar -de dar vida, en definitiva- a otro ser vivo.
Porque "Lorsen" transitaba de sus noches depresivas a sus breves -siquiera intensos- momentos de lucidez. Incapaz de sujetarse a una disciplina pensaba que, volcándose en aquel cachorro de brillante tonalidad, se salvaría a sí misma.
Así que recogía las alfombras del apartamento y lo cubría con papeles de periódico y compraba una correa y unos cuencos para la comida y la bebida.
Pasaban los días. La buhardilla se había convertido en un verdadero campo de batalla. "Mouski" correteaba por entre los papeles de periódico, pisando sus propios pises y cacas y llevándolos de un punto a otro, mordisqueaba todo aquello que se encontraba al alcance de sus colmillos en flor y hasta su propio padre se escondía amedrentado ante la vesanía demostrada por su vástago.
Pero una noche, cuando Jorge Brassens regresaba a su apartamento después de una larga jornada de trabajo, no encontraría papeles de periódico mordisqueados por el suelo, ningún cachorro correteaba por el salón y Becaud se encontraba elegantemente acomodado en el sofá de cuero verde. En el dormitorio, "Lorsen", acostada ya, le recibía con una voz en la que se mezclaba la pesadilla y el alcohol.
- Lo he tenido que devolver. No podía aguantarlo más -le explicó.
Entonces Jorge Brassens supo que ella había perdido su última batalla.

lunes, 2 de marzo de 2009

La felicidad de una noche

Es difícil imaginar lo que se siente cuando uno se bate el cobre en su propia casa y gana la partida. Y es que la vida está llena de retos que es preciso superar, y en la corta existencia de UPyD -apenas año y medio- los 2 escollos que ha debido superar no lo han sido de pequeña importancia.
Contra el pronóstico de detractores de todo signo -y de esos amigos que te sueltan siempre eso de "que tengáis suerte, aunque lo probable es que no hagáis nada"- UPyD consiguió más de 300.000 votos y un escaño en el Congreso, hace ahora menos de 1 año.
El 1 de marzo, este joven y diferente partido revalidaba el éxito del pasado año entrando en el Parlamento vasco. Los resultados en Galicia tampoco son desdeñables: ahora UPyD es la cuarta fuerza política en esa comunidad, por delante de coaliciones y partidos de carácter tan clásico como lo es Izquierda Unida.
Este era un resultado necesario. Y por muchas razones, además.
Después de las elecciones de marzo de 2.008, había quien pensaba que el resultado era encomiable, pero que se debía sólo a 2 motivos: que se trataba de ayudar a que esa valiosa mujer que es Rosa Díez entrara en el Congreso y porque Madrid -ese "rompeolas de las españas"- era el único escenario posible para un partido tan singular -alguno lo llama "raro"- como lo es el nuestro.
Era preciso, por lo tanto, que UPyD se convirtiera en un partido nacional, más allá de sus postulados programáticos; esto es, en un partido con representación institucional en otras partes de nuestro país y que dejara de ser un partido exclusivamente "de Madrid".
Por otra parte, para quienes estuvimos tanto en "¡Basta Ya!", trabajando en transversal, como en la "Plataforma Pro", lanzando lo que luego sería UPyD, muchos de nosotros vascos, nuestra entrada en el Parlamento de Vitoria se convertía en un reto de obligado cumplimiento.
Por eso, observar a una Rosa exultante; a un Carlos, emocionado; a un Juan Luis, feliz desde la lectura de los datos que escupía su ordenador... fue un gran espectáculo.
Y luego, cuando los voluntarios de UPyD -los locales y los que venían de lejos- recibían las palabras de Rosa y de Gorka, había en sus voces la satisfacción por el deber cumplido y el afán por contribuir a la extensión de un proyecto que pueda sacar a España del marasmo en el que se encuentra.
Fue una noche repleta de felicidad.