lunes, 26 de mayo de 2014

Conversación en Florencia (8)


- Acabo de recibir la herencia...

- ... Vuelvo a la historia -dijo Da Vircunglia no sin un cierto deje desdeñoso-. La reunión que había pedido se aborta por el menor de los hermanos, que está pensando en que va a recibir un importante pellizco, y que alguna investigación nueva le podría perjudicar.

- Acabo de recibir la herencia -insistió Angélica-. ¿No te alegras?

Ahora Alfonso la mira directamente a los ojos.

- Me resulta indiferente, si quieres que te diga la verdad.

Incapaz de soportar su mirada, Angélica deposita la vista en el fondo del vaso que contiene la cerveza.

-- Porque tú no te has llevado nada... -dice, después de un largo silencio.

- Por supuesto. Porque mi estrategia consistía en que fuéramos todos los hermanos los beneficiados, no una pequeñísima parte... No por eso te reprocho que te hayas quedado con un buen legado, no. Pero yo quería que todos nos viéramos beneficiados.

miércoles, 21 de mayo de 2014

Conversación en Florencia (7)



- Las cosas como son, si te parece. Hace unos cinco años os pedí una reunión para analizar el caso del tío Luigi. Todas las informaciones que teníamos indicaban que estaba siendo estafado por su secretaria y que en eso podría haber una connivencia entre esta secretaria y su hermano, el tío Francesco...

- Y te equivocaste...

- ¿Porque al final el tío Francesco ha aceptado entregarte un legado del tío Luigi que a lo mejor no te correspondía? Me parece que no te das cuenta de que eso es una jugada maestra, por su parte... Y, pensando en lo justo que es de neuronas el tío Francesco me da que también está detrás de eso la secretaria.

- Dices que no me correspondía... -replicaba Angélica con un gesto de reprobación un tanto teatral.

Ahora era Da Vircunglia el que rechazaba la afirmación con un gesto desdeñoso de su mano.

- Lo digo por lo que tú ya sabes perfectamente. La decisión del tío Luigi era sólo una anotación en un papel. Ni siquiera estaba firmada.

- ¡Ah! ¿Lo dices por eso? -preguntaría ahora Angélica, derrotada, aparentando un femenino desconocimiento de las cosas prácticas, que para nada constituía una característica en ella.

- Por eso lo digo, sí.

Angélica bebió un sorbo de la bebida, hizo el correspondiente mohín de desagrado y paseo su mirada por el salón, como si pudiera desviar la conversación hacia un asunto menos polémico.  No encontró, sin embargo, más que objetos desordenados en un piso de hombre soltero. Y además, ella se encontraba un tanto enfadada ante la actitud de Alfonso, así que se dio un tiempo, el suficiente, para encontrar un pitillo en su bolso y preguntar:

- ¿Te importa si fumo?

Da Vircunglia hizo otro gesto de desdén. Algo así como, "allá tú si quieres arruinar tu vida, no es la mía".

lunes, 12 de mayo de 2014

Conversación en Florencia (6)


- Te queremos. Alfonso. Por si no lo sabes te lo digo...

- Vale. ¡Ahora toca la declaración solemne de amor fraterno! Pero me temo, querida, que hoy no es domingo y además creo que no toca... Aunque te confieso que lo mío no son las liturgias religiosas...

- Todos hemos hecho las cosas mal. Pero esa no es razón suficiente para que nos castiguemos permanentemente...

Da Vircunglia la observa durante unos largos segundos, después niega con la cabeza antes de contestar.

- También es una buena manera de presentar excusas la tuya. Ahora parece que yo he sido el culpable de la ruptura...  Después de todo, era lo que has dicho antes.

- Está bien. Quizás hayamos sido el resto -dice Angélica, que está dispuesta a tragarse todo el orgullo, que hacia tiempo que había perdido, con tal de que Alfonso dé, siquiera un ápice, su brazo a torcer.

- ¿Y qué hay entonces? ¿Acepto unas disculpas que además no me presentan en toda regla y aquí paz y después gloria?

- Se trata de arreglar las cosas. Mamá está preocupada...

- ¡No faltaba más! ¡Seguro que le diréis que me he vuelto raro...!

- No le decimos nada. Te lo aseguro.

- Razón de más para que lo considere así.

- Tienes que volver, Alfonso... Por mamá, pero también por nosotros. Quizás por ti mismo...

Da Vircunglia vuelve a permanecer en silencio durante unos segundos. Su respuesta en este caso es más bien una crónica de los acontecimientos.

miércoles, 7 de mayo de 2014

Conversación en Florencia (5)


Angélica se sienta y mira con desinterés la televisión. Antes de que pregunte por lo que está viendo -se trata de unas señoritas minifalderas cantando una canción tradicional siciliana-, Alfonso apaga el receptor.

Angélica le observa. Alto, algo torpe de movimientos, quizás un poco más decrépito de lo que correspondería... Pero aún de buen ver. Da un breve sorbo a su bebida y suelta a bocajarro:

- Te quería preguntar: ¿Por qué no vienes nunca a visitarnos a Milán?

Da Vircunglia observa a la mujer. Está nerviosa. Viene a hacer algo cuyas consecuencias no puede prever en su totalidad, quizás tampoco en parte. No sabe cómo hacerlo y lo hace entonces directa, brutalmente.

- Ha durado poco la incógnita -dice por fin Alfonso-. De modo que venias a eso...

- A eso y a saber cómo estás...

- Bien. Estoy bien, como ya te he dicho antes -responde con cansancio teatral-. Pero te voy a contestar a la pregunta que me hacías. No es verdad que no vaya a visitaros. En especial a mamá. Cada vez que voy a Milán, y por razones profesionales no dejo de acudir con frecuencia, la visito.

- Sí. Ya nos lo dice mamá. Pero nosotros no te vemos nunca... -dice ahora Angélica con un mohín de disgusto.

- Porque procuro aparecer por la casa cuando no os encontráis.

Angélica siente de repente sequedad en su boca y da un buen trago a la bebida. Pero la cerveza no es lo suyo y un gesto de asco vuelve a descomponer su figura.

- No sé por qué has roto con nosotros... -dice ahora Angélica, declamando la frase desde una pretendida dignidad ofendida.

- Es una forma de verlo, supongo. Aunque yo no lo diría de esa forma... -contesta Da Vircunglia como quien lee en voz alta la información del tiempo.

- Es lo que pensamos todos los demás...

-  En realidad, esto no creo que es una cuestión de mayoría, como en las elecciones políticas. Más bien pienso que se trata de cualidad que de cantidad.

- No te entiendo.

- Que por más que penséis en un mismo sentido, es más probable que os queráis engañar a vosotros mismos... Veamos -continúa Alfonso ante el silencio atento de Angélica-. ¿A quién no se le han contestado los correos que ha enviado?

- ¿A qué correos te refieres?

-  Está visto que hoy no es tu día, querida. Me refiero a los correos que os he enviado sin respuesta por vuestra parte

- Ya... me tendrás que reconocer que el tono que empleabas en ellos...

Alfonso Da Vircunglia deja pasar un momento antes de contestar.

- No quiero perder mi serenidad -dice por fin-. No me quiero excitar o decir cosas que no debería... Así que te diré que si no te contestan a lo que escribes, eso te puede llegar a molestar... Es todo.

domingo, 4 de mayo de 2014

Conversación en Florencia (4)


- ¿Qué tal estas? -pregunta Angélica. Ella aparenta una gran alegría por el reencuentro, pero ni siquiera sus evidentes dotes de buena actriz consiguen borrar la sombra de inquietud que aflora en sus ojos nerviosos.

- Ya te digo. No estaba haciendo nada. Por la televisión solo dan malas noticias, peores programas y unas películas totalmente ramplonas...

- Te preguntaba por tu salud, más bien. -dice ella, aparentando una especie de gravedad educada.

- Bueno, bien. No me encuentro mal.

- Me alegro de eso -Angélica hace una pausa, y como no recibe comentario adicional, añade:-. Yo también me encuentro bien. -pero su gesto se contrae más aun. Le está reprochando que ni siquiera le pregunte por su salud. Después de todo, la cortesía es lo primero entre la gente educada, piensa.

Da Vircunglia no ha dejado pasar esta circunstancia por alto, pero prefiere no referirse a ella.

Un embarazoso silencio se cierne sobre los dos. En realidad, sobre ella. De pie, en medio del salón de un apartamento desordenado y sin  que la hayan invitado siquiera a sentarse.

- ¿No me ofreces algo? -ahora es más una exigencia que una petición.

- En la nevera debe haber alguna cerveza -contesta vagamente Alfonso, que no parece dispuesto a hacer los honores.

- No me gusta mucho la cerveza. ¿No tendrás una coca-cola light sin cafeína?

- Cerveza y vino tinto. El hotel lo tengo abajo y solo ofrezco bed and breakfast -le informa Alfonso como si lo dijera una grabación. Esto no es un bar, querida, ha venido a decir.

- Está bien. Tomaré una cerveza entonces. ¿Tú quieres algo?

- No te preocupes. Estoy en mi casa. Si quiero algo no tengo más que ir y cogerlo.

Angélica sale del salón con cierta contrariedad, pero sin decir palabra. Al cabo de un par de minutos vuelve con la bebida servida en un elegante vaso de cristal con bordes dorados. Alfonso Da Vircunglia ha encendido la televisión y está haciendo zapping.

- No he encontrado otro vaso -se excusa Angélica, echando una ojeada a la pantalla que va cambiando de canal ante las indiferentes pulsaciones de Alfonso.

- Pues ten cuidado -observa Da Vircunglia después de echar un vistazo-. Es un regalo de la marquesa Di Rimini por las fiestas que le organizaba en su casa, bien pagadas a ella, por supuesto.