miércoles, 28 de octubre de 2009

Maura y Ferrer en el centenario de la Semana Trágica. intervención en la Real Sociedad Bascongada de Amigos del País. 22.10.09

Quiero empezar agradeciendo el sentido de la oportunidad con que ha actuado la Real Sociedad Bascongada de Amigos del País –asociación a la que me honro en pertenecer- al organizar este acto. Cien años después de que se produjera la ejecución de Ferrer Guardia y el cese por don Alfonso XIII del su hasta entonces Primer Ministro don Antonio Maura parece necesario un encuentro como el que celebramos ahora.

Pero en este capítulo de agradecimientos debe extenderse necesariamente a mi amigo de ayer y de siempre Javier Otaola que tuvo la idea primera para la organización de este acto y que la ha seguido teniendo pese a las dificultades que se le han presentado. Quienes conocemos a Javier sabemos que no es persona que se arredre ante los obstáculos y que es hombre de recursos. Gracias a él, sin ningún género de dudas, estamos aquí. Y estamos para lo que espero constituya un ejercicio positivo de puesta al día de hechos que ya son parte de la historia.

Y como están en la historia espero también que no dispongan ya de la virulencia que tuvieron y que los podamos explicar ahora desde la serenidad. Entiendo que la, tantas veces traída y llevada “memoria histórica” no debe convertirse en un instrumento arrojadizo de los unos contra los otros, en esas “dos Españas” que al decir del poeta nos habían de “helar el corazón”: entre otras cosas porque en realidad es el mismo mantenimiento de la confrontación de ayer lo que nos sigue doliendo hoy, lo que nos “hiela el corazón”, a pesar de que el tiempo haya pasado y ya no debería ser fuente de desesperanza. No deberíamos repetir con Auden esos dramáticos versos :

Apenas queda nada en pie
más que los suburbios de la discordia.

Cien años después empezaré por decir que renuncio a ser en este debate el representante de alguien que eventualmente pudiera aparecer como verdugo, como tampoco creo que el señor Font haya venido aquí a ser representante de la víctima. Es verdad que Font es presidente de la fundación que lleva el nombre de uno de los dos ejecutados a consecuencia de la Semana Trágica –quizás el más significativo- y que yo mismo soy biznieto del político mallorquín bajo cuyo “gobierno largo” –el que va desde 1.907 a 1.909- ocurrieron los hechos de los que se derivaría dicha ejecución. Ni creo que lo son hoy ni que lo fueron en su día –víctima y verdugo-, al menos el uno respecto del otro. No hubo un gobierno Maura que mandó ejecutar a Ferrer Guardia, porque el fundador de la “Escuela Moderna” fue juzgado y condenado en un proceso celebrado de acuerdo con las leyes de la época: pero tampoco se puede negar -a la altura del momento que analizamos- que Francisco Ferrer hubiera utilizado a lo largo de su vida todos los medios que tenía a su alcance –y desde luego no sólo los medios legales- para conseguir el advenimiento de su sociedad ideal.

Es importante entonces que hagamos el esfuerzo de entrar en el túnel del tiempo y ponernos las gafas de hace cien años si queremos conocer algo respecto de los hechos y de las personas que actuaron en esa época. El mismo supuesto de la ejecución de Ferrer no sería comprensible hoy en día, cuando está generalizada en la sociedad española la convicción respecto de la inutilidad y de la monstruosidad de la misma pena de muerte que acabaría con los días del anarquista barcelonés. No ocurría así en la época. Y sirva de ejemplo de lo que digo que precisamente en los debates parlamentarios que seguirían al trágico verano de 1.909 el propio Pablo Iglesias –amparado por la protección que le confería su acta de diputado- afirmaba que no vacilaría en llamar al atentado personal contra don Antonio Maura de repetirse hechos como los transcurridos. Excuso decir que no son esas las posiciones que defiende el Partido que fundara don Pablo en los tiempos que corren en la actualidad, tiempos en que el debate político no ha perdido precisamente la virulencia que siempre tuvo.

España era a principios del siglo pasado el escenario del debate regeneracionista. Desde Joaquín Costa –que, situado en el republicanismo moderado- reclamaba un “cirujano de hierro” que extirpara los males de la nación, hasta el propio don Alfonso XIII que en enero de 1.902 afirmara en su Diario personal que “Yo puedo ser un Rey que llene de gloria regeneracionista a la patria. Pero también puedo ser un Rey que no gobierne, que sea gobernado por sus ministros, y por fin, puesto en la frontera”. Estas últimas palabras de un oximorón profético: sería un Rey que gobernó a sus Ministros y que lo hizo traspasando claramente los límites del poder moderador que la vigente Constitución le conferían, y que –quizás por eso- sería puesto en la frontera.

La pérdida de las colonias en 1.898 daría lugar a todos los discursos que hacían referencia a la decadencia de España y a la consiguiente necesidad de su regeneración. Pero -todo hay que decirlo- hubo en la escena política de aquel tiempo quien se empeñaría en trabajar con resolución por la reforma de un sistema que ya empezaba a presentarse como caduco incluso para aquel tiempo y quien no entendía nada de lo que traían los tiempos.

Supongo que el sr. Pont hará la glosa que corresponda a Ferrer Guardia. Yo creo que debo hacerla principalmente de don Antonio Maura. Y puesto a hacerla estoy convencido de que Maura era uno de los pocos políticos de la época que entendieron los males del país y se aplicaron a su reforma. Es verdad que el balance de su tiempo político no puede quedar resuelto con la palabra “triunfo”. Generalmente ocurre así con muchos de los personajes de la historia. Y no sólo en España. En este sentido, muchas veces pienso que los españoles somos el pueblo más auto-crítico que registran nuestros actuales pagos en cuanto a los con-nacionales de otros países de nuestro entorno, de modo que si alguien no se hubiera referido a una determinada “leyenda negra” española es seguro que la hubiéramos inventado nosotros mismos.

Discípulo de Giner de los Ríos, don Antonio Maura iniciaría su labor gubernativa en el Ministerio de Ultramar. Lo hizo desde un gobierno liberal -el de Sagasta- y cuando militaba en la filas de la facción de su cuñado Gamazo. Guarda noticia de su paso por ese ministerio el diario de sesiones y su proyecto de ley para la autonomía de Cuba y de Puerto Rico en el mes de junio de 1.893. Es verdad que si analizáramos ese propósito –el de la autonomía- desde nuestros ojos de hoy nos parecería ingenuo y carente del más mínimo sentido histórico considerar el autogobierno de aquellas provincias como una solución adecuada para las necesidades de los que allí tenían de decidir sus propios destinos. Pero no lo era en la época. Cuba demandaba precisamente su autonomía y era la total cerrazón de la mayoría de los gobernantes españoles ante esa petición la que obligaba a los criollos locales a organizarse y a pedir la simple salida de España de la conocida “isla bonita”. Hubo entre ellos quien declaraba que, de haber prosperado el proyecto presentado por don Antonio, el propio sentido de los revolucionarios hubiera, si no desaparecido, si debido ser aparcado durante algún tiempo. Y fue el Parlamento de Cuba, años después, en 1.925, cuando tuvo noticia del fallecimiento del político español, quien guardaría un minuto de silencio en homenaje a su persona.

Pep Martí recuerda –y no de manera incidental- que Maura fue defensor del republicano y masón Morayta. Y nohay que olvidar que a los masones se les acusaba de partidarios de la independencia de las colonias. Tampco que Ferrer Guardia asimismo lo fuera.

Poco tiempo después, Maura sería principal responsable del Ministerio de Gobernación –el actual Ministerio del Interior-, pero esta vez bajo la presidencia de Silvela. Maura había pasado al Partido Conservador junto con el resto de la minoría gamacista que hasta entonces había convivido en el partido liberal –“hoy la libertad se ha hecho conservadora”, diría-. El viejo partido del “pastor” Sagasta se veía confrontado a todo tipo de capillas e intereses diferentes y quizás hasta Canalejas no fue capaz de presentar una posición unitaria. Quienes abogaban por una “revolución desde arriba” –otra de las frases más características de Maura- pensaron que era posible su acometimiento desde un partido unido que no dejara de lado –sino al contrario- la política de reformas. Don Antonio se encontraría además bastante más a gusto con el señero católico que habitaba en don Francisco que con el maniobrero político que había en don Práxedes.

Quizás convenga dedicarle un minuto a esta cuestión. La política española no se resolvía en aquel tiempo desde la vieja nota de la derecha-reaccionaria y la izquierda –los liberales eran la izquierda del sistema- progresista. Quizás tampoco ocurra eso en nuestros días. Los conservadores estuvieron unidos bajo Silvela y con Maura hasta más allá de 1.909, los liberales serían incapaces de articular un programa político propio, más allá de sus diferentes facciones. Por eso seguramente un Rey intervencionista como lo era don Alfonso estuviera mucho tiempo más cómodo con estos últimos.

Como Ministro de la Gobernación don Antonio Maura tuvo el cometido de organizar las elecciones generales de 1.903. En su convicción de trabajar por el “descuaje del caciquismo”, que era una de sus principales convicciones y la tarea más urgente para dotar de contenido y liberar todas las energías existentes en la Constitución de 1.876, Maura determinaría que aquellas fueran unas elecciones limpias y así dictó las instrucciones oportunas a los gobernadores civiles. El resultado de las mismas, medido en términos de una sobrerrepresentación de los republicanos -de acuerdo con lo que acontecía usualmente en la época- llegó a preocupar en Palacio. La Regente había creído que el sistema estaba bien como estaba y que no era preciso insuflarlo de espíritu y hechos liberalizadores.

Pero el paso del político mallorquín por el Ministerio de Gobernación nos ofrece otra de las características de su personalidad. La eliminación de los “fondos de reptiles”, así llamados, con los que los gobiernos de entonces pagaban y domesticaban a la prensa, explican el inmaculado concepto de la política que él tenía. “Yo para gobernar sólo necesito luz y taquígrafos”, llegaría a decir.

Maura sería nombrado Presidente del Consejo en las postrimerías del año 1.903. Duró poco ese empeño pues tuvo que tropezar con ese Rey que no quería verse dominado por sus Ministros y que recabó para sí la función que la Constitución no le proporcionaba de elegir al Jefe del Estado Mayor del Ejército. Don Antonio se plantaría y dimitía de la Presidencia.

A este respecto, interesa destacar con María Jesús González, en su biografía sobre el político mallorquín, que “Maura fue durante toda su vida un decidido civilista, opuesto a cualquier intervención directa de los institutos armados en las decisiones políticas, incluso en años anteriores a 1909, había manifestado en más de una ocasión la necesidad de apartar al Ejército de la cuestiones de orden público interno y de poner en marcha las reformas necesarias para modernizarlo, adecuarlo a sus fines y al mismo tiempo romper su aislamiento con la vida civil”.

Y llegamos al llamado “Gobierno largo” de Maura que concluiría precisamente a raíz de la Semana Trágica. Entre las preocupaciones de don Antonio se podrían citar sin duda las siguientes:
- El “descuaje del caciquismo” .al que ya he aludido- y la democratización de la vida local que tienen su expresión en el Proyecto de Ley de Régimen Local,
- La preocupación social, que manifiesta en todos sus gobiernos y que se expresa en leyes como la de huelga, de descanso semanal, la creación del Instituto Nacional de Previsión –que es la primera piedra en España del sistema de Seguridad Social- y la creación de la inspección del trabajo.
- Las leyes que abogaban por la creación de una Marina de guerra con capacidad para repeler las agresiones que sufriera nuestro país y que diera lugar a la creación de los astilleros que aún hoy en día siguen abiertos y proporcionando empleo a muchos miles de trabajadores.

Maura desarrollaría por lo tanto una gran acción política y legislativa en este gobierno que concluiría en octubre de 1.909, cuando don Alfonso XIII aceptaba una dimisión que el titular de la Presidencia del Gobierno en ningún momento había presentado. Es verdad que hubo después tres ocasiones en que don Antonio aceptaría del Rey la nominación como Primer Ministro, pero ya estas se correspondían más a la función que el mismo personaje calificaría de “apagafuegos” o incluso de “Ministerio de monserga”. Marginado del poder por los diferentes gobiernos liberales, temido por el Monarca por su pertinaz dignidad en el desempeño de sus funciones constitucionales, arrojado a la cuneta por sus iguales en el partido –era el caso de Eduardo Dato, a quien el Rey llamaba “Eduardito” en tanto que se dirigía a Maura como “don Antonio”- Maura viviría sumido en el ostracismo de su tiempo y de su propia amargura. No haría él ningún esfuerzo por aclimatarse a las temperaturas que traían esos tiempos políticos. No era él hombre de pactos y componendas, sino más bien lo que hoy calificaríamos como un político de convicciones y no de consenso. Algunos años más tarde, cuando la solución maurista no obtuvo la mayoría deseada no fue capaz él de pactar con Dato para crear un gobierno de perfiles quizás no tan acusadamente reformistas, pero sí capaz de asumir una tarea resuelta a cambiar el país.

Hay una frase cuya cita me van a permitir ustedes. Resulta bastante descriptiva acerca de la personalidad del cinco veces Primer Ministro de la Corona: “Gobernar no es despachar los expedientes, y ver pasar y caer las hojas del calendario; gobernar no es desear las cosas buenas, y a la menor resistencia abandonarlas; gobernar no es escuchar el ruido de la calle para seguir todos los himnos y todas las marchas; gobernar es tener un concepto perfectamente claro de lo que se persigue y una voluntad firmísima de llegar a lo que se quiere, al punto de hacer la existencia ministerial solidaria de la obra que se va a realizar”.


Habría también –como digo- otros gobiernos, tantos como tres. Uno de ellos el que cesaría en noviembre de 1918. Cuando se produjo la crisis definitiva del gobierno Maura, ese gobierno del que él mismo solía decir que sus trabajos “se desarrollaban entre tantos equilibrios, genuflexiones y ceremonias que más que un gobierno parecía un minué”. El mismo gobierno en que, por cierto, estamos en Vitoria, se producía una concentración de todos los políticos significativos de su tiempo, aquel en que fuera nombrado Dato como Ministro. Quien, al recordar la azarosa composición del gabinete a un amigo le decía como conclusión: “Estoy en Estado” .-que era el nombre del Ministerio de Exteriores de entonces-. “No me extraña, le respondía su interlocutor, “con lo que le han hecho a usted…”

En todo caso, esos tres gobiernos presididos por don Antonio Maura después de un largo exilio interior en lo que se refiere a la primera función ejecutiva, serian los que correspondieran a la frase del político, según la cual, “por mí no quedará”; una expresión que encerraría ya más una connotación de desánimo que de resolución en la acción política.

Maura era por lo tanto un gobernante que entendería el regeneracionismo español con todas las consecuencias, si bien era cierto que el sistema –desde el Rey hasta la gran mayoría de sus componentes- no aspiraba realmente al cambio sino màs bien a una pequeña adaptación a los nuevos tiempos. Ese sistema que para don Antonio consistía en “continuar sesteando, pero cambiando de postura”. Daba igual que esos “cambios de postura” consistieran en la apertura a los republicanos moderados –como ocurriría con don Melquiades Alvarez o don Miguel de Unamuno- o de un guiño a los militares –desde la causa de la dimisión de don Antonio en su primer gobierno hasta la presentación de Primo de Rivera por el Rey a su homónimo italiano como “este es mi ´”Duce´”.-. se parecía esa España de principios del siglo pasado al cínico personaje de Lampedusa para quien “era preciso que cambiara todo para que todo siguiera igual”. Previendo, casi 20 años antes de que eso ocurriera, que las realidades no asumidas regresarían para tomarse su particular venganza, Maura explicaría en una nota preparada para alguno de sus generalmente infructuosos despachos con don Alfonso XIII que de no modificar el estado de cosas vigente España estallaría de forma irreversible en los desórdenes que la llevarían a la contienda civil.

Junto con sus enormes virtudes es cierto que don Antonio tenía sus pegas. Quizás la más más significativa de ellas sería la que cita José Alvarez Junco en su “Mater Dolorosa”, según la cual Maura no advirtió que la iglesia catolica tenia una veta no sólo antiliberal sino antinacional, al disputar al Estado el terreno de la educación.

Llegados aquí diré que no cumpliría el que creo que es deber principal de esta intervención si no hiciera alguna referencia a la Semana Trágica del verano de 1.909.

Se produjo esta en Barcelona. En esa ciudad que a decir de Friedrich Engels, ya en 1.873 era la ciudad del mundo con más combates de barricadas en su historia. Y el hecho sería, como decía Tayllerand, peor que un crimen, un error. El gobierno lo vivió simplemente como un episodio de orden público y se aprestó a cumplir la ley, la que existía entonces. Maura no era –ya lo hemos dicho- un político de concesiones.

Por el otro lado nos encontramos con Francisco Ferrer. ¿Quién era el personaje?, ¿cuáles eran sus pretensiones?

A decir de Joaquín Romero, cuya principal obra “La Rosa de fuego” todavía constituye el mejor de los textos que se han escrito sobre la Semana Trágica, el fundador de la Escuela Moderna se ceñía a la concepción tradicional del anarquismo, según la que habría cuanta violencia hiciera falta para quebrantar la resistencia de la burguesía. ¿Habrá sangre?, preguntaba y se contestaba a sí mismo: sí, mucha.

Con independencia de las buenas intenciones educativas de su escuela, está demostrado que Ferrer –a quien la fortuna le había sonreído- albergaba en su centro educativo las reuniones en que se decidían lo que se venía en denominar las “moléculas anarquistas”, pagaba los gastos de viaje de los terroristas perseguidos –y a veces también sus municiones-. Y –siempre de acuerdo con lo expresado por Romero, pero también por otros historiadores- prepararía con Mateo Morral el atentado contra el Rey en 1.906. Morral, en ese cruce permanente que produce el factor humano, estaba enamorado de Soledad Villafranca, a la sazón compañera sentimental de Ferrer.

La colaboración del anarquismo de la época con los republicanos era meramente táctica, como cabe suponer: sólo querían que adviniera esa forma de gobierno y que se le fuera de la mano a los propios republicanos. Seguramente, el comportamiento anarquista durante la II República y la guerra civil dan buena prueba de esa práctica política.

Por lo tanto, la diferencia entre esas “moléculas anarquistas” y el terrorismo de nuestros días sería harto compleja de trazar. Y la aplicación a quienes en ellas se encontraban de la ley antiterrorista no menos justificada que en nuestros tiempos.

Yo no pretendo ser juez de procesos individuales. Unos y otros muertos han enterrado a sus muertos. Lo cierto es que la Semana Trágica se saldaría con el balance que se conoce desde el punto de vista de muertos y heridos en algaradas callejeras y en ejecutados y encarcelados. Políticamente no resultaría en exceso significativa: el republicanismo de Lerroux obtendría menos votos en las siguientes elecciones de diciembre que las que había obtenido en el mes de mayo inmediatamengte anterior a la Semana Trágica. Hubo, eso sí, una consecuencia política: el cese de Maura

Hay siempre una distancia -a mi juicio infinita- entre las actitudes de cambio, se denominen estas “revolución, revolución desde arriba” –como la llamaría Maura- o simplemente reforma. Y esa distancia se encuentra en los métodos para llevarlas a cabo. Cara y cruz de una misma moneda, de alguna manera unidos en la misma suerte política y vital, Ferrer y Maura intentaron cambiar el sistema en el que habían nacido. Los dos fracasaron, uno murió en el pelotón de ejecución en Montjuich, el otro de muerte natural mientras pintaba una acuarela en Torrelodones. A los dos les perviviría el régimen que quisieron modificar. Pero no por mucho tiempo, al menos en el caso de este último: después de la Dictadura vendría la guerra civil y de esta 40 sombríos años, haciendo realidad las más negras de las profecías de don Antonio.

Hoy todavía algunos creemos en la necesidad de autentificar un sistema que está cerrado y permanece opaco para buena parte de los españoles. Pero esa es otra historia y al menos no parece que se resolverá como en la Semana Trágica con sangre de reformadores o de revolucionarios.

martes, 20 de octubre de 2009

Intercambio de solsticios (40)

La expedición concluía su paso por la calle de Apolonio Morales a la altura del restaurante "Il Tempietto", cita de sus reuniones con el "señor "equis" o de sus hamburguesas del Hollywood con su novia Vic Suarez.
El grupo avanzaba pesadamente hacia la antigua estación de Chamartín, entre el polvo que se confundía con los desperdicios de papel y cartón y que, elevados por el viento, se confundían en un magma volátil en el que dominaba como color el marrón oscuro y destacaban los más nauseabundos olores.
Vestían ropas de color caqui que se confundían en el ambiente de suciedad, el servicio de orden parecía salido de las celdas de castigo de Carabanchel y su comportamiento dejaba bastante que desear cuando patrullaban a sus anchas por el otrora barrio del norte de Madrid. El brazalete verde se había convertido en bandera de corso que amparaba sus tropelías. Pero Jorge Brassens era una especie de jefecillo con capacidad para quejarse ante su jefe, el "sheriff" del Distrito de Chamartín, dueño de la situación, si lo hubiera. Era verdad que Leoncio Cardidal daba prioridad absoluta a su gente y toleraba sus desmanes, pero también quería mantener buenas relaciones con sus compañeros de comité, al menos por ahora. De modo que Jorge Brassens -como los demás componentes del órgano de gobierno- se convertían las más de las veces en meros tramitadores de peticiones y desagravios de los ciudadanos, que se estrellaban a menudo contra el pétreo dique de su inquebrantable seguridad: "Mira, Jorge -le decía Cardidal a veces-. Ya sé que a menudo cometen algún que otro error. Pero es el orden y eso es lo único a lo que podemos aspirar".
No, no se trataba de "errores". Les habían dejado el control de la situación a unos delincuentes con brazalete de jefecillos del hampa, pequeños "cappos" de la mafia local que si te despistabas un poco te robaban la casa, te atracaban por la calle o violaban a tus hijas. Claro que mucha gente prefería este estado de cosas a la pura y simple barbarie. El servicio de orden se conformaba en ocasiones con un equivalente a los 5 euros de los "tiempos normales" y desde entonces te aseguraban su protección o simplemente te dejaban circular sin mayor molestia. Además ellos tenían el monopolio del alcohol, lo conseguían a través de sus particulares contactos, lo revendían en el mercado negro y lo consumían. No se te podía ocurrir pasar por uno de sus puestos en medio de una de sus francachelas. Lo menos a lo que te podías enfrentar era a ser objeto de sus burlas y destinatario de sus risotadas. Leoncio Cardidal lo sabía, pero hacía la vista gorda.
Lo recordaba Jorge Brassens. Todo había empezado con el principio de siglo y con elatentado del 11-S. "El precio de la libertad es la vigilancia permanente", había declarado Thomas Jefferson, uno de los fundadores de los Estados Unidos. Y lo había repetido ahora un, aparentemente más razonable que George W. Bush, Tony Blair: "la seguridad es la primera libertad", decía este. Frase de la que se haría eco ese trasunto de general golpista, a lo Hugo Chavez, ese demagogo y populista, heredero de todas las más perversas tradiciones españolas que era Leoncio Cardidal. Pero el "sheriff" del condado era inculto e iletrado y su concepto de los libros era que se trataba de un buen material incendiario.
¿Y el presidente? Aquel vetusto prohombre del Partido Popular, las barbas blancas y la voz grave, que administraba sus admoniciones de catolicismo a un mundo en caos. "Tenemos que permanecer unidos", decía. Pero hablaba a otros ciudadanos y de otros tiempos. Y dejaba actuar a Cardidal y a su servicio del orden.
A ese "wild bunch" pechimpaniano que le acompañaba hasta la antigua estación de Chamartín.

lunes, 19 de octubre de 2009

Intercambio de solsticios (39)

Historia de Adelfa

“No sé si lo haré muy bien, pero soy Adelfa. Lo que voy a contar es, más o menos, lo que ha sido mi vida. Nací en (…) uno de mayo (…) Eran las seis de la mañana. Cuando yo nací, mi madre tenía 41 años, algo no habitual en mi tierra (Gabón), claro, porque todo el mundo tenía los niños a los 12 años. En casa, ellos tenían ya 11 hijos, de manera que cuando yo llegué yo era el número 12 de sus hijos, algo que no gustó nada a mi padre, y por supuesto a toda la familia. Mis padres estaban cansados de tener tantos niños (…) y, en un momento, se reunió la familia para tomar la decisión de quién iba a criar al niño, porque no era normal que un hombre que ni siquiera aguantaba los gritos de una niña cuando se despertaba, se ocupara de alguien así. Entonces, para mí, empezó un gran calvario, como se puede decir. Entonces, mi hermana se hizo cargo de mí cuando yo era muy niña. Mi padre no se quería dormir conmigo, porque decía que yo tenía un espíritu malo, que yo le dejaba dormir. Entonces yo tenía que dormir con mi hermana, y mi madre dijo: ‘O me aceptas con mi hija, o me voy con mi hija’. Y dijo: ‘Si quieres ir con esa niña bruja, vete con ella. Pero, desde luego, con esa niña yo no vuelvo a dormir, porque ella me vuelve loco por la noche’. Y dice ella: ‘Pero, si solamente es una niña. Solamente se despierta para mamar y ya está’. Y dice él: ‘No. Esa niña cuando duerme se crece. Habla como un mayor, y cuando se despierta ya es niña. No me gusta nada. Su espíritu no me parece estupendo. Llévala de mi habitación o uno tiene que perderse por aquí’. Mi madre, tan enfadada, se dirigió a la habitación de mis hermanas y dijo: ‘Sabina, Sabina’. ‘Sí’. ‘Eres la primogénita. Tendrás que quedarte con tu hermana, porque aquí, al parecer, nadie la quiere’.

jueves, 15 de octubre de 2009

La Unión Europea después del referendum irlandés

Una vez producido el “sí” irlandés en un referendum que ya el semanario británico The Economist ha calificado de incomprensible –casi dos tercios han votado afirmativamente cuando hace pocos meses muchos de los que hoy lo han hecho ayer dijeron que “no”- y ratificado también por Polonia, sólo queda la firma checa para que el Tratado de Lisboa entre en vigor.
Se da el caso de que es la quinta vez que Irlanda se pronuncia respecto de un tratado que se refiera al desarrollo del proyecto europeo. Y ello se ha producido con la más alta participación histórica y con el resultado más claro de todos –el 67% favorable.
Toda Europa ha respirado con satisfacción. Y es que el voto no era gratis: no existía un “plan B” si Irlanda no lo respaldaba.
También ha jugado la crisis económica: fuera de la Unión hace más frío.
Pero decía que está también la cuestión checa, que es más bien un procedimiento de ratificación. A pesar de las argucias del presidente de ese país, el Tribunal Constitucional de Chequia puede tomar la última decisión, y hacerlo antes de que termine el año. Parece que finalmente el Presidente no va a agotar el plazo.
En ese caso quedaría el compromiso establecido por los conservadores británicos de Cameron de someter el Tratado a un nuevo referendum. Pero tampoco les saldría gratis: un “no” a Lisboa les dejaría fuera de la Unión.
De modo que, parece más o menos claro que el Tratado entrará en vigor el próximo 1 de enero.
En este sentido, la próxima cumbre europea de Jefes de Estado y de Gobierno de la Unión deberá optar por alguna que otra decisión:
¿Nombrará a los miembros de la Comisión Europea para ratificarlos toda vez que Lisboa entre en vigor o, en lugar de eso, mantendrá a la actual Comisión en funciones y con la que está cayendo?
Este es un difícil "morlaco" que deberá lidiar España.
Antes del referendum irlandés, la presidencia española era la de las 2 “íes”: igualdad e innovación. A estas se suma ahora la tercera: imaginación –interinidad, indefinición… como se quiera.
Por otra parte, y siempre en este caso, España no lo presidiría todo. No lo haría con el Consejo Europeo –lo haría su presidente- o con el Consejo de Asuntos Exteriores –que lo haría el nuevo Mr. PESC.
Uno de los temas que pretende resolver Lisboa es el problema de la falta de continuidad de la presidencia que se ve obligada a cambiar cada 6 meses; pero lo hace a través de una discontinuidad en la cadena de mando. Habrá nada menos que “4 mosqueteros” de la Unión: el del Consejo, el de Exteriores, el de la Comisión –que con Lisboa adquiere personalidad jurídica- y el semestral, que se mantiene y a su vez se multiplica por 3: la presidencia anterior, la actual y la futura.
El gran problema será el de coordinar todo esto. No será tarea fácil.
Y a este jaleo institucional no le será ajeno el nuevo Mr. PESC. ¿Representará este sólo a los 3 países más importantes de Europa o integrará de forma efectiva la política exterior del conjunto?
parafraseando el trabalengüas: “Europa sigue enrollada ¿quién la desenrollará? El desenrollador…”

miércoles, 14 de octubre de 2009

Intercambio de solsticios (39)

DOMINGO DE RESURRECCIÓN

Me levanto temprano, como todos los días.
Por la televisión, Alonso gana en Malasia,
Hace sol, y en mi paseo por la playa
Hay gente que me saluda.
Me canso,
No sé si arrastro ya mi vejez prematura,
O se trata sólo de una obsesión.
Compro el periódico, hay un reportaje,
Los "singles",
Solos,
Solitarios,
Por ejemplo yo...
Y tú.

Entonces me digo,
Que la soledad es tu opción
Y que sólo por eso es tambi�n la mía.
Me agobia el tráfico de gente
Y las colas en los restaurants,
Así que como en casa,
Siesta,
Lectura,
Escritura.
Salgo de paseo,
Hay un rincón encantador,
Donde las olas hoy chocan mansamente.
Me quedo un rato allí,
Absorto en el mar
Y en tu recuerdo,
Y le pongo tu nombre a ese lugar.
-Eso quiere decir que volveré siempre.
En casa, marco tu teléfono,
Te noto mejor que ayer,
La rutina despeja a la soledad
Lo mismo que el trabajo nos hace libres.

Escribo esta pretensión de poema
Y vuelvo a mi pulsión interna
-¿Eterna?-
Me gustaría que lo intentáramos,
Pero no es justo,
Que te haga entrega de mi deterioro,
En incómodos y seguros plazos.
Así que me quedo como estoy,

Sitges. Abril de 2007

martes, 13 de octubre de 2009

Intercambio de solsticios (38)

Tomaron a su izquierda por la calle de Apolonio Morales. Inmediatamente pudieron observar los restos de un edificio de apartamentos: el jardín de Arichuna, donde Vic Suarez y Jorge Brassens habían vivido durante casi un año, repartiendo sus noches entre ese lugar y el bajo en Francisco Goya en que lo hacían ahora.
Había sido una existencia feliz, pensaba Brassens. Esas noches pares -o impares- que distribuían de forma aleatoria aunque rigurosa. Vic volviendo de su trabajo o de su clase de "paddle" y él enfrascado en la lectura de algún documento político. Le seguía esa rutina diaria que es siempre envidia de los solitarios y a veces tedio de quienes la afrontan con estoicidad por los años de los años: el rosco en Tele-5, las noticias de la 1, la cena -parca de él y más sustanciosa para ella- y alguna película de acción en que los efectos especiales sustituían a los guiones de otros tiempos.
- Esta casa es pasto de ocupas -explicó el jefe de la cuadrilla que escoltaba a Jorge Brassens-. Algunos son inofensivos, pero otros son más peligrosos. En particular el clan de los colombianos. Pero esta noche hemos hecho "limpieza" y ha quedado como una patena.
- ¿Alguna consecuencia? -preguntó Brassens.
- No muchas. En realidad hemos tenido que desalojar un apartamento. Colombianos, como era de esperar, y estaban hasta las orejas de "coca". Y armados, pero les hemos tendido una trampa y no han podido hacer uso de ellas -dijo el jefe con la tranquilidad de quien en otros tiempos se refiriera a la relación calidad-precio del menú del día en cualquier establecimiento de hostelería.
- Algo habrá que hacer... -repuso, dubitativo, Jorge Brassens.
En todo español que se precie hay siempre un presidente del gobierno. El caso del jefe de la cuadrilla no era muy diferente.
- Hay que repoblar el apartamento. Con gente de confianza -dijo-. Si tiene usted la oportunidad de decirlo, hágalo.
¡Quedaba tanto por hacer! Las prioridades eran tantas que se alargaban en montones de memorandos que copaban los improvisados despachos de la antigua estación de Chamartín: informes, peticiones, solicitudes de decisión a someter al Consejo... Y esa tendencia a la "asambleaitis" que pretendía que todas las decisiones las tomara este órgano. Era preciso instaurar un régimen más ejecutivo, pero no todo el mundo estaba de acuerdo.

miércoles, 7 de octubre de 2009

¿Amanecer en el desierto?

Con alguna frecuencia los componentes del Comiro-Sahara del Grupo de Trabajo Internacional de UPyD mantenemos un contacto con el Polisario.
En este caso, y en nuestra flamante sede de Cedaceros, Carlos Rey, Javier Perote y yo mismo hablamos con Bucharayu que es el portavoz del partido saharaui en Madrid. "Okupábamos” para ello la mesa de reuniones del despacho de Carlos Martínez Gorriarán y manteníamos un contraste de opiniones entre ambas organizaciones que siempre resulta grato, dada la cercanía de nuestras posiciones acerca del asunto.
Bucharayu –hombre habitualmente discreto- se mostraría expansivo. Quizás porque las perspectivas que advierte después de tantos años de lucha comienzan a mostrar sus frutos.
Es verdad que esas expectativas no proceden precisamente de los grandes partidos españoles. En esa “clonización” que se viene produciendo en nuestros lares, tanto PSOE como PP han decidido abandonar lo que otros consideramos que es una deuda histórica de la potencia colonial para con sus administrados y trabajar resueltamente con la potencia ocupante, Marruecos.
Quizás haya, eso sí, una labor de contención del Reino alauita por parte doble: la ONU y los Estados Unidos.
El enviado del Secretario General de Naciones Unidas. Señor Ross, ha empezado por pedir a todas las naciones implicadas en el conflicto que se abstengan de realizar declaraciones a favor o en contra de saharauis o marroquíes. y se nota. Si el presidente Zapatero había alabado la iniciativa marroquí de ofrecer la autonomía a la antigua colonia española, hoy el ministro Moratinos calla, lo que no es mala cosa si eso supone no decir lo que piensa respecto del asunto.
Por otra parte, la carta escrita por el presidente Obama al Rey de Marruecos inquieta a las autoridades del Reino.
Naciones Unidas está alentando la celebración de reuniones informales entre las partes, previas a un posible encuentro más resolutivo. Además, se habla de la consideración del problema saharaui a un “nivel 7” que en la jerga diplomática supondría situar la cuestión en un punto de prioridad alta y que suponga la adopción de medidas que dejen de ser meramente admonitorias.
La perspectiva de un referéndum avanza en el horizonte político. Y si bien es más que posible la adulteración del censo primitivo con más de 100.000 nuevos llegados marroquíes, nuestro interlocutor no abriga sin embargo malos presentimientos.
¿Estamos en el principio del fin de una larga travesía por el desierto político? Sólo el tiempo lo dirá. Entretanto le invitamos a que venga a nuestro Congreso y él a la recíproca nos invita a visitarlos en los territorios liberados. Nos gustaría que fuera en abril. y que algunas de las buenas perspectivas se encuentren al alcance de sus manos.

martes, 6 de octubre de 2009

intervención en el Ateneo de Madrid. 5.10.09

Dahrendorf en el Ateneo

Quiero felicitar al Ateneo de Madrid por su iniciativa de celebrar este acto a la memoria del recientemente fallecido Ralf Dahrendorf.
Al abordar la figura de la persona del germano-británico, la primera idea que me viene a la cabeza es que no resulta posible una sola adjetivación. Y es que, en este mundo de seres unidimensionales, Dahrendorf no era un escritor o un político. O no era solamente un pensador o un hombre comprometido con su tiempo -con la idea de una Europa que progrese hacia su unidad desde el paradigma de la solución a los problemas que realmente perciben los ciudadanos... Porque era todo eso, un pensador y un político. Y lo era a la vez
Quizás por esa razón, Dahrendorf no gozaba de la mejor fama entre la clase intelectual -o en el conjunto de ese mundo-. Porque –permítanme la ironía- la contaminación que produce el ejercicio de la política sobre la pureza del intelecto parece que es altamente nociva respecto del proceso discursivo de las ideas, que deben confrontarse sólo con las ideas, y nada más que en los foros académicos, las revistas especializadas o el debate de altura entre autores que se amparan casi siempre en el cómodo refugio de sus obras publicadas.
Tampoco Dahrendorf resultaría cómodo para la clase de los políticos. Quien haya tenido la oportunidad de conocer -desde dentro, que es como se conocen las cosas- el nivel de la política -podría añadir que el "pedestre" nivel de la política-, quien haya tenido la oportunidad de asistir a esas reuniones matutinas de algún partido mayoritario, el responsable sentado ante el cuarto de metro -o más- de grosor que tienen los periódicos del día y ve como este responsable político repasa titulares y advierte las fotos que los acompañan, a la vez que construye -es una forma de hablar- un discurso a la contra, será inmediatamente consciente del ostracismo cotidiano al que los políticos al uso condenan al mundo de las ideas. Los intelectuales -según el discurso mayoritario de nuestra política de hoy en día- están bien como floreros que destacan en los actos públicos de los partidos o de los gobiernos, siempre y cuando -por supuesto- otorguen con su presencia conformidad a la actuación de ese partido o ese gobierno, actuación en la que -¡no faltaría más!- nada han tenido que ver esos lucidos profesores, ni en su diseño ni en su desarrollo.
Claro que el político y pensador que era Dahrendorf tenía muy claro que no es lo mismo el trabajo en la más fértil y pausada tierra de la teoría académica que en el terreno embarrado -cuando no yermo- del ejercicio de la política. Son suyas las palabras que dicen que "la acción política y la reflexión intelectual no tienen los mismos objetivos ni responden a las mismas necesidades".
Se puede, por lo tanto -y aquí continúo yo mismo-, pero no se debe, actuar en la política desde un determinado fundamentalismo fabricado en el interior de una determinada campana de cristal y que no está contrastado con la realidad social ni con las necesidades generales del universo en que se deban aplicar esas políticas. En cuanto a las incursiones que en el territorio intelectual pueda realizar buena parte de la clase política soy un tanto escéptico; y me refiero no sólo a la española, y lo digo por lo del "mal de muchos..."

Dahrendorf fue un liberal -quizás por eso estamos aquí-. Un liberal forjado como tal en las entrañas del totalitarismo. Hijo de un social-demócrata e inserto en medio del régimen de Adolfo Hitler y su exaltación de la uniformidad conforme a patrones étnicos, este hombre que nació y murió en Alemania -en Colonia, muy cerca de los meticulosamente organizados bosques del Saarland westfaliano- que se nacionalizaría británico y fuera nombrado Lord por Su Majestad la Reina Isabel, es un ejemplo más de que los totalitarismos constituyen –a pesar de ellos mismos- un excelente caldo de cultivo para los luchadores por la libertad, entre los que nos encontramos siempre los liberales. Salvadas las distancias de tiempo y lugar, quienes hemos tenido que hacer frente a la doble intolerancia del nacionalismo obligatorio y de su brazo exterminador, nos hemos dado pronto cuenta de que la libertad no es un bien adquirido sino más bien una lucha cotidiana.
Dahrendorf era muy escéptico acerca de los recientes combates practicados por la libertad contra sus contrarios. Y muy crítico además contra lo que llamaríamos los nuevos liberticidas.
Según Dahrendorf, "de acuerdo con la nueva teoría de Tony Blair, la seguridad es la primera libertad. O sea, la libertad no es el derecho que tienen los individuos a definir sus propias vidas, sino el derecho del Estado a restringir la libertad individual en nombre de una seguridad que sólo el Estado puede definir. Este es el principio de un nuevo autoritarismo. Los terroristas -concluye Dahrendorf- no pueden ganar, su oscura visión nunca alcanzará la legitimidad popular. Por eso debemos mantener vivos nuestros valores".
De manera que, en este principio de siglo en el que los calificativos ideológicos sirven de muy poco y en que las ideas transformadoras o regresionistas toman el testigo, hace falta un valor del que la gran mayoría carece para enfrentarse a la generalidad dominante -y a veces asfixiante- y decir las cosas sencillas que advierten en los oropeles de los ropajes dialécticos una simple desnudez en los argumentos.

Son muchas y muy variadas las personas que pretenden constituirse en miembros de esta corriente del pensamiento político. No en vano, en una reciente encuesta publicada en España, por el CIS, cerca de un 15% de los preguntados contestaban que su preferencia ideológica era el liberalismo. Sólo se proclamaba socialista el 17.
Quizás ocurra eso porque, mucho tiempo después de su nacimiento, el liberalismo goza de buena salud.
Pero en cualquier caso, el de liberal, no deja de ser un término polisémico.
No es mi estilo el de convertirme en una especie de anatematizador de la disidencia, tampoco en estos pagos ideológicos. Pero creo que es preciso realizar un paso más -elemental, por otra parte- y conocer la posición de un determinado "liberal" cuando este se refiere a cuestiones que van más allá de las libertades formales y del juego abierto de los mercados. En este sentido, creo que lo que se ha venido definiendo como "cuestión social" y que encuentra su acomodo más notable en el artículo 9.2 de nuestra Constitución es la más clara vara de medir para distinguir entre liberales de uno y otro signo.
Antonio Garrigues Walker me recordaba hace escasas fechas que no se puede ser liberal solamente en el aspecto económico, que se es liberal también en lo que se refiere a los derechos civiles o en lo que hace referencia a la cuestión humana. Creo que quienes piensan que el liberalismo empieza y concluye en su aspecto económico no pasan de ser unos reduccionistas.
Suscito este asunto de lo que podríamos definir como la cuestión humana o la cuestión social porque viene también a cuento el asunto. No me desviaré -eso espero- un ápice del tema que nos ocupa: la comprensión más cabal posible de la figura de Dahrendorf.
El 12 de febrero de 2.006, Dahrendorf escribió que "la ciudadanía, en el sentido pleno de la palabra, requiere derechos básicos y la capacidad de hacerlos cumplir. También requiere una situación económica básica, incluida una garantía de ingresos".
Es cierto que ese "derecho de ciudadanía" en sentido amplio al que se refería Dahrendorf podría servir para ofrecer cobertura ideológica a las tesis de Milton Friedman, cuando este proponía la figura de un "impuesto negativo", por encima del cual se contribuía al fisco y por debajo del que ese "Estado mínimo" pagaría al ciudadano, como también podría amparar en su cobertura a los desarrollados Estados del bienestar" que se han venido estableciendo en Europa a lo largo del siglo XX y respecto de cuyas consecuencias Dahrendorf era bastante crítico. Pero es preciso afirmar que el liberalismo -y en eso Dahrendorf no era ninguna excepción- se encuentra tan distante del "laissez faire" de la primera industrialización como del igualitarismo uniformizante de las burocracias instauradas en los países del este de Europa durante buena parte del pasado siglo.
Los "neo-con", rebautizados luego -especialmente en nuestros pagos- como neo-liberales, aceptan el principio de la libertad económica, pero rechazan con espanto el solo enunciado de la palabra igualdad, aunque sea esta referida a la prestación de los servicios ofertada por el Estado -y entre ellos los que se desprenden del principio de "igualdad de oportunidades"- y aún el solo hecho de la prestación pública de esos mismos derechos y la extensión de ellos al conjunto de los ciudadanos.
Como consecuencia de esta visión radical de reduccionismo del Estado basada en una absoluta e integral mercantilidad de la sociedad en una Administración Pública desnuda de competencias y de servicios públicos, esa sociedad se convierte en una especie de ley de la selva, donde el más fuerte es siempre el que más tiene, sin que se registre mecanismo corrector alguno en el sistema.
¿Es eso libertad? ¿Las nuevas mafias, los actuales señores de la guerra desplegando su poder entre el estupor y el desvalimiento de la mayoría? O -sin necesidad de ponernos catastrofistas- la imagen de los enfermos sin atender a las puertas de los hospitales en los EEUU, porque carecen de seguro médico, una imagen que el recientemente fallecido Senador Kennedy quiso abolir y cuya reforma el Presidente Obama está impulsando de forma resuelta. Ni que decir tiene que nuestros neo-conservadores españoles de hoy -disfrazados, eso sí de neo-liberales, cuando no de liberales a secas- consideran que esa sociedad libre americana ofrece a los desprotegidos por el sistema la ayuda de la beneficencia, de la caridad. ¡Han hecho falta dos o tres siglos de historia para regresar a la Edad Media! Y, para mayor "inri", con el regocijo de muchos de nuestros sedicentes liberales que nos gobiernan
No hay libertad si los servicios públicos no funcionan adecuadamente y alcanzan al conjunto de la población. La libertad misma retrocede cuando la calidad en la prestación de esos servicios da pasos hacia atrás. Así, por ejemplo, pierde España y perdemos los ciudadanos españoles -que es lo grave- cuando la educación reduce su competitividad en el "ranking" de la OCDE, en los países de la Unión Europea. El envoltorio de la libertad no hace bueno siempre el contenido de la desigualdad o de la diferencia.
En ese punto medio -y por eso muy complejo de alcanzar- que llamamos Estado Democrático de Derecho, en el que confluyen las corrientes de la libertad, entendida desde un punto de vista integral, en ese pacto histórico entre socialistas y conservadores -y liberales- europeos, nos movemos con comodidad los liberales que, como Dahrendorf, seguimos apostando por las reformas que amplíen nuestros espacios de libertad y mejorando los ámbitos de esa concepción de ciudadanía que por definición puede y debe ser socialmente inclusiva.
La vida y la obra de Dahrendorf constituyen una clara referencia en todos estos sentidos.

lunes, 5 de octubre de 2009

Los vuelos que despegan de la T-4

Sin entrar en el fondo del tema, voy a tratar un ejemplo colateral pero humano de lo que supone construir infraestructuras sin tener en cuenta a las personas: los daños que está causando el trazado del aeropuerto sin condiciones idóneas. En este sentido y como reconoció hace poco el Ministro de Fomento, José Blanco, se trata de un aeropuerto muy bonito pero inseguro y poco funcional, hay mucho diseño arquitectónico pero poca ingeniería aeronaútica, sentido común y bastante inseguridad. Eso lo han han constatado estudios técnicos, denuncias de SEPLA y los controladores aéreos e incluso un reciente accidente.

En éste sentido los expertos en ingeniería aeronáutica nos dicen que:

- La operación en un aeropuerto debe ser tal que las aeronaves siempre despeguen y aterricen de cara al viento. Es un principio básico de aeronáutica previsto en el Reglamento de Circulación Aérea (Real Decreto 57/2002, de 18 de enero), los Reglamentos internacionales de la Organización de Aviación Civil Internacional (OACI) y reconocido por AENA (operar con viento de cola, pone en riesgo la maniobra de aterrizaje y despegue). Por eso los diseños de las pistas se establecen teniendo en cuenta los vientos dominantes de la zona para que la operación sea segura y rentable. Pues bien, la orientación de las pistas del aeropuerto de la terminal cuatro de Barajas no coinciden con la dirección de los vientos dominantes. Según esta configuración, tanto norte como sur, todos los despegues se realizan con viento de cola, lo que significa operar en condiciones inseguras. Esta aberración hace que en el aeropuerto de Barajas se maniobre en el aterrizaje y despegue, en muchas ocasiones en condiciones inseguras e ilegales, en contra del sentido común aeronáutico, poniendo en riesgo la vida de pasajeros y de residentes de zonas cercanas al aeropuerto, como ocurrió el 20 de agosto de 2008 en el accidente de Spanair.

- Debido a las dificultades técnicas por la deficiencias de diseño del aeropuerto, antes apuntadas, y para reducir los riesgos se utilizan las pistas 18L y 18R, (en la maniobra de aterrizaje, cuando hay configuración sur del viento) lo que supone, sobrevolar urbanizaciones, de la zona norte de Madrid con una contaminación acústica insoportable para los vecino de entre 75 y 80 decibelios y el incumplimiento de una sentencia del Tribunal Supremo que expresamente prohíbe la utilización de la pista 18R, vulnerando los derechos fundamentales de un gran número de ciudadanos de la Comunidad de Madrid.


III En éste sentido conviene recordar aquí lo que AENA esta haciendo para desconocer lo que dice la sentencia de 13 de octubre de 2008 del Tribunal Supremo condenatoria de AENA por vulneración del derecho fundamental a la intimidad domiciliaria cuando de opera en configuración sur.


- El demandante es Ciudad Santo Domingo, una urbanización perteneciente al Municipio de Algete, en ella viven 5.000 personas y hay un colegio público al que acuden 250 alumnos, de entre 6 y 12 años. La urbanización se encuentra situada a 18 Km del aeropuerto y 10 Km de la cabecera de pista. Los vecinos llevan 10 años (desde que se puso en funcionamiento la Terminal 4 de Barajas) pleiteando con el Ministerio de Fomento, por este tema. Para ello se ha creado la Asociación contra el Ruido y Riesgo de Aeronaves de Ciudad Santo Domingo.

- Las operaciones que se efectúan en las pistas 18L y 18R (que se utilizan en la maniobra de aterrizaje, cuando el aeropuerto está en configuración sur, por las deficiencias de diseño del aeropuerto antes señaladas) suponen una afección acústica y de seguridad para los residentes en la zona cercana al aeropuerto, no aceptable ni social ni medioambientalmente. En la actualidad el 80 por ciento del tráfico en esta configuración entra por la 18R que está justo encima de Santo Domingo lo que supone que cada día sobrevuelan esta urbanización hasta 390 aeronaves, con un ruido entre 75 y 80 decibelios,


- En este sentido, la sentencia de la Sección Séptima de la Sala de lo Contencioso-Administrativo del Tribunal Supremo de 13 de octubre de 2008, resolviendo el recurso de casación 1553/2006 sobre Derechos fundamentales, condena a AENA y da la razón a los vecinos de la urbanización Santo Domingo al considerar que está suficientemente acreditado que los niveles de ruido padecidos según los criterios y recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud, la intensidad de los sobrevuelos, su frecuencia y forma de manifestación, provoca una lesión del derecho fundamental a la intimidad domiciliaria, y ordena al Estado a que tome medidas para evitar esa contaminación acústica, e indemnizar con 6.000 euros a los cinco vecinos que aparecen como demandantes en la sentencia.

- La sala del Supremo emplaza al Consejo General del Poder Judicial a insertar el fallo en la publicación oficial de jurisprudencia del Supremo, para fijar esta doctrina y que sirva para casos similares. A este respecto, hay que señalar que si todos los ciudadanos afectados por el ruido iniciasen un proceso similar, entonces AENA no tendría más opción que cerrar el aeropuerto o hacer frente a indemnizaciones multimillonarias, a no ser que se modifique el esquema operativo del mismo, lo que es viable con el consiguiente coste económico.

Por su parte, el Ministerio de Fomento, ha realizado maniobras jurídicas dilatorias para ganar tiempo (ha presentado un incidente excepcional de nulidad contra la sentencia del Supremo que ha sido desestimado) y amenaza con recurrir en amparo, al Tribunal Constitucional.

- Si bien, el plazo de ejecución voluntaria ha pasado (terminó el pasado 26 de enero), ya que ya hace siete meses que el Tribunal Supremo falló a favor de vecinos, condenando a AENA, en lugar de cesar o disminuir significativamente los sobrevuelos, han aumentado (300 en la media mensual), sin ningún tipo de viento que los justifique. Por lo que el Tribunal Superior de Justicia de Madrid (TSJM), que es el responsable de la ejecución forzosa de la sentencia, debe ordenar inmediatamente al Ministerio de Fomento y a AENA que cesen los cientos de sobrevuelos diarios, causantes del ruido que lesiona el derecho fundamental a intimidad domiciliaria de 5.000 personas que viven en la urbanización.


Así las cosas, los vecinos han presentado un requerimiento a AENA con copia a Medio Ambiente para que se ejecute la sentencia y están dispuestos ha iniciar las acciones penales que correspondan, por desobediencia, prevaricación y posible delito medioambiental contra el Ministro de Fomento, la presidenta de AENA y el Jefe de la sala de Torre de Control que autoriza estas maniobras.

jueves, 1 de octubre de 2009

Breve historia de un aeropuerto (primera parte)

La terminal 4 del aeropuerto de Barajas, cuya ampliación costó 7.000 millones de euros, es un ejemplo de infraestructura construida desde un entendimiento del transporte como política de obras y no de servicios. Es decir se trata de un caso de inversión millonaria en la que no ha primado tanto la preocupación por favorecer la movilidad de los usuarios como el interés por emplear recursos económicos en promover construcciones que favorece a quien las realiza y no a quien en principio debiera disfrutarlas.
quizás resulte una afirmación fuerte, pero trataré de explicarme. En efecto, y dejando a un lado detalles menores como los materiales empleados en revestimientos y decoración, la propia ubicación del edificio desconectado de la red de metro, sin aparcamientos momentáneos que permitan intercambiar (dejar o recoger) al viajero desde un automóvil particular, o su configuración mastodóntica, basada en el autodesplazamiento del viajero, hacen que el usuario deba de pagar con su tiempo, su esfuerzo y su dinero su necesidad de desplazarse. Lo que en un viaje nacional supone 50 minutos de avión, obliga al usuario a añadir otra hora y media más de desplazamientos por su cuenta, con un coste en transportes complementario que en muchas ocasiones -especialmente en estos tiempos de tarifas baratas en los billetes aéreos- suma más de lo que se le cobra como precio por el billete de avión.
(Continuará)