miércoles, 30 de junio de 2010

Y Durán y Lleida torció la cabeza

Carlos Martínez Gorriarán me ponía un correo en la tarde del viernes: “¿Puedes asistir a un acto en el Palacio del Congreso el lunes por la mañana? Rosa está en Melilla. Se trata de una Proposición de Ley en apoyo a las víctimas del terrorismo acordada por todos los grupos. Como no eres diputado no tienes que intervenir”.
Comprendo que en la vida me ha tocado muchas veces eso de ser “convidado de piedra”, por lo mismo ya sé que en determinadas circunstancias los silentes pasan a ser parlantes, así que pensé en que a lo mejor convenía tener algo preparado.
Fran Jerez me acompañaba ese lunes al Congreso. Fran es persona bien conocida allí, de modo que una vez que proporcionaba las correspondientes instrucciones me entregaban una pegatina que yo me ponía sobre la chaqueta.
No fueron puntuales los diputados, pero fueron apareciendo. Pude ver cómo Alfonso Alonso, viejo conocido en los avatares vascos desde su alcaldía vitoriana, pasaba a mi lado sin dedicarme comentario alguno: la invisibilidad es una característica de los marginales, pensaba yo. Pero, una vez concluido un intercambio de pareceres con Fran Jerez me dirigía yo al encuentro del diputado alavés, que ya pudo reconocerme.
Muy poco después se formaba el grupo. Presidía José Antonio Alonso. A su derecha –como mandan los cánones- Soraya Sáenz de Santamaría; Josu Erkoreka y Gaspar Llamazares. A la izquierda del portavoz socialista, Josep Antoni Durán i Lleida, yo mismo y el diputado de UPN, Salvador.
Hablaron los primeros, hasta el diputado de Izquierda Unida. Una vez hecho lo cual, oigo que el catalán dice: “Bueno” y la reunión empieza a disgregarse.
Pero el diputado navarro afirma: “Nosotros también queremos decir algo”. Y los que ya habían hecho uso de la palabra me franquean el paso.
Empiezo por presentarme. Está claro que nadie me conoce allí. Digo que me felicito y felicito a los demás grupos por la iniciativa adoptada. Digo que la palabra que hoy estamos pronunciando es la de “unidad”. E insisto en que esa misma unidad la debemos mantener en todo momento, especialmente ahora que se está rumoreando la existencia de contactos con la banda terrorista. Y pido que esta unidad la mantengamos también en contra de los causantes de las víctimas. “Ningún contacto con ellos, nosotros estaremos vigilantes”, aseguro para terminar.
El diputado de UPN termina el turno de intervenciones.
Saludo de nuevo a Alfonso Alonso y le entrego una tarjeta, por si quiere que nos veamos en algún momento. Salgo del Congreso y sigo con mis cosas. Fran Jerez me envía un par de correos con las repercusiones que ha tenido mi intervención. El diario ABC, en su edición digital, asegura que en el momento en que pronunciaba mis palabras, el diputado catalán cabeceaba negativamente.
Hemos construido un sistema de lo políticamente correcto que, si se piensa con algún detenimiento, es lo más incorrecto que pueda existir. En este parlamento español es muy frecuente que cuando toca escuchar se abuchea, cuando toca hablar se insulta o se pronuncian las más variadas majaderías… pero cuando toca la unidad nadie puede salirse del guión.
Bien. Es muy posible que yo haya sido políticamente incorrecto al hacer un aviso para navegantes. Pero esa es la realidad: Eguiguren no para de referirse a las soluciones políticas y la respuesta del PP y del conjunto de la oposición –salvo UPyD, claro- de tan moderada que está siendo parece coincidir con el socialista guipuzcoano.
Y esa mañana –permítanme la licencia y reconociendo la distancia- me sentía un poco como debiera sentirse don Antonio Maura a escasos pasos de donde yo hablaba, cuando decía que al gobierno sólo le hacen falta “luz y taquígrafos”.
Y es que hay muchas verdades calladas, demasiadas; muchos silencios ensordecedores, excesivos en esta política española de lo simplemente conveniente.

lunes, 28 de junio de 2010

El último Consejo Europeo de la presidencia de Zapatero

La semana pasada se celebraba en Bruselas el último Consejo de la UE del semestre en que el Gobierno de España desempeñaba la presidencia semestral rotatoria de la Unión. Seguramente ha sido la peor presidencia española en la historia de las Comunidades Europeas y también es muy probable que este haya sido el peor de los semestres que recuerda nuestra historia reciente.

España empezó su presidencia alegando que su objetivo era reactivar la economía en los países de la Unión, pero le correspondió muy pronto dedicarse a la gestión de su propia crisis y ha concluido recibiendo instrucciones de cómo realizar sus tareas. Y todos los datos indican que lo peor está todavía por llegar.

España empezaba la presidencia asegurando que su tarea consistía en liderar la recuperación económica europea.

Si se observa el vídeo colgado al inicio de la presidencia española en la página web del PSOE, Zapatero aseguraba que el reto de la misma consistía en liderar la recuperación económica europea. Algunos dijeron entonces que mal podía gestionar el desarrollo económico de Europa un dirigente político que era incapaz de superar la crisis económica española, medida en un desenfrenado crecimiento del paro y en un drástico cierre de empresas.

Muy pronto, sin embargo, se vio que la principal tarea del Gobierno español consistiría en gestionar su propia crisis.

En el momento en que estallaba la crisis griega, el Gobierno español se empeñaba en realizar propuestas relativas a la mejora de la “gobernanza económica” a escala europea, intentando convencer a propios y a exraños de que nuestro caso nada tenía que ver con el de Grecia. Pero los diferentes líderes europeos le venían a responder –si lo conocieran- con el viejo refrán castellano que decía: “consejos vendo, para mí no tengo” y le conminaron a dedicarse a la necesaria gestión de su propia crisis.

Finalmente, el Gobierno presidido por Zapatero ha acabado recibiendo instrucciones concretas para reconducir la situación española por parte de sus pretendidamente homólogos europeos.

Incapaz, por falta de convicción, competencia y voluntad política de combatir la crisis, el Gobierno español ha terminado por recibir de Bruselas y de Berlín –principalmente- instrucciones concretas para reducir el déficit público, elevar los ingresos y reconducir la criss.
Nada de lo que se había planteado por parte de España en el inicio de su presidencia se ha cumplido:

- - La “gobernanza económica de la Unión ha sido sustituida por el Gobierno de Alemania, soportado en ocasiones por Francia. Las políticas nacionalistas vuelven a poder sobre la idea de Europa.
- - La regulación de los “hedge founds –a los que se atribuye una buena parte de la responsabilidad de la burbuja económica, fue pospuesta a propuesta de Gordon Brown, basada en intereses electorales de los laboristas británicos, y ahoar se está discutiendo por Cameron y Merkel: España está definitivamente ausente en ese “dossier”.
- - La “Cumbre Mediterránea”, en la que el Ministro Moratinos se había implicado personalmente- fue suspendida.
- - La “Cumbre Atlántica” –en la que se iba a producir el “encuentro planetario” que predijo Leire Pajín- no consiguió el apoyo de Obama, a quien no se le convenció de la utilidad de su presencia en la misma.
- - España –por fortuna, en este caso- no ha conseguido modificar la “posición común” estratégica de la UE sobre Cuba, obteniendo un irrisorio plazo de 3 meses –y dos de ellos de verano- para acreditar el supuesto proceso de democratización del régimen de los Castro.
- - La “presidencia tripartita” –gobierno saliente, en función y entrante – con una duración de 18 meses para lograr la continuidad de las políticas ha sido un nuevo fracaso español. Propuesta por España, el triple concurso de países en crisis –por diferentes motivos-: Hungría, Bélgica y España le ha dado muy poco relieve.
- - La cumbre “UE-Rusia” se ha celebrado, pero la ha presidido el Presidente Van Rumpuy y España, como estaba previsto, ha estado ausente.

Pero lo peor aún está por llegar.

- Este mismo otoño comienza la discusión de las “Perspectivas financieras”, verdadero Presupuesto de la UE- entre 2.014 y 2.021, en que España pasará a ser contribuyente neto en la Unión. No se olvide que la situación de perceptor de recursos comunitarios le ha supuesto a España una buena parte de su crecimiento.
- El próximo presidente del BCE –un alemán- ya ha mostrado su discrepancia con el “plan de rescate” de los 750.000 milllones de euros. Un plsn que, por cierto, no ha explicado de dónde saldrán 400.000 millones del total de recuros que constituyen el rescate.
- Ya se está discutiendo de la posibilidad de que los países miembros que cuenten con un déficit elevado o una importante deuda pública puedan verse privados del derecho de voto en las reuniones de los Consejos de la Unión y/o condenados a no recibir “fondos estructurales”.
- En el nuevo presupuesto de la Unión está prevista la reducción drástica de recursos en la PAC –que hoy absorbe más del 40% del presupuesto comunitario-. Y no hay que olvidar que España es también perceptor de cuantiosas ayudas en este terreno.

En resumen, una presidencia que se puede definir como la de las tres “d”: débil, desfalleciente y desvanecida.

martes, 22 de junio de 2010

Intercambio de solsticios (64)

ACERCA DE LOS BRUJOS DEL POBLADO

Esta es una historia que quizás conozcan ustedes/sobradamente
En un principio estaban los brujos del poblado,
Pero se componían de dos clases diferenciadas.
Los había brujos de almas y brujos de cuerpos.
Mandaban aquellos, tenían tanto poder,
Que hasta los jefes de la tribu se rendían a sus exigencias,
Y, si algún miembro del poblado osaba enfrentárseles,
Ellos convencían al jefe para que montara/
En el centro del pueblo/una gran hoguera/
De forma que con la quema de sus cuerpos,
Se volatilizaran sus inmundos pecados de desobediencia/
Religiosa/Pero claro: Es que aún entonces existían las almas,
Y los brujos que se encargaban de ese departamento,
Te prometían la salvación (o la condena) eternas,
En tanto que los brujos de cuerpos sólo te proporcionaban/
Alguna que otra hierba y una vida que no pasaba/
Con suerte/de los cuarenta años.
Pero hoy ya no existe el alma,
Los sabios han decretado que procedemos de los monos,
Y que la vida se termina con la vida.
Mientras tanto, los brujos de los cuerpos,
Nos prometen ciento veinticinco años de existencia,
Con tal de que mantengamos una vida ordenada.
¡Cuidado!, que ciento veinticinco años/
Constituyen toda una eternidad,
Mientras que la eternidad de los antiguos brujos de almas,
Nadie la ha podido determinar.
Así que esos pobres brujos etéreos huyen en desbandada,
Y los únicos mandones son los brujos de los cuerpos,
Dictan órdenes, prescriben fármacos, no dan explicaciones,
Somos todos números de un listón inacabable/
Como el de los teléfonos/
Y cuando te niegas a pasar por el aro/
Te observan, displicentes, como si pensaran,
Algún día vendrás a verme, y entonces serás uno más/
De mis fieles devotos. Ya lo verás.
Lo que pasa es que estos brujos también se equivocan,
Y su material no es divino/ como no lo era el de los otros
Brujos/Les explicaré una historia,
Como esa seguramente existen tantas otras:
Un día mi ojo empezó a proyectar extrañas figuras:
Yo veía alas de cuervos instaladas en mi campo visual,
Así que llamé a un brujo de los que se ocupan de la vista,
Me atendió amablemente y me recomendó un análisis.
Eso hice. El análisis demostró que tenía alto el azúcar.
¡Ahí está!, exclamó el brujo. Pero no importa, añadió:
tú controla tu glucosa que yo te trataré.
De esa forma empezaron mis penalidades:
Me lanzaban “flashes” desde una maquinita infernal,
Que me causaban daño y no paraban la extensión/
De las alas del cuervo que cada vez cubrían más
La superficie de mi ojo/Luego me fui a otro brujo,
De esos que tratan del exceso de azúcar,
Este me recetó unas pastillas,
Y que volviera en tres meses,
Dejé de ir al brujo de los ojos,
Pero el brujo del azúcar no le daba importancia.
Hasta que este último me dijo:
¡Por fin! ¡Tienes el az�car controlado!
¡Ahora es el momento de la operación!
Y me envió a otra bruja, cirujana de los ojos,
Que me dijo: “Lo tuyo es pan comido.
En tres meses estarás recuperando la vista”.
El 17 de septiembre de 2002/
Creo que la fecha no la olvidaré en mi vida,
Me presenté todo ufano a la antesala/
De la recuperación visual/Vestía de chaqueta
Y estrenaba la corbata de Tintin que había comprado,
Por Internet/Pero me hicieron desnudarme/
Ponerme la bata verde que ponen a los operables,
Me inyectaron insulina y me pusieron gota a gota.
Así bajé al quirófano/El brujo que se ocupa de dormirte,
Me dijo: “Tranquilo, que esto va a durar poco,
Así que basta con una anestesia local”.
A mi vera aparece la operadora de los ojos.
Me saluda simpática y le dice al brujo dormidor,
Que con lo que me ha puesto basta y sobra.
Me depositan en la cama de operaciones,
Y mientras ellos hablan de sus conocidos,
Van hurgando en mi ojo, sin explicarme nada.
Yo no tengo reloj/el ojo bueno lo tengo tapado/
Pero empiezo a ser consciente que pasa mucho tiempo/
Y que el paseo triunfal se aleja un tanto de mi vista.
Y, para colmo, mi ojo se despierta dos horas y media después
-la operación duraba cinco-/Pasaron los efectos/
De la anestesia/Y aunque me quejaba
Reprimían mis lamentos con indiferencia o con admoniciones.
Al final terminó todo/Me encontraba dolorido/
Tenía unas ganas locas de hacer pis,
-Era la una y media y mi última micción a las seis y media,
De la madrugada-. Pero lo peor de todo es que estaba tuerto,
Y que en el ojo bueno me quedaba un treinta por ciento/
De visión/Hoy escribo estas palabras sobre los brujos/
Que nos mandan/cercano a la ceguera/
Lejos de la esperanza/Sin saber si podré soportar/
Muy bien lo que venga detrás.
Y es que los brujos también se equivocan,
Te prometen un paseo en un bosque de hayas,
Una mañana tibia de primavera,
Pero luego te envían al infierno,
A las tinieblas cada vez más profundas.
Pero ¡dígame usted!
¿Qué otra cosa puedo hacer,
Sino seguir sus instrucciones,
Y visitar a otros brujos,
Antes de perder ese treinta por ciento,
Y no poder siquiera aburrirle,
Con estos torpes versos?

Septiembre de 2002.

lunes, 21 de junio de 2010

Intercambio de solsticios (63)

Se abrió una puerta y por ella salió un extraño sujeto que parecía surgido de los remotos tiempos que habían muerto en el mes de noviembre de 2.012, cuando todo aquello empezaba a cambiar. Vestía aquel tipo de un traje azul marino que no había notado el calor de una plancha semanas antes, una también arrugada camisa blanca y se anudaba el cuello con una corbata azul lisa. Sus mocasines “Sebago” negros ya mate por la ausencia de limpieza y su forma de andar resultaba característica, como la de los patos que se bambolean a la vez que arrastran los pies sobre el suelo. Una nariz de porra justo sobre las blancas y pobladas barbas de un patriarca, los ojos negros, un pelo aún moreno, una estatura cercana al los ciento setenta y cinco centímetros y una complexión aún fuerte: esa era la figura del presidente de la ciudad-estado de Chamartín.
- ¡Hola, Jorge! –le saludó con afabilidad tendiéndole una desvaída mano.
- Bien, bien… por decir algo, claro –contestaba Brassens.
- ¿Hay alguna novedad?
- No, nada de particular. Sólo que la calle es deprimente –dijo Brassens con gravedad.
- Todo es deprimente: la calle es sólo el reflejo de un mundo que ha perdido los pocos valores que le quedaban… sobre nuestro mundo se ciernen todos los jinetes del Apocalipsis. Sólo existe una solución, Jorge, sólo una: la familia.
Tenía una voz bien timbrada y grave que le proporcionaba una curiosa credibilidad, aunque el contenido de sus palabras en muchas de las ocasiones derivara hacia una especie de homilía de iglesia, de una misa oficiada por un cura que ya no sabía si formaba parte de los clérigos posconciliares o se adentraba en los más clásicos vericuetos tridentinos, más en boga en el Vaticano de los últimos tiempos.

viernes, 18 de junio de 2010

Intercambio de solsticios (62)

Total, que estaba comentándolo a mi madre. Las dos veníamos del río andando. Cuando llegamos a casa, voy a cambiarme a la habitación (…) a la cocina. Los dormitorios son dos casas distintas. La cocina es aparte, los dormitorios y el comedor son pieza aparte. Pero, lo que es la cárcel (?) de Palaba (?) que es donde se reúnen los hombres para tratar sus temas, pues también es otra cosa. Bueno, total, entro en la habitación, o sea, abro la puerta de la habitación, y lo que yo vi, al querer entrar en la habitación, pues no puedo describirlo con palabras. Simplemente puedo dibujar los colores. Coger un poquito lo que yo había visto, porque tampoco, es que como era un poco oscuro, porque las seis ahí son un poco oscuras, o sea, las seis es ya hora un poquito oscura, ya no se ve tan bien, tan bien. Pues pasó eso, que, lo que yo vi ahí, solamente puedo explicarlo a alguien que sabe dibujar, o alguien que me haga dibujarlo, con palabras, desde luego, no puedo explicarlo.
Grito: “¡Mamá, mamá! ¿Qué es esto, mamá, qué es esto?” Preguntándole yo a mi madre. Y luego, a querer salir corriendo para la cocina. Y mi madre, que quería venir a ver lo que yo tenía, al querer salir corriendo se tropezó con la puerta y cayó, y yo, al querer salir, se me inmovilizó toda la parte de abajo, y una de las piernas se me arrodilló, y esa rodilla se hinchó hasta cinco quilos.
Me dolió muchísimo. Mi madre me dice: “Levántate y ven, deprisa”. Y digo: “Pero mamá, no puedo. Bueno, ahora voy”. Cuando llegó y vio que estaba hinchadísima, en segundos, estaba tan hinchada la rodilla, se rompió a llorar. Y gritando: “¡Que alguien nos ayude, que alguien nos ayude!” Y mi padre que bien, que es el único que estaba: “¿Qué pasa ahí, qué pasa?” Dice mi madre: “¡Que alguien nos ayude!” Dice: “¿Qué pasa?” “¿No ves a la niña? Mírala, mírala”. Y miró así, y él, en vez de lamentarlo, dijo a mi madre: “Llévala a la curandera Pilar que está aquí muy cerca”. Y, claro, qué pasa, que esa curandera era de la familia de la mujer que mi padre acababa de casarse con ella (?) Y le había dicho a esa curandera: “Si viene mi mujer aquí con mi hija, pues no le curas. Y si le curas ya verás que te meteré en la cárcel”. Y dice: “Pues si puedes matarla, mejor que mejor, y si no no la cures”. Fui ahí, y cuando mi hermana, la que estaba ahí curándose, me vio entrar, dijo: “(…) acabo de dejarte ahora mismo buena, y ¿qué te pasa, qué te pasa?” Y, llorando, todo el mundo, llorando.

miércoles, 16 de junio de 2010

Intercambio de solsticios (61)

OU ILS SONT LES NEIGES D'ANTAN?

Lo preguntaba, creo, François Villon,
Pero confieso más bien que conocí/
Ese bello poema/ En la voz monótona,
Inmisericorde, iconoclasta, de Georges,
De Georges Brassens, por supuesto.
Las nieves de antaño evocan los paisajes
De la Arcadia feliz, en la que sin embargo,
Nunca fuimos felices/ ¡ni falta que hacía!
Éramos jóvenes, simplemente,
No “críos”, perdona, como dijiste,
Quizás empeñada en ocultar esos años,
En que algunos de mis amigos
Y algunas de tus amigas,
Ensayaban los picos en los labios,
Y los chicos- se permitían apoyar sus brazos,
“Sobre los hombros de sus chicas;
¡Estaban ligados!
Y hoy evoco, en tu entrada en este bar,
Tu misma cara, tu mismo pelo rubio,
Nieves de finales de agosto,
Pero alguna arruga mía, ¡ay!
Lo mismo que yo tengo bastantes pelos menos.
Pero recuerdo, especialmente, aquel antro
-Entonces se les llamaba “pubs”
Que tenía un reservado, escaleras arriba,
Y que, con un modesto “destornillador”
O un -aún más modesto- Kas de naranja,
Nos permitían pasar toda la tarde,
Fumando, haciendo que nos besábamos,
O simplemente languideciendo -como era mi caso.
Yo había escrito unos poemas “Para Nieves”,
Y me los habían pedido todas tus amigas,
Todas, excepto tú/ Así que borré cuidadosamente tu nombre,
Y lo entregué al benévolo veredicto de ese grupo,
Y todas se lo leían en una semana,
Hasta que llegú el turno de la última,
Que tardó al menos tres semanas en entregarme las cuartillas,
Escritas con mi desigual letra de adolescente.

Estoy convencido de que esas tres semanas,
Fuiste tú, la que leías y releías mis torpes poemas,
Porque luego te sentabas a mi lado,
En esas interminables tardes de los sábados
O de los domingos/Pero yo fui siempre un tanto tímido,
¡Vamos! Exageradamente vergonzoso.
Y tú te levantabas del asiento,
Una gomaespuma forrada de “skay”,
Y decías en voz lo suficiente”emente audible:
“Ni siquiera me ha hablado”.
Pero quiero pensar, hoy/Después de tanto tiempo,
Que yo Nieves te hablaba con mis desmañados versos,
Y ya no era capaz de articular palabra alguna más.
Hoy que surges, a la manera de Villon-Brassens,
Nieve de antaño, brisa fresca.
Me dices que me sigues en el Parlamento,
Y no rehuyes el contacto
De mi pierna en tu pierna,
De tu brazo en mi brazo.
Y mientras que Juan lanza su interminable perorata,
Tú me dedicas el eterno instante de esa copa de vino,
Y te muestras encantadora,
Como reviviendo aquellos tiempos,
Que, ¡ay!, por no ser, fueron,
Por no ocurrir, ocurrieron,
Por no besar, besaron,
Por no amar, dejaron indemne el secreto del amor:
Las nieves como tú, Nieves,
Como ese amor que apenas imaginaba,
Viven mejor en el bello recuerdo de la conjetura
Que en la sórdida memoria , tantas veces concupiscente.
Y la nieve de antaño vuelve a mí,
Tan blanca, tan pura, tan virgen,
Que tu brazo y mi brazo,
Y mi pierna y tu pierna
Y tu suave caricia en mi espalda,
Me dicen que esos versos sirvieron de algo,
Y que tú y yo seguimos ligados a esos días,
Y que el olvido nunca existirá entre nosotros.

Bilbao, 3 de septiembre de 2002.

martes, 15 de junio de 2010

Intercambio de solsticios (60)

Y en el interior de aquella estación, justo en su centro geográico, apuntalado por una gran cantidad de sacos terreros, se elevaba una rudimentaria construcción de cemento prácticamente cerrada respecto del resto del edificio. Sólo unas pequeñas claraboyas en su situación más alta permitían el acceso de alguna luz. Se parecía más a una suerte de casamata del ejército en unas maniobras que de un edificio gubernamental. Ninguna señal decorativa, ni siquiera una mano de pintura, se pretendía destacar en las oficinas centrales del “palacio”. Y si era cierto que todo lo que estaban construyendo tenía un carácter instrumental, esa circunstancia se veía ayudado por aquella informe casucha de ladrillo visto que se unía entre sí por unas groseras proporciones de cemento. Porque la noción del trabajo en equipo, de la dirección por un arquitecto o un perito, la mera existencia de los gremios organizados… parecía cosa de otro tiempo.
Jorge Brassens se dirigió hacia allí.
El miembro del servicio de orden que custodiaba el acceso vestía una camiseta sin mangas que dejaba al descubierto sus musculosos bíceps y que representaba los negros colores de una banda de rock que atendía al nombre de los “Satan lovers”, unos pantalones caquis de “Coronel Tapiocca” con cremallera en la antepierna y unas zapatillas deportivas. Estaba armado con un sub-fusil regular del ejército español que se compraba en el mercado negro, normalmente a cambio de gasolina.
Sonrió y le franqueó la entrada.
La mortecina luz de un farol de jardín, empalmada de cualquier manera a un enchue le hizo detenerse. Sus ojos debían acostumbrarse a una reducción tan drástica en la intensidad lumínica.

lunes, 14 de junio de 2010

La casa cerrada

A sus casi noventa años, Dolores ha visto desaparecer a mucha gente que formaba parte de su vida de relación personal: parientes, amigos… y ha visto por lo tanto cómo se cerraban esas casas a las que quedaban prendidos e inseparables los recuerdos de esas personas- Cuartos, muebles, portales y escaleras, alfombras, cuadros, muebles… que se incorporaban a esos lugares de forma a veces más permanente que sus usuarios. ¿Qué sería de su casa sin los sofás “Chester” de cuero una y otra vez renovado o sin que sus paredes se vieran vestidas de las acuarelas de un abuelo de su marido o sin los libros que tapizan las librerías de los pasillos o del despacho con su globo terráqueo y sus sofás de terciopelo azul?
Pero hay un día en que los últimos habitantes de esas casas se van y poco tiempo después el escenario donde se vivieron las historias de sus vidas se cierran. No importa que tengan como destino la piqueta o que el afán modernizador del nuevo propietario construya un ascensor donde un clásico recibidor empanelado en maderas nobles era todo un canto al buen gusto en un recinto acogedor. Una y otros destruyen el espacio del recuerdo más importante, aunque siempre permanezcan los pequeños y diminutos que mantienen por lo tanto su viejo poder evocador de los tiempos que se fueron: esos libros o esos muebles que viajan de casa en casa hasta que algún día, desvencijados, sirven para alimentar las hogueras de San Juan o los vertederos de las grandes ciudades.
El levantamiento de una de esas casas antiguas constituye un espectáculo triste, pero no para todo el mundo. Los hay quienes, dotados de un espíritu práctico -que es el menos práctico de los espíritus- consideran invariablemente que esos muebles son demasiado grandes, que la vajilla esa se la llevarían por delante los lavavajillas o que esos libros son tan antiguos que nadie los volverá a leer… además que siempre hay quien pague por una buena cómoda, una porcelana de Limoges o una excelente encuadernación de las que ya no se hacen. Y entonces acuden a los chamarileros de turno para hacer líquido lo que para ellos ya no sirve para otra cosa. Sienten la unción del nuevo dios que hace de las piedras pan, o euros para las vacaciones soñadas o la entrada del nuevo coche –aunque el viejo daba para más años y kilómetros.
No son capaces de hacer otra cosa: repartir y vender. Al menos lo hacen con lo que ya tenían. Otros reparten y venden lo que no era sino una esperanza o –peor aún- una casa que debía durar y dar cobijo a muchos de sus habitantes, porque no es que la casa se cierre, es que acaban por desahuciar a sus moradores porque ya no hay dinero para mantenerla.
Algo así está ocurriendo en esa casa común de los que un día fuimos españoles y a la que algunos todavía llamamos España. Ocurrió que alguien pensó que nada de lo que teníamos era útil conservarlo, mantenerlo para las generaciones futuras. Y decidió entonces repartirlo entre todos. Fue entonces una lluvia inusitada de emolumentos para los contribuyentes, los padres, los pensionistas, los amigos de partido, claro... Todo el que se pusiera a la cola tenía algo que recibir. Pero muchos de los que vivieron esa munificencia no eran conscientes de que lo que les daban por un lado era la vieja biblioteca que se vendía o los platos orlados con filete de oro que se encontraban ahora en el anticuario de la esquina o los cuadros de su antepasado se vendían en pública subasta… todas esas cosas que se iban por el desagüe.
Era el tiempo de la abundancia basada en la imprevisión descapitalizadora, la época en que la austeridad debía presidir la escena pública y privada –como nos habían enseñado las generaciones anteriores- para crear desde ella las oportunidades del futuro, en lugar de la desaforada incitación al consumo y al desarrollo de los dos o tres o cuatro -multiplicados por el número que se desee- haciendo todos lo mismo, estorbándose en las diversas instituciones que crecían como un nuevo Estado Leviathan.
Y hoy, cuando la casa amenaza con cerrarse de verdad, cuando sus ocupantes no saben por cuánto tiempo más podrán ocuparla, unos y otros empiezan a despertarse del viejo sueño y descubrir la realidad de un futuro en que la contención económica no sea una elección sino un destino.
Y cuando Dolores recorre los pasillos de su casa, consumiendo en paz sus últimos años, hay quien juega con su pensión y su futuro, cualquiera que sean estos. Como si lo que este jugador hizo no fuera inevitable y lo que ahora hace no tuviera otra solución.