miércoles, 7 de diciembre de 2011

Intercambio de solsticios (281)

Tomada de la mano a su marido, como una especie de perro lazarllo, Vic Suárez explicaba con susurros apenas perceptibles para Jorge Brassens:
- No podemos ir hacia Francisco Goya… allí nos están esperando.
Y Brassens se dejaba llevar, confiado en que Vic sabría encontrar la mejor opción de entre las posibles.
La cuestión consistía entonces en encontrar una salida a la calle José Rodríguez Pinilla, aunque tampoco estaba claro que la vigilancia de Cardidal-Sotomenor no hubiera plantado allí alguno de sus efectivos. Y no era fácil. Tuvieron que atravesar setos y escalar pequeños lindes entre las fincas urbanas, pero la noche les servía de amparo y el miedo de los vecinos a examinar los ruidos del exterior les permitía avanzar sin más dificultad que las correspondientes a un trazado que más parecía una gymcama que un recorrido. Eran los tiempos en que resultaba más ventajosa la práctica de la delincuencia que la colaboración con el orden.
- Espera un momento. No te muevas –odenó Vic.
- Vale –concedió Brassens. Pero para sus adentros pensaba… ¿y qué voy a hacer yo si la detienen?
Vic Suarez echó una ojeada a la calle. Todo parecía en calma. Así que animó a su marido a que saliera de su escondite.

A todo esto, en el garaje de la sede del distrito de Chamberí, se oía la herida voz del delincuente.
- Me han herido, creo que estoy perdiendo mucha sangre…
- Está bien –dijo el sujeto al que Cristino Romerales tenía bien sujeto-. Hablaré.
- Soy todo oídos –asintió este.
- Nos han mandado la gente de los servicios de policía de Chamartín… -empezó el tipo, antes de callar por unos segundos.
- Ya ves que tu compañero necesita ayuda. Se va a desangrar antes de que acabes de contarme lo que habéis venido a hacer.
La voz del sujeto sonó ahora balbuciente.
- ¿Y cómo sé que después de que te cuente todo vas a ayudarle?
- No lo sabes –contestó lacónicamente Romerales-. No estás en condiciones de exigir nada.
- Ya…
- Bien. Ahora pregunto yo: ¿quién es el que os ha pedido que vengáis?
- Román Santiuste.
- ¿Y quién es ese?
- Creo que es el segundo del jefe de policía.
- ¿De Sotomenor?
El tipo aquel debió hacer un movimiento de la cabeza que Romerales no percibió.
- ¡No sé si te das cuenta de que se trata de que hables, no de que me imagine lo que estás diciendo! –gritó Romerales.

1 comentario:

Sake dijo...

D.Fernando, es muy interesante seguir sus relatos, son de un realismo que impresiona.
Enhorabuena.