martes, 27 de enero de 2009

Cuando termine la crisis...

Esta crisis ocurre para muchos de la misma forma que las películas largas y tediosas: pasará. Y luego las cosas volverán a ser como antes.
Los responsables del Gobierno nos aseguran que terminará en 2.010, los de la oposición auguran que durará algo más -"whisful thinking" de que la crisi durará hasta las siguientes elecciones generales de modo que les otorgue un poder por el que tan poco están haciendo.
No sé si los parados están dispuestos a reciclarse en prácticas de futuro, si los empleados se dedican a acudir a los cursos de formación continua -por aquello de que el desempleo también pueda abatirse sobre ellos-, si los empresarios podrán o sabrán salvar la crisis a la vez que diversificar sus estrategias en actividades novedosas y rentables, no sé si el sector financiero sabrá o podrá -sin necesidad de intervención exterior- cumplir su función de aceite del rodaje del sistema...
Son demasiadas incógnitas. Lo único cierto es que la crisis no es un fenómeno extraño, una especie de "poltergeist" que podamos observar desde la tranquilizadora distancia de un cómodo sofá. No, como le ocurría a la niña de la película de Spielberg se nos traga o -mejor dicho- se encarna en nosotros mismos.
Porque la crisis somos nosotros en nuestro afán de comportarnos como una suerte de nuevos ricos, eso sí, sin posibles. Vivienda principal, mobiliario de calidad, electrodomésticos y televisión de plasma; segunda casa en la playa; vacaciones en el Caribe y puentes en la vieja Europa; ropa de marca; buenos colegios; 4x4 en el garaje -aún sin casa de campo...
La crisis tiene nombres y apellidos y son los nuestros. Por eso pasará si nosotros mismos acabamos con ella. Desterrando los viejos hábitos, apostando por valores que no están tan lejos como para haberlos olvidado del todo: el trabajo bien hecho, el gasto de lo que se tiene o se podrá percibir en un momento razonable, el disfrute de los buenos momentos que no tienen por qué suponer necesariamente demasiado dinero.
Hay un mundo que se ha instalado en el exceso, otro que corre a unirse a este y un tercero que a fuerza de gobiernos corruptos malvive y mal-muere. Y si la reactivación de la economía exige de la recuperación de la confianza y la reanimación del consumo todo ello debiera realizarse desde la lógica -¿ilógica?- del reparto global en una economía global.
Claro que nuestros líderes que no lideran prefieren sentarse y esperar a que pase la película. No les gusta. A nadie le apetece ver estadísticas con rojas flechas hacia abajo o las colas en las oficinas del INEM, sobre todo cuando no saben qué hacer y prefieren no hacer nada y que alguien venga -un Obama vestido de Papá Noel, por ejemplo- y lo arregle todo. También ellos sufrirán las consecuencias de la crisis, y si no al tiempo.
Entretanto, la crisis -lo mismo que la vida- sigue. Los tiempos están cambiando y todos debemos ser conscientes de la necesidad de adaptarnos a ellos -tiempos nuevos y cambio- Va a ser, y está siéndolo ya, una inmensa ola que se llevará con ella a personas, cosas, ideas y comportamientos. Es preciso cambiar con ella para subirnos a la ola y que el maremoto nos deje indemnes.

lunes, 26 de enero de 2009

Intercambio de solsticios (1)

La vida es el constante espacio de las paradojas y los hechos admiten explicaciones cuyo sentido nos es advertido sólo después de un tiempo y sólo una vez que otras casualidades nos lo muestren de manera diáfana.
Esta historia comienza en un restaurante italiano de Madrid. Mi amigo Jorge Brassens, que uno de los responsables de un joven partido situado en el centro del paisaje político español, se había citado a comer con un dirigente de un partido rival, a requerimiento de este. El motivo del almuerzo tenía que ver con el deseo de esta persona de asociarse al partido de Brassens, tal pretensión debía resultar discreta hasta su concreción definitiva, de modo que titularé con el nombre de "señor equis" al contertulio de mi amigo Jorge.
Brassens y el "señor equis" comparten un amigo común que, por motivos de trabajo, se ha desplazado a Chicago, José Carlos Grossmann. Estas Navidades, Grossmann y el "señor equis" tuvieron la oportunidad de almorzar juntos y con sus mujeres.
En esa comida, Grossmann le contaba al "señor equis" que su casa de Barcelona, en la que vive su primera mujer junto con sus dos primeros hijos, había sufrido un pavoroso incendio con consecuencias devastadoras sobre el inmueble. Un cigarrillo mal apagado en la habitación del chico, que se encontraba con su novia, había prendido en las sábanas y el fuego había superado la fase provocadora del humo blanco -cuando las llamas aún pueden sofocarse- y se consolidaba el humo de color negro -cuando ya no hay nada que hacer, según dicen los expertos..
Los tres -ambos hijos y la novia del primero, la "ex" de Grossmann no debía encontrarse en casa- se situarían en uno de los balcones de la vivienda, algo quemados y bastante asustados, a la espera de la llegada de los bomberos.
Con cierta rapidez -no con rapidez cierta, que la angustia siempre detiene las manecillas de los relojes- y con su acostumbrada parafernalia de sirenas aparecía el coche del servicio municipal que se ocupa de apagar los incendios. Se activaba la escala mecánica a cuyo extremo se sitúaría un contenedor en el que alojar a las víctimas del siniestro que se dirigía hacia el balcón. El piso ardía ya en pompa. Un bombero calmaba y ayudaba a los tres chicos a que abandonaran el inmueble.
Carmen Toledo -la primera mujer de José Carlos- llegaba ya a la que un día fuera su vivienda. Contenida la respiraciób, se deshacía en lágrimas cuando abrazaba a sus hijos poco antes de agradecer al bombero su eficaz actuación. Este dibujaría en su cara un gesto de extrañeza que Carmen no sabía cómo interpretar.
- ¿N-no me conoces? -balbuceaba el bombero, con un tratamiento coloquial que presumía un conocimiento previo o un exceso de familiaridad.
Pero Carmen no estaba ese día para entregarse a la frivolidad social y le respondía con un gesto de cabeza con el que le decía que no sabía quién era.
El bombero entonces se quitó el casco. Y a pesar de su aplastado pelo y de su tiznada cara, Carmen reconocía al hombre.
- U-usted... T-tú -tartamudeaba ahora Carmen Toledo- eres...
- Sí. Yo mismo -asentía el bombero.
El "señor equis" explicaría a mi amigo Brassens que, tiempo atrás, Jenny Grossmann, la hija de José Carlos y Carmen, se había caído jugando en la piscina más honda del Club del Prat, en medio de un descuido de sus padres. La oportuna acción de un socorrista la salvaría de perecer ahogada.
Andando el tiempo, este socorrista convertido en bombero volvía a salvar a Jenny de una muerte más que anunciada.
El "señor equis" remataba su primera copa de vino no sin antes reproducir las palabras que José Carlos Grossmann le había dicho:
- ¡Y ahora que alguien me diga que no existe el Ángel de la Guarda!

(Continuará)

jueves, 22 de enero de 2009

Intervención en el Ateneo de Madird. Polémica entre liberales. 20.01.09

Tengo 53 años. En verano de 1.983 me afilié al Partido Demócrata Liberal y fui candidato al Senado por Guipúzcoa por ese partido en las elecciones de ese año. Fui concejal liberal en el Ayuntamiento de Bilbao entre 1.983 y 1.987. Participé en la refundación del Partido Popular en el País Vasco, con Jaime Mayor Oreja, y fui Secretario General de ese partido. Más tarde, he sido parlamentario vasco elegido en las listas de Vizcaya por el Partido Popular, desde 1.990 hasta noviembre de 2.007, fecha en la que me dí de baja del PP y de mi puesto de parlamentario para asociarme al proyecto de Unión Progreso y Democracia.
Parafraseando a Indalecio Prieto, diría que soy liberal a fuer de combatir el terrorismo y el nacionalismo obligatorio.
En la actualidad coordina, desde el Comité de Dirección de UPyD, su política internacional.

- Satisfacción ante este debate. Significa que el liberalismo sigue vivo.

- Yo voy a circunscribir mi intervención al título que nos convoca, porque una cosa es la ideología y otra –no necesariamente condicionada por la primera- la praxis política.

- Nada más lejos de mi intención, por lo tanto, que adjudicar títulos de liberalismo, pero tampoco de adjetivar al liberalismo. Todo el que se crea liberal y lo afirme de su práctica política tiene tanto derecho a proclamar su condición de tal como cualquier otro. En este sentido, prefiero seguir la máxima evangélica. “Por sus hechos los conoceréis”. Otra cosa es lo que cada uno entienda por liberalismo. Yo tengo claro que el liberalismo es una ideología que defiende a la persona por encima de las colectividades en que está integrada. Y que la persona no es un “homo oeconomicus”, sino un ser integral, en todos lo sentidos, también en el social. La marginación social, el paro, el refuerzo de los servicios sociales y de los sistemas públicos de Seguridad Social no son cuestiones ajenas al liberalismo; la intervención puntual del Estado en la situación de crisis que nos est´ña acosando en la actualidad, tampoco.

- Pero voy rápidamente a desarrollar mi tesis. Cuando una veintena de personas nos reunímos en el hotel Costa Vasca de San Sebastián, en mayo de 2.007, hacíamos un diagnóstico que no era necesariamente ni liberal ni socialdemócrata, pero que lo era también al mismo tiempo. Se hacía a partir de un análisis sobre la salud de la democracia española. Y los reunidos en aquél hotel constatábamos que 30 años después de aprobada la Constitución española:

o La democracia española no era –no es- una democracia de ciudadanos, ni de separación de poderes, sino que es una democracia de partidos. Y que estos, en su estructura interna, no pueden cabalmente ser calificados de democráticos.
o Que los partidos nacionalistas están condicionando la política nacional y que de cada 10 españoles, 8 –que participan de la misma idea de España- deben pactar con 1 español –que además no se siente tal- la gobernabilidad de España.
o Que los españoles –en contra de lo que expresa el mandato constitucional- no son iguales en lo que se refiere a la prestación de los servicios públicos, que la educación no funciona.
o Que para corregir todas estas deficiencias haría falta modificar leyes para-constitucionales –como la Ley Electoral- revertir algunas competencias hoy en el ámbito de las autonomías al Estado y, en último término, la reforma de la Constitución.
o La creación de un nuevo partido político que, desde la transversalidad –liberales más socialdemócratas y viceversa-, el consenso y el acuerdo sirva para que las grandes formaciones políticas españolas puedan gobernar sin verse abocadas a ceder parcelas significativas de la soberanía nacional. Y lo digo, no en términos de bandera, sino de derecho a la igualdad de los ciudadanos en la prestación de los servicios públicos y en la recíproca de atender a las obligaciones que como ciudadanos nos corresponden.

Ello dio lugar a la creac ión de UPyD, partido en el que yo trabajo ahora.

Me parece que un liberal puede perfectamente desarrollar sus convicciones de tal en un partido que se ha propuesto una tarea tan importante como la que acabo de explicar. Que un partido no tiene por qué estar llamado a perdurar por los tiempos de los tiempos y que puede considerarse como una empresa: trazar unos objetivos y proponer su cumplimiento. Cuando todo se haya realizado a lo mejor es preciso disolverlo –diré que, por el momento, aún queda casi todo por hacer en nuestro programa-. En este sentido creo más bien en el partido como un instrumento al servicio de la sociedad.

Espero que el debate nos ayude a aclarar algunas ideas.

lunes, 12 de enero de 2009

Un último Consejo para Europa

Ante una de las peores situaciones históricas que ha padecido Europa desde su concreción como unidad a partir de la Segunda Guerra Mundial -si no la peor, esta crisis recuerda poderosamente según los expertos a la de los finales de los años '20 del siglo pasado- el Consejo Europeo de Bruselas actúa sin músculo, sin imaginación y a distancia de los problemas cotidianos de los ciudadanos que formamos parte de Europa a través de alguno de los Estados miembros de la UE.

1. Carece de músculo porque ha sido nuevamente incapaz de establecer políticas que mejoren la eficacia de las instituciones comunes y de Gobierno de la Unión. Ejemplo de lo cual es la contradicción que se produce entre la manifestación que dice:

"El Consejo Europeo reafirma que considera que el Tratado de Lisboa es necesario para que la Unión ampliada funcione de manera más eficiente" (Acuerdo Primero del Consejo)

Para, a renglón seguido, añadir:

"Los Tratados actualmente vigentes exigen que el número de Comisarios se reduzca en 2.009. (Pero) siempre que entre en vigor el Tratado de Lisboa (porque lo ratifique Irlanda) la Comisión seguirá incluyendo a un nacional de cada Estado miembro". (Acuerdo Segundo del Consejo).

Esta modificación del Tratado no sólo será causa de mayores ineficiencias en el gobierno de la UE -27 miemvros del colegio de consejeros y 33 después de las próximas ampliaciones- sino que mantiene el principio por el que cada país miembeo, por el hecgo de serlo tiene derecho a nombrar a un consejero, lo cual pugna con todas las
Un Gobierno de la Unión con 25 componentes y un Presidente, a añadir a los Consejos de Ministros, a los Consejos Europeos y a una presidencia rotatoria cada 6 meses.
¿Existe una efectiva capaçççççççcidad europea para liderar esta crisis?
Por otra parte, resulta evidente que Europa premia a los "díscolos" en tanto que castiga a los que están de acuerdo en impulsar la idea de la Unión -aunque sea de manera un tanto tímida.
Premia a Irlanda garantizando que,
- el Tratado de Lisboa no introducirá cambios en relación con el alcance o el ejercicio de las competencias de la Unión en materia de fiscalidad,
- interpreta el Tratado de Lisboa sin perjuicio de la tradicional política de neutralidad de Irlanda y
- garantiza la no afectación a Irlanda de la atribución de estatuto jurídico que hace el Tratado de Lisboa a la Carta de los Derechos Fundamentales de la Unión Europea en materia de derecho a la vida, educación y familia, ni por las disposiciones de dicho Tratado relativas a la justicia y a los asuntos de exterior.
En tanto que castiga a quienes han apoyado el avance que significa el Tratado de Lisboa, convirtiendo el prpgreso en un no-progreso o en un retroceso.

2. No tiene imaginación. Europa debería repensarse a sí misma en circunstancias tan especiales como las que ahora vivimos. La Unión Europea sigue pareciéndose bastante a sus orígenes -un mercado de bienes y una política agraria común-,. Eso sí, con una multiplicación de organismos, comités, agencias... que se acerca al paroxismo. No existe unión política, no hay un gobierno que responda ante el Parlamento Europeo y las funciones de este en materia legislativa son todavía muy cortas, no existe ciudadanía europea, tampoco un Presidente de la Unión con referencias democráticas europeas.
Europa entra en esta crisis sin imaginación ni voluntad de ser una unión política, por lo que corre el riesgo probable de salir de ella peor situada que otros espacios políticos y económicos que ya han acometido sus deberes en la materia.

3. La Unión Europea constituye una estructura de poder demasiado alejada de los ciudadanos de loa Estados que la componen. Pese a que es preciso reconocer que el Consejo ha aprobado un plan para relanzar la actividad económica dotado con 200.000€ -equivalente al 1'5% del PIB- y que verá desarrollarse sus efectos a partir de la próxima primavera el Consejo Europeo pone una vez más de manifiesto su lejanía con los ciudadanos en el duodécimo de los acuerdos tomados en esta reunión:

"las medidas de apoyo a la demanda deben buscar un efecto inmediato, tener un límite temporal y centrarse en los sectores ás afectados y los más importantes para la estructura de la economía, (por ejemplo, eñ sector del automóvil y la construcción)".
- Lo cual está muy bien, pero ni sugiere políticas concretas ni establece comprmisos específicos, con lo que no se sabe muy bien cómo van a llegar esas medidas a los ciudadanos..
"estas medidas podrán adoptar, según las situaciones nacionales, la forma de un aumento del gasto público, de reducciones 'juiciosas' (el entrecomillado es mío) de la presión fiscal, de una disminución de las cargas sociales, de apoyos a determinadas categorías de empresas o de ayudas directas a las unidades familiares, en particular a las más vulnerables".
- Se trata de una mezcla de políticas seguramente bien planteadas, pero no existe concreción ni compromiso alguno,.
"irán acompañadas de un esfuerzo acrecentado de la aplicación de las reformas estructurales en el marco de la Estrategia de Lisboa. Estas reformas se centrarán en el incremento de la financiación de la inversión y de las infraestructuras, la mejora de la competitividad de las empresas, la concesión de un mayor apoyo a las PYME y el fomento del empleo, la innovación, la investigación y el desarrollo, así como de la educación y la formación".
- El mismo comentario que los anteriores.

En definitiva: Europa, como el resto del mundo, se encuentra enfrentada a la peor de sus crisis y pretende darle respuesta con una mera declaración de intenciones.

En otro orden de cosas,

- es evidente que el Pacto de Estabilidad y Crecimiento queda cancelado, pese a que el Consejo "subraya que sigue siendo piedra angular del marco presupuestario de la UE"
- constata la dependencia energética de la Unión.
- no precisa tampoco sus objetivos respecto de la ronda Doha.

Por lo tanto, la crisis exige como respuesta más Europa y más democracia a escala europea. La primera proporcionaría la capacidad de hacer frente a la crisis mediante políticas concretas, la segunda daría a estas la credibilidad que requieren.
Pero, "Más democracia a nivel europeo" no es sólo una finalidad exigible en términos de mera credibilidad, se trata de una necesidad que deriva de manera intrínseca de la misma idea de Europa que alentaba en sus principales impulsores iniciales, pero que siempre ha quedado relegada a un segundo término.