viernes, 30 de septiembre de 2011

Intercambio de solsticios (246)

Florencia, 25 de octubre de 2003.

Querida Lorsen:

Después de un desayuno y de un paseo por la ciudad, Bona me ha llevado a la casa de su hermana Brunella, que ha estado encantadora. Luziano, su marido -¿te acuerdas: “Buona Pasqua!”?- no entendía apenas mi “itagnolo”, pero es un buen tipo. Luziano se ha jubilado y viven en un antiguo molino –no uno de esos de viento, que te estarás imaginando seguramente, es una casa de campo tirando a normalucha-. Ahí he conocido a un napolitano, Carflo, que escribe. Bona ha pericibido que hemos tenido “buenas vibraciones” entre los dos y que merece la pena buscar motivos para el reencuentro.
A poco de llegar a Florencia me llamaba Alfonso de Virgilis que me ha acompañado a “Gucci” para comprar dos pañuelos, para Inés Obieta y María Acha, que se los regalará Pilar en Navidad. No es que la oferta fuese demasiado amplia, pero creo que son bastante alegres, además que la intervención de Alfonso ha reducido su precio en un 30%.
Después hemos visto una exposición de cuadros de una hija de Agnelli –creo que el que fue presidente de FIAT-. La verdad es que la mayoría de las obras se parece a las que venden los pintores de cuarta en las puertas del Corte Inglés. Pero, es una Agnelli... y el salón se llenó de gente con títulos, dinero o simplemente interesados.
Luego cené con Alfonso y su mujer. Es una señora un poco extraña, apenas me dirigía la palabra y empleaba su tiempo –a partes rigurosamente iguales- en preguntar a su marido por sus actuaciones sociales –en las que veo no participa en absoluto- o a manifestar su preocupación por su hijo –que debe encontrarse bastante mal, desde todos los puntos de vista.
Sale Alfonso de una casa –cercana a la estación, donde está el comedor en el que hicimos el almuerzo el viernes- para cenar en otra que da al Arno. Cuatrocientos metros, un punto hortera- para después dormir –creo- en la primera. Pienso que la casa que da al río está más bien para epatar a los visitantes.
En todo caso, se han portado muy bien conmigo y creo que volveré a Florencia, aceptando su hospitalidad.
Bona expone el 15 de noviembre, fecha en la que no podré estar.
Ahora que me estoy yendo de esta maravillosa ciudad debo decirte que habré pasado poco tiempo en ella, en esta ocasión. Pero he llegado con dos amigos y creo que salgo con alguno más.
Y aunque tu recuerdo está prendido en cada rincón de Florencia, está siendo ya una imagen dulce en mi vida que empieza a ser compatible conmigo.
Así, el reto de Florencia no ha constituído una derrota, sino una especie de victoria. Una victoria que, sin lugar a dudas, tú aplaudirás desde dondequiera que te encuentres.
Te decía que es una especie de victoria, porque no la puedo cantar aún, definitivamente, entre otras cosas porque no puedo cantar aún, ni oír demasiadas canciones.
Todo tiene su tiempo, pero el tiempo no hará sino que mi amor por ti permanezca siempre.

Un beso.

jueves, 29 de septiembre de 2011

Intercambio de solsticios (245)

Extrajeron a Bachat de la bañera por segunda vez. Exhausto, vació sus náuseas sobre el suelo de la sala de torturas.
- Supongo que ahora sí tienes algo que decirnos –le espetó el jefe de los torturadores.
Bachat le observó desde sus ojos atónitos. La visión se descomponía en un montón de fragmentos craquelados, como las televisiones cuando están perdiendo la señal.
- Te voy a ayudar un poco –continuaba el jefe-. Para que no digas que no te damos ideas, que somos malas personas… La pregunta que quiero que respondas es: ¿qué estáis pensando hacer los de Chamberí con nosotros?
Bachat no contestó.
- ¿Sigues en la misma?
El saharaui sacaba fuerzas de donde ya no las había. Quizás pensaba que daba lo mismo contestar una cosa que otra. Como si la nebulosa en la que se encontraba le permitiera tanto confesar como callar. De modo que optaría por repetir, en una voz que era ya apenas un susurro, su condición policial.
El jefe empezaba a ponerse nervioso. Pasaba el tiempo que se le había proporcionado por sus superiores y no tenía nada que presentarles.
- ¿Le damos un poco de marcha? –preguntaría uno de los torturadores.
El jefe hizo una señal de asentimiento perezoso con la cabeza. Sí. Le darían “marcha”.
Uno de los verdugos desaparecía de las proximidades de la bañera, junto a la que se encontraba Bachat. El saharaui seguía sus torpes pasos sin perderle de vista. El carcelero se detuvo frente a un gran armario de madera de factura originariamente impecable, seguro producto de alguna de las requisas a las que tan familiarizados estaban en aquél distrito, al que el constante maltrato de aquellos sujetos había prácticamente vaciado de todo objeto de valor.
La puerta del mueble emitió un agudo chirrido cuando se abrió. De un cajón interior extrajo el carcelero un objeto parecido a una linterna negra, fabricada con metal brillante.
El torturador la observó atentamente.
- Está cargada –observaría este después de su inspección.
- ¡Sentádlo! –ordenó el jefe a otros dos agentes, que cogieron por los brazos a un aturdido Bachat hasta que pusieron sus posaderas sobre un minúsculo banco de tres patas.
- Ahora… sujetadlo –ordenó de nuevo el jefe.
El carcelero que llevaba la linterna se aproximó a él, mientras los otros dos trincaban al saharaui cada uno por un brazo a la espalda de este, que como consecuencia debía mantenerse en posición muy erguida.
Entonces pudo colegir Bachat que la tal “linterna” era más ancha por un extremo y que en el más reducido había una especie de botón rojo.
El saharaui se puso en lo peor.
El agente aplicaría la parte más ancha en el espacio de la cabeza inmediatamente superior a su oreja izquierda.
- ¡Que no se mueva! –advirtió a su compañeros.
Bachat sintió un nuevo empujón sobre sus doloridos brazos, que casi le obligaba a levantarse de su reducido taburete.

miércoles, 28 de septiembre de 2011

Intercambio de solsticios (244)

(Y el patrimonio personal del marido de María era el siguiente, a tenor del informe):

- Una vivienda de 85 metros cuadrados, situada en el mismo municipio de su residencia,
- Una finca de más de 500 metros cuadrados, situada en un municipio de otra provincia contigua,
Sorprende (seguía el informe) que (el marido de María) sea propietario al 50% con su suegra, Dña. …, y que adquiriesen esta finca por compra en el mes de … de 2.00X (una fecha siempre posterior a su vinculación laboral con los de Vicente. No tienen hipoteca alguna ni otras cargas. Mientras esta (la madre de María) lo adquirió con carácter privativo, él lo hizo para su sociedad de gananciales.
- Vivienda de 80 metros cuadrados en una localidad que no especifica el informe, adquirida por el marido de María para su sociedad conyugal en el año 2.00X (posterior a la vinculación de su mujer con los de Vicente, pero anterior a la vinculación de él con la empresa de la que Juan Carlos es Consejero) y que no tiene cargas pendientes.
En vista de lo anterior (continúa el informe), indagamos sobre las propiedades que pudiera tener Dña. … (la madre de María), averiguando que era propietaria de la siguiente finca:
- Vivienda en un municipio contiguo al de su residencia, con más de 80 metros cuadrados y no constan cargas. Curiosamente (añade el informe) la adquirió en el mes de … de 1.99X (posterior a la fecha de vinculación de María con los de Vicente) –hay que recordar que vive con ellos.
Consultados diversos archivos y bases de datos no aparecen a nombre de ninguno de los dos, incidencias económicas y/o judiciales.

El informe abordaba en su tercera parte la situación patrimonial de Juan Carlos de Vicente.

- Si te parece le puedes echar una ojeada, pero creo que no es esencial para la materia que nos ocupa –afirmó equis-. Ya te he dicho que ese señor tiene una situación patrimonial más que holgada y que su fortuna se desparrama, por así decirlo, en bienes inmuebles, acciones y dinero contante y sonante…
Brassens hizo caso de lo que su amigo le sugería. En cuanto a bienes raíces se refería, Juan Carlos de Vicente disponía de un heterogéneo volumen de heredades rústicas; además de las urbanas, que eran también unas cuantas e importantes.

Un nuevo epígrafe se añadía al informe, el relativo a los vehículos. Si bien este apartado sólo hacía referencia a un coche de gama alta, propiedad de una sociedad radicada en el domicilio fiscal de Juan Carlos de Vicente, y dedicada a la comercialización de cereales. También se citaba el 4X4 habitualmente conducido por María y que estaba a nombre de su marido. La fecha de adquisición era del año anterior a la emisión del informe.

martes, 27 de septiembre de 2011

Intercambio de solsticios (243)

Florencia, 24.10.03.

Querida Lorsen:

Esta es la segunda carta que te escribo en el día de hoy, ya sé que nunca te he parecido un pelmazo, pero quería contarte cómo ha pasado la tarde con tu amiga.
Como sabes tenía una cierta preocupación por lo que pudiera ocurrir, pero los sentimientos pertenecen a un mundo que no es el de la racionalidad, a veces –como me ocurrió con el concierto de Pablo Milanés- una canción sacude el resorte que oculta tu pena más profunda y la eleva a la superficie, produciendo así un estrago fortísimo; otras el encuentro con la persona –el caso de Bona- que sólo ha sido para mí por ti, se presenta con la tranquilidad de un amigo que después de haberlo pasado también muy mal te dice con su mejor sonrisa, ¿cómo estás?, te abraza y todo transcurre con normalidad, porque ya se ha dicho todo lo que se tenía que decir.
Así ha sido mi encuentro. Una tarde tan maravillosa como no recuerdo muchas. Bona me ha recogido en el hotel. Luego me ha llevado hasta cerca de Siena, donde tiene su nueva casa. Yo la llamo “la piccola Torricella” o “la Torricella bis”, porque todo tenía un aire, un sabor a aquella casa que nos enamoró a los dos, quizás porque todo es Bona allí.
Tiene un compañero, Alexei, un ingeniero ruso, de pocas palabras, pensaba que tal vez por una infección que tenía el día en que le conocí, Bona me dijo después que en realidad es muy tímido..
Hemos hablado mucho, de ti, de todo lo demás. Bona me ha regalado un cuadro que pintó cuando supo que te fuiste. No lo he visto muy bien –a mi dichosa visión se añadía la iluminación del estudio, que era bastante corta esa tarde- pero puedo decirte que, sobre un fondo azul, hay una mano que surge de la base del cuadro y que hay gente que la rodea: Eres tú –pienso- pidiendo ayuda, diciendo adiós, todo eso a la vez… Lorsen, que estará siempre con nosotros, con los que te quisimos, a quienes tú quisiste.
Me ha regalado cosas que está haciendo ahora: un vídeo, un cd-rom, un libro, una foto en la que aparecéis las dos.
En el vídeo Bona está destruyendo dos cuadros suyos. La historia es la siguiente: En el palazzo de la Signoría iban a exponer esos cuadros. Pero no llegaron porque carecían de permiso de descarga (¡). Así que Bona optó por borrarlos. Eran dos motivos religiosos: Cristo en la cruz y la Madonna en su pasión. Esta última me ha interesado más. Pienso que la Virgen, los ojos infinitamente tristes, ve que con la crucifixión de su hijo se acaba toda la esperanza, que el mundo no va a cambiar, que tampoco su hijo es finalmente Dios, porque tampoco Él va a hacer nada porque cambie. En la destrucción de las obras, a base de pinceladas agresivas que dejan el lienzo convertido en unos cuadros abstractos, Bona mantiene los ojos de la Madonna sin tocar. Todo en su derredor es confusión y desorden, todo en sus ojos tristeza.
Me ha impresionado.
Me he quedado en el hotel desde donde te escribo. Mañana comeremos en casa de Brunella, su hermana. Ya te contaré.

Un beso.

lunes, 26 de septiembre de 2011

Intercambio de solsticios (242)

Damián Corted llegó al despacho de Cristino Romerales demudado por las prisas. Su habitual aspecto, mesurado y pulcro, había desaparecido por el momento. Vestido con su pantalón y chaqueta del día anterior, una camisa arrugada y sucia… el viejo coronel no estaba, desde luego, en perfecto estado de revista. Por lo tanto, su expresión no ofrecía una excesiva complacencia para consigo mismo. Y es que los tiempos no daban para más.
- He venido en cuanto me lo has pedido. ¿Qué está pasando?
Romerales le ofreció una silla y un vaso de agua.
- Te acepto lo de la silla. En cuanto a lo que se refiere al líquido, a lo mejor prefiero un whisky. Supongo que lo que me vas a contar se merece algo más duro…
El Consejero de Interior de Chamberí observó con una sonrisa de inteligencia a su interlocutor. Él no bebía salvo chambe-colas, pero siempre disponía de algún que otro espirituoso.
- ¿Escocés?
- Bueno. Eso son palabras mayores. Desde que nos quedamos sólo con la destilería de DyC lo único que hacemos es envenenarnos…
- ¿Y un poco de hielo?
- Todas las piedras que puedas –pidió Corted.
Romerales le sirvió un generoso trago. El coronel bebió un terció de su contenido de un solo golpe.
- Vamos a ello –pidió Corted, algo más animado ya.
Cristino Romerales iniciaría su relación. Hablaba rápidamente y con amplios gestos corporales. Declamaba como un actor en el teatro, sólo que acompañaba el final de casi todas sus frases con la pregunta: “¿Vale?” A lo que su interlocutor respondía siempre que sí, aunque en realidad esperaba a que concluyera la narración para ofrecer su punto de vista. Un final que parecía que no llegaría nunca.
- ¿Y bien? –preguntaría el coronel, intentando con curiosidad establecer un término a la explicación.
- Bueno –dijo por fin el Consejero-. En realidad, yo creo que esto es, más que un “casus belli”, una operación tipo GEO’s.
- Ya. ¿Y tenemos esa cosa?
- De momento yo no tengo nada de eso –contestó Romerales clavándole su mirada.
- No sé. ¿Y por qué crees que yo puedo hacer algo de eso?
- Bueno… ¿no estuviste en el CESID?
Corted se retrepó en el asiento y bebió de un trago el resto del whisky.
- ¡Ya! Por eso querías verme. Lo que pasa es que eso no se improvisa…
- Claro. Me hago cargo. Pero es que cada vez que lo pienso más, creo menos en que resulte una buena idea lo de desplegar las fuerzas en la frontera.
- Desde luego… hay que saber lo que se hace después con ellas.
- Mira, Damián. Como sabes, no hemos necesitado nunca de un cuerpo de élite y además hemos estado pendientes de muchas otras cosas… pero eso es algo que ni siquiera se imaginan.
- Tampoco Bachat –sugirió el coronel.
- Tampoco él, desde luego.

jueves, 22 de septiembre de 2011

Intercambio de solsticios (241)

La segunda parte del informe decía:

“Tras las oportunas averiguaciones pudimos confirmar que la investigada respondía al nombre de María …, con DNI XXXXXXXX-X, nacida el … y casada con don …, nacido el …, con DNI XXXXXXXX.
Ambos están domiciliados en la calle …, de …
Por lo que hemos podido averiguar, también reside en el mismo domicilio la madre de ella, Dña. …, viuda, con DNI XXXXXXXX-X y nacida el …

TRAYECTORIA LABORAL

Una vez conocíamos su filiación, indagamos sobre su trayectoria laboral, averiguando que comenzó a trabajar en el año 1.97X en (sigue el nombre de una cadena de grandes almacenes) como empleada. Tuvo otros trabajos temporales y de corta duración hasta que finalmente en el mes de … de 1.99X, empezó a trabajar en la empresa XXX, donde sigue estando de Alta actualmente.
Averiguamos que estuvo de Baja por maternidad desde el mes de … de 1.99X hasta el mes de … de 1.99X, cuando se reincorporó a su trabajo en el que sigue hasta la fecha.
Esta empresa (en la que figura de alta María, la secretaria de Juan Carlos de Vicente) se dedica oficialmente a las actividades de sociedades holding, para realizar inversiones y de gestión de patrimonios. Tiene su domicilio social en (y aquí cita el informe la dirección de Juan Carlos de Vicente), su CIF es X12345678.
El Administrador Único es Santos de Vicente.
Igualmente averiguamos que su marido, …, actualmente se encuentra trabajando en la empresa (y aquí el informe cita el nombre de una conocida sociedad con base en la localidad de residencia de los de Vicente, de la que es miembro de su Consejo de Administración el propio Juan Carlos), como simple oficial de 3ª y desde el mes de … de 2.00X, con un sueldo base de 1.200€.
Ninguno de los dos consta como como apoderado o Administrador de ninguna sociedad mercantil.
Apuntar, no obstante, que según nuestras fuentes, Dña. María … fue designada para el puesto que ocupa por el hermano del informado, D. Santos de Vicente.

SOLVENCIA

(En este apartado, el informe indicaba que, a nombre de María y al 50% con su marido, era titular de un piso de más de 100 metros cuadrados, adquirido con posterioridad a que los dos miembros del matrimonio se vinculara laboralmentecon los de Vicente. Con la misma fecha adquirían una plaza de aparcamiento).
Como también indagamos sobre el patrimonio personal de su esposo (seguía el informe), localizamos las siguientes fincas a su nombre.

miércoles, 21 de septiembre de 2011

Intercambio de solsticios (240)

Florencia, 24.10.03.

Querida Lorsen:

Después de una salida de Milán pasada por agua, llegué aquí a media tarde. El hotel es algo así como una pensión, pero resulta razonable de acuerdo con los precios exorbitantes que tiene esta ciudad.
Me di un largo paseo. Bianzino –la tienda donde nos hacíamos tú y yo las camisas- ha cerrado definitivamente. Pienso que lo demás está en su sitio.
Alfonso de Virgilis me abruma. Después de recogerme en el hotel me llevaba a una pequeña tasca toscana, donde tomé un menú típico de su cocina –verduras con pan, patatas machacadas con tomate y vino de año frío-. Resultó agradable. Alfonso está gordo y tiene diabetes, pero no se cuida nada. Además de proporcionarme entradas para todos los espectáculos habidos y por haber me proponía ir a Roma a escuchar un concierto de música clásica. Seguido de una cena reducida a la que asistiría el Presidente de la República italiana, pero ya me conoces: No soy persona a quien le guste este sistema de imprevistos. Así que he quedado con Bona para esta tarde.
Por la mañana he visto la exposición “Italia y la naturaleza muerta, desde Caravaggio hasta el XVIII”. A mí no es que me enloquezca ese tipo de arte, pero he visto algún cuadro magnífico, por ejemplo, una biblioteca, con relieves, que me ha recordado a los trampantojos que hacías. Siempre he pensado que el tiempo que dedicas a una exposición, a un museo, tiene sentido con tal de que te impacte una sola obra contenida en él.
Luego he comido con Alfonso y con una arquitecta florentina. Él dispone de un comedor propio, servido por personal de la agencia de seguros. A veces resultaba patético el esfuerzo de un galán viejo por ganarse los favores de una joven que bien pudiera ser su hija.
Ahora estoy en el hotel. Pronto veré a Bona. Ya te contaré.

Un beso.

martes, 20 de septiembre de 2011

Intercambio de solsticios (239)

Sidi Ben Bachat era más que consciente de lo que iba a ocurrir con su ya golpeado y aturdido organismo.
Entre las risotadas del conjunto el saharaui oía la voz de uno de sus carceleros:
- ¡Ya me lo decían en la “mili”: chavales, antes que saber beber hay que saber mear!
Todo ocurrió muy rápidamente después. Dos de sus torturadores se acercaron a él, le desprendieron del palo al que aún se encontraba sujeto y lo arrastraron hacia donde se encontraba la bañera.
Dirigieron su mirada hacia la izquierda, como pidiendo en su expresión la autoridad del jefe. Bachat les imitó. El jefe dio una seña inequívoca de conformidad, asintiendo con la cabeza antes de poner la mirada en el techo: estaba claro, un trabajo tan vulgar no era cosa suya.
Lo pusieron de rodillas, la cara sobre el lago infecto, que la furiosa luz del recinto pareció al saharauii aún más amarillenta de lo que era en realidad. En todo caso, de no haber sido consciente de la acción repugnante que habían practicado sus guardianes, Bachat habría pensado seguramente que sólo era agua lo que la bañera contenía.
Pero estaba claro, sabía muy bien lo que le esperaba, así que aspiró todo el aire que pudo antes de que uno de los carceleros agarrara su fuerte y corta pelambrera con la mano y la introdujera totalmente en el líquido.
Era asqueroso. El maloliente líquido se diría que no sólo se le colaba entre las narices, sino que invadía todo su cuerpo.
Pensó en otra cosa. En su madre, por ejemplo. Había muerto ya. La veía sin embargo vestida de su “dera’a” (vestimenta típica saharaui) decorada con colores vivos. Les llevaba a él y a sus hermanos a una tienda donde había una gran mesa cubierta de carne de camello, de dátiles y de agua fresca. Y donde estaba su padre. Era una imagen de la vida en un campamento, cuando el desierto era todo su horizonte, cuando un camello era el pasaporte para la vida, cuando aún ni siquiera soñaba con una formación medianamente regular en una ciudad controlada por la administración española. La nostalgia de la felicidad de los que piensan que un día serán libres, de forma sencilla, casi sin tener que luchar por llegar a ser ellos mismos. Quizás se había forjado de esos recuerdos una buena relación con la potencia que, al cabo, les había colonizado.
Pero no pudo soportarlo más. Su organismo reclamaba oxígeno y su boca, como si tuviera vida propia y fuera ordenada por su propia inteligencia, se abrió dispuesta a dar una bocanada. Pero sólo recibiría una buena porción de ese líquido asqueroso.
Su organismo se puso a temblar.
La misma mano que le retenía en el fondo de la bañera lo sacó de ella.
Bachat vomitó de nuevo. Tosió. Volvió a vomitar. Su cuerpo temblaba.
Apenas pudo oír la voz que le llegaba desde su izquierda.
- Ya has visto lo que podemos hacer contigo, sucio moro. Supongo que ahora tendrás algo que contarme…
Era el jefe de sus torturadores. Bachat pudo tomar algo de aire antes de contestar:
- No soy un moro. Soy un ciudadano saharaui y soy el jefe de la policía de Chamberí.
- Vale. Eso ya lo sabemos. ¿Y qué hacías en la casa de ese gilipollas de Brassens?
Bachat no contestó.
- Te vamos a aflojar la lengua de toda la mierda que vas a beber –declaró el jefe.

lunes, 19 de septiembre de 2011

Intercambio de solsticios (238)

“En otras ocasiones”, seguía el informe, “sin embargo, veíamos llegar a diversas horas (preferentemente a las 12 ó 13 horas o a las 14’30 horas) una señora de mediana edad que conduce un 4x4 (después indicaba la marca), que dejaba aparcado en las inmediaciones del domicilio de don Juan Carlos De Vicente.

(A continuación, el informe reproducía dos fotografías de la parte anterior del citado vehículo)

‘En días posteriores conseguimos seguir el vehículo sobre las 20 horas y comprobamos que se dirigía a (aquí ponía una dirección concreta), donde, tras aparcar, la conductora fue caminando a la calle (mencionaba el informe otra dirección concreta), donde se halla su domicilio.
‘Posteriormente, con los habituales subterfugios, pudimos comprobar que esa persona era María, secretaria del informado, quien, junto a su esposo, hace tiempo que reside en esa dirección.
‘En días sucesivos comprobamos que efectivamente la citada salía de este domicilio, sin tener un horario definido y, tras acceder al parking, se dirigía normalmente hasta (la localidad en que reside Juan Carlos de Vicente), donde se apeaba para acceder a un estanco. Seguidamente retornaba la marcha hasta su lugar de trabajo.

(Nuevamente el informe situaba en este punto una fotografía de la parte anterior del vehículo de María, la secretaria de Juan Carlos De Vicente. La siguiente página del documento quedaba integrada por otras dos fotografías).

‘En ocasiones hemos visto a María salir al portal como, por ejemplo, algún día que llegó una ambulancia de la que descendió don Juan Carlos de Vicente en silla de ruedas.

(Nuevamente otra foto de la parte anterior del vehículo de la secretaria).

‘El día (y aquí la fecha) observamos algo distinto en la rutina habitual.
‘Iniciamos el servicio a las 8 horas en las inmediaciones del domicilio de la informada, sito en …
‘A las 8,39 horas vimos salir a la informada, quien accdedió a su vehículo (el citado y tantas veces fotografiado) y tomó dirección a …
‘Cuando eran las 8,50 horas intentó estacionar frente al estanco que se encuentra en la entrada de la estación (de la localidad en que reside Juan Carlos de Vicente). Al no conseguirlo entró en (otra localidad contigua a la referida anteriormente) para volver por el mismo camino y se detuvo en una gasolinera a repostar. Seguidamente regresó al estanco.
‘Tomó el vehículo y se dirigió a la calle (cita su nombre) donde estacionó frente al número …, donde se apeó y fue caminando por la calle hasta el número …, donde entró (había un letrero que indicaba ‘Propiedad Privada’.
‘Estuvimos aguardando hasta el mediodía y, al ver que no salía, dejamos el lugar para no levantar sospechas y sin que de momento sepamos a quién fue a visitar”.

viernes, 16 de septiembre de 2011

Intercambio de solsticios (237)

Milán, 22 de octubre de 2003.

Querida Lorsen:

Aún sin el ordenador, y a la manera antigua, en un cuaderno, te pongo estas letras.
Mi primer día en Italia sin ti no ha pasado del todo mal. Quizás porque Milán no es una fuente de recuerdos comunes y eso me ha proporcionado una especie de aterrizaje suave en este país.
Prescindo de contarte el día. sólo puedo decirte que cuando volvíamos al hotel, encorbatado, estaba el representante de Batasuna, charlando como si tal cosa, cuando había desaparecido durante toda la jornada –a saber qué haría, seguro que nada bueno-. El caso es que he subido a mi habitación y he resuelto cenar por mi cuenta. No tenía estómago para aguantar a ese tipejo.
He dado una vuelta a la manzana y, junto a una estación de trenes, he comprado un regalo a Pilar. Después he buscado un “restaurant” hasta que he encontrado uno que tenía un enorme encanto. Seguro que te habría gustado. La gente entraba, como en el Edelweiss de Madrid, sin reservar previamente. Al poco he conseguido una mesa. El local tenía un empanelado de madera hasta la mitad de la pared. Enfrente de mí había unos americanos; a mi lado unos locales, los tres vestían de negro –esa moda existencialista que ya creía yo pasada, pero que sigue haciendo furor, al menos en Italia-. El tren de la vecina estación provocaba un pequeño terremoto cada seis o siete minutos y los camareros que atendían eran muy simpáticos. Pensaba que si hubiéramos estado juntos los dos ese lugar habría formado parte necesaria de nuestros recuerdos y de nuestras costumbres –en el caso de haber vuelto por ahí-. Sin ti, no hay más que este frío ordenador –ahora estoy pasando la carta- a quien comentárselo y la ilusión -¡ay!, tan vana- de que de alguna forma tú pudieras saber algo de esto.
Mañana trataré de llegar lo antes posible a Florencia. Alfonso de Virgilis me ha invitado a comer el viernes. Luego se va a Roma. Ya te contaré.

Un beso.

miércoles, 14 de septiembre de 2011

Intercambio de solsticios (236)

Cristino Romerales paseaba su redondo organismo por el despacho; las manos, ora entrelazadas por detrás, la cabeza agachada hacia el suelo; ora en actitud como de plegaria, la mirada dirigida hacia el techo.
Siempre se trataba de acertar. En todos los casos, pero en este en particular. Ya tenía dos amigos secuestrados por el sistema de Cardidal-Sotomenor: Jorge Brassens, aún en su casa, por fortuna y Bachat, sometido seguramente a tortura por los esbirros de la pareja.
Habría que plantear una iniciativa para el rescate de ambos. A los dos habría que sacarlos prácticamente de las narices de los nuevos dictadores de Chamartín. En ese sentido, el plan de ataque previsto, las tanquetas en la frontera con Chamartín sólo llevaría consigo la correspondiente cuota de muertes civiles y un final de la escaramuza -¿de la guerra?- que muy poca gente sabría en que podía quedar. Filosófico, Romerales concluía con una apreciación digna de ese maestro de las contiendas bélicas que fuera Von Clausewicz: las guerras… se sabe cómo empiezan, pero nunca cómo acaban.
Quizás por eso, Cristino se estaba convirtiendo en un pacificista a ultranza, porque ahora le correspondía buena parte de la responsabilidad de la decisión.
¿Y quién le podría asesorar en esa cuestión? Estaba el viejo coronel, Jacinto Perdomo, pero quizás carecía ya del conocimiento suficiente como para advertirle de la manera más eficaz de llevar a cabo esa segunda operación, la que no era militar, la que probablemente habría necesitado de los antiguos GEOs, la “Operación Arándano”, por llamarla de alguna manera… y para eso quizás convendría que se pusiera en contacto con Damián Cortés, otro coronel del ejército retirado, al que había conocido con Brassens en el Partido del Progreso y que en su día había pertenecido al CESID.
No lo tenía entre sus más directos colaboradores, pero disponía de un sistema de comunicación con él. Además vivía no lejos de la calle Génova.
- Juanito. Me urge hablar con Damián Cortés –dijo a un muchacho que hacía las veces de lo que antaño, cuando aún no se habían descubierto los ordenadores y los correos electrónicos, los móviles y los “couriers”, atendían al curioso apelativo de “propios”.
Y “Juanito” salía corriendo de su despacho como una especie de Mercurio redivivo.
Entre tanto cavilaba sobre el segundo paso que tomar.
Una vez concluido el tercer recorrido por su despacho no podía más. De modo que se dirigió hacia su mesa y marcó el número de su presidente.
- Es todo mentira, Juan Andrés –declaró Romerales.
- Es inevitable. En estos casos todo el mundo miente –contestaba su presidente, sin inmutarse aparentemente.
- Creo que tenemos que hacer alguna otra cosa.
- Yo también –aceptó Sánchez con voz grave-. Creo que voy a llamar a Jacobo Márquez…
No quería otra gestión. Siempre había creído Sánchez que los problemas se arreglan entre presidentes, aunque uno de ellos sólo llevara el nombre de tal cargo.
- Está bien –convino Romerales-. Entre tanto yo voy a preparar una estrategia diferente. Te la contaré después.
Pero ya estaba Sánchez pidiendo a su secretaria que pusiera en marcha el llamado “teléfono azul” que le comunicaba con su homólogo de Chamartín.
Después de todo, ambos habían militado en el Partido Popular, y ese era su color corporativo…

martes, 13 de septiembre de 2011

Intercambio de solsticios (235)

Era lógico. El encabezamiento del informe aseveraba de la confidencialidad del mismo.
En la segunda página lo reforzaba: “Estrictanente confidencial”, decía. Y debajo, el nombre de la persona que había sido objeto de la investigación:

- Juan Carlos de Vicente.

“Al fin y efecto –empezaba así- de cumplimentar la petición de nuestro cliente, D. Raúl Jiménez, en relación a la persona cuyo nombre y apellido figuran en el encabezamiento y con el fin de conocer su situación económica y otros puntos de interés, se han llevado a cabo las oportunas investigaciones y controles que pasamos a exponer.

Hechos

Ante la posibilidad de que alguien pudiera estar aprovechándose del estado de salud de D. Juan Carlos de Vicente, iniciamos una serie de investigaciones.

En primer lugar efectuamos diversas gestiones para conocer la filiación de la persona que que parecía gestionar las actividades del citado, una mujer de la que sólo conocíamos su nombre (María) y su teléfono móvil.

Posteriormente procedimos a investigar el patrimonio actual de D. Juan Carlos de Vicente y de su empleada.

PRIMERA PARTE

CONTROLES E INVESTIGACIONES

Desde el miércoles (el informe daba una primera fecha) hasta el lunes (y aquí aparecía otra, unas cinco semanas después de la primera), realizamos diversos controles de la finca situada en (y aquí la dirección concreta de Juan Carlos de Vicente).

(Cuatro fotos, cuya oscuridad hacía invisible su contenido, demostraban por lo visto que dicha acción se había realizado.)

Los primeros día (sic) observamos que por la mañana no había casi movimiento, salvo el investigado, que salía acompañado a bordo de un vehículo (aquí una marca de automóviles alemana de gama alta), de color negro, matrícula (la que correspondía) y que regresaba al cabo de pocas de horas.

lunes, 12 de septiembre de 2011

Intercambio de solsticios (234)

Bilbao, 21 de octubre de 2003.

Querida Lorsen:

Te escribo justo el día antes de mi partida hacia Milán-Florencia.
He recibido, por fin, la carta que esperaba de Bona Baraldi. Está fechada en julio y metida en otro sobre más amplio. Dentro de ella había una pequeña flor que el paso del tiempo ha convertido en una cosa gris. La conservo, de todas formas.
Es uno de los textos más bonitos y sentidos que he leído sobre tu partida. Te la leo:

Campomaggio 16 Luglio 2003-10-21

Fernando carissimo

Che dolore!

Ho ricevuto oggi la tua lettera.

Che dolore!

I pensieri, i ricordi, i progetti mi si affollano nella testa: non riesco a fare l’ordine sufficiente per potermi esprimere.

Sento forte il dolore.

Scusami se saró confusa, ma voglio que presto ti giungano notizie da quest’angolo di terra, da questa amica que tanto amava Lorsen e que vuole compartire con te, dolce Jorge, il dolore, lo sgomento.

In Novembre, proprio in Novembre, era riuscita ad avere il mio numero di telefono attraverso mio fratello Marco. Aveva dovuto tentare tante volte prima di trovarme, voleva scusarsi per essere dovuta scappare via cosi all’improviso a causa di Vicky e invitarmi a passare cualche giorno a Bilbao per Pasqua. Poiché per me non era facile programmare a cosi lunga scadenza le dissi che dovevamo sentirsi di nuovo più avanti nel tempo ma che mi sarebbe piachuto molto anche perché non aveva ancora visitato il Guggenheim e lo avrei fatto volontieri con lei. Le dissi anche che avrei voluto che veniste qui a Natale, anche se io non potevo ospitarvi, ho un’amica qui vicino che fa agroturismo e que vi avrebbe potuto fare un prezzo speciale: ma mi rispose que avevate altri progetti e, col suo solito spirito, concluse la telefonata dicendo que si non fossi venuta a Bilbao, avrebbe certamente invitato mio fratello che ormai conosceva benissimo per averlo chiamato piu volte al telefono quel giorno. Ridemmo insieme.
Non l’ho piu sentita.
La distanza in chilometri che si separava svaniva come una bolla di savone: le nostre vite cosi diverse si erano arriconchite vicendevolmente. Ma questo non cambia. Questo resta. Vero Jorge. E’ partita ma non sera troppo lontana dai cuori che hanno amato le sue passioni ed i suoi dolori cosi profondi, cosi strazianti.
Ora ha finalmente pace, ora risposa si.
Ti manquera tanto lo so ma ti consoli saperla quieta e ti resti l’immagine dell’ Lorsen que tu hai conosciuto tanto tempo fa, quelle’Lorsen che a vedutto in un ritratto insieme a te nel giorno del vostro matrimonio: bellisima e fellice.

Il dolore si e calmato.

Ho potuto telefonare a Brunella (mia sorella) per darle la notizia cosi anche lei e suo marito Luciano e suo figlio Federico ed i miei figli Giacomo e Tommaso e tutti coloro che la conoscevano di persona o anche solo attraverso di me, vogliono stringersi con affetto al tuo cuore e manifestarti il loro sconforto e farti le loro condoglianze.
Vorrei que anche il padre di Lorsen sapersse che gli sono vicina nel dolore e vorrei dire a tua madre que ti coccoli dondolandosi tenendoti streto al seno. E Pilar? Si é resa conto que la mamma non va trovarla? Spero di no, ma temo di si. Sventurata creatura. Il vostro infinito amore l’ha salvata. Jorge FORZA! Devi donare amore per due, ce la farai! Porta ad Pilar un bacio da parte mia, dile che la ricordo e ché la voglio bene.

Ora ti lascio non sensa darti indirizzo e numeri e tuto quello che occorre per essere rintraciatta in qualunque momento.

Se hai bisogno di me io ci sono: aspetto tue notizie.

Debo decir que he llorado cuando llegaba a la parte de Pilar.
Ayer mismo hablé con ella. no fue sino una conversación muy breve. Nos veremos en Florencia. Espero que lo pueda soportar bien. Pero lo que tengo muy claro es que recorreré todos los caminos que anduvimos juntos, si es necesario. En este sentido, siempre recuerdo a mi abuela Pilar, pasados los años, ella pensaba que debía haber vuelto a Arrechea sin el abuelo Guillermo. Yo no quiero clausurar los lugares que fueron nuestros, aunque en cada uno de ellos el corazón me quede suspendido de un hilo, a punto de la tristeza final.

Un beso, guapa. Es seguro que tu recuerdo aparecerá muy vivo en las calles de esa ciudad que también fuera nuestra un día.

jueves, 8 de septiembre de 2011

Intercambio de solsticios (233)

No se trataba de un cuarto de baño, de modo que los carceleros/torturadores iban acarreando cubos de plático rebosantes de agua, tan cargados que los chorros que se desprendían de estos marcaban una especie de camino.
Bachat contemplaba ese trabajo desde su incómoda y dolorida situación. En tanto que se protegía, a la vez, de su futuro inmediato y del desánimo psicológico que esa acción le podría reportar: casi mareado por su postura y por el castigo al que había sido sometido, el saharaui miraba la escena como si en ella se estuviera desarrollando una representación teatral de la que él sólo era un espectador.
La tarea duraría unos quince minutos; quizás más, quizás menos –el cálculo del paso del tiempo quedaba situado en otro plano para el jefe de la policia de Chamberí-. El jefe de la banda aquella comprobaría con minuciosidad el volumen de agua alojado en la bañera. Para eso, se remangaba las camisa e introducía el brazo en ella. Cuando la extrajo, Bachat pudo entrever –al menos eso le parecía- que la llevaba mojada hasta más allá del mismo codo.
Después hizo una seña a los otros carceleros –cuatro en total, en aquellos momentos- que contemplaban su actuación.
Entonces desaparecieron del plano, pero sus voces y movimientos advertían a Bachat de que seguían estando presentes en la misma sala.
Oyó un ruido de vidrio de vasos y botellas que se entrechocaban entre sí. Y pudo oler a alcochol: el fino olfato de musulmán abstinente había producido en él un particular institnto para la percepción de los vapores espirituosos a distancia.
Y se lo confirmarían las risotadas en que prorrumpían y la alegre camaradería que demostraban.
Bebían rápido y volvían a servirse… dos, tres, hasta cuatro veces.
No sabía cuánto tiempo duraría aquélla astracanada. Por fin sonaba la voz balbuciente por la bebida del jefe del clan:
- Bueno. ¿Ya tenéis suficiente?
- Sí, jefe –contestaron, con estridentes carcajadas.
- Pues ya sabéis…
Entonces volvieron a entrar en plano. Se pusieron de cara a la bañera, de modo que daban la espalda a Bachat.
Entre las voces de sus carceleros, parecía entreverse un extraño sonido como de surtidor proyectándose sobre una superficie de metal ya previamente anegada..
Las estruendosas voces de los torturadores no impidieron que Bachat se apercibiera de lo que estaban haciendo: una meada colectiva sobre el interior de la bañera.
Bachat no pudo evitar una profunda náusea que le hizo vomitar a unos escasos centímetros del suelo de losetas de plástico.

miércoles, 7 de septiembre de 2011

Intercambio de solsticios (232)

- Querían otra cosa, al menos de momento –declaró Brassens.
- ¡Claro! ¡Querían que se investigara sobre la secretaria, sus idas y venidas… todo lo que se pudiera saber sobre ella. Y se lo dijeron así –explicó equis.
- Todavía no tenían necesidad de analizar otras cuestiones respecto de esa parte de su familia –señaló Jorge.
- Pues sí. Eso quedaría claro.
- ¿Entonces?
- Entonces, Nogales –el detective- pidió todos los datos que ellos tuvieran sobre esta señora. Pero los hermanos Jiménez sólo tenían su nombre, su nombre y su número de teléfono móvil. Poca cosa.
- ¿Y qué dijo el detective?
- Nada. Se supone que ese era su trabajo: investigar a las personas.
- Ya.
- Pero hubo algo más. Nogales les pidió discreción, que las cosas no salieran de ahí. En el fondo, lo que había planteado Leonardo a Raúl. Pero estos le indicaron que todavía había otra persona más que debía saberlo: Salvador de Vicente, porque tenían la necesidad de que al menos hubiera dos personas de las dos familias que lo supieran.
- ¿Y qué le pareció eso al detective?
- Lo comprendió. Para él, los hermanos Jiménez pretendían reducir el impacto de los honorarios que sus trabajos iban a suponer. Fue el momento en que Raúl le preguntó por el importe que él calculaba de sus emolumentos.
- ¿Qué contestó?
- Que todavía no sabía nada. que tendría que poner a gente a hacer guardia frente a la casa, detectives con coches. Y lo que hiciera falta para saber qué pasaba por ahí.
- Y ahí acabó todo…
- Por el momento. Días después Raúl llamaría a su hermano Leonardo: Nogales, el detective, quería saber algo más. Según él su tío no salía nunca de casa. Estaba extrañado.
- ¿No salía nunca?
- Salía, pero por otra puerta. La casa estaba prácticamente construida sobre una ladera y Juan Carlos de Vicente usaba la salida que daba a la cumbre del montículo para ir a misa, en una iglesia muy cercana a su casa. Y le dijo más.
- ¿Qué cosa?
- Que su secretaria disponía de un coche de gran cilindrada, un coche que para él no se acomodaba a sus ingresos.
- ¡Vaya!
- Así que te puedes imaginar que los hermanos Jiménez se alegraron mucho, en medio de todo. Parece que había un hilo del que tirar y que de ese hilo se podía sacar un ovillo.

martes, 6 de septiembre de 2011

Intercambio de solsticios (231)

Bilbao, 17 de octubre de 2003.

Querida Lorsen:

Como ya te he contado estoy terminando una de esas semanas malas. La decisión de asistir al concierto de Pablo Milanés me ha dejado curiosamente para el arrastre. Es verdad que, en ciertas ocasiones, la música opera unos efectos dramáticos sobre mí. Te lo dije, con ocasión de mi último viaje a Arrechea, con una canción de Neil Diamond. Y es verdad que ahora no pongo nunca música para leer o escribir. Pero no me imaginaba que todavía hoy las canciones que nos gustaban pudieran actuar como cuchillos.
Vuelvo entonces a André Gide, en la espera de que el próximo viaje a Florencia me permita recuperar el ánimo -¿será al contrario?, espero que no.

Ella creía en la inmortalidad, desde que ella me abandonó me gustaría creer también...

Ni que decir tiene la conformidad que siento con esas palabras. La eternidad es algo que no me ha importado nunca en relación con mi persona. Quizás he sido siempre algo resignado. Creo que mi balance vital ha resultado bastante pobre. Quizás salvo aquellos fantásticos años en que nos conocimos y empezamos a vivir juntos. Hasta que nació Pilar y te pudo la melancolía por la mala suerte, por esa niña encamada o ensillada. Más tarde vinieron los escoltas. Después la amenaza se cernía sobre ti. Tus depresiones duraban tanto que se anudaban unas con otras.
Pero te insisto: No estoy demasiado de acuerdo con lo que ha hecho de mí la vida. Especialmente ahora, cuando no puedo compartir mis cosas con nadie. Siempre habrá historias que no sé a quién contarlas. En ese sentido vuelvo a la situación más infeliz de mi niñez, de mi adolescencia o de mi juventud. Porque lo único cierto es que contigo he perdido la sonrisa, cualquier sombra de felicidad que me quedara. Y eso que tú ya no estabas para nada, pobre. Pero, despierta o dormida, dominada o no por esa horrible compañía en forma de botella, ahí te encontrabas tú, ahí estaba la única persona que me ha querido en el mundo con tanta generosidad que estaba dispuesta a irse definitivamente y así no molestarme.
La eternidad, la Virgen de Roncesvalles, es solamente la oportunidad de volver a verte. Por eso no creo que me importaría demasiado si hubiera sido el primero en decir adiós. Pero ahora, lo mismo que Gide, “me gustaría creer”, aunque no creo realmente.
Y la eternidad –siquiera algún fragmento de ella- son los sueños en los que tú apareces, esos tablones de luz que iluminan mi vida y me reconcilian con el asqueroso presente, siquiera sean unos instantes.

Un beso.

viernes, 2 de septiembre de 2011

Intercambio de solsticios (230)

Se trataba de una trampa. Y Cristino Romerales la percibió desde el primer momento: ellos, Cardidal y compañía, sabían perfectamente que tenían retenido a Bachat. ¿Dos horas? ¡Un siglo para decir lo que podían haberle contado desde el primer momento!
En rigor debería activar la segunda fase del plan de acción. Pero Romerales era muy consciente de la importancia que su presidente otorgaba a las formas. “Eso es lo que verdaderamente nos distingue de los demás, Cristino”, le decía Sánchez. Ese respeto que le impedía ahora poner alguna de sus tanquetas en los límites de Chamartín, con la orden conminatoria a sus autoridades de que liberaran con carácter inmediato a su jefe de policía.
Las formas… tan importantes en la política, siempre que fueran cumplidas por todos. De lo contrario, eso se parecería bastante a luchar contra una banda terrorista: ellos se aprovechan del Estado de Derecho, que también a ellos protege; en tanto que lo destruyen con sus atentados, secuestros y chantajes varios.
En eso consistía la grandeza de la democracia, paradójicamente, en sus propias debilidades; en su amparo por igual a todos los ciudadanos, incluso a quienes no creen en ella.
Romerales activó el “walkie-talkie” que había entregado a Vic Suarez:
- ¿Hola?
- ¿Qué tal Vic?
- Bueno… Jorge está tranquilo, ya sabes, relativamente. Pero yo estoy muy preocupada.
- Sí. Estamos en ello. Esta misma madrugada saldremos de dudas.
- Ya. Supongo que no me puedes decir nada más.
- No por este medio. ¿Está Jorge?
- Sí, dormitando, el pobre. Aún se resiente de la paliza que le han dado. Pero te lo paso.
Jorge Brassens cogió el “talkie” muy rápidamente.
- ¿Qué tal Cristino?
- Bueno. Veremos cómo transcurre la noche.
- ¿Necesitas ayuda?
- De momento no. ¿Cómo te encuentras?
- Dolorido, pero pasará. Los que no se irán tan fácilmente serán nuestros amigos…
- Estamos en ello.
- De acuerdo.
- Hay una cosa que me preocupa, Jorge.
- ¿Algo más?
- Sí, tu seguridad. Esta gente, me lo has dicho muchas veces, es implacable.
- Bueno. Nosotros no estamos en condiciones de movernos. Ni siquiera tenemos coche…
- Bien. deja que vea ese asunto. ¿Notáis control policial?
- Eso es seguro.

jueves, 1 de septiembre de 2011

Intercambio de solsticios (229)

- De modo que no pasaría mucho tiempo para que Raúl Jiménez, el hermano mayor –proseguía equis- llamara a su otro hermano. La cita con el detective estaba lista. Se reunirían en su despacho tres días más tarde. No te vayas a pensar que el sabueso –dijo equis introduciendo una especial parsimonia a su siguiente reflexión- era uno de esos que salen en las películas, los españoles son eso, españoles…
- Ya supongo –dijo Brassens esbozando una sonrisa. Seguramente que equis era bastante más peliculero que él en lo que tocaba a esa profesión.
- Bueno, pues Jaime Nogales era un sujeto valenciano, que tenía el acento profundo que tienen las gentes de esas tierras. Un tipo enjuto, más bien larguirucho que meditaba cada una de sus palabras. Yo creo… que más que valenciano podría ser catalán, porque parecía que todo lo que hacía costaba dinero.
- Pero supongo que un buen detective –inquirió Brassens.
- ¿Nogales? –preguntó equis como si no supiera que estaban hablando de él-. Bueno, yo no lo conozco, pero estoy convencido de que sí. Un buen profesional. Venía de la policía, de la que se había retirado a tiempo para no malvivir o corromperse, que son las dos únicas opciones que tienen los policías, especialmente la segunda, si son tipos listos. Se retiraba –repitió equis observando ahora significativamente a su interlocutor-, pero manteniendo todos sus buenos contactos con sus antiguos compañeros.
- Eso también sale en algunas películas… -objetaría Brassens irónico.
- Hay películas que están bien documentadas –concedió equis sin darse cuenta, al menos en apariencia, de la doble intención que había en las palabras de su amigo.
- Vale. Sigue –le animaba Jorge.
- El caso es que sentaban en la sala de reuniones principal de Raúl Jiménez, abarrotado de papeles, porque el socio de este acostumbraba salir de su despacho, contiguo a la sala, porque los documentos atiborraban ya el suyo. Es seguro que si tuvieran una segunda sala de reuniones, el socio de Raúl la ocuparía también.
El silencio de Brassens era más que expresivo: los prolegómenos de la escena se estaban dilatando en exceso.
- Después de las presentaciones, fue Leonardo quien, animado por su hermano mayor, daría comienzo a la narración. Volvería a la primera conversación: la habida con el primo de los Jiménez, Salvador de Vicente, su comentario con el otro primo “de Vicente”, Pablo, que le había puesto los pelos de punta…
- “¿Desconfiaba?”, le preguntó el detective.
- Más que eso. Yo creo que ocultaba algo, aseguraría Leonardo Jiménez.
- Supongo que es eso lo que queréis investigar, avanzó el detective.
- No. Queremos saber otra cosa, de momento, negaría Leonardo.