martes, 30 de noviembre de 2010

Intercambio de solsticios (97)

Lanzarote, 7 de enero de 2003.

Querida Lorsen:

Ayer no me encontraba bien. El transcurso de los tres días seguidos del final de la Navidad volvían a provocar un agujero en mi organismo. Dí mi acostumbrado paseo vespertino, lo cual me ayudó a despejarme un poco. Pero el regreso a casa resultaba –no sé por qué- más triste que otros días. Quizás por eso, se lo dije a Lisbeth -¡por fin he conseguido ponerme en contacto con ella!-, piense que me he equivocado en venir tanto tiempo, o en venir tan solo. Siquiera con Bècaud, las lágrimas hubieran sido compartidas. Pero también es verdad que Bilbao son las incomodidades, los escoltas, el mal tiempo –también por cierto, aquí ha empeorado, pero no lo suficiente como para que deje de dar mis paseos por el borde del mar-... Y que la pena va conmigo, dondequiera que me traslade.
Lisbeth ha agradecido mucho mi llamada. Su madre está bastante mejor, pero cuando se recupere tendrán que operarla –“donde sea”, segúnLisbeth, en Estados Unidos, por lo tanto-. Le he dicho que quiero darle un recuerdo tuyo y se ha quedado encantada. Organizaremos una comida o una cena para hacerlo efectivo. Creo sinceramente que también Lisbeth quiere mantener una relación conmigo, aunque sea tan sólo para no despegarse definitivamente de ti.
He dormido bien –gracias a la pastilla- y me he levantado sobre las ocho y cuarto –hora peninsular-, lo que me ha permitido leer “El Correo” en Internet y hacer alguna llamada.
Jaime Ignacio del Burgo vuelve a suspender la presentación de mi libro. Seguro que si fueras tú quien le hubieras llamado te habría garantizado el acto. Es una pena, creo. En todo caso se trataría de un homenaje para ti. Pero el libro está ya bastante viejo y parece que sólo creemos en él, tú y yo. Y tú ya no estás aquí para reivindicarlo.
He hablado con Agustín, el marido de Cristina Aguirre. Acaban de llegar ayer. Me dice que si quiero cenar esta noche. Le contesto que no hay tanta prisa –me imagino a Cristina deshaciendo las maletas, ordenando la casa...- Le pido el nombre de un cerrajero. Me dice que me llamará por la tarde.
Leo un poco. Doy mi paseo por la playa. Compro una buena maleta portadocumentos –ordenador y libros, incluidos- en la tienda en la que tú insistías siempre que comprara algo.
Otra vez en casa, después de comer, escribo la consabida postal a Pilar–que también, por cierto, me dijeron de la UCI que sigue bien-. Me llama el cerrajero de Mapfre, con lo que se comprueba la eficacia de la Compañía. Quizás lo hagan todo esta misma tarde.
Durante la comida hablo un rato con Balparda. En “El Mundo del País Vasco” acusan a Barreda y a Damborenea de haber servido para que los nacionalistas sacaran adelante los presupuestos, por su falta de diligencia. Me guardará la noticia.
Tengo que ir a Arrecife. A recoger los marcos de las cosas que les llevé.

Sigo más sólo que la una. Pero en el momento en que escribo estas letras me encuentro algo más animado.

Tu falta de mi vida sé que no será reemplazable. Acaso algún día dejará de sangrar la herida; pero la cicatriz, imborrable, seguirá en mí, bien presente.

Un beso.

lunes, 29 de noviembre de 2010

Intercambio de solsticios (96)

Pero tenía que decir algo. Y eso que Martos no era bueno en la improvisación. Por eso carraspeó antes de empezar a hablar.
- Estoy de acuerdo con vosotros –su mirada abarcaba a los dos intervinientes-. No podemos dar la voz de alarma, por lo menos por ahora. Y seguramente tampoco cuando pase un tiempo. La población se alarmaría y eso no conviene…
- Pero está convocada una asamblea de distrito. Lo hemos puesto en el orden del día –informó apresuradamente Juan Jiménez.
Martos torció la cabeza a la vez que producía un rictus de desprecio en su cara.
- Tendremos que desconvocarla –dijo.
Jorge Brassens pidió la palabra. Martos le observó con desconfianza. “Este siempre va por libre”, pensó para sus adentros.
- Creo que si desconvocamos la asamblea será cuando empiece la gente a preocuparse de verdad –dijo-. Por otra parte, me parece que no tenemos derecho a hacerlo. Nosotros sólo actuamos aquí pòr delegación expresa de los ciudadanos de Chamartín. Y esa delegación se produce en cada asamblea. Me parece que no es posible .
Martos dibujó en su mirada la misma expresión despreciativa. Cuando carecía de argumentos prefería esa actitud antes que ponerse en evidencia: siempre le había salido bien en otros tiempos y en los órganos en que disponía verdaderamente de influencia.
Adelfa levantaría también la mano.
- ¿Qué quieres? –le preguntó Jiménez.
- Hablar –contestó ella, un tanto despachada.
Los asistentes rieron lo que no era una gracia.
- Pues habla –concedió Jiménez.
- Estoy de acuerdo con Jorge –empezó ella-. Nosotros no podemos convertirnos en un Estado policial. No podemos permitirnos cerrar las fronteras y hacer toques de queda. No es posible que dejemos a las fuerzas de orden de Chamartín más posibilidades de las que ya tienen para aterrorizar a la población.
En realidad Adelfa había llegado bastante más allá de lo que había dicho Jorge Brassens. En todo caso, sus palabras produjeron un rumor de voces generalizado en la sala.
Leoncio Cardidal hizo uso de la escala tonitruante de su voz de mando:
- ¡Ruego a la señorita que retire sus palabras o que se atenga a las consecuencias! ¡No estoy dispuesto a que se tilde de terroristas a los servidores del orden público.

jueves, 25 de noviembre de 2010

Refractarios a la evidencia

Fue un día deeste maravilloso otoño madrileño que por fortuna aún disfrutamos. Nos citaban en la Universidad Carlos III a los de internacional de UPyD para que habláramos del Sahara y de Cuba. Carlos Rey se reservaba para sí la primera de las intervenciones, en tanto que a mí me correspondía la segunda.
El lunes por la tarde me telefoneaba Carlos:
- Te voy a pasar el teléfono de Pilar, la organizadora –me dijo-. A mí me ha ido muy bien, pero lo de Cuba me parece que es cuestión más difícil.
Así que me puse en contacto con Pilar, que me contestaba entre susurros desde la biblioteca universitaria.
- Ven preparado –me anunciaba-. Creo que puede haber follón…
- ¿Nos van a lanzar huevos? –pregunté.
Uno ha toreado en foros de muy diferente tipo y se supone que debe estar preparado a todo evento. De hecho he lidiado con asambleas proclives al radicalismo batasuno en debates sobre la exclusión social, por ejemplo, donde una cita del Canciller Bismarck –“las leyes son como las salchichas, nunca hay que estar en su proceso de producción”- me llevaba literalmente a las calderas de Pedro Botero creadas esta vez por los adláteres del abertzalismo más duro. Pero, todo hay que decirlo, hay cosas a las que uno no se acaba de acostumbrar.
De modo que escogí para esa mañana la vestimenta más vieja y disponible para la inmediata basura y me acerqué al edificio 15 del citado centro universitario.
En el bar me encontré con Adolfo y Normando, dos ex presos de conciencia cubanos con quienes voy a compartir el panel. Intercambié opiniones con Adolfo sobre la actitud de la Unión Europea respecto de la posición común hacia Cuba mientras que nos tomamos un café.
Concluidos los prolegómenos nos dirigimos al aula. Un grupo de jóvenes –unos 50- se van acomodando en tanto que nosotros nos vamos sentando.
Adrián –otro joven estudiante que oficia de moderador- me presenta en primer lugar y empiezo a hablar. Digo que cualquier acto a favor de la democracia y de las ampliación de las libertades civiles supone una afirmación de la civilización contra la barbarie. Después me refiero al reciente viaje a Cuba que una delegación de nuestro partido, presidida por Rosa Díez, realizaba la pasada primavera. Hablo de los distintos disidentes con los que nos entrevistamos en la isla y digo que cada uno de esos casos es un drama humano, como sin duda nos ilustrarán los posteriores intervinientes. El moderador me toca la figurada campana –“te quedan dos minutos”, me recuerda- y digo que la reciente actitud de los 27 en la posible revisión de la posición común es producto de un reparto de cromos: Francia nos apoya en nuestro apoyo a los hermanos dictadores siempre que nosotros le secundemos en su apoyo al Rey teocrático de Marruecos que acaba de asesinar a un chico saharaui de 14 años. Y termino diciendo que si la Alta Representante en Política Exterior de la Unión Europea, Catherine Ashton, va a sondear la estrategia del gobierno cubano respecto de la evolución de los derechos humanos en la isla, sería bueno que pidiera también su opinión a la disidencia de ese país.
Toman a continuación la palabra Adolfo y Normando. El primero lo hace con exquisita prudencia, el segundo introduce casos concretos de torturas que él ha podido conocer a lo largo de su estancia en la cárcel –más de 100 días él mismo en una celda de castigo por negarse a llevar el uniforme carcelario- y otras tantas que ahora no podría repetir por no violentar innecesariamente a mis lectores.
Concluidas las intervenciones –que los asistentes aplauden-, Adrián nos invita a bajar del estrado para compartir el turno correspondiente al coloquio. El primero en preguntar no formula una cuestión, sino unas 20, en lo que no es más que un alegato contra las supuestas exageraciones de la disidencia cubana. “Me parece una demagogia explicar tan concretamente los casos de tortura”, afirma –y yo pienso que quizás quería decir que pueda resultar morboso dicho comentario-. “Dicen ustedes que Cuba es un régimen socialista, cuando emiten por televisión dibujos animados de Disney, que son de lo más capitalista que existe”. añade. “La ONU dice cosas diferentes de lo que han dicho ustedes”, continúa. “La libertad de expresión en Cuba –que según su Constitución se debe enmarcar en el respeto a la revolución socialista- es lo mismo que en España: debe sujetarse al Estado de Derecho”, declara. “Tampoco en España hay libertad de partidos: sólo hay uno, el PSOE-PP”… y otras afirmaciones de parecido tenor.
Adolfo hace gala de una educación que le confirma como un gran dialéctico. Le anima a seguir investigando sobre Cuba profundizando en esas mismas fuentes y va contestando puntualmente a sus preguntas. El muchacho no parece tan proclive a escuchar a Adolfo como este a aquel y algunos pedimos que le respete.
Terminada la respuesta el joven se despide alegando determinadas urgencias lectivas y hay dos chicas que apoyan expresamente a los presos de conciencia.
Toma la palabra otro muchacho que critica a Normando por haber descrito la situación límite de la economía cubana que obliga a muchas chicas –y chicos- a ejercer la prostitución. Dice que tiene ascendencia cubana y que se niega a reconocer que se trate de un hecho generalizado. Normando y Adolfo explican que no es un hecho común a todos los jóvenes, pero que efectivamente y por desgracia hay muchas familias que incluso se enorgullecen de esta circunstancia ya que les permite llegar al fin de cada día e incluso a quienes ejercen esta condición abrir sus perspectivas vitales a través –quizás- de una amistad que concluya en matrimonio con algún cliente.
Preguntan por el embargo deparado por la ley Helms-Burton y por el embargo de la Unión Europea. Debo matizar que no la posición común no determina tal embargo, sino que supone una congelación de las ayudas económicas de la Unión respecto de un tercer país como es Cuba hasta tanto que allí no se haga un esfuerzo por avanzar hacia las libertades civiles. No hay embargo –añado- porque no existe límite alguno a la circulación de mercancías y capitales por parte de la Unión.
Se habla de la Constitución cubana, y ahí existe también un despiste cierto entre alguno de los asistentes. “En Cuba se ha vivido con la Constitución de los años ’40 en plena vigencia de la revolución”, afirma uno. “No digas eso –contesta Adolfo-. Castro gobernaba desde la tribuna. No tenía ninguna norma que sujetara su voluntad. –Y luego agrega-: lamentablemente tampoco después de que se aprobara la Constitución.
Ya han dado casi las dos de la tarde. Tengo una comida concertada en el centro, de modo que me despido.
Sorprende observar cómo, 51 años después, aún subsiste la estética de una revolución que ha conducido a su pueblo a la mayor degradación moral y económica de su historia. Y cómo esa dudosa belleza del régimen castrista se reconoce en los jóvenes de hoy que hacen de la libertad un ejercicio cotidiano de sus vidas.
Pero al menos no nos han lanzado huevos.

lunes, 22 de noviembre de 2010

Mi experiencia de paz (conferencia pronunciada en Bilbao, el 10 de octubre de 2010)

El ya desaparecido cantante francés Georges Brassens, en la canción más recordada quizás entre las que escribió y cantó, decía que “les copains d’abord”, algo así como “primero, los amigos”. Y yo podría decir esta tarde que estoy aquí, no desde luego por méritos propios, y mucho menos aún por los que pudiera haber reunido como narrador de experiencias de paz, sino por ser amigo de Blanca Oraa.

Descubierta Blanca en el singular terreno del bar de Zampa, donde se anudan conversaciones y se tejen contactos que nos permiten redescubrirnos más allá de los conocimientos que producen los encuentros convencionales de los tiempos actuales, que son los tiempos en que la comunicación, que ha llegado quizás a la cima de sus posibilidades, a la vez que paradójicamente nos niega la oportunidad de conocernos a nosotros mismos en toda nuestra riqueza como personas que se conforma en todas nuestras dimensiones. No sólo la de artista o político o agente de seguros o reponedor de artículos en un supermercado. Y es que aún siguen existiendo en el mundo ambientes en que es posible tratarse y conocerse, sin necesidad de que todo ese conocimiento sea útil desde el punto de vista del capitalismo o del mercado, esto es, sin que la conversación que podamos sostener deba traducirse necesariamente en una transacción económica; considerando que muchas de las relaciones humanas, el amor incluído, se han convertido ya en negocio.

El bar de Zampa es un escenario para la amistad, y allí conocí una tarde de domingo a Blanca. Y por eso estoy aquí.

Pero no he venido a hablar de amistad, ni de espacios en los que esta se puede frecuentar, tampoco he venido a contarles mi teoría sobre la comunicación. El motivo de mi charla de esta tarde tiene que ver con mi experiencia de paz.

Les confieso que tuve alguna duda antes de aceptar la amable invitación de Blanca. Y es que, a la altura de mis 55 años, me han llamado a hablar de muchas cosas: de política, de literatura, de historia, de poesía… pero nunca he tenido que desarrollar una idea que se refiera a mi experiencia de paz. ¿De qué podré hablar?, pensé.

Cuando alguien se refiere a una experiencia, esta debe contener algún aspecto personal. No se trata de contar algo que les ha ocurrido a otros, una historia pretendidamente objetiva, una narración más o menos producto de tu imaginacion, sino tu experiencia personal. Y eso en el ámbito de la paz, en este caso.

Trataré de hacer, por lo tanto, una especie de ejercicio del “soneto que me manda hacer Violante” y decir algo de esto, aunque espero que sean ustedes indulgentes conmigo y no me regañen demasiado si no consigo el propósito de llevar a buen puerto esta conferencia, si bien espero no regar excesivamente fuera del tiesto y atenerme en todo caso al objeto que se propone, esto es, que me refiera a mi propia experiencia personal.

Empezaré por decir que la experiencia de la paz se construye siempre desde el plano interior. Tengo además la convicción de que la paz es sinónimo de una conformidad básica con uno mismo. Y especialmente cuando vas cumpliendo años y tus sueños juveniles de cambiarlo todo –porque crees que puedes con todo- han quedado hechos añicos ante la inexorable ley de la realidad inmutable de las acciones de las personas. Decía Bennedetto Croce que cualquier historia es contemporánea, y por lo mismo, los comportamientos humanos se reproducen desde la noche de los tiempos. De modo que muchas veces nos conformamos con repetir actuaciones que antes hicieron todas las generaciones que nos precedieron, por lo mismo que las generaciones que nos sigan cometerán los mismos errores y acertarán en ocasiones lo mismo que lo hemos hecho nosotros.

De esa manera, la paz es como es fiel de la balanza, cualquiera que sea el peso de las experiencias negativas que hayamos vivido, porque en el otro platillo siempre están esas mismas experiencias con toda su aportación positiva. La paz sería entonces algo así como aceptarse a uno mismo, negarse la dulce mortificación que conlleva la depresión –siempre que esta sea leve y no se encuentre en la fase enfermiza, claro-. Y en este sentido habrá que decir que la inmensa mayoría de las vidas son históricamente útiles, aún las aparentemente más insignificantes.

Pero no podría agotar con esto mi reflexión, porque incumpliría de manera flagrante el compromiso asumido con Blanca, y seguramente sería acusado por ella con alguno de sus más expresivos silencios.

Porque mi experiencia de paz no tiene que ver con mi búsqueda de la paz, seguramente tampoco la experiencia de nadie. Y es posible que todos necesitemos la paz porque no la hayamos alcanzado todavía. Pero quizás no seamos conscientes de ello y pretendamos adquirirla como hacemos las cosas habitualmente: algo así como comprándola a cómodos plazos, con la casa que nos hipoteca para toda la vida, y la segunda casa que nos hipoteca más aún, o el coche, o el teléfono móvil de última generación, o los zapatos que no necesitamos… nada de eso nos proporciona la paz, pero esas cosas no dejan de ser sustitutivos de esa paz que se llama felicidad: la paz del hombre feliz que según el cuento no tenía camisa.

Y aquí va mi experiencia.

Era el año 1980. Me encontraba en Madrid, concluyendo mis obligaciones militares con mi país cuando a través de un aparato de radio que escuchaba en la oficina de la compañía correspondiente, en Getafe, escuché que el locutor decía: “Han asesinado al Conde de Aresti”. Este señor era socio de mi padre en una empresa familiar y su desaparición iba a representar un cambio en mi trayectoria personal a partir de ese momento. Quizás yo no advirtiera nada de eso cuando hacía mi maleta ese fin de semana para trasladarme a Bilbao y asistir a los inevitables actos de pésame que iban a tener lugar.

Hasta entonces yo iba para diplomático o para opositor a ese cometido. A partir de entonces me convertiría en agente de seguros –la empresa familiar que pocos meses después iba yo a dirigir tenía por objeto la intermediación en el mercado asegurador.

Pero como no todas las puertas se cierran de modo inevitable y al mismo tiempo, comencé a frecuentar en esos primeros años de la década de los ’80 los escasos círculos liberales que entonces existían en Bilbao –hay que decir que, villa liberal por excelencia, en Bilbao hay muy poca gente que se atreva a definirse como liberal, y las más de las veces además su liberalismo es poco más que un barniz vergonzante de un conservadurismo no asumido-. Pero ahí estaban aún Germán Yanke, Adolfo Careaga, Ramón Churruca o Juan Luis Barandiarán…

Producto de esos contactos, aterrizaba yo en las listas del Senado por Guipúzcoa como candidato del Partido Demócrata Liberal, a la sazón presidido por Antonio Garrigues Walker, y que en el reducido espacio de la Comunidad Autónoma vasca se coaligaba con AP, el PDP y la UCD a la que le quedarían ya pocos meses de vida.

No lo debi hacer del todo mal en esa campaña, porque me reservaban un puesto de salida para el Ayuntamiento de Bilbao, donde fui concejal desde 1983 hasta 1987, por ese partido liberal tan escaso de componentes.

En ese tiempo conocí a la que luego sería mi mujer, Anneli Lipperheide, que venía de experimentar la dolorosa angustia del secuestro por ETA de su tío carnal José.

La banda terrorista se convertía por lo tanto en una referencia para una vida que apenas había comenzado. Mi padre –recuerdo- fue en su tiempo presidente de la UCD vizcaina, tuvo escolta y debía abandonar Bilbao durante los fines de semana.

Puedo decir por experiencia –y el objeto de esta charla tiene que ver con la experiencia- que la política consiste en un espacio en que el compromiso se hace cada vez y de forma progresiva más intenso, hasta que ocupa una buena parte de tu tiempo, hurtándoselo a tu familia y a tus distracciones. De modo que me vi envuelto en ese cometido de forma crecientemente intensa. Contribuí a la refundación del PP en la Comunidad Autónoma vasca, fui secretario general del PP vasco, presidente de ese partido en la localidad de Getxo y parlamentario por esa formación política desde el año 1990 hasta el año 2007, cuando dimití de ese cargo para entrar en el nuevo proyecto político que se llama Unión, Progreso y Democracia.

Han sido casi 30 años de vida entre asesinatos, bombas, secuestros y extorsiones que transcurrían a medida que yo atendía mi trabajo de concejal o parlamentario o a mis actividades profesionales. Una vida casi entera rodeado por centenares, miles, de dramas humanos.

Pero todos esos 30 años no los he vivido de la misma manera. Creo que hay un momento especial en toda esta historia. Un momento que fue frontera entre la política como ejercicio de una actividad, difícil, como la que afectaba a las personas que la hacíamos desde el centro derecha o la izquierda constitucionales en un espacio geográfico como el vasco sólo propicio para los nacionalismos; a una actividad peligrosa.

¿Cuándo se pasó de la dificultad al peligro?

Para algunos el hecho paradigmático está en lo que Melchor Miralles –entonces director de El Mundo en el País Vasco- llamaría el “asesinato a cámara lenta de Miguel Angel Blanco”. Ese fue un momento realmente traumático, en efecto. Pero para mí, para mi experiencia vital, el acontecimiento que fue frontera entre una y otra situación lo constituiría el asesinato de Gregorio Ordoñez, que fuera entonces concejal del PP en el Ayuntamiento de San Sebastián, puesto que acumulaba con el de parlamentario vasco, donde yo era compañero suyo.

Las experiencias humanas son precisamente eso, experiencias. Y se viven de una manera mucho más sentida, más íntima cuando se conoce a la persona sobre la cual se abate la tragedia, porque la tragedia sale entonces de las páginas de los periódicos o de las pantallas de televisión y se hace propia. Ya no es un drama objetivo, se ha convertido en un daño subjetivo, personal. Pasan por tu retina las imágenes vividas junto a él, los momentos de cordialidad y, aún también, los momentos más conflictivos.

Fue en enero de 1995. Yo me encontraba en mi despacho de una compañía de seguros en el Arenal cuando alguien –creo que Marisa Arrúe- me llamaba al teléfono para darme la noticia. Corrimos a San Sebastián donde sus aparentemente tranquilas calles recibían nuestros desolados pasos, de la sede del PP a la casa de Gregorio, de su casa al Ayuntamiento.

Pasaron los días y las semanas, y quedaba la imagen de un joven que había luchado por sus ideas, que se encontraba dentro de un ataúd recubierto por la bandera de su ciudad. Y quedaba también la idea de que las balas habían silbado muy cerca de ti. Y que las habías oído, lo que entre otras cosas indica que todavía estás vivo: las balas que no te da tiempo a oír –decía Alejo Carpentier- son las que acaban con tu vida.

Y después vinieron los Miguel Angel Blanco, los Manolos Zamarreño, este último que sustituía a otro concejal asesinado por ETA y a quien conocía yo en la barra de un hotel de San Sebastián. Le iba a suceder a su compañero en el Ayuntamiento de Rentería. “Soy el siguiente”, recuerdo que me dijo, en una suerte de doble premonición fatal.

Y con cada nuevo atentado venía la renovación de un compromiso. Seguir, mantener tu presencia intacta en apariencia en los lugares a donde te llamen, trabajar en tu partido, en los movimientos cívicos, colaborar con otros que comparten algunas de tus ideas aunque no todas… ¿Y quién comparte todas tus ideas?

El resumen de todo esto lo escribí en un libro que tiene por título “Sin perder la dignidad”. Decía eso, sin perder la dignidad, y decía bien. Seguir, dignamente la estela que la vida o el destino me habían puesto por delante. Como tantos otros, como esos concejales que trabajan a diario en sus Ayuntamientos intentando olvidar que quizás la siguiente bomba les estallará a ellos.

Bastaba con estar ahí, desde ese puesto o desde tantos otros: jueces, periodistas… además de los que ahora y siempre han sido dianas privilegiadas de los atentados terroristas: los guardias civiles, los militares, los policías de uno y otro cuerpo.

Bastaba con estar allí. Tu sola presencia en la tribuna del Parlamento, en las columnas de opinión de un periódico, en la sede de tu partido… incluso en la calle, rodeado de tus escoltas, era suficiente para que todo el mundo supiera que en este país existe un déficit de libertad, que no se puede hablar aún de normalidad democrática.

Esa ha sido desde entonces, desde aquella donostiarra tarde de invierno, la experiencia de paz más importante en mi vida: la lucha por la libertad, el combate por un derecho que los terroristas han pretendido conculcar durante muchos años. Un derecho que niegan toda esa cohorte formada por los dictadores que hay en el mundo, los hermanos Castro en la isla de Cuba, el Rey de Marruecos sobre su propio pueblo y el de los saharauis o el tirano Obiang Nguema sobre los ecuato-guineanos.

Serán diversos los métodos, sonarán con músicas diferentes las justificaciones; pero detrás de cada uno de sus actos está la negativa a construir un mundo en libertad, que es lo mismo que rechazar la paz.

Creo honestamente que no falto a la verdad si les digo hoy que mi vida ha sido una lucha permanente por la libertad, y que lo sigue siendo. Y hoy, y supongo que no estoy haciendo una especie de encaje de bolillos que acabe cuadrando el círculo, que esa misma lucha ha sido una lucha por la paz.

Habrá quien piense que no existe la equivalencia entre libertad y paz. Tienen derecho a hacerlo. Sin embargo, creo que la paz, como la libertad es una opción, una elección. En la época del dictador español, el general Franco, se hablaba de la paz de los cementerios, que es la paz que no nace de la libertad, que es la opresión, la tiranía, la negación de los derechos individuales al amparo de no se sabe qué derechos colectivos, históricos o abstractos; derechos que no se concretan en ninguna realidad precisa, derechos que para ser fijados exigen una determinada carga de invención.

Y esa paz que algunos se inventan en las calles de la Habana, de El Aaiún o en cualquier poblado de Malabo, lo mismo que en cualquier barrio de Mondragón no es sino la paz del silencio provocado por los nuevos epígonos de la tiranía, cualquiera que sean sus nombres, cualquiera que sean sus justificaciones. Pero no es la paz, porque no existe libertad para elegir por ella, porque si hubiera libertad nadie en su sano juicio los elegiría.

Gracias por su paciencia.

jueves, 18 de noviembre de 2010

Se abre de nuevo el melón

Alemania se ha convertido en el nuevo personaje abyecto de la película. Lo decía Charlemagne en The Economist, el ogro de los tiempos modernos. ¿La causa de semejante planteamiento? Pues que después de una larga década para poner en pie el Tratado de Lisboa, la señora Merkel pretende nuevamente abrir el melón de una modificación de ese tratado. Técnica, nos advierten. Pero en este mundo de tonos grises… ¿dónde está la diferencia entre lo material y lo accesorio? Trabajo para Van Rumpuy y sus funcionarios, pero un nuevo rompecabezas con jaqueca acompañada.

Y un nuevo fantasma quiere recorrer la Europa de los 27. y no tiene por nombre el de comunismo: se llama deuda por impuestos. Los países miembros se sienten como el personaje de la película “Duelo al sol”, de modo que al amanecer los Estados deberán ser más rápidos que los mercados si quieren salvar la vida. ¿Para qué sirve Europa entonces? Pues para pagar las dos cuentas que coinciden en la mesa del Estado del Bienestar, cuando la comida apenas ha terminado y ya hay quien dice que se deben seguir sirviendo platos y bebidas hasta la eternidad. Europa pagaría la cuenta económica –más impuestos- y la política –no serán los Gobiernos quienes deban responder por las quejas ciudadanas, sino esa pesada Europa que nos trae todo lo peor y sin transparencia ni democracia, además… ¡Como si no fuera Europa la suma de esos gobiernos a veces tan solidarios con la idea de un continente unido y otras veces tan insolidaria con la misma idea!

Pero es que Alemania debe resolver su contencioso con su propio Tribunal Constitucional si quiere que el fondo de garantía de la salud del euro sea estable. Y para ello necesita que el Tratado sea modificado. Para eso, Merkel habla con Sarkozy, que sabe que tal y como están las cosas es eso o nada. Donde “eso” es la modificación de Lisboa y “nada” es que Alemania nos haga a todos un corte de mangas y se dedique a hacer la guerra por su cuenta con un marco reeditado y una Europa a la deriva más cercana posible al naufragio.

Claro que Francia pone otra cuenta no menor encima de esa mesa que ya empieza a estar sembrada de facturas: su idea de la nueva PAC, a la que Zapatero se ha unido con su habitual entusiasmo. Y Polonia, que quiere que el cálculo del pago de sus pensiones no se incluya en el monto de su déficit. Ya se sabe, cuando se abre el melón…

Y queda también en el tintero que llenará las estilográficas de los funcionarios del Consejo la idea de en qué van a consistir las sanciones que se impongan a los países que no cumplan con el plan de austeridad. Pero que nadie tema, no está previsto que a algunos nos quiten el voto, ya que la incapacidad de nuestros gobernantes nos ha quitado la voz, salvo la que solo sirve para llorar.

Y mientras los chicos de Van Rumpuy afilan sus lápices y se devanan los sesos, los componentes e invitados se van al G-20 a discutir con Obama: medicamentos alemanes en forma de ajustes contra dólares emitidos por la Reserva Federal. Otro duelo al sol, pero con final pronosticado. Ni vencedores ni vencidos, con China al fondo del escenario observando cómo se despedazan estas democracias occidentales.

miércoles, 17 de noviembre de 2010

El erróneo cálculo de Mohamed VI

Hace 35 años el entonces Rey de Marruecos, Hassan II, observaba cómo la irreversible enfermedad del General Franco situaba a España en el ojo del huracán. Su sucesor a título de Rey, el Príncipe don Juan Carlos, no tenía garantizado el apoyo de las fuerzas políticas que dieron lugar a la larga dictadura de su predecesor, el Ejército miraba con recelo las posibles evoluciones del futuro monarca español y la oposición democrática no concebía tampoco una esperanza declarada respecto a las posibilidades reales de que el nuevo Jefe del Estado no fuera sino trasunto de un nuevo dictador más o menos reformado.

Y Hassan II lo tuvo claro: era el momento de actuar. Ante una España que más que nunca se contemplaba en su ombligo había que desafiar lo que la legalidad internacional demandaba respecto de la descolonización del Sahara Occidental. De modo que impulsó la Marcha Verde, chantajeando así a la política española, consiguió que el ejército huyera vergonzantemente de la antigua provincia y obtuvo los no menos vergonzosos acuerdos de Madrid que produjeron el triste reparto del Sahara, que son los polvos sobre los que se construyeron los lodos que llevamos padeciendo esos 35 años y muy particularmente desde esta última semana.

Hassan II era un trabajador infatigable, mantenía unas relaciones excelentes con los otros países árabes y era respetado por propios y extraños. Su hijo, a decir de quienes le conocen, es un joven a quien aburre el trabajo, que pide a la vida una permanente oportunidad para la diversión y que hasta ha querido dejarlo todo empantanado y dedicarse a sus expansiones propias –se dice que el mismo Sarkozy le tuvo que poner en primera posición de saludo: Francia no se podía permitir semejante tesitura.

Pero el hijo de Hassan pretende emular a su padre y cree que la situación española se parece bastante a aquella en la que Hassan II puso en marcha su exitosa maniobra. Algunos informantes le han debido señalar que la enfermedad de don Juan Carlos es tan iirreversible como la del General Franco y que la sucesión de aquel por don Felipe sumirá a España en un trauma de parecido tenor al que nuestro país debió asumir en la transición. Es la hora de organizar una nueva marcha verde, versión siglo XXI, podríamos decir.

Pero las cosas no se parecen demasiado, pese a lo que Mohamed VI pueda pensar.

1. España no está saliendo de una dictadura personalista que durante 40 años protagonizara la vida del país. Con todas sus imperfecciones, España es una democracia que goza de los beneficios –entre otras cosas- de la libertad de expresión que los marroquíes desconocen. La institución monárquica española, a diferencia de la dictadura, se ha convertido en parlamentaria, donde el poder soberano reside en el pueblo español que elige en un período máximo de cuatro años a sus representantes. El Rey de Marruecos, que observa el mundo desde su propia experiencia -como por otra parte resulta lógico- considera que el Rey de España manda sobre su gobierno como lo hiciera precisamente Franco y su abuelo don Alfonso XIII casi tanto como el General. Y eso no deja de ser un error de apreciación de bastante bulto.
2. 35 años después, los saharauis no son tampoco los mismos. Precisamente a causa de esos 35 años de promesas incumplidas por España y sus dirigentes –recuérdese a Felipe González, por ejemplo- y por las promesas de Marruecos de poner fin a ese conflicto a raíz del alto el fuego por el Polisario en el año ’91. Y han sido años de fuego y de hierro, años de privaciones y sufrimiento, de represión y de tortura. Y muchos de los hijos de los saharauis que viven en los campamentos y en la zona ocupada comparten su vida entre nosotros. ¿Se pueden imaginar ustedes lo que pueden estar pensando ellos ante la falta de noticias que el régimen alauita ha impuesto sobre el Aaiun lo que estarán pensando respecto de sus parejas, de sus padres, de sus familias y de sus amigos en general, de los que no saben siquiera si siguen con vida o han sido arrojados a cualquiera de los pozos que los marroquíes están usando como fosas comunes?
La juventud saharaui y polisaria está harta. En el viaje que ua delegación de UPYD realizó al Sahara el pasado otoño pude advertir cómo la llamada a las armas no era ya un grito episódico. En la manifestación del 13 de noviembre en Madrid era el lema más coreado por esos jóvenes exasperados.

Como cantaba Bob Dylan a esa generación que se perdía en los vericuetos de un autismo feroz, “los tiempos están cambiando”. De hecho esos tiempos de 1975 han cambiado para nunca jamás volver. Pero el Mohamed VI de nuestra historia no se ha enterado de eso y pretende por lo visto perpetuar la imagen de su dinastía a través de los procedimientos que la hicieron tristemente célebre: la tortura, la masacre y el exterminio de quienes se opusieran a ella.

martes, 16 de noviembre de 2010

Los intereses de España

“Son los intereses de España”. De esta manera ha despachado José Luis Rodríguez Zapatero el gravísimo momento que viven las relaciones entre España y Marruecos después de la agresión provocada por el régimen alauita contra el campamento de la libertad.

Es verdad que no es factible contraponer el respeto a los derechos humanos con los intereses de España, o como ha dicho Rosa Díez los intereses de España están precisamente en la defensa de los derechos humanos, y de modo singular en el escenario internacional donde por desgracia se conculcan más que se respetan.

Y aunque este artículo parte de esa verdad para mi evidente quiere ir algo más allà. ¿Son los intereses de España contrarios al derecho de autodeterminación del Sahara y a su posible independencia, a través de la consolidación de una República Arabe Saharaui Democrática?

Hay opiniones para todos los gustos. Hace escasas fechas el semanario británico The Economist aludía a que semejante situación crearía un pequeño Estado satélite de Argelia, contribuyendo así a una fatal desestabilización en la zona. Y nuestra política oficial, en el Gobierno y en la oposicxión –asumiendo que el PP parece dispuesto a abrazar en cierta medida la causa saharaui por aquello de los réditos electorales que le supondría- sigue valorando de modo principal nuestras privilegiadas relaciones con el reino de Marruecos.

Parece que en el juego de las relaciones estratégicas internacionales los cambios en el status quo son rechazados porque abren la deriva hacia situaciones incontrolables. Lo cual vale decir: es mejor que dejemos hacer, pues lo contrario es siempre peor. Donde lo contrario es intervenir y cortar a tiempo la violencia indiscriminada, la masacre, el genocidio. Yo tengo para mí, por el contrario, que las situaciones políticas, lo mismo a nivel nacional que internacional, se adaptan cuando se producen acontecimientos diferentes y que por doloroso que les resulte a algunos el golpe es siempre más útil el restablecimiento del imperio de la ley que la omnipresente autoridad del arbitrismo.

Además que dependería de España –de un cambio de política oficial respecto del Sahara- que ese posible Estado saharaui fuera viable desde los auspicios de un apoyo técnico, empresarial, logísitico respecto de la antigua provincia española. Porque si hoy los intereses se rigen por la economía resulta que allí hay fosfatos, pesca y ¿quién sabe si hasta petróleo en abundancia? Y si esos recursos son explotados como hasta ahora y de modo exclusivo por el Reino de Marruecos nada quedará que alimente a esos intereses españoles –tampoco a los saharauis como se ve- que con tanto afán afirma preservar nuestro presidente del gobierno. ¿O es que alguien duda que Marruecos defiende más los intereses franceses en la zona que los de nuestro país?

¿O es que alguien duda que, una vez conseguidos sus objetivos últimos sobre el Sahara Occidental Marruecos seguirá reclamando Ceuta y Melilla y quién sabe si después lo hará con Canarias y con Al’Andalus? No, no es una exageración, los regímenes dictatoriales saben que necesitan unir a su población en la defensa respecto de algún enemigo exterior al que derrotar. Y esos regímenes tienden a jugar la carta del nacionalismo insaciable –como lo es cualquier nacionalismo, por descontado-. Esa es la historia de la humanidad y el enemigo de esa dictadura es España y el terreno a que se refiere su expansión ilimitada el territorio español, no importa si este territorio lo es en el pasado o en el presente.

Los intereses de España están en un país que hable español en pleno Magreb, que se convierta en factor de contención respecto de una zona en la que siempre nuestros dedos se vuelven huéspedes que no propios. Y en una renovación de una buena relación con Argel que es nuestro principal proveedor en materia de gas y principal aporte de otros recursos. Nuestro desarrollo, ya se sabe, proviene de la capacidad de abastecimiento energético y en este punto, y también debido a una política bastante nefasta por parte de nuestro gobierno, no andamos excesivamente bien situados.

Marruecos ha sido hábil en la operación de vendernos su capacidad en contener el terrorismo islámico, el narcotráfico o la inmigración ilegal. Pero no parece que vistas las cosas sea oro todo lo que reluce en esos diversos pagos. Y lo cierto es que si existe alguna dependencia de España respecto de nuestro país vecino, resulta muchas veces superior la dependencia marroquí respecto de España y de la Unión Europea.

No confundamos entonces el culo con las témporas –si se me permite la expresión-, ni la diplomacia con la debilidad. En la vida democrática la razón de la ley es la constancia de la fortaleza. Los derechos humanos son siempre la primera letra de la ley y los intereses nacionales no están siempre determinados en la dirección que pretenden los gobiernos. ¿O es que lo que se defienden son más los intereses privados de algunos sobre los públicos de todos?

Les animo a que reflexionen sus respuestas.

lunes, 15 de noviembre de 2010

35 años después

35 años después –y 3 desde la fundación de UPyD- nos concentrábamos en la calle Atocha para exigir una solución justa al conflicto saharaui. Un conflicto que cumple esos mismos 35 años y que antes de este sabado 13 de noviembre celebraba –la celebración de los fracasos- esa fecha entre la sensación de la causa justa y el sentimiento de la imposibilidad de la solución. Gente que paseaba un día al año por las calles de Madrid suponiendo que ese tiempo invertido en la manifestación al cabo no servía de nada, nada más que para reafrmarse en la idea por la cual si otros se olvidan nosotros no. Muy triste, en todo caso.

Pero este 35 amiversario no sería como los otros. Jaleado por los desatinos de la teocracia de Mohamed VI y la vergonzosa actitud del Gobierno español todo hacía prever una demostración importante.

Y eso fue lo que vi apenas descendía del autobús que me depositaba en Atocha. Las banderas saharauis poblaban mucho más de media hora antes el espacio de la calle, de modo que me costaría un cierto esfuerzo sortear a las personas situadas a ambos lados de la popular vía madrileña hasta llegar al punto de mi cita con Rosa Díez y Carlos Rey.

Carlos y Fran Jerez están a la entrada del bar Luciano que rebosa de gente –se supone que de activistas de la causa saharaui, que como nosotros han elegido ese local como lugar de encuentro previo-. Carlos me dice que ha llegado pronto y que se ha encontrado con el delegado del Polisario en España, Bucharaya, y que este le ha agradecido nuestro apoyo de siempre.

Llega Rosa. Hay una preocupación ante el posible protagonismo de elementos abertzales después de la proclama en apoyo de la causa saharaui de Arnaldo Otegi el viernes anterior en la Audiencia Nacional. Según Carlos no hay nada, más allá de la posibilidad de presencia de elementos radicales mezclados entre los manifestantes.

Nos incorporamos a la cabeza. Rosa va en el centro, a su izquierda una niña a quien nuestra portavoz protegerá durante todo el recorrido. Carlos y yo nos situamos a la derecha en la primera fila. Sujetamos una cuerda que pronto se convierte en una especie de cabo que nos salva de perecer arrastrados por el gentío. Detrás, los jóvenes saharauis y españoles empujan con fuerza y enfado gritando consignas. Algunas de ellas ya las hemos oido otros años –“Marruecos culpable, España responsable”-. Pero hay otras que avanzan un camino de difícil recorrido: “Queremos guerra”, “ni paz ni calma, volvemos a las armas”. Son gritos de una gente aburrida por tantos años de olvido y de exilio, de represión y de ocupación, de exterminio gradual y planificado por parte de Marruecos y con una España oficial que mira siempre hacia otro lado.

Me sugieren que vaya hacia el centro y me reúno con el grupo en el que va Rosa con nuestro candidato a la alcaldía David Ortega. Allí, junto a Fran Jerez, aguanto empellones y me veo permanentemente arrastrado por la masa. Veo a Toxo, a Jesús Loza y me dicen que están Iñaki Oyarzabal y Carmelo Barrio, del PP vasco.

No es un recorrido fácil. Los organizadores se ven desbordados ante una muchedumbre vociferante que presiona a la cabeza de la manifestación. Tengo la impresión de que no he caminado apenas, que solo he levantado los pies y que el esfuerzo muscular lo están haciendo otros.

Hora y media larga después llegamos a la Puerta del Sol. Allí, la difícil unidad del grupo de UPyD se desbarata,al menos por mi parte. Me veo empujado a la derecha y el servicio de orden decide crear un pasillo para que la cabeza suba al estrado. Yo me quedo al otro lado de ese pasillo y progresivamente me veo desplazado hacia atrás. Entnces oigo unos gritos de “¡fascistas!, ¡fuera!, ¡fachas! y advierto la cara desafiante de Iñaki Oyarzabal observando a los increpates. Son los mismos que nos han dedicado durate la marcha los elementos abertzales a nuestro grupo de UPYD, según me diránn después.

Entre jóvenes españoles –no solo de Madrid, me consta que han venido personas de todos los puntos de España- sigo las intervenciones de Toxo, Méndez, un poeta saharaui, Rosa María Sardá, Javier Bardem y el Presidente del Parlamento de la RASD.

Concluidas las intervenciones me alejo del lugar. Carlos me dirá que después han tenido un incidente con unos “skin heads”. Desagradable, pero sin consecuencias físicas que lamentar.

El Sahara lo tiene difícil, pienso mientras me acerco a una nueva cita para un almuerzo con unos amigos. Pero uno puede entrever una pequeña línea de luz al final del túnel: la opinión pública española está volviendo a recuperar su posición exigente respecto de la libertad para esta gente. Ese es el eamino. Y espero que no se detenga esa corriente.

viernes, 12 de noviembre de 2010

El corazón de las tinieblas

Escribo estas líneas literalmente sobrecogido. Quienes siguen este blog habrán podido observar cómo en el distendido espacio de un hotel de Argel, gente convocada por la RASD y el Polisario pasamos un fin de semana discutiendo sobre el futuro de los habitantes y de la misma tierra saharaui. ¿Se trataba de un oficio vano, de una elucubración para seres desocupados?

Quien así piense no ha tenido seguramente la oportunidad de observar las jaimas quemadas en ese campamento situado apenas a quince kilómetros de El Aaiun –de impronunciable nombre-. ¿Y quién no ha visto esos vídeos tomados por aficionados españoles con las cámaras que llevan en sus móviles?

Quien crea que el conflicto del Sahara es cosa pasada y materia de otro tiempo es que no ha oído que el régimen marroquí está violentando a los moradores de las casas de la capital de la antigua colonia española y a sus propiedades, con tal de que se trate de saharauis, de activistas españoles. ¿Y quién no ha oído hablar de todo eso?

Quien crea quelos sentimientos vejados por 35 años de una población se ha hecho sin el concurso de los sucesivos gobiernos de España –unos más que otros, desde luego- podrá observar el caos del campamento de El Aaiun con el estupor de los bienpensantes o la indiferencia de los egoístas ante ese tipo de hechos respecto de los que constatamos que no nos afectan.

Escribo estas líneas como un corresponsal de guerra –son palabras de Javier Perote- que sabe que nunca podrá acabar su crónica, el horror se sucede al desatino y este solo precede a un nuevo horror. El horror tiene nombre y apellidos: Mohamed VI y su monarquía teocrática; el desatino también los tiene: un gobierno español que cuenta con gente como Trinidad Jiménez, que huye a Latinoamérica cuando los policías marroquíes arrasan una ciudad de tiendas de 20.000 personas, y como Ramón Jáuregui, que despacha el asunto como un tema que afecta al núcleo de soberanía marroquí y que no puede sino lamentar –como hacen los batasunos respecto de su propia gente de ETA cuando se produce un atentado de la banda asesina-. Y todo eso cuando la prensa más adicta al régimen socialista afirma que la Ministra ya lo sabía todo: se lo había contado su homónimo marroquí.

Y cuando escribo estas líneas siento una inmensa, profunda, infinita tristeza de español huérfano de una mínima dignidad en su representación política. Me siento vendido por un gobierno que ejercía de campeón de los derechos humanos y que mira a otro lado cuando se conculcan. Me siento vejado, abandonado, humillado como los saharauis que huyen despavoridos de su campamento o que tienen que observar desde una antigua serenidad -tan difícil como magnífica- cómo saquean sus casas ahora quienes han saqueado sus vidas durante 3 décadas y media, y con la complacencia de quienes han pactado con ellos.

Y es hora de que diga ya lo que quizás no sea políticamente correcto, pero me da igual. Que diga que se puede trazar un paralelismo entre el terrorismo de los etarras y el terrorismo de las autoridades marroquíes, y entre la complacencia de quienes no se sienten implicados por la barbarie asesina –es decir el supuestamente democrático nacionalismo- y el gobierno español.

Y afirmo que cuando luchábamos desde ¡Basta Ya! o desde el Parlamento vasco contra Ibarretxe y su comparsa sabíamos que nos asistía la razón y la fuerza de los dèbiles. Y que cuando luchamos contra la desvergüenza de los políticos que nos gobiernan, se llamen Zapatero, Jiménez, Jáuregui o el no menos recalcitrante pro-marroquí que es Gustavo Arístegui, lo hacemos en nombre de una causa justa, de unos ciudadanos en busca de ciudad, de unos patriotas en busca de patria. Y que esa lucha por su libertad es al cabo una lucha por nuestra libertad, porque la libertad, como la dignidad, es indivisble.

Y porque, en este corazón de las tinieblas que puedo ver por la televisión en que unos y otros, marroquíes y autoridades españolas, están convirtiendo ahora El Aaiun, como llevan haciéndolo durante 35 años con todo el Sahara, hay que luchar por acabar con todos ellos. Nos sobran. Nos han sobrado demasiado tiempo.

jueves, 11 de noviembre de 2010

Reunidos en Argel (y 13)

Esa mañana la reunión se puebla de activistas saharauis vestidos con sus darrás azules del color del cielo limpio que nos van a contar sus experiencias en los territorios ocupados. Pero todavía quedan algunas comunicaciones que ofrecer a la asamblea que se intercalan de forma desordenada entre las declaraciones de hombres y mujeres saharauis. Hay un mexicano que proclama entre algún que otro aplauso que estos 35 años no han servido para nada, el moderador le conmina a que concluya su discurso –políticamente incorrecto en esa Convennción- que es en realidad la otra cara de la moneda de los debates saharauis: la de quienes piden una mayor radicalización en el conflicto.
Pero la mayoría de las intervenciones alude de manera genérica a torturas y vilezas marroquíes sobre los ciudadanos saharauis en los territorios ocupados, en una suerte de guión preestablecido que no entra apenas en materia de lo vivido realmente. Y no lo digo por exigir un tono de morbosidad a los relatos, sino para que alguien pudiera facilitar imágenes reales de lo que se vive en esos lugares.
En todo caso, la representación saharaui saluda muchas veces las intervenciones con gritos de apoyo y repetición de slogans, convirtiendo el acto en un “agit-prop” de los años ’60 de los países no alineados o del tercer mundo.
Previo a la conclusión, el Primer Ministro de la RASD interviene en un tono algo más enérgico que lo habitual. Parece que está convencido de que la diplomacia a secas resuelve pocas cosas en este mudo de la imagen que nos invade y acepta expresamente la idea del envío de una flotilla a la zona saharaui ocupada por Marruecos.
Luego se procede a la lectura de la Declaración, que votada a mano alzada por los asistentes, es aprobada por la asamblea.

Por la experiencia de mi viaje anterior, me preocupa la burocracia del aeropuerto de Argel, pero sigo el consejo de Carlos y nos quedamos a comer en el hotel. La salida de nuestro convoy no está exenta –es inevitable- de retrasos, pero nos abre paso un motorista de la policía. Es domingo, hay controles y el atasco cierra las carreteras que rodean la ciudad.
En el aeropuerto, los controles son los mismos, pero esa tarde no hay gran afluencia de público, de manera que superamos todos los “scanners” y a todos los policías en un tiempo récord. Lo que nos permite visitar con calma las tiendas del aeropuerto, tomar una coca-cola e incluso trabajar en el ordenador.
El vuelo trascurre puntual y sin problemas. Tras despedirnos de Bucharaya y de los demás compañeros nos acercamos a la salida del aeropuerto. El viaje a Argel ha concluido y con él decimos hasta pronto a nuestros compañeros –hermanos- polisarios.
La próxima cita será el 13 de noviembre, en que celebraremos (¿) el 35 aniversario de los humillantes acuerdos que dejaron al Sahara dividido y sin derechos. Pero la historia no se detiene y es de los pueblos.

miércoles, 10 de noviembre de 2010

Reunidos en Argel (12)

Hay una alta representación cubana entre nosotros y ha hecho su correspondiente soflama a la asamblea, con su recurrente lema:
“Patria o muerte… venceremos”.
A lo que Andrade dice en tono gracioso:
- Ya que la opción está entre una cosa y la otra, pues será muerte, que es lo que pasa por ahí.
Y nos cuenta que había una relación muy estrecha entre Castro y Allende. Este tenía una dedicatoria del líder cubano en que se decía algo así como: “A Salvador Allende, que está intentando hacer lo mismo que nosotros, pero con los votos•.
Y que Allende visitó la isla de Cuba. Iba para dos o tres días y se quedó allí un mes. “Lo pasearon por todas partes”, cuenta Andrade.
Repasamos la historia reciente de Chile, la Concertación entre la Democracua Cristiana y su partido, Sebastián Piñera y los mapuches –de cuyo caso destaca Andrade la mala gestión que está realizando el presidente de su país-, la gestión de la economía, nos demoramos en la conversación sobre su sistema de pensiones –“si no lo hace Pinochet, no lo hubiera hecho nadie”, afirma-, de las relaciones entre Chile y Perú –malísimas- y Argentina –mejorables, dedicamos unos minutos a Marco Enríquez Ominami “está creando un partido, pero le está costando”, asegura tras valorar muy positivamente su intento.

Hay una generosidad de rancia estirpe democrática en este chileno que nos abandona después de la cena para retirarse a su habitación. Ominami viene del partido socialista, pero el presidente de ese partido le desea suerte. No parece que diría lo mismo Chaves o Zapatero co respecto a Rosa…
El obligado té nos lo tomamos con Jesús Loza y Carmelo Barrio, que se han convertido en acompañantes habituales de este fin de semana argelino.

Esa noche no hay visita a la ciudad, pero sí trabajo nocturno: Carlos y yo redactamos un listado de posibles suscribientes de un manifiesto en apoyo de la declaración que se aprobará mañana.
Nos dan la una y media.

jueves, 4 de noviembre de 2010

Reunidos en Argel (11)

Oswaldo Andrade es buen conversador. Conoció a Salvador Allende del que destaca una magia especial en el trato a la gente.
- Era una cosa curiosa –asegura Andrade-. Porque no se trataba de una persona excesivamente cercana, pero la gente se lo disputaba de una manera increíble, se acercaban a él, le decían “compañero Presidente”…
Debía ser muy diferente a Michèle Bachelet, la presidenta socialista a cuyas órdenes trabajaría Andrade, todo espontaneidad.
Nos cuenta que una tarde Allende tenía un mitin en un polideportivo situado en una barriada dominada por la izquierda más radical de los partidos que apoyaban a su gobierno. El local estaba lleno hasta los topes. Cuando le llegó el momento de intervenir al presidente, la multitud regaló su presencia en el estrado con silbidos y abucheos. Allende llevaba en sus manos un libro encuadernado con pastas duras que no dejaban ver ni su título ni el nombre del autor. “Déjenme que les lea esto”, pidió Allende a su encolerizada audiencia. Por un momento se amortiguaron las voces y el líder chileno pudo leer un párrafo que previamente había escogido. A la conclusión de la lectura la enardecida concurrencia volvía a su tónica anterior con profusión de enérgicas descalificaciones. Salvador Allende esperó a un momento en que decayera la algarabía para informar: “Han pitado ustedes a Lenin”, que era como pitarle un fuera de juego en toda regla a los presentes. A partir de ese momento, Allende pudo iniciar y concluir su discurso con toda normalidad.
- Se les fue de las manos –explica Andrade como resumen de las causas que dieron lugar al desenlace funesto de la experiencia chilena al socialismo-. Empezaron con la aplicación de leyes que había aprobado antaño la Democracia Cristiana, y no crean –agrega el actual presidente del socialismo chileno- que en nuestro país ese partido es la derecha, siempre fue una formación política muy social y votó leyes muy progresistas en lo tocante a la reforma agraria o al cobre que luego la izquierda pudo poner en práctica. Pero la cosa se fue de las manos, gente de los partidos de la Unidad Popular tenía que dejar las armas en los recibidores de las sedes para recuperarlas concluida la reunión.
Incluso Pinochet se alió al golpe de Estado, porque la Armada, sí o sí, lo iba a dar, nos cuenta Andrade.

martes, 2 de noviembre de 2010

Reunidos en Argel (10)

Le digo que la propuesta que Rosa ha defendido esta semana efectivamente pedía que el Congreso de los Diputados reconociera a la República Arabe Saharaui Democrática como Estado soberano, al igual que lo han hecho ya la Unión Africana y muchos países del mundo. También le explico que tanto el PSOE como el PP votaron en contra, que este último pretendía rebajar el contenido de la iniciativa parlamentaria, pero que no lo aceptamos.
- Han querido mantener los principios claros –conviene entonces con el rostro sereno de quien sabe que una lucha como la suya no se gana en unas horas. No e vano arrastra 35 años ya de experiencia.
Luego me pregunta por nuestras expectativas electorales. Le cuento el guión habitual y la importancia que tiene el Sahara en nuestro mínimo negociador.
- Eso es muy interesante –observa.
Le ofrezco entregarle el texto de la propuesta parlamentaria a la que nos hemos referido y aún continuamos hablando durante un tiempo.
A nuestra salida, en el pasillo, nos encontramos con el chileno Andrade que avanza con un paquete en la mano.
- Es un presente que le traía desde Santiago –afirma.
Luego coincidimos con él de nuevo en la zona exterior al hotel, junto al acceso a la sala de reuniones. Nos dice del Primer Ministro:
- Es un tipo interante. Lo mejor que he conocido aquí.
Luego se interesa por el origen de nuestro partido y recuerda nuestra conversación de ayer:
- ¿Es verdad que la líder de su partido procede del Partido Socialista?
Y le explicamos esa amalgama transversal que es UPyD que él escucha atentamente.
Le proponemos cenar juntos, a lo que él acepta con gusto.

La sala de reuniones se vacía de manera tumultuosa. La reunión ha concluido. Carlos busca en vano su carpeta en la que había alguna anotación que nuestro responsable del Comité del Sahara considera sin embargo recuperable. Andrade nos espera en la puerta.