miércoles, 17 de diciembre de 2008

Intervención en el acto celebrado en Granada. Primer aniversario de la fundación de UPyD

UPyD cumple un año en Granada, la misma edad que cumplía a nivel nacional el pasado mes de septiembre. Y lo quiere celebrar. Está bien esto de celebrar las efemérides, sobre todo esta primera, porque hubo quien nos pronosticó que no llegaríamos siquiera a cumplirla.
Vivimos una situación política tan cerrada en España que se parece a una de esas latas de conservas de otros tiempos en que, a poco que uno fuera un tanto torpe, corría el riesgo de hacerse incluso sangre con unos bordes que se convertían en verdaderos cuchillos.

Hemos cumplido un año y tenemos todo por delante, como decía el lema que nos acompañaba hace apenas 3 meses en el circo Price de Madrid.
Y quizás sea también el momento de hacer balance, de contar nuestra historia.
Cuando pusimos en marcha este partido pensábamos que el nuestro era un proyecto de crecimiento lento, con el destino de convertirnos en la tercera fuerza política de España en el medio plazo. Y lo pensábamos no sin fundamento, dadas las enormes dificultades con las que tropezábamos.
Primero eran las financieras: los bancos no nos daban un euro. Hicimos de la necesidad virtud, lanzamos una emisión de bonos y dijimos que nos presentaríamos en toda España. Y así fue.
Después vinieron las dificultades mediáticas. Y si el mundo de la banca se nos cerraba luego lo harían los medios de comunicación. Pero nuestro partido se había testado previamente a través de Internet y ese fue el canal de comunicación principal para nosotros.
Ahora estamos en el Congreso de los Diputados. Y sorprende a muchos que esa lata de conservas que sirve de contenedor a la vieja y rancia política española, parece que se abre a la calle cuando interviene Rosa Díez.
Porque los partidos españoles hace tiempo que renunciaron a sus funciones básicas. Hace mucho que dejaron de hacer pedagogía política; de liderar, de sugerir la dirección de los cambios y las reformas de las situaciones que están mal resueltas. Ahora sólo se preocupan de la demoscopia. José Luis Rodríguez Zapatero le dijo a uno de nuestros más caracterizados simpatizantes: "No te creas que lo que digo lo digo a humo de pajas. Yo siempre tengo argumentos, porque siempre manejo encuestas que los prueban".
De manera que no hay interés en trabajar tampoco. Esa es una de las características más poderosas -y penosas- de otro de los abandonos de los partidos políticos de hoy: el cambio de la alternativa por la alternancia. Porque para alternarse en el gobierno ya no es necesario elaborar un programa sugestivo que convenza al electorado, basta con esperar a que los votantes castiguen al partido gobernante para que el gobierno cambie de manos. Si habéis seguido el debate sobre las "peonadas" de Zapatero -según la feliz expresión de Mikel Buesa- sorprende que el líder de la oposición no haya ofrecido ninguna alternativa al plan económico del gobierno.
¿Y qué es lo que queda entonces?
Pues un país debilitado -la capacidad de gasto de la Administración General del Estado, exceptuado el sistema de la Seguridad Social, no llega a una quinta parte del gasto público,
Un país desigual -cada vez más troceado en 17 CCAA Y un país perplejo, ante una crisis cada vez más profunda y que evidencia cada vez más las insuficiencias del sistema, reclama un cambio de políticas, de manera de hacer política y de políticos.
De manera que la otra manera de entender y hacer política en España, que cada vez está más representada por UPyD, se va abriendo paso con mayor claridad. - un estudio de la Fundación Sistemas -vinculada al PSOE- pone en evidencia el desplome histórico de la fidelidad del voto en los partidos tradicionales.
- en Madrid nos encontramos en un 7% de intención de voto.
- en el resto de España triplicamos o cuadruplicamos nuestra intención de voto respecto de las generales.

Y cabe que dejemos volar aún más la imaginación. Los sondeos están yendo siempre por delante de nuestras previsiones.

Las 3 convocatorias electorales de la próxima primavera van a constituir una excelente oportunidad de demostrar nuestras posibilidades en el futuro.
Pero debemos estar preparados, prepararnos a nosotros mismos, haciendo trabajo en equipo, formándonos, identificando y debatiendo los problemas, gaciendo carpetas y "dossiers", abriéndonos a los ciudadanos, preparando las municipales.
Un año después UPyD va camino de pasar de un proyecto sugestivo de un gripo de iluminados a una realidad integradora y regeneradora de un amplio grupo de ciudadanos conscientes.
Lo podemos conseguir. Está en nuestras manos, en nuestra capacidad de construir un partido que esté a la altura de las circunstancias de un país que nos necesita cada vez más.
Hoy en Granada, ayer en Bilbao, mañana en Galicia, pasado mañana en el País Vasco y el otro en toda España y para toda Europa.
Vamos adelante.

miércoles, 10 de diciembre de 2008

30 años de Constitución. Mi presentación del acto en Bilbao

Apenas 72 horas antes de que los españoles celebremos los 30 años que hoy cumple nuestra Constitución, la banda terrorista asesinaba en Azcoitia a un ciudadano, en este caso un empresario, a Ignacio Uría. Yo os pido que guardemos un minuto de silencio, en su memoria y en la de todas las víctimas del terrorismo.

Muchas gracias. Y gracias también por vuestra asistencia a este acto en el que nos reclamamos "constitucionalistas aquí y ahora". Lo decimos porque nunca como aquí, en el País Vasco; nunca como ahora, 30 años después de aprobada, es preciso reivindicar la Constitución, reclamando su espíritu y su letra primera aunque no siempre el conjunto de su desarrollo. Y hacerlo precisamente aquí, en Bilbao, donde no se le ha dado ninguna oportunidad a la Constitución, como no se la dieron tampoco a Ignacio Uría. Nuestra palabra sólo puede ser una voz, un clamor de exigencia al conjunto de las fuerzas políticas democráticas o que se reclaman de la democracia, para acabar de una vez por todas con el terrorismo. Porque están las balas asesinas, están los que les proporcionan cobertura política, pero también están los que gobiernan con ellos y los que se aprovechan de sus votos y pretenden pescar en sus caladeros electorales. Y ESTAN LOS QUE MANDAN A LOS FISCALES QUE INTERVENGAN O MIREN PARA OTRO LADO -SEGUN LES CONVENGA-, PORQUE ESTAN NEGOCIANDO CON ELLOS.
De modo que hoy, aquí y ahora, cuando las preocupaciones de todos los días amenazan con reducir al olvido a las víctimas, es la hora de denunciar la hipocresía de tantos y de exigir a los que hoy quieren celebrar la Constitución, aunque lo hagan en el palacio del Congreso y no en la tierra donde precisamente la Constitución no ha tenido aún ninguna oportunidad, que estén a la altura de las circunstancias, que el cambio que nos propongan no sea más de lo mismo, que no hagan una mala copia de las políticas nacionalistas que nos han gobernado durante estas 3 largas décadas. Y se lo exigimos, aquí y ahora, en Bilbao, en este hotel; pero se lo reclamaremos a partir de la próxima primavera en Vitoria, en la sede del Parlamento Vasco, adonde nos llevarán los votos de los ciudadanos.
Hoy hablaremos de todo esto, de la Constitución, de sus luces y de sus sombras; de la libertad y de los liberticidas. Y hablaremos también de lo que representa ya UPyD y de lo que aspira a representar en Galicia, en Euskadi, en Europa..

Yo no voy a tener la osadía de presentar a Rosa Díez, pero sí quiero hacerlo respecto de los que me sucederán en el uso de la palabra. Por este orden: Maleni San Vicente, Lydia Brancas y Gorka Maneiro. Forman parte todos ellos de nuestro partido en el País Vasco. Pero tienen 3 cosas más en común:
- que nunca antes se habían asociado a ningún partido político.
- que no han venido a la político para resolver problemas personales o profesionales,
- y que quieren que en las instituciones democráticas se escuche, de verdad, la voz de la calle.
Tiene la palabra Maleni San Vicente.

viernes, 28 de noviembre de 2008

De manifestaciones y de causas perdidas

Y cuando en esa soleada mañana de sábado, en Madrid, repetíamos el viejo ritual de las manifestaciones, las pancartas y las personas que las portaban, había un cierto aire a "dejá vu", y la plaza de Atocha se transformaba, en el recuerdo, en la del Sagrado Corazón de Bilbao o los jardines de Alderdi Eder de San Sebastián -claro que con el mar y la playa de la Concha algo distantes-. Y es que, si Brassens había visto "nombrils de toutes les cathègories", yo he participado en muchas manifestaciones. Algunas de ellas han sido históricas. La mañana previa a la tarde en que culminaba el asesinato a cámara lenta de Miguel Angel Blanco, en expresión feliz -e infeliz- de Melchor Miralles, Bilbao era un clamor; lo fue tanto que hubo algún iluso que pensó que ETA le perdonaría la vida. Recuerdo también aquella otra tarde de sábado en San Sebastián, de un día lluvioso en que la noche se aliaba con el viento y el agua y que fuera la última vez que estuve con Fernando Buesa: era la primera de una serie de manifestaciones de la plataforma "¡Basta Ya!" O la de otro sábado, también en la capital guipuzcoana, donde el sol calentaba las banderas constitucionales que ondeaban por primera vez por aquellos pagos.
La vida política se anuda a las manifestaciones como las cuentas a las cuerdas que unen los collares. Y uno debe saber seleccionar a qué demostraciones de este tipo se suma y a cuáles no, siempre que se respete a sí mismo. El pepé inundaba las calles de Madrid con toda su militancia en la legislatura anterior como si la principal fuerza política de la oposición tuviera que llenar la vía pública antes de colmar las urnas de votos: gritaba en el Parlamento y en la calle y no llegaría a ganar en los colegios electorales, que es donde se pierde y se gana en democracia, o sea que se pasó, como en el juego de "la venganza de don Mendo": "El no llegar da dolor/Pues indica que mal tasas/Y eres del otro deudor/¡Mas ay de ti si te pasas!/Si te pasas es peor", hacía decir don Pedro Muñoz Seca a uno de los protagonistas. zdebo confesar que siempre alegaba razones personales para no tomar parte de aquella parafernalia.
Una digna manifestación recorría las calles de Madrid aquel 15 de noviembre. Queríamos solidarizarnos con la causa saharaui y lo hicimos desde la alefría de la convicción y la unidad pero desde la tristeza que constataba la deserción de nuestro país en su responsabilidad histórica. El viernes anterior el embajador de Marruecos en Madrid no nos quiso recibir y -según me contarían mis compañeros en el País Vasco- el cónsul honorario de ese mismo país en Bilbao les diría que el Polisario no tiene nada que hacer. Pero, parafraseando a Allais, los cubos de basura de la historia están repletos de ignominias conservadas para que en su lugar quedaran las ilusiones recuperadas. Y si lo piensas bien, los cantos de sirena más peligrosos nos los cantamos nosotros mismos. Y cuando son otros los que los cantan hay que hacer lo que hacían los marineros de antaño: oírlos al revés.

jueves, 20 de noviembre de 2008

El espejismo del cambio

Éramos los que pretendíamos el cambio los que nos sentábamos en un comedor del hotel Ercilla de Bilbao, y la reunión tenía ya un aire de "viejos rockeros" que se niegan a entregar la cuchara de la reivindicación de las libertades hasta tanto que estas no se conviertan en realidad en el País Vasco. Estábamos Agustín Ibarrola, Nicolás Redondo, Teo -no Teodoro sino Eduardo- Uriarte, Emilio Guevara, Fede Berástegui, Juan Infante, José Antonio Maturana -"Matu"-... Era el Patronato de la Fundación para la Libertad.
Demócratas todos, tengo para mí que se está abriendo una brecha en el viejo grupo, la que podría definirse como la provocada por el espejismo del cambio. Y es que, a diferencia de las elecciones autonómicas del 2.001, cuando socialistas y populares creían -creíamos- que el nacionalismo había dejado de ser la solución y se había transformado en el problema (en expresión afortunada de Nicolás Redondo); hoy, cuando tantas expectativas se han venido abajo con el barullo con el que se desmorona un castillo de naipes, parece que basta con que el ocupante de Ajuria Enea no sea nacionalista -o no lo sea nominalmente- para que todos nos quedemos tan contentos.
Es verdad que la brecha se está abriendo y que el espejismo del cambio va tomando cuerpo en los desfallecidos organismos que un día optamos por la libertad y contra las nuevas dictaduras que traían de la mano el terrorismo y el nacionalismo obligatorio. Un espejismo que se cierne sobre el constitucionalismo vasco como una sombra amenazadora. Otros "rockeros" de la libertad pretenden vendernos también la mercancía. Pero sería precisa una mayor honestidad intelectual: porque el cambio, por el sólo cambio, no significa nada. No es eso, lo importante son las políticas que se comprometan y, en un país en que las coaliciones post-electorales emiten el nauseabundo olor de los basureros, los compañeros de cama que les acompañen.
UPyD ha sido el producto del entendimiento entre los que quisimos hacer el cambio desde posiciones ideológicas diferentes, y a este proyecto se han unido personas que nunca tuvieron que ver con la política. Había UPyD -en proyecto- en el abrazo que se dieron en el Kursaal de San Sebastián Jaime Mayor y Nicolás Redondo, en presencia de Fernando Savater; lo había después de que no se ganaran esas elecciones autonómicas y la implacable cuchilla de la guillotina de Ferraz y su cohorte mediática se cernía sobre Nicolás. Porque nosotros seguimos pensando que el nacionalismo es el problema y que su solución empezará el día en que pierda el poder.
Por eso, a los bienpensantes de todos los partidos y sin-partidos, convendría pedirles que exijan garantías a las formaciones políticas mejor colocadas de que no van a practicar una desviación de su voto una vez que lo reciban, esto es, que no se coaligarán con los nacionalistas como hicieron antes, que no negociarán pactos de legislatura con ellos que desvirtúen sus objetivos programáticos, que no comprarán los votos de la investidura para guisar las lentejas del pesebre nacionalista y que esos compromisos figurarán en sus propuestas electorales. (Tengo para mí que, incluso en el supuesto de que esos compromisos se realicen, no queden desbaratados ante la sola ecentualidad del ejercicio del poder).
En la tierra del crimen y de la intolerancia, en la que se han escrito las páginas más negras e ignominiosas, pero también las más bellas de nuestra reciente historia; en el país de los asesinos de Miguel Angel Blanco que es también el país del civismo y de la dignidad de los componentes de los primeros Foros de Ermua y de ¡Basta Ya! deben caber la grandeza y la firmeza democráticas que exigen un compromiso en el cambio de rumbo, un verdadero pasar página, la alternativa que no la alternancia.
Y esos personajes cuyas largas sombras se dibujan sobre las dunas del desierto y que contemplan engañados el paisaje de los oasis inexistentes, deberían recapacitar antes de emprender campañas personales de estimulación a un determinado voto que tal vez puedan conducirles a una nueva frustración. Pensar, por ejemplo, que en esta ocasión no existe voto útil porque ningún sufragio es susceptible de perderse. Y que no hay nada más inútil que poner en evidencia todos los 1.460 días que tienen los 4 años que dura cada legislatura las vergüenzas de determinados partidos para acabar votando a los mismos en el triste día bisiesto de las elecciones.
Porque en esta ocasión habrá otra oportunidad de voto.

martes, 11 de noviembre de 2008

La reparación de una ignominia

La reunión que mantuvimos el lunes 27 de octubre con la representación del Frente Polisario en España se podría haber celebrado en una “jaima”, en pleno desierto del Sahara, si no fuera porque la dirección del movimiento nos recibía en el salón de un piso popular de Madrid, a dos pasos de la plaza de Antón Martín. Sobre la mesa, platos con pistachos, botellas de agua y latas de cerveza que a esa temprana hora del día –las 10’39- ninguno de los presentes probaría. Claro que, mediada la reunión, un dulce y denso té nos recomponía el organismo, incorporado al trabajo después de uno de esos extraños fines de semana que nos vienen deparando las instituciones europeas con sus recurrentes modificaciones de horario.
Había que realizar un esfuerzo de serenidad, que sin embargo la propia dignidad de nuestros interlocutores hacía relativamente fácil: nos encontrábamos ante la presencia viva de la consecuencia de una cobardía histórica, la de una dictadura que agonizaba junto con su dictador y que abandonaba a su suerte a un pueblo mirando hacia otro lado, incumpliendo las resoluciones de Naciones Unidas.
Bucharayu –corbata de listones marrones y blancos sobre camnisa blanca- es moreno, tiene la carta alargada y usa bigote. Es el jefe de la representación saharaui en España. Y no apela a los sentimientos humanitarios –“no hay quie ayudar al Sahara porque nuestros niños sean muy guapos”, dice-, se refiere a los intereses de España en la zona –“a ustedes les vendría muy bien la explotación de nuestros recursos naturales, saber que existe un aliado de su país en esos terirtorios, un Estado que hable español”.
Somos nosotros quienes nos referimos a la legalidad internacional conculcada, a la vergüenza de una potencia colonial que abandona con precipitación un territorio y que deja pasar 33 años de ignominia, tendiendo brazos y abrazando a una dictadura teocrática que ha ocupado el territorio donde vive –subsiste, eso sí con dignidad- este pueblo.
Y 33 años son una eternidad de generaciones nuevas que nacen en las “jaimas” de la ocupación, que se alimentan de la comida que les suministran las ONGs, que soportan esta situación con la ayuda que les presta la esperanza a que un día la oportunidad política se ponga del lado de la justicia.
¿Lo verán? No lo sé. Hay mucho escepticismo después de tantos años vividos en la estela que dejan los intereses creados, un rastro que huele mal, a basura podrtda. Pero UPyD está dispuesta a apoyar su causa y se lo decimos.
Muy cerca de su sede, de Atocha, el sábado 15, saldrá una manifestación que sólo pretende llamar la atención sobre este suceso lamentable que se prolonga día tras día con el silencio cómplice del gobierno español. Y también de exigir el compromiso de España con una gente que sucede a la gente que fue española antes de que España se pusiera a murar hacia otro lado, porque tenía que hacer su transición y pretendía para eso mantener tranquilas sus fronteras.
Los españoles de hoy debemos reconocer que hemos contraído una deuda con el pueblo saharaui, en la que incurrieron nuestros gobernantes de 1.975, una deuda vencida sobradamente ya y que ha venido acumulando intereses muy cuantiosos en términos del más lamentable de los oprobios.
Por eso, los hombres y mujeres dse UPyD estaremos allí, en Atocha, con la gente del Sahara, el próximo sábado.

lunes, 3 de noviembre de 2008

Un debate en Galicia

El parador de Bayona acogía los pasados 18 y 19 de octubre a un grupo de expertos en Derecho Constitucional, reunidos por mi amigo, el profesor Eloy García, para opinar acerca de la reforma de la ley electoral. La Fundación para la Libertad asumía la organización del evento.
Existen pocas cosas tan influyentes en las democracias como las leyes que conforman sus procesos electorales. Esta puede parecer una afirmación de Pero Grullo, pero conviene repetirla: los ciudadanos existen antes que las leyes electorales, pero esas leyes condicionan su actuación. Así, en el caso español, un sistema pretendidamente proporcional se transforma en mayoritario en gran parte del país. La circunscripción provincial, el mínimo de 2 escaños por cada una -salvo Ceuta y Melilla- han producido un fenómeno del voto útil que salvo Madrid, Barcelona y Sevilla nos alejan de la sedicente proporcionalidad.
Esa situación -y el paso del tiempo- nos ha conducido al bipartidismo del voto útil, que es el voto a la contra -voto al pepé porque no le soporto a Zapatero, voto al PSOE porque no quiero a Rajoy-. Este estrechamiento del voto se ha llevado por delante el llamado modelo del bipartidismo imperfecto -UCD-PSOE más AP-PC- de la primera transición y el sistema de los 2 partidos más un tercero en el centro -el CDS.
A decir de los 2 magníficos co-ponentes del seminario -Antonio Torres y Alfonso Fernández-Miranda- quienes fabricaron la ley electoral abrigaban un doble propósito: asegurar la estabilidad política de un país asustado por una recurrente historia de golpismo y revoluciones, de un lado y garantizar la victoria electoral de un centro-derecha que se veía más fuerte en los distritos rurales, del otro. 30 años después podemos observar cómo la resultante ha sido un sistema de partidos cerrados sobre sí mismos y un suave desplazamiento del voto rural a un socialismo cada vez más conservador y del urbano a una derecha a veces más abierta.
El seminario a que me refiero profundizó bastante en la reflexión sistema mayoritario "versus" sistema proporcional. Lo hizo menos acerca de la conformación interna de la oferta electoral, esto es, de las listas cerradas y bloqueadas o las abiertas. En definitiva, sobre la extensión de la democracia en España y de su regeneración y del poder omnímodo de las estructuras de los partidos. Eloy García situó ese debate a la conclusión del seminario en una lúcida intervención a la que el profesor Fernández-Miranda objetaría, en lo que bien pudiera convertirse en una reedición del seminario para el próximo año.
Contaría también este seminario con la estimable participación del Secretario de Estado de Relaciones con las Cortes, quien bien debiera haber cerrado el debate. Sus palabras nos condujeron de hoz y coz al mundo de la realidad, como se sabe bastante distante del de los sueños: porque de reforma sustancial de la ley electoral, nada, todo lo más, algunos aspectos como el voto de los extranheros y, eso sí,la comprobación acerca de si el consenso básico entre los principales partidos sigue en vigor, que -de lo contrario- no se produciría modificación alguna. De modo y manera que todos los caminos de las ideas de renovar el sistema conducen a la Roma de la periclitación de una orgabización que por lo visto se pretende que continúe anquilosada. La intervención del responsable del Gobierno bien pudiera por lo tanto haber cerrado un seminario sobre un debate que está ya cerrado antes siquiera de haber comenzado.
¿Les interesa saber cómo lo veo? Pues que quienes hace un año nos disponíamos al asalto democrático del sistema sabíamos que no era fácil. Serán los ciudadanos -si UPyD va ganando su confianza- quienes abran de verdad el sistema político, dando continuidad y extendiendo lo que ya hicieron el pasado mes de marzo. Nada hay que esperar de la benevolencia de los contrarios.

miércoles, 22 de octubre de 2008

¡Todavía hay clases!

Me lo contaba no hace mucho una afiliada a UPyD que está colaborando em el desarrollo del área internacional del partido. Con ocasión de la fiesta nacional de un país miembro de la Unión Europea, su embajada en Madrid organizaba la consabida fiesta a la que invitaría a un amplio y heterogéneo grupo de personas. Es cierto que corren tiempos democráticos en los países de Europa -en unos más que en otros, claro- por lo que resultaría poco creíble lo que les refiero a continuación de no ser por la certeza que tengo en la veracidad de lo que me dice mi interlocutora.
Al embajador de ese democrático país se le ocurrió organizar 2 festejos a la vez en tan señalada fecha: uno para el común de la gente y otro para la aristocracia de su país avecindada en España. En el primero ofrecían cerveza y coca-cola, en el otro whisky y vino espumoso; el primero al aire libre, en uno de los elegantes salones de la embajada el segundo. Y como quiera que los aristócratas se aburrían de saludarse entre sí -la endogamia también tiene sus límites- y se entretenían en salir al soleado jardín, pusieronron en evidencia, copa en ristre, la diferencia de la invitación. Por parte del grupo de los "comunes" hubo quien trataría de internarse en el lugar de donde salían los más selectos concurrentes a la fiesta. "Esta puerta es sólo de salida", les informaría un trajeado funcionatio. "¿Y la entrada?", le preguntarían. "La de la embajada", sería la respuesta. Y si ese invitado de segunda insistía en ingerirr productos de mayor calidad resultaba reenviado con carácter inmediato al jardín, convertido así en una especie de residencia buñueliana, algo parecido a la surrealista casa de "El ángel exterminador".

viernes, 10 de octubre de 2008

Un año después

Era llegada la hora de la celebración, quienes habíamos estado en los prolegómonos del invento -hotel Costa Vasca, mayo de 2.007- nos mirábamos a la cara con un gesto de estupor. ¿Cómo había sido posible? Porque, más allá de las frías estadísticas que dicen tantas cosas y al final no saben decir apenas nada, está la conexión con la sensibilidad de la gente. Y es que uno puede llegar hasta la atrofia del sentido si milita en un partido de los tradicionales -para este comentario me da igual el nombre-, porque a fuerza de endogamia se puede no acabar de ver más allá de las asambleas de tu partido, que es exactamente lo mismo que no ver más allá de tus narices. Los partidos tradicionales son "organizaciones-pesebre" y lo que diga el líder de turno va siempre a misa. Y además, ocurre que las relaciones humanas son cortas y se circunscriben al grupo político como una extensión de la familia propia, como un anillo de Júpiter que rodeara nuestra vida de amigos y que a la vez son compañeros de partido: una endogamia de retroalimentación permanente. Y así, a nadie se le ocurre pensar de otra manera, porque el devenir gregario es cómodo y el pensar por uno mismo es peligroso. De los que "forman parte del rebaño" -que dirían Paco Ibáñez y Georges Brassens- es el reino de la tierra, de los que vamos por libre es nada más que "el llanto, el sudor y las lágrimas". Y si creen que exagero les invito a que beban del cáliz que contiene 3l agrio líquido del disenso.
Por eso, un año después, consuela saber que no te has equivocado; que más de 300.000 personas en España piensan como tú y que hay otro tanto que dicen haber votado como los primeros -¡qué frágil es el recuerdo humano!
Decía el "slogan" del día que tenemos "todo por delante". Y no son palabras retóricas. Uno advierte que los vientos del cambio que soplan este otoño con fuerza de vendaval están barriendo buena parte de los planteamientos en que se habían instalado con comodidad los bienpensantes. Ya no existen certezas en los paradigmas anteriores -menos Estado, privatizaciones, desregulaciones, dinero fácil y barato, consumo a destajo...- Hoy se vuelve a los principios de siempre, los que crearon la riqueza sólida que otros pretendieron sustituir por el cuento de la lechera y que funcionaría hasta que estos días alguien hizo añicos el cántaro. Era -y lo seguirá siendo seguramente a partir de ahora- la receta de otros tiempos: el trabajo bien hecho, la austeridad, el ahorro y la seriedad en los negocios. ¿El regreso a un calvinismo que se creía extinguido por los nuevos tiempos? No lo sé, pero tengo la sensación de que ese mundo que recompensaba a la hormiga laboriosa y denostaba a la perezosa cigarra lo cambiaron algunos que decidieron poner más ruedas y un motor turbo a la bicicleta: la torta, cuando llega, se padece peor a 200 km. que a 40.
Y hoy el cambio no se circunscribe a un ciclo sino a una época. Quienes protagonizaron la vieja están saltando por los aires, hechos trizas; y los nuevos, gozan al menos del beneficio de la duda. Esta es una crisis de confianza, en las políticas y en los que las protagonizan. Y es una crisis muy profunda.
¿Intuíamos todo esto hace un año, hace 15 meses? Sería demasiado presuntuoso asegurarlo. Sabíamos que las cosas no iban bien y que los instrumentos políticos en juego habían periclitado ya. Un año después -todo por delante- de ese reducido grupo que nos sentábamos en una sala del hotel Costa Vasca de San Sebastián ha surgido una alternativa nueva, limpia y regeneradora; quizás la única. Y no importa que aún hoy seamos una fuerza pequeña -que no discreta, porque no paramos de cantar las verdades del barquero- para ser alternativa. Los tiempos nuevos encuentran a las personas y las organizaciones que necesitan. Y Unión, Progreso y Democracia ha nacido también para aceptar un reto inmenso como el que está anunciando este formidable vendaval.

lunes, 6 de octubre de 2008

Para "Fígaro"

Eramos apenas 5 personas las que nos sentábamos en el bus de la línea 51, en la primera parada, la de la plaza del Perú, en Madrid. Había todo el espacio del mundo y, sin embargo, ella ocupaba el asiento contiguo al mío.
Siempre me ha resultado molesto que alguna gente opte por sentarse junto a mí cuando el local en cuestión está prácticamente vacío. Eso me produce una sensación de incómodo acoso. Pero debo confesar que hay excepciones a la regla y esta era una de ellas. La chica era joven y no mal parecida y vestía unos pantalones de color "beige" de canutillo, muy ajustados, una blusa floreada sobre fondo azul cielo y un chaleco de color Burdeos. Tenía el pelo castaño, levemente rizado y los ojos -saltones- marrones.
Lancé una furtiva mirada sobre ella. Me recordaba a alguien, pero por más que me devanaba los sesos no podía recordar a quién. El chaleco era la clave. ¿Qué chica con chaleco había tenido algo que ver conmigo en los óltimos tiempos? Porque -estaba seguro de ello- por más que el recuerdo se alojaba en las profundidades de mi mente, parecía claro que era reciente. El autobús se puso en marcha y giró de modo brusco hacia la izquierda. El cuerpo de la chica se proyectaría sobre el mío y este sobre el duro revestimiento metálico del vehículo. Cuando nos despegamos ella me pidió perdón. Aún no definitivamente repuesto de la doble presión -la estructura del autobús y el organismo de la chica- pude atinar a decir:
- No te preocupes. Creo que el conductor es más responsable que tú.
- Gracias -dijo ella esbozando una sonrisa tímida, la boca cerrada.
Pero la brusquedad del conductor tenía el efecto de provocar una cierta comunicación entre los 2 ocupantes de asientos contiguos. El primer semáforo en rojo de la calle Príncipe de Vergara supuso un frenazo del autobús que nos hizo sentir abruptamente en el pecho las barras metálicas del asiento delantero.
- ¡Qué bárbaro! -exclamé, apenas repuesto de mi segunda sorpresa.
- Este se cree que está dentro de un auto de choque -dijo la chica en voz baja, casi para su cuello.
- Verdaderamente -repuse yo, a la vez que un cierto calor se me elevaba a las sienes.
Era la siguiente parada y el autobús se detuvo en ella, casi derrapando.
- No sé si bajarme. Me encuentro un poco mareada -dijo una bajísima voz desde el asiento situadp a mi derecha..
Miré hacia allí en cuanto la nueva presión sobre la barra delantera y la estructura del vehículo me permitió una somera inspección. La cara de la chica tenía el color de un papel aún no contaminado por tinta alguna.
- Si quieres te acompaño -me ofrecí de manera cortés.
- No se preocupe -musitó ella, a punto del desvanecimiento.
Era cosa de la edad. Ella joven, yo... menos. Yo la tuteaba, ella me trataba de usted: la barrera infranqueable de los años.
Me levanté. La cogí del brazo y me dirigí hacia la salida.
- N-no me encuentro demasiado bien -declaró ella cuando nos acogió por fin la seguridad de la tierra firme.
- Te invito a un café -le dije. Y no esperé a que contestara. Junto a la parada del autobús observé que había un bar. Hasta allí conduje a la chica.
Se trataba de un establecimiento ruidoso. El camarero disponía con estrépito los platos y las tazas de café en el interior del mostrador en tanto que conversaba a voz en grito con los parroquianos. Era claramente un modesto "bareto", pero no existía otra posibilidad alternativa al definido mareo de aquella chica.
Se sentó en una mesa de madera, junto a la pared, en una esquina del local.
Le ofrecí un café. Lo lceptó. Le pregunté si quería tomar algo más.
Ella levantaba sus ojos de una mesa, en la que se apilaban los restos de alguna comida previamente ingerida, antes de contestar.
- ¿Podía tomar un bollo? Todavía no he desayunado.
Torcí el gesto. Aún en España hay demasiada gente que sale de casa por las mañanas sin haberse llevado nada a la boca. Encargué el pedido y añadí un cortado para mí. En tanto que el camarero preparaba los cafés acerqué un bollo suizo a la mesa. La chica se lo comió en un santiamén.
- Tampoco cené ayer -me informó, la boca aún llena de comida.
- ¿Quieres un pincho de tortilla? -le pregunté. En mi primera expedición a la barra había observado la presencia de una tortilla de patatas que tenía un aspecto bastante aceptable.
- Me encantaría -aseguró.
Así que le dejé el pincho y su café con leche en la mesa. Para cuando regresaba con mi consumición buena parte de la tortilla había desaparecido del plato.
- ¿Quieres algo más? -pregunté algo asombrado.
- Gracias. Por ahora no -contestó, tocando con la palma de la mano la superficie de la mesa, en indicación a que me sentara.
Así lo hice. Y a la vez que endulzaba mi café le pregunté.
- ¿Te encuentras mejor?
Su sonrisa era ya abierta y me mostraba una perfecta hilera de dientes blancos y frescos.
- Sí. Muchas gracias. La verdad es que estaba desfallecida -dijo.
Pero yo no supe qué debía contestar, así que opté por permanecer en silencio y beber un sorbo de café. Sabía a rayos y quemaba en la lengua, además.
- Supongo que te estarás haciendo muchas preguntas sobre mí -dijo ella entonces, dejando a un lado su sonrisa y dirigiendo una en apariencia triste mirada sobre los restos de su desayuno.
- No necesariamente -mentí.
- Me gustaría contarte lo que me está pasando, en todo caso -aseguró con una cierta mirada de tristeza.
Un sexto sentido encendía una alarma en mi cabeza. ¿Me estaría metiendo en un lío? No lo sabía a ciencia cierta. Pero tampoco lo llegaría a conocer si no la escuchaba, de modo que opté por atender a sus palabras.
- Acabo de separarme -empezaría ella dirigiendo su mirada hacia aquella mesa poblada de cadáveres alimenticios-. Y mi marido... Perdón, mi "ex", ha bloqueado las cuentas corrientes y se ha quedado con las tarjetas de crédito. Hace 3 días que ya no tengo dinero. Tampoco trabajo,ni padres ni hermanos y mi situación es bastante desesperada.....
Yo empezaba a percibir que su desesperación me estaba afectando en alguna medida, de modo que produje de forma inadvertida para mí mismo el gesto de taparme la boca con mi mano derecha como señal de preocupación.
- ... Pero no estoy pidiendo ayuda, si es eso lo que piensas. Ahora mismo me dirigía al despacho de un abogado, amigo mío, que espero que me lleve el caso y me preste algún dinero.
- Sí -opté yo por decir finalmente-. Supongo que tu marido no te puede dejar en la estacada así como así.
- Eso me ha dicho Pedro, mi abogado -afirmó ella-. Y creo que resuelve bastante bien.
- Espero que tengas suerte -le dije, dibujando una tímida sonrisa.
- Gracias -dijo ella, abriendo su boca poblada con una hilera de blancos dientes-. Si tienes tiempo ahora aceptaría el tercer café y el segundo pincho de tortilla.
Disponía de tiempo, al menos de media hora. Y además me había tranquilizado bastante. No, no era una de esas mujeres que pretendan sacarte la pasta con cualquier falso pretexto.
Así que volví a la barra a por otros 2 cafés y otros 2 pinchos. Yo también repetiría desayuno.

viernes, 26 de septiembre de 2008

El lehendakari en su laberinto

La historia de los países encuentra a sus protagonistas y estos pretenden encontrar un lugar en sus libros, en una suerte de personajes en busca de autor o de autor a la búsqueda de personaje, que viene a ser lo mismo.
Porque la historia y sus protagonistas practican el juego del escondite en los recovecos de sus cruces de caminos. A veces se cruzan, y surge una figura que adquiere un inusitado rango; otras simplemente no se encuentran, y el megalómano sujeto que se creía poco menos que el centro del universo apenas puede aspirar al leve gozo de tumbar su cuerpo en el diván de un psicoanalista.
Juan José Ibarretxe encontraría su puesto en la historia de una manera casual. No fue alumno aventajado -a decir de alguno de sus profesores-; apenas demostró nada en su trabajo privado y se proyectaría a la alcaldía de Llodio, sillón que dejó para que lo ocupara un militante de Herri Batasuna. Parlamentario vasco, dirigió dignamente las tediosas sesiones de la Comisión de Hacienda y Presupuestos desde la que ascendería a la vicepresidencia del Gobierno vasco cuando José Antonio Ardanza daba sus últimas bocanadas políticas. Hombre de pacto y de prudencia, Ardanza ya no podía protagonizar desde Ajuria Enea la vertiginosa carrera soberanista que conducía al nacionalismo vasco hacia el pacto de Estella; por lo mismo que resultara enormemente útil en otro tiempo, cuando el PNV necesitaba de una persona controlable después de cortar el camino a un Garaikoetxea que pretendía hacerse con el control del gobierno y del partido que lo viene sustentando.
Pero Juan José Ibarretxe no había sido elegido por su perfil político, sino por su pretendido dominio de la economía. Y si uno puede disponer de los cuadros estadísticos del EUSTAT, puede muy bien pensar -lo decía Disraeli- que existen 3 clases de mentiras: las mentiras, las torpes mentiras y las estadísticas; y de ese modo gobernar asignando recursos en una prolongada etapa de bonanza económica.
Pero a un ensimismado Ibarretxe, que gestionaba la economía en tanto que la política se dirigía desde Sabin Etxea -la sede de su partido- le sorprendió, pasmado y sin reflejos, la ofensiva de ETA contra los concejales constitucionalistas. Ahí estuvo sin reflejos, "groggy" y a punto de tirar la toalla -por lo visto le salvaría que no sólo no arrojaran la toalla por él sino que le organizaran una vergonzosa manifestación en su apoyo superpuesta a la convocada en memoria de Fernando Buesa y como repulsa de su salvaje asesinato y el de su escolta.
Eran los tiempos de la unidad entre el PP y el PSOE, cuando le presentábamos sendas mociones de censura, que no triunfarían pero que a cambio obtendrían más votos en contra del lehendakari que a su favor.
Entonces Ibarretxe convocó elecciones. Jaime Mayor y Nicolás Redondo se dieron el abrazo en el Kursaal en presencia de Fernando Savater y el pánico se extendería como un reguero de pólvora en las filas nacionalistas y de todos sus partidos y gentes.
Ibarretxe resurgía de sus cenizas y se convertía en la solución a una alternativa que proyectamos con trazo grueso. Salvaría "in extremis" la derrota -con 7 escaños prestados por el nacionalismo radical más pesebrista- y se reinventaría a sí mismo como nuevo líder de un soberanismo nacionalista.
De la chistera de ese Ibarretxe renovado salen los 2 conejos, que son uno sólo en realidad: su plan y su referendum. El primero servía para que, a base de victimismo y de una oposición dividida, su partido ganara las anteriores elecciones; el segundo le podría servir igual si no fuera porque el cruce de caminos de la historia y su personaje parecen empezar a bifurcarse. No se trata de nada nuevo, sin embargo: hubo un nacionalismo de Garaikoetxea-Arzallus, otro de este con Ardanza; el de Ibarretxe con Arzallus y el apenas nacido del lehendakari con su antiguo Consejero de Industria Josu Jon Imaz. Hoy, todo parece indicar que el nacionalismo está en perpetuarse a sí mismo, aunque sea ahora de una forma un tanto sorprendente: aceptando incluso su sobrevivencia con un lehendakari socialista.
Ibarretxe en su laberinto, nuevamente ensimismado y pasmado, quiere seguir su camino como si la historia discurriera por los rieles con la misma seguridad con que lo hacen los trenes. Pero los partidos -sus aparatos- huelen el calor del poder con la misma intensidad con que perciben la vecindad del frío de la oposición. Y están siempre dispuestos a matar si con ello consiguen evitar la pérdida de los gobiernos. Hay algún partido que resulta una excepción a esa norma, pero no se trata de comentarlo ahora.

miércoles, 24 de septiembre de 2008

Era una mañana cualquiera del principio de este septiembre en cualquier plaza de Madrid donde alguna de las paradas acoge a los centenares -¿milares?- de autobuses que recorren a diario el asfalto de la ciudad.
Un Mercedes de gran tamaño -no sabría muy bien precisar su clase- de indefinible color oscuro, sucio, se detiene 4 ó 5 metros por delante de la parada. De él sale una chica de unos cuarentaitantos -desde la altura de mis 53 podría decir seguramente que se trata de una chica joven, pero ya sé por experiencia que la vejez y la juventud constituyen categorías relativas: mejor o peor llevados, son los años los que se introducen en la más incontrovertible realidad-. La chica viste deportivamente: pantalones vaqueros, chaleco rojo y blusa de color azulón. Da un severo e inequívoco portazo y se hunde en el estanco vecino.
No repuesto aún de la escena veo cómo se acerca mi autobús. Es la primera parada así que el conductor espera aún 2 ó 3 minutos antes de emprender su marcha. La chica de los pantalones vaqueros y el chaleco rojo entra en el vehículo. Me dedica una mirada larga y yo me hago a la idea de que ella se ha dado cuenta de lo que yo he percibido unos minutos antes.
La chica vuelve a hundirse, esta vez en las profundidades del autobús que recorre las soleadas calles de Madrid, en este final del verano. Y yo imagino la conclusión deuna historia de amor que termina en el desamor de la dignidad. Ella ya no acepta que él la acerque a su lugar de trabajo y le da su expresivo adiós, cerrando con toda la violencia de que es capaz la puerta del coche. En ese golpe se condensan todas las renuncias a que su vida de pareja la han llevado, las amarguras de los silencios provocados para no formular la inevitable pregunta de "¿por qué?", las interminables noches en que se cuestionaba lo que hacís ella durmiendo con ese tipo del Mercedes ostentoso -una especie de "quiero y no puedo" al otro lado de la cama. Y ella prefiere su dignidad del transporte público, después de comprar su bonobús en el estanco, antes de compartir el flamante asiento delantero del coche que él conduce.
Queda aún por llegar el momento más difícil: el del desenlace final, cuando ella o él tengan que hacer las maletas para abandonar el domicilio conyugal. Ese momento en que uno suspende la camisa que iba a colocar en su equipaje de regreso a no-se-sabe-dónde y observa con una mirada interrogante a su pareja para interrogarle en silencio si todo eso tiene de verdad sentido, si no es posible ya una reconciliación. Para contestarse después que sólo abrirían un paréntesis hasta la ruptura siguiente, que -seguro- será ya la definitiva. Pero las dudas persisten en una vida que casi nunca te devuelve las cosas en la forma de certezas.
Y la chica se detiene en su parada, ausente en sus pensamientos, dolida en su sufrimiento, atrapada por su desamor.

viernes, 19 de septiembre de 2008

Se trataba de mi segundo encuentro con José Puértolas –es un nombre figurado-, un experimentado diplomático que domina la lengua árabe, comprende el idioma judío y ha sido embajador de España en diversos países árabes y de Africa.
En esta ocasión nuestro café tuvo lugar en una terraza de la calle Orense de Madrid, contigua a la sede de UPyD.
- No me explico que nadie se lo haya comentado al Presidente -dice-. Pero es que la misma denominación de "Alianza de Civilizaciones" está irremisiblemente condenada al fracaso. ¡Si el Corán prohibe textualmente cualquier "alianza" con un infiel!
Puértolas desgrana su opinión acerca de la política exterior española y la que deberíamos impulsar desde Unión, Progreso y Democracia: el conflicto israelo-árabe, la futura presidencia de los Estados Unidos, Africa... toda ella plagada de ausencias y errores por parte de las más elevadas instancias políticas de nuestro país
Y yo comprendo que los intereses de España van por un lado y la política exterior que dirige José Luis Rodríguez Zapatero por el otro.

miércoles, 17 de septiembre de 2008

El curso daba comienzo y se reunía el Comité de Dirección de UPyD en su madrileña sede de la calle Orense. En el orden del día, un repaso de la situación política y la designación de Paco Sosa Wagner en la cabecera de nuestra lista a las europeas.
Y después de la reunión, una parte de los componentes del comité nos tomábamos una bien "tirada" cerveza en una terraza de Madrid.
Me ocurre con las terrazas como con los "juegos prohibidos" que evocan la canción instrumental para guitarra. Es sabido que Bilbao no resulta localidad propicia a las terrazas. Pero a esto es necesario añadir que tampoco a los escoltas les gusta que a uno le dé por sentarse en una de ellas, por lo que en el caso de que lo haga nunca les pido su opinión. Bien es cierto que no practico este módico placer en demasiadas ocasiones, pero está visto que las terrazas... gustarme, me gustan.
Y en esa terraza cercana con la calle Orense se anudaban las conversaciones en el recuerdo de las vacaciones. Uno de nuestros más conspicuos viajeros a lo largo de la geografía nacional, Guzmán -para los amigos, y con su permiso, "Guzmi"- nos explicaba una de sus anécdotas estivales. Había pasado por un pueblo navarro, limítrofe con la provincia de Guipúzcoa, y que no, no era Vera de Bidasoa. Uno de esos pueblos que la simple vecindad geográfica contamina de nacionalismo y de intransigencia, que son 2 palabras que lamentablemente suelen andar de la mano. El desarrollo del viaje debió exigir a la comitiva una parada para estirar las piernas, con visita inevitable al bar más cercano.
Uno se imagina el establecimiento con facilidad. Se trataría seguramente de un local presidido por el ambiente gris propio de la penumbra que provoca una mal resuelta iluminación. En la larga barra, la podredumbre de la madera se une sin solución de continuidad con las grietas que se le abren a los organismos vegetales añejos, de igual manera que las arrugas surcan las caras de los seres humanos que se van instalando en la madurez. Hay algún vaso sobre esa superficie, y hay también un inevitable rastro circular de líquido en su entorno, mancha que nadie parece dispuesto a limpiar. 2 ó 3 mesas y sillas de aluminio se alinean, en triste desconcierto, al otro lado del local. Huele mal, a cerrado, a ausencia de ventilación, y a gente que no se ducha ni se cambia de camisa.
El bar está atendido por un hombre que lleva la edad y la falta de atención de la madera de esa barra. El dueño -no podría ser otra persona, su cara reflejada como en un espejo en las virutas de la vieja superficie sobre la que coloca las consumiciones- charla con tono monocorde y palabras telegráficas con los parroquianos, gente de edad provecta a quienes el vaso de vino o la copa de cerveza le sirven como alivio del tedio, como pasatiempo, más que de conjura de la sed o como práctica de una expansión alcohólica: no hace el suficiente calor para lo primero ni ha llegado aún la hora social en que se permita la bebida para amortiguar las insatisfacciones provocadas por la vida.
Entran "Guzmi" y sus acompañantes. De repente, sus figuras recortadas en el dintel de la puerta de acceso al local revelan su condición extranjera -dicho sea como equivalente a la de "extraños"-. La conversación se interrumpe y sólo se escucha otro ruido monocorde: el de los pesadísimos y torpes moscones que pretenden llevarse a la boca algo dulce, un par de granos de azúcar desparramados junto a una sucia taza de café, por ejemplo.
"Guzmi" advierte las palabras que le llegan en el silencio y las traduce en un significado preciso: "Se trataba de gente refractaria a los españoles, de nacionalistas, casi con seguridad de radicales", nos decía.
Por eso se marcharon sin pedir nada. Pero es que a "Guzmi" le pasa lo que a muchos "urbanitas", que no comprenden muy bien la idiosincrasia de la gente de pueblo. Y es cierto que el nacionalismo es ideología las más de las veces contraria a la apertura y al cosmopolitismo. Pero es que el nacionalismo es precisamente heredero del localismo, por eso Unamuno lo reputaba de "enfermedad que se cura viajando". "Guzmi" y los suyos eran "metecos", extranjeros. Y por eso no necesariamente bienvenidos en ese pueblo que, como en otros tantos pueblos de España y del mundo, las esencias se encuentran en lo conocido, en lo previsible. Y la desconfianza, el miedo, incluso el pavor, en lo desconocido, lo ajeno, lo extraño.
Esa es la paradoja de lo universal que tienen en común la aldea y el campanario. A veces da igual que se encarnen en radicalismos nacionalistas, en todo caso dentro de esa cáscara anida muchas veces el huevo de la serpiente.

lunes, 8 de septiembre de 2008

En el inicio del curso

Queridos compañeros,

me dirijo a vosotros en el inicio del curso político para tratar de fijar algún criterio sobre lo ocurrido hasta ahora en la vida de nuestro partido y las tareas que tenemos por delante.
Como sabéis, hace de esto poco más de un año, un grupo de personas procedentes de orígenes políticos bastante heterogéneos nos reunimos en un hotel de San Sebastián para analizar tabto la necesidad como la posibilidad de crear un nuevo partido político en la actual escena pública española. En las próximas semanas celebraremos el primer aniversario de la constitución de ese partido.
Unión, Progreso y Democracia presentaría candidaturas en todas las circunscripciones para las elecciones generales de este año,, obteniendo un escaño para Rosa Díez por la provincia de Madrid, a pesar de todas las carencias económicas y mediáticas con que nos encontramos..
Este curso político que se abre ahora contiene 3 decisivos retos políticos: las elecciones autonómicas en Galicia y el País Vasco y las europeas. Tenemos por delante la posibilidad de consolidar a nuestro partido como una organización de implantación nacional, cuya voz pueda estar presente junto a la de Rosa Díez en estos foros autonómicos e internacional.
A nosotros nos corresponde preparar las elecciones vascas que se celebrarán en el escenario de una mentira y un chantaje: la falsedad del nacionalismo vasco que pretenderá convertir estas elecciones en un plebiscito sobre los que estarían a favor o en contra del derecho a decidir de los vascos y la presión moral del voto útil a otras candidaturas que pudieran eventualmente suponer una alternativa de gobierno al nacionalismo. Este nuevo chantaje del voto útil no es sino otra falacia más: todos sospechamos que la "alternancia" que se propone no será sino otra reedición del bipartito nacionalistas-socialistas de otros tiempos, donde el nacionalismo insiste en su apuesta soberanista y el socialismo se acerca cada vez más a sus postulados. El tercer partido en discordia, el PP, ha completado un peculiar giro estratégico según el cual -y en expresión de Mariano Rajoy- estarían dispuestos a pactar con cualquier partido que no estuviera ilegalizado.
Por eso, la entrada de UPyD en el Parlamento Vasco se hace más necesaria que nunca. Y para ayudar a que así ocurra necesitamos de todos. Para cerrar nuestras candidaturas, para integrar los colegios electorales como interventores o apoderados, para apoyar los distintos actos de pre-campaña y campaña electoral...
Pero en un partido como el nuestro, que pretende regenerar la vida política española, queremos buscar el concurso de todos los asociados para aportar ideas y aprobar el programa electoral que presentaremos a estas elecciones. Para ello convocaremos a todos los asociados próximamente a una reunión de cuya fecha y orden del día os mantendremos informados.

Gracias por tu atención y recibe un cordial saludo.

Fernando Maura
Portavoz de UPyD en el País Vasco

martes, 12 de agosto de 2008

"No hay género"

El calor de Mallorca se funde con la humedad de la isla y agosto cae como un plomo sobre nuestros exhaustos organismos. Como dice Alfonso Pérez-Maura -amigo, pariente y de nuevo anfitrión en los parajes que fueron de nuestros antepasados comunes- "aquí hay que moverse lo menos posible". Y lo bueno es que lo dice mientras nos enseña de modo incesante los edificios de la ciudad vieja.
Le indico al taxista el lugar en el que vamos a comer. Se trata del "Bar Moderno", en la Plaza de Santa Eulalia, muy cerca del Ayuntamiento de Palma. El conductor asiente satisfecho. Debe pensar que por fin tiene un cliente que no es "guiri" y parece conocer los lugares clásicos de la ciudad, de modo que me trata con la familiaridad que acostumbran los vecinos.
No hay una sola mesa libre en la terraza del bar, por lo que entro en el local donde el aire acondicionado me permite poner en breve margen los tórridos calores de la mañana. Al contrario que la terraza, su interior está prácticamente vacío. Me instalo en una mesa para 3 personas, siempre habrá una posibilidad de cambiar de lugar si eso resulta necesario.
El "Bar Moderno" es una especie de "Café Gijón", Casino o club social de la isla. Un camarero clásico, cuya edad se aproxima de modo rápido a la inexorable jubilación y que en apariencia estuviera descontento con su trabajo, me atiende después de un largo rato. Le pido "un tinto de verano, si es posible". El camarero canta la petición y desaparece.
Suena el teléfono. Es Alfonso. Me dice que tardará en llegar al bar. Está esperando al "catering" para la fiesta de inauguración de su casa -"Can Maura nou"- para esta noche. "Gonzalo -me dice- está yendo para allí".
Me distraigo escribiendo un texto en mi ordenador telefónico hasta que llegan Consuelo y Gabriel. Este me pregunta por Gonzalo:
- Debe estar viniendo hacia aquí desde hace media hora larga -le aseguro.
Pasamos a otra mesa y pedimos una bebida. Llama Alfonso. Dice que todavía se demorará un tiempo más. Decidimos encargar la comida y pedimos la carta.
- Se nos ha acabado el género. No hay nada -asegura el camarero.
Consuelo pide una bolsa de patatas fritas para acompañar la bebida. El camarero se dirige a la barra antes de ofrecernos otra posibilidad: ensaladilla, calamares, tortilla y champiñones. La carencia de "género" no resultaba tan dramática como parecía. Encargamos raciones de las 3 primeras posibilidades.
Comemos y hablamos de muchas cosas, Consuelo y Gabriel tienen una conversación inteligente y culta. Las raciones se consumen de modo veloz y pedimos más. El camarero vuelve a negar con la cabeza y nos repite que no queda nada, que "no hay género".
Un rápido recuerdo literario nos acerca al episodio dickensiano de Oliver Twist reclamando más gachas. Nuestro compungido gesto anima de nuevo al camarero a preguntar más allá de la barra sobre las posibilidades alimenticias ofrecidas por el "Moderno".
Regresa éste para informarnos que hay tortilla y champiñones. Le pedimos que nos traiga tortilla. Pero el camarero nos deja sobre la mesa otra ración de ensaladilla.
Llegan Carla y Alfonso. Este pregunta por Gonzalo y pide un bocadillo de atún. De Gonzalo sólo sabemos que lleva llegando aquí desde hace más de una hora. Alfonso habla con él. Estaba en la terraza y se ha marchado porque no veía a nadie, pero volverá.
Al poco rato hace su aparición. Gonzalo nos informa que había pedido la carta, que le habían desaconsejado esa posibilidad porque no quedaba casi nada y porque tardarían mucho. "¿20 minutos?", preguntaría Gonzalo. "Incluso más", debió replicarle el camarero con desdén cierto.
Excuso decirles que Gonzalo se marchó de allí como lo habríamos hecho nosotros mismos de no ser porque nuestra expresión de tristeza conmovía finalmente al camarero.
Quizás, el problema básico no era la carencia de género, ni la pereza imperante en esta isla en la que todo el mundo parece dejarse llevar. Quizás lo que nos ocurría, en esta España de la crisis que aventa las abundancias pasadas, es que rechazábamos -siquiera de manera indirecta- lo único que nos ofrecían: los champiñones.

jueves, 7 de agosto de 2008

La casita preparada

Era esa casita de madera nórdica que alguien podría haber enganchado de una grúa espectacular y transportado desde algún bosque noruego hasta el pirineo navarro. Una casa del tipo "Hansel y Gretel", pero sin brujas ni trampas.
Se llamaba "Villa Pilar", que era el nombre de su hija, a pesar de que nunca pudo visitarla. Y eso que un día intentaría ella respirar muy hondo para que la Doctora Jefe de la UCI donde vivía autorizara un viaje -con vuelta- de la enferma crónica en una ambulancia medicalizada. Pero fue inútil, Pilar se agotaría en su esfuerzo y marginaría esa visita en el rincón de las cosas imposibles, un rincón atiborrado de sueños irrealizables para ella y tan sencillos para otras niñas, como saltar, correr o simplemente caminar.
Ahora Pilar se había alejado de su vida para reunirse con su madre. Y las dos se habían encontrado para ese largo descanso en el mismo lugar, en uno de esos paseos que resultan siempre sorprendentes al que los transita, porque el campo, en el pirineo navarro, aparece siempre vinculado a las estaciones del año y se viste de blanco para el invierno, de verde -en sus diversas tonalidades para la primavera y el verano- y de ocre -con las hojas muertas que caen de las hayas- para alfombrar el otoño.
Se llamó "Villa Pilar". Pero bien podría ahora cambiar su nombre por el de "Villa Victoria". Porque aquella casa había visto a su ocupante realizar un combate por la vida que hoy le proporcionaba un respiro en el sin embargo inexorable devenir de los años. Por ahora había ganado la batalla.
Y el nombre de su triunfo se llamaba precisamente Victoria. Por eso la casa se abría a la nueva luz que ella emitía para recibirla; las cajas, procedentes de algún traslado, y apiladas de forma provisional en algún dormitorio, entregaban sus objetos a un nuevo orden y los armarios desplazaban alguna ropaa antigua para hacer sitio a su siempre considerable equipaje, y es que Victoria, en la duda de preparar una maleta, hacía lo que Brassens decía que haría si tuviera que viajar a una isla desierta: llevárselo todo..
Llegaría Victoria a Burguete como ese tornado de signo inverso que deposita en la tierra sólo a la gente que vale la pena. Y llegaría al fin repleta de serenidad y confianza. Muy diferente a la "Vic" de aquel 25 de mayo, que no sabía muy bien cómo controlar la situación. Llegaría vestida de verde, porque era de un verde profundo el color de ese verano y porque también era verde el color de la esperanza que en ellos renacía.

martes, 5 de agosto de 2008

Los paseos de Burguete

Burguete presenta en este pruncipio de agosto radiante. Los días transcurren en su apacible monotonía de paseos alfombrados en la verde hierba que es producto de un lluvioso invierno y que se ven envueltos de la protectora sombra de sus hayas centenarias.
Y por eso que nadie puede bañarse 2 veces en el mismo río, se diría que los paseos son iguales a los de todos los años. Apenas las rodadas recientes de algún tractor te sugieren la acción del hombre en las tareas forestales. Pero es el caminante el que va cambiando. Y uno se recuerda de pantalón corto y con calzado inadecuado, devorando kilómetros devenidos en imposibles ampollas para los días siguientes; el regreso ilusionado de los '30, cuando un reciente proyecto de vida alumbraba todas las esperanzas; los paseos compartidos en una escala intergeneracional y esos paseos interrumpidos en holocausto de la dignidad de unos y el egoísmo de los demás.
Y luego viene la soledad. Que se parece primero a esos pesadísimos tábanos y que te advierte que quien te espera en casa no es ya dueña de su voluntad sino esclava de una botella de ginebra. La soledad que se convierte en lúcida compañera cuando esos tus seres queridos van desapareciendo y tú sigues devorando kilómetros como si tal cosa.
Pero no es la misma soledad la que te acompaña en tu paseo sabiendo que ella misma es un paréntesis que se cierra. Porque se bate en retirada, vencida por la realidad omnipresente de una persona que ha venido desde algún lugar a ocupar todos los espacios de tu vida que habían quedado vacíos, a iluminar esa habitación que es tu existencia con su luz -como quería Silvio Rodríguez, que no pedía ya "que me bajes una estrella azul".
Y Burguete, en sus paseos y en su buena gente, se prepara ahora para recibir a esa nueva visita que tantas cosas está cambiando ya en ese caminante que, muchos años después, ha recuperado la esperanza$paseos de Burguete.

domingo, 3 de agosto de 2008

En el comienzo de mis más recientes veraneos se encuentra la localidad asturiana de Pravia. "¿Cuál es tu relación con este pueblo?", me preguntaba un ilustre donostiarra, casado con una praviana, al que conocí hace ya bastantes años -¡ay, la edad es un fenómeno inexorable!- Pues no otra que mi primo Alfonso Zunzunegui, cuyo grato recuerdo se agiganta según va pasando el tiempo, y que cercano siempre en los momentos más felices lo supo estar también en los más inmediatos a mi duelo por el fallecimiento de mi mujer, del que se acerca ya el sexto aniversario. De Alfonso Zunzunegui decía mi también primo Honorio Maura que "lo comprendía todo". Y es verdad que en su sensibilidad cabían prácticamente todas las cosas, con excepción quizás del ateísmo y de la República, porque sus dos fervores -siempre por este orden- se llamaban Dios y la institución monárquica.
Alfonso Zunzunegui era un caballero español que heredaba además de su padre el singular sentido del humor que le hacía decir a este:
- Esa fiesta habría resultado un coñazo de no ser porque estaba yo.
Lo que se parecía bastante al falso elogio que hacía Groucho Marx a la anfitriona de una cena en una de sus películas: "He pasado una velada encantadora... Pero no en esta casa".
Alfonso Zunzunegui me invitaba a pasar unos días en casa de su mujer -Mica Valdés- en el verano de 2.005, que fuera el último de su vida. Pravia es un pueblo asturiano donde los días del verano transcurren apacibles y veloces como en un abrir y cerrar de ojos. "No hemos hecho nada especial", me decía Mica Valdés cuando me despedía de ella un día antes de partir. Y es que en eso consiste lo especial que tiene el descanso: que no hagas prácticamente nada de lo que acostumbras hacer en el resto del año. Paseos y buenas conversaciones, siestas y vida ordenada. No hace falta para nada el torbellino del invierno, cuyo "stress" algunos se empeñan en prolongar durantesus vacaciones, unas vacaciones que ya dejan de serlo en absoluto.
Fue después el verano de 2.006 y pudo ser el de 2.007 -pero mi hija debía adaptarse a un traslado dentro del hospital que me preocuparía y que me mantendría junto a ella durante ese verano- porque Mica Valdés continuaría con la tradición iniciada por su marido, que yo siempre le agradezco desde el corazón.
Asunta, Sofi, mi otra prima Alicia -la "primada" Maura no llega a ser infinita, pero se le parece bastante- forman parte de ese entrañable paisaje humano que discurre con la misma serenidad de las gentes, los caminos y los ríos pravianos.
Y el tiempo, esa realidad inaprensible, te dice que no sabes si has llegado aún, cuando ya estás diciendo adiós.
Por suerte, no es necesario esperar hasta el verano que viene. Al menos no para frecuentar a esa gente encantadora, porque, parafraseando las palabras de la última escena de Casablanca:
"Siempre nos quedará Madrid".

viernes, 1 de agosto de 2008

Lo que tú crees

El País Vasco vive un tiempo de vigilia electoral. Quizás hubiera podido decir que se trata de un período convulso, pero no es preciso exagerar: la turbulencia de la vida reciente en este país de tantos demonios, que diría Jaime Gil de Biedma. Y es que nuestras desavenencias tienen raíces hondas y se insertan en la noche de los tiempos, quizás en esa forma peculiar que tenemos los vascos de situarnos ante nuestros propios problemas y que hacía decir a Waldo Franck que "el español se encara con todo lo que se encuentra, y en esto reside el espíritu de la tragedia; el vasco, por el contrario, evita el encuentro, y en esta evasión está el espíritu de la comedia".
Es verdad que si no fuera porque en la "fiesta" vasca corre la sangre y se ejerce una presión liberticida constante, nuestro ruedo local estaría en el esperpento de los gestos artificialmente airados, la broma de los argumentos permanentemente circulares y la bufonada de un Tartarín de Tarascón -¿Iñaki el vascón?- del siglo presente.
Nada cambia en realidad en el País Vasco, la vieja rueda de la antigua noria gira siempre de manera recurrente para convertir el mismo argumento, gastado de tanto repetirlo, en verdad absoluta.
Es el nacionalismo vasco el que constituye grey privilegiada en la representación de este argumento bufo, pero están también los que no lo son y que están dispuestos a sumarse a una suerte de nacionalismo "light" con tal de aferrarse a una vana pretensión de cambio. Creen todavía en el simbolismo de las siglas y, en el espejismo de su sed de libertad, están dispuestos a enterrar la historia como los muertos que entierran a sus muertos y no se detienen ni siquiera un minuto a pensar que en sus filas se encuentran los mismos agentes de los pasados desaguisados y que son ellos mismos -y no otros- quienes pretenden encarnar la nueva idea del cambio.
¿Y dónde está ese cambio en realidad? ¿En la ambigüedad de un nuevo pacto entre el socialismo y el nacionalismo donde este conserve intacto su pesebre y aquel ponga la cara para que se la rompan? ¿En una nueva versión a la vasca del socialismo catalán donde los biznietos de Pablo Iglesias compitan en vasquismo con los hijos de los nietos de Sabino Arana? ¿Les queda alguna duda acerca de quién ganará en esa competida lid?
Y luego están los agoreros de siempre, los predicadores del voto útil, los sumos sacerdotes que deifican siempre la impostura electoral. ¡Como si no supieran demasiado bien que en un sistema de reparto de 25 escaños por provincia la proporcionalidad es prácticamente perfecta y no se pierde uno solo de los votos emitidos!
Y es que está funcionando ya una táctica que se parece, igual que una gota de agua a otra, a la emprendida por los grandes partidos tradicionales y sus habituales corifeos acompañantes en las elecciones generales del pasado mes de marzo y que consiste en evitar la presencia de una voz crítica, ayer en el Congreso de los Diputados, ahora en el Parlamento Vasco. UPyD no se menciona en las encuestas, no contará con espacios significativos en los medios de comunicación y deberá costear su campaña desde su ascética pobreza -ya que no desde la dignidad mendicante.
Por eso, hoy más que nunca, es preciso apelar a lo que creen los ciudadanos y a la exigencia de esos postulados a sus representantes institucionales. Son muchos, demasiados los años de engaños que llevamos colgados a nuestras espaldas para soportar un nuevo episodio más en esta larga serie.
Desde la aportación crítica de las voces que manifiestan la convicción en los principios que algunos pretenderán olvidar de nuevo, el progresismo en el desarrollo de las políticas anquilosadas y rancias y la regeneración democrática de un país como el vasco que ni siquiera ha conquistado las más elementales libertades la voz de Unión, Progreso y Democracia en el Parlamento Vasco es imprescindible por que, hoy por hoy al menos, no hay quien la sustituya.

domingo, 27 de julio de 2008

Conocí a Adrian Mac Liman en una cafetería VIP de la calle Orense de Madrid, muy cerca de la sede de UPyD. Adrian Mac Liman es analista político y consultor internacional que cuenta con una amplia trayectoria en materia de política internacional, especialmente la vinculada con el conflicto israelo-árabe y sus extensiones, entre las que se incluye Turquía, país sobre el que Mac.Liman publicó un libro en el año 2.004.
Si no fuera por un apellido que delata su origen paterno escocés, podría decirse que se trata de un griego pasado por el París de los '70, donde los estudiantes quisieron cortar con el lastre de los siglos que empujaba al pasado a una sociedad bienpensante y rancia. Mac Liman pudiera haber sido un "meteco", a lo Georges Moustaki, con sus barbas blancas y sus correctos modales, pero menos anguloso y demacrado que el cantante afincado en Francia..
Hablamos de muchas cosas en nuestro apretado recorrido por el mundo frente a una taza de café y un vaso de Coca-Cola. El Comité de Dirección de UPyD me ha encargado de la coordinación de la política internacional del partido y Adrian Mac Liman está dispuesto a colaborar.
Dos son los aspectos sobre los que insistimos de manera más recurrente: la organización de las Naciones Unidas y el conflicto en Palestina.
En un mundo globalizado y multipolar, donde los Estados pierden su capacidad de controlar las políticas que un día fueron soberanas y donde una sola potencia mundial es capaz de imponer su criterio más allá de consideraciones de carácter legal, la vigencia de la ONU, como principal referencia normativa en el desarrollo y aplicación del derecho de gentes resulta insoslayable.
Claro que cualquier organización social que crea normas debe disponer de instrumentos suficientes para hacerlas efectivas. Se trata del recurso al uso de la fuerza, como última "ratio". Y en ese punto, la ONU sufre un problema de naturaleza insoluble: ¿cómo es posible amenazar con la fuerza de un débil grupo de cascos azules en contra del país que dispone del ejército más importante del mundo?
La respuesta no es fácil, seguramente flota en el viento, como en la canción de Bob Dylan. Y no serán los "buenismos" del "pensamiento Alicia" del que el Presidente Zapatero es conspicuo partidario los que nos harán encontrar la solución.
El conflicto israelo-palestino es otra de las piedras de toque de un mundo desquiciado en el que el sufrimiento de cientos de miles de personas se asienta en la ausencia de voluntad política por resolver el problema. Adrian Mac Liman me contaba que cada mañana de su estancia en el escenario del horror empezaba con un recuento de los efectivos y de las bajas y de los amigos que salían de allí, la tristeza en el corazón, conmovidos por el desatino y el dolor que a partes iguales crea todos los días ese jeroglífico.
Para Adrian Mac Liman no existe ningún islamista al que se le pueda calificar de "moderado" y observa una peligrosa deriva hacia el rearme religioso de Turquía, del que nadie habla, pero que volvería a poner sobre la mesa la difícil integración de ese gran país en una Unión Europea tan forzada, por otra parte, a aceptar una y mil circunstancias heterogéneas.
Y cuando Adrian Mac Liman sale del establecimiento para continuar con su jornada laboral yo me pregunto sobre las causas y las consecuencias del desencuentro entre las personas y a veces comprendo que su origen navega entre la angustia ante la sola idea de comunicarse y la necesidad de hacerlo. Los países -como las personas- se necesitan y se temen a la vez. Y resuelvo que su resultado no es otro que el fracaso y la infelicidad de mucha gente. Siempre demasiada.

miércoles, 23 de julio de 2008

La cobertura del flanco izquierdo

La vida pasa en nuestro derredor y nos marca de manera indeleble. Forma bolsas debajo de nuestros ojos o dibuja ojeras allá donde antes una piel tersa y firme anunciaba una arrogante juventud. Vivimos entonces acosados por nuestros propios alifafes y la madurez se presenta ante nosotros como un aterrador anuncio de algunas noticias peores.
Todos tenemos un flanco izquierdo que proteger. Ese punto por el que se nos escapa la vida en fragilidades, debilidades, deterioros físicos y aún mentales y emocionales. Un flanco que debemos cuidar de las agresiones de esa misma vida que se ha tornado avara e intransigente, esa vida caníbal que reclama la nuestra para seguir viviendo.
¿Y cómo se protege ese flanco? François Truffaut escribió una bella lección de apoyo mutuo en su película "Domicilio conyugal". Era el desayuno del Antoine Doinel-Jean-Pierre Lèaud con su novia, después de haber pasado ambos su primera noche juntos. Doinel pretende untar su biscotte con mantequilla, pero su acción resulta inútil, este se rompe de manera invariable. Entonces, su novia le explica el método mejor para evitar el percance: se pone otro biscotte bajo el primero y de esa manera se puede untar este sin peligro alguno.
La vida y las situaciones que con ella navegan nos dirán cuándo uno es la tostada de apoyo o la del riesgo o cuándo uno asume el flanco protector por el que arrecian los golpes, abre el paraguas hasta que deje de llover o espera a que el ciclón se resuelva en bonanza. Porque se nos adivina difícil que uno sea siempre la tostada del apoyo o la del riesgo, por lo general la vida, como las facetas de los cristales poliédricos, nos sitúa en posiciones diferentes los unos respecto de los otros.
Y es tan importante el encuentro de esa cobertura como su mantenimiento. Hay quien cree que resulta fácil hacerse con su "media naranja". Yo tengo para mí que, si complicada es la primera tarea, no lo es en absoluto menos la segunda. Al amor hay que ponerle cabeza y a la inteligencia cariño, como las 2 muletas sobre las que sustentar nuestros pasos vacilantes. Seguramente que no existe otra fórmula mágica que no se parezca a la propuesta.

sábado, 14 de junio de 2008

Era como seguramente había sido siempre, pero ellos lo sintieron como si fuera la primera vez. Ellos que reconocían en el hormigueo que se apoderaba de sus organismos -el gusanillo, decía ella-, en el desasosiego por saber si en el móvil aparecía la grata constancia de un nuevo mensaje o la turbulenta espera de las horas y las medias antes del próximo encuentro... Sabían que había algo que crecía en su interior, como en un volcán hasta entonces apagado y que regresaba a la antigua práctica de la erupción. Lo reconocían, pero no se atrevían a ponerle nombre, quizás por el miedo a que algo que intuían tan frágil como un cristal se hiciera añicos con la misma facilidad que este.
Según él fue ella quien apretó el acelerador, porque le exigió -casi de manera perentoria, además- que le hiciera llegar los poemas que había escrito para ella; todos, y no sólo los que ella conocía ya.
Para la chica la cosa era bien distiinta, sin embargo. Y la causa de ese "pero" se encontraba en esos mismos poemas que la incendiaban las mejillas y le ponía un nudo tan apretado en el estómago que no sabía muy bien cómo desatarlo.
En cualquier caso esa mañana él agrupó los versos que contenían su compromiso envolviéndolos en un título que decía "Canciones para una primavera" y se lo envió. No tuvieron que pasar demasiados minutos antes de que sonara la voz de ella en el teléfono.
- Son muy bonitos. Estoy llorando. Díme algo...
Él se quedó desconcertado. Una buena parte de sus poemas habían viajado ya por SMS hacia sus cálidos ojos oscuros y merecido la cariñosa respuesta de ella. No supo qué contestar y sólo atinaría a decir que la emoción quizás se debía a la concentración de palabras ante su mirada; como si esos versos, superpuestos los unos a los otros compusieran un explosivo de alto poder. "En todo caso piensa que son lágrimas de alegría", le dijo, mientras que ella empezaba a pensar en el correo que le iba a escribir.
Y ese correo hizo trizas el socorrido argumento de la frialdad de internet, porque las líneas que contenía -a medida que aparecían en la pantalla- denunciaban que ella ya se encontraba gravitando sobre la mesa de su despacho, como si a su levedad orgánica se uniera ya el desafío absoluto a las leyes de la gravedad.
Ella se lo dijo todo con palabras que sabía escasas pero suficientes, como flores que abren sus corolas cuando el sol empieza a acariciarlas, aunque se dirían conscientes que ese es sólo el movimiento previo a la apertura total, cuando el sol, harto ya de sus juegos preliminares, se apodera de ellas con la delicadeza del que asume su condición de agente que permite perpetuarse a la vida.
Quería vivir esa historia, pero no a la manera de un ciclista necesitado de superar a la máxima velocidad posible las metas volantes de una etapa, como mero trámite antes del final de la carrera. Quería introducirse en esa historia, vivirla en plenitud, disfrutarla, le diji.
Pero también le habló de miedo y de vértigo y le pidió serenidad. Porque ella, como las flores, sabía que la primavera tardaba en estallar y que el denso ambiente del verano esperaba su turno. En realidad, ella sólo estaba rogando, exigiendo, tiempo para que eso que crecía en ella tuviera la consistencia y el tamaño de las cosas que son ciertas y que una vana frivolidad de adolescencia tardía no se las llevara como las ramitas de los arbustos rotas por la insistencia de un río que quiere inundar otros espacios en su recorrido. Ella lo quería fuerte, denso y profundo como todo lo que es de verdad; pero a su miedo a equivocarse se unía el miedo a perderle si se mostraba en exceso distante.
En su contestación, él se cubriría con su particular cota de mallas y se tocaría de su casco de batallador para pedirla que combatiera el miedo, que se dejara llevar por el vértigo como en una montaña rusa y que diera gracias a sus dioses particulares por vivir algo que después de todo cualquier ser humano estaría encantado de experimentar -al menos- una vez en la vida.
Era evidente que él no había entendido nada. Así que ella afianzó sus dedos sobre las teclas de su ordenador, regresó de su levitación al reconocible espacio de su sillón y se apresuró a redactar un mensaje sabio que sabe que el amor crece de una forma distinta que el enamoramiento.
"¿Y ahora qué hacemos con esto?", le preguntaría ella, para darle a continuación una clase de madurez que no impedía sin embargo su aceptación de recorrer juntos un camino cuyo destino los 2 conocían perfectamente.
Y entonces él se cayó de sus creaciones literarias y de sus ensoñaciones de hombre desconcertado ante un pasado reciente que le había despojado de todas sus referencias vitales, como si la vida, a la manera de un cruel leñador le desgajara de su tronco, lo redujera a pedazos y lo condenara al fuego inútil de una hoguera que ni siquiera sirve para calentar a nadie. Se hizo sabio en la sabiduría de ella y se supo en el espacio seguro de los sentimientos verdaderos. Y manifestó su acuerdo, alto y claro.
"No -pensó ella-, no le he perdido. Sigue ahí y está dispuesto a que crezcamos juntos". Sintió entonces como si un oxígeno hasta entonces desconocido la envolviera de paz. Y el oxígeno tenía el nombre de él. Y también se lo dijo.
Cuando él sintió el aire fresco de la noche que murmuraba el nombre de su chica le escribió que daba gracias a Dios porque se iban a ver el día siguiente, que esa tensión no la podría aguantar si duraba 48 horas más.
Relajada ya, sus lágrimas de la mañana resueltas en la paz del atardecer, estallaban ahora en carjadas nocturnas.
No sabían, aunque lo sentían perfectamente, que ese día habían escrito una de las más bellas páginas que 2 seres humanos hayan puesto sobre papel alguno en los años de la humanidad: el amor que madura en los corazones cansados de perder una y mil batallas, pero que son muy conscientes que la vida no vale para nada sin su fuerza; el amor siempre nuevo, siempre raro que nos devuelve la alegría, la ilusión, la esperanza... cualidades que no son siempre materiales para sueños.

viernes, 13 de junio de 2008

Había visto en "Elegy", la película de Isabel Coixet, que uno de los protagonistas se refiere a la necesidad de introducirse en el interior de las personas amadas, por aquéllo de conocer sus sentimientos verdaderos y sus futuras reacciones. Se trata de un ejercicio difícil –pensaría-, la gente no resulta tan permeable a veces y su gabardina intraspasable nos muestra siempre sus mejores colores. Sólo el ejercicio del desnudo, que Tomás Moro obligaba en su "Utopía" a todos los novios, nos permite conocernos realmente. Sin embargo lo intentamos, vestidos como estamos de nuestras plumas de pavo real. Era la idea que le rondaba la cabeza cuando, como un quejido, una persona muy cercana le dijo:
- Cuanto más me conocen menos gusto.
Ensayó 2 torpes respuestas, más literaria la primera, más precisa la segunda. No creía ver lo mismo que ella; no, y que las cosas pasaban al revés de como ella las contaba: cuanto más la conocía le gustaba más lo que veía. Y fue, la suya, una respuesta serena. La vida te repasa a veces los espacios desesperanzados por la cara y te pone de color de nube de lluvia densa el futuro. Pero en algún momento ves que sólo fue una tormenta, que quizás ha salido un sol confortante a tu lado y que parece que se va a quedar allí. Es entonces cuando notas que no existe el engaño del impermeable, porque tus colores íntimos se visten con pieles que nadie ha podido contemplar antes. Has cambiado, te ha cambiado ese sol resplandeciente, mientras saludas con tu simpática sonrisa a las nubes que se alejan. Y te dejas llevar por un torbellino tobogán a donde sea, porque sabes que el final del viaje es una red elástica que te proyectará otra vez hacia las alturas. Déjame conocerte –dijo ella- ahora que todo es luz, todo es calor. Y déjame decirte –contestó él-, que veo que esos son tus colores naturales. Y que no quiero, no estoy dispuesto, no podría dejar de pensar en ti.

miércoles, 11 de junio de 2008

Segunda parte: el ágape

Dicen que la Iglesia católica tomó de los antiguos ritos paganos motivo para sus celebraciones religiosas más características. Por lo mismo, un partido laico como es UPyD, puede integrar el doble aspecto que contienen dichas liturgias: la palabra y el yantar. De esa manera se correría el velo que pretende que la humanidad ha sido diferente de sí misma en algún momento de su existencia. Pero no es así, la jungla se reconoce lo mismo en cualquier película de Quentin Tarantino que en los relatos de las pulsiones más elementales de la persona que emanan de las obras de Shakespeare.
¿No hemos avanzado nada, en realidad? Bueno, quizás no conviene ponerse demasiado categóricos. Por lo menos en lo que se refiere al condumio y en San Sebastián el progreso del hombre es evidente. Y es que comer en San Sebastián es siempre un acontecimiento y hacerlo en compañía de la gente de UPyD, algo muy especial. Claro que, un avezado político alemán como era Adenauer decía que "hay 3 clases de enemigos: los enemigos a secas, los enemigos políticos y los compañeros de partido".
Seguro que don Konrad observaba circunstancias semejantes a las acaecidas por mi persona en la mesa del ágape después del mitin donde -un tanto presa del atolondradamiento, lo reconozco- resolvía sentarme. Lo hacía con mis compañeros de Bilbao, lo que es como presumir que jugaba en casa. Nada hay sin embargo peor, según comprobarán ustedes.
Alguien me había colocado en lugar bien visible de la chaqueta una pegatina del partido que se supone encargada para su visibilidad en todo el orbe laico-nacional, lo cual yo asumía -no en vano, de lo que se trataba era de celebrar algo así como el momento de la procreación del invento-. Lydia Brancas se decidía a inmortalizar la escena que, parafraseando a Quevedo, consistía en el "érase un hombre a una pegatina pegado/érase una pegatina superlativa", y hacerlo con la ayuda de la cámara de su teléfono móvil. Hizo ella la foto y me la mostró. Yo quise que me la hiciera llegar -a lo mejor mi amiga Vic aceptaría con esa imagen que, pequeño al fin, nuestro partido sabe hacer cosas grandes, empezando por las pegatinas.
Ese fue el principiar de mis desdichas. Lydia me preguntó sin mayor adorno argumental si disponía de "blue-tooth" en mi "zapatófono" -se refería a mi móvil, al que tengo gran apego y desde el que les doy cuenta de estas mis amarguras-. De manera poco reflexiva contesté que suponía que sí, lo mismo que uno supone que la comida que a uno le sirven ha resultado convenientemente aderezada con sal en la cocina. Lydia, que es abogada y por lo visto tiene vocación frustrada de juez y/o de policía daba inicio entonces a un proyecto de descomunal interrogatorio. "¿Qué sistema de comunicación tienes, Movistar?" Pude contestar que no hablo euskera o que se me resiste el suahili, ya que en esas cuitas andamos ahora los upeyderos, pero preferí cambiar de abogado y sin pedir la venia. Mi tocayo y también letrado Fernández Ausín flanqueba a la Brancas que ya estaba experimentando la stevensoniana metamorfosis consistente en desprenderse de la bonhomía característica al Dr. Jeckyll para transformarse en el avieso Mr. Hyde. De Brancas a Broncas.
- Querido letrado -acertaría yo mismo a decir-. ¿Tengo que contestar a esa pregunta?
Fernando consideró que la Broncas estaba amagando de forma más que arriesgada con invadir mi ámbito de privacidad más irrenunciable -el nombre de la compañía que presumiblemente me estafa en mis conversaciones telefónicas-. En ese tiempo Lydia comprobaba si mi nombre figuraba entre los "blue-toothers", pero con resultado negativo.
- Me la puedes mandar por SMS -sugerí con intención pacífica.
Mrs. Hyde torció entonces el gesto, como aquéllos profesores de antaño debían hacer cuando les presentaban a un analfabeto de 53 años y se puso a buscar mis coordenadas en su aparato de ultimísima generación.
Debió pasar un largo rato hasta que me llegaba la foto -¡ay!, la falta de cobertura-. Pero hete aquí que llegana la instantánea, pero gordísima. Mi levedad orgánica se había reencarnado y -sobreencarnado- en una personalidad cercana a los 200 kilos, algo parecido a un "Buda feliz" redivivo.
- Me ha llegado apaisada -protesté.
Pero la Broncas no estaba para tan nimias cuestiones. Así que me puse a teclear con desconcertado afán en mi aparato hasta que daba con el formato que me devolvía a mí mismo, bien que insertado en mi pegatina.
Traté de enviar la foto a Vic, pero quedó colgada de la "bandeja de salida" -de nuevo, ¡ay!, la cobertura.
Fue entonces cuando sentí que alguien besaba mi limpia calvorota ante el estupor general y el mío propio. Se trataba de José Luis Ainsúa, antiguo militante del pecé y de Comisiones, ex parlamentario vasco de IU y ex coordinador del comité de Álava de nuestro partido.
Excuso decirles que se apoderaría de mí un sentimiento irreconocible: ¿Sería que Ainsúa -en nada parecido al Príncipe que libera a la Bella Durmiente de su eterno sueño,sí, ya sé que yo tampoco me parezco a ella, pero es que tampoco lo pretendo-. quería sacarme del armario con su beso? Más aún, ¿quería salir yo mismo? ¿Pretendía Ainsúa, mangoneado por Broncas Mrs. Hyde, que yo mismo sufriera una transformación semejante a la que en ella acababa de producirse? Son preguntas seguramente sin respuesta ya. Las palabras explicativas de su acción que pronunciaría después Ainsúa -irrepetibles, por lo lascivas- no ayudarían demasiado a mi contento personal.
Suma de crueldades sin límite, tortura china donde las haya, llanto y rechinar de dientes... me puse a esperar el café que nunca llegaba.
A mi izquierda, Marga Izquierdo, señora de Del Cura, me repetía que visitara al médico para tratar más adecuadamente mi catarro. Sólo me faltaba añadir a la larga lista de mis sufrimientos los que se producen en las consultas médicas.
Comprenderán ustedes que volviera con urgencia de fugitivo evadido de Alcatraz a mi refugio de Bilbao.

lunes, 9 de junio de 2008

Un año desde que naciera la idea. Mi intervención en el acto de la celebración. (7.06.2.008)

Buenas días y bienvenidos a esta ciudad acogedora que es San Sebastián, a pesar de los pesares y de los prejuicios.
Hoy estamos celebrando el nacimiento de una buena idea. Nadie ha dicho hasta ahora cuantos estuvimos hace poco menos de un año aquí, en San Sebastián. Si fuimos 35 ó 45. Podían decir que 450 ó 4.500 porque ya sabéis que la victoria tiene siempre muchos padres y muchas madres, en tanto que la derrota siempre es huérfana.
Nacimos para cambiar las cosas, porque no nos gustaba lo que existía, no nos gustaba lo que hacían los partidos tradicionales. Y lo cierto es que conectamos con la gente, que nos apoyó más gente que la que votó al partido que gobierna en esta comunidad autónoma, el Partido Nacionalista Vasco. Nos votaron más de 303.000 ciudadanos. Para que entrara un soplo de aire fresco en el Congreso de los Diputados. Y ahí está Rosa, que es el azote del Parlamento.
Ahora vamos a llevar el cambio al Parlamento Vasco. Nosotros no tenemos nada en contra del euskera, nada en contra; pero no estamos dispuestos a permitir que se margine a un idioma que lo hablan 400 millones de personas para apoyar a otro. Vamos a denunciar también el ejercicio que consiste en sustituir la sociedad civil por la sociedad nacionalista, la sustitución de la democracia de los ciudadanos por la demagogia de los batzokis. Vamos a denunciar, por lo tanto, la red clientelar que continúa tejiendo el nacionalismo vasco y que se está volviendo cada vez más agobiante y asfixiante. Y hoy, que precisamente se cumple también un aniversario, en este caso luctuoso: el de la primera víctima mortal de un atentado de ETA, porque hace 40 años moría um guardia civil, en este país que se mira al ombligo y se complace en el pasado, debemos apostar por la comunicación y las infraestructuras que nos acercan al resto de Europa y al resto de España, y decimos que es una vergüenza que el Gobierno Vasco no sea capaz de vincular los atentados contra la "Y" vasca con la banda terrorista.
Lo vamos a plantear en las próximas elecciones autonómicas, cuando se convoquen, y lo vamos a hacer con la ayuda de todos vosotros.

domingo, 8 de junio de 2008

Hoy Pilar me recibe distante, poco cariñosa, como reprochando mi excesivamente espaciada visita. Traigo en mis manos el dibujo que le ha hecho, Gloria Pichiua, su ahijada peruana. Es una campana rodeada de lazos y cuajada de de brillantina. Se trata de la felicitación de Navidad, un augurio anticipado en este frío mes de noviembre. Y Pilar es una niña que se aviene mal con las sorpresas. Su gesto hosco torna en un leve ánimo cuando yo empiezo a hablarle de esa pobre niña que vive en el altiplano, a miles de kilómetros de distancia y a quien ella misma facilita su existencia, en su hogar natal, con sus padres y hermanos; una niña que no sufrirá los traumas de la adopción, del cambio familiar, cultural, de referencias... -que gracias a ella no sufrirá, ¿quizás?, la muerte, pienso para mí-. Y pronto se cansa de escuchar esa cantilena que esconde los rituales de siempre. “Lo nuestro no es una convivencia, Pilar –le podría decir-. Lo nuestro no es la relación de un padre con su hija. Lo nuestro es una separación forzada; un secuestro; una cárcel para ti, y un destierro para mí, Pilar”.
En lugar de eso silencio mi voz que ya no sabe traer acentos quechuas e intento cogerle de la mano, pero Pilar no quiere. Pasan enfermeras y médicos en ese recorrido habitual que ellos tienen y que convierte las visitas a mi hija en una suerte de relación controlada, vigilada, un “régimen abierto” cerrado a la intimidad. Y esa gente que corretea enfundada en sus batas de aquí para allá, le afea su conducta en cuanto la advierte. Y yo no sé qué hacer, porque no me gusta tampoco que le digan nada a Pilar, por lo mismo que rechazaría que alguien me reprochara algunas cosas, mis ausencias, por ejemplo... Y es que resulta bastante triste, bastante duro no encontrar ni siquiera la protección elemental con la que cuentan hasta los humildes caracoles, una cáscara frágil, sí, pero que les protege del frío y de la lluvia. No hay siquiera una opaca campana de cristal entre tú y yo, Pilar, parecida a esa campana de Navidad que te ha dibujado Gloria, y que sería hoy un regalo precioso, antes siquiera que haya empezado el adviento. ¡Jesús. Hoy en día hasta funcionan los servicios de correos!
Ya ha pasado esa larga media hora que hemos previsto, Pilar y yo, como el espacio convenido de nuestros habituales desencuentros. Miro al reloj que está fijado en la pared de la salida y Pilar me mira a mí, en su silencio permanente porque sabe que me voy y quiere que me vaya. Hoy la despedida son dos besos suyos, y el adiós resulta entonces algo más aceptable que otras veces.

sábado, 7 de junio de 2008

La búsqueda del complementario

Miguel Bosé recopiló en un disco un elenco de grandes éxitos de la historia de la música al que titularía algo así como "diversas maneras de quitarse el sombrero". Ahora los sombreros no están de moda, excepto en Inglaterra, donde la tradición impone estrafalarios tocados a las señoras y los que son de uso común para los señores. Ocurre algo parecido con los guantes en esta sociedad práctica hasta el exceso que nos ha tocado en gracia. Los guantes se usan para combatir el frío o en las actividades laborales en que la seguridad y la higiene lo exigen. Antes, el guante denotaba elegancia y erotismo y la forma en que se desprendía de él Rita Hayworth en "Gilda" es uno de los "stripteases" más sugestivos de la historia del cine. Pero los guantes servían para otras tareas de significado menos placentero y si un señor te abofeteaba en la cara -con el guante cogido de la mano- y en presencia de testigos ya podías buscarte algún padrino, afinar la puntería o ejercitar tu entumecida esgrima: te estaban retando a un duelo. También las mujeres dejaban caer inadvertidos guantes a los suelos, en cuyo interior el avisado varón podía encontrar una nota con una comprometida cita a la que respondería este con mayor o menor gracia. Carentes de guantes, hoy las mujeres los arrojan de manera metafórica, un poco por despistar, otro poco por conocer tu reacción, otro poco por ¡vaya usted a saber porqué!, que es lo que decimos los hombres cuando no entendemos la sutil estrategia que anida en las mujeres, o sea, casi siempre. Esto es lo que me ocurría la noche del jueves pasado cuando mi amiga Vic, como quien no quiere la cosa, tiraba de su guante imaginario para decirme:
- Le tendrías que conocer a mi amiga Carmen. Es igual de tranquila que tú.
Uno está acostumbrado a que no se le note, pero debo afirmar que se me helaba la sonrisa y todo mi organismo se volvía huésped de algún trasunto de ser alienígena, especialmente el corazón. Mi corta imaginación navegaría en extraña deriva desde la sensación de haberme convertido en uno de esos objetos semovientes -sinó muebles- que se trasladan por inútiles de uno a otro lugar de la casa o como esos corazones solitarios dispuestos a dar tumbos por aquéllo de no encontrar acomodo ya en ningún otro corazón. ¿Estaba jugando Vic al juego de la oca conmigo -"de puente a puente, y tiro porque me lleva la corriente"- o sólo se trataba de tirar una piedra a un estanque en aparente calma para comprobar si en la profundidad de sus aguas se esconden peligrosas corrientes que tiran hacia sí a cualquier incauto? Pasé entonces por delante del guante sin recogerlo y me puse a pensar a ratos sobre la compatibilidad entre los iguales. No hace falta demasiada inteligencia para advertir que la calma no produce efecto sobre la tranquilidad por lo mismo que la actividad desbordante golpea contra la nerviosidad en un choque que puede conllevar dosis de alto voltaje. La vida se hace alegre en el contraste, como un buen arreglo indumentario, una decoración bien resuelta o un buen cuadro. Además que no hay nada más diferente que un hombre y una mujer, nada se explica con mayor dificultad que las reacciones de unos y otras y el descubrimiento de un sexo por el otro se ha constituido en una de las tareas imposibles que cada generación y cada persona inician prácticamente desde cero en cada una de sus vidas. Y nuestros "iguales" ni siquiera lo somos nosotros mismos, aburridos de convivir durante decenas de años en los reducidos espacios de nuestros exiguos organjsmos. Muy pronto, sin embargo, dejé de adjudicarle importancia a ese comentario, mi sensación de formar parte de un mobiliario trashumante se desvanecía a la misma velocidad con la que se había hecho presente y las palabras de Vic que seguían a la advertencia no presumían ya que me estuviera convirtiendo en un estorbo.
Fue entonces cuando me agaché, recogí el guante, deslicé en su interior una nota que contenía un escrito personal y, al entregárselo, me quité el sombrero. Pude añadir eso de "España y yo somos así, señora", pero eso ya formaba parte de la no menos vieja historia de un charco y una chaqueta, así que permanecí en silencio.

viernes, 6 de junio de 2008

¿Paz o libertad?

Hace tiempo que persisten 2 discursos en el País Vasco. Se trata de 2 posiciones que no se contradicen entre sí pero que enarbolan sectores sociales y políticos muy contradictorios: el discurso de la paz y el de la libertad.
Como ayuda para la mejor comprensión de ambos términos, cuando estos se aplican al País Vasco, quizás resultaría práctica la utilización de sus contrarios, esto es: la violencia y la dictadura.
"Contra violencia paz", podrían decir los partidarios de esta disyuntiva. Desconectado el terrorismo de su condición de banda organizada y de los perversos efectos que produce -el miedo- sólo queda su desaparición, cosa que se puede negociar -según quienes se postulan de esa tesis-. No importa que esa eventual borrón -pactar con una banda terrorista su desaparición a cambio de contrapartidas políticas- pueda "lavarse" en una segunda o tercera mesa: lo importante es la paz y, por.la paz... un avemaría.
La otra tesis -la que antecede a la paz el principio de la libertad- no ignora la realidad de la violencia, pero reconoce que esta intenta -y en muchos casos lo consigue- provocar el miedo en muchos sectores de nuestra sociedad. No habría más que dirigirse a pueblos como Mondragón, Andoain y a otros 30 municipios más gobernados por ANV para comprender que la dictadura del miedo se extiende por entre sus calles como una inmensa mancha de aceite. ¿De qué valdría una paz que no trajera de la mano una verdadera liberación de esos pueblos, por extensión de los demás y de sus ciudadanos? Esa paz, por lo tanto, se parece sospechosamente a ese ominoso silencio que permanece en cualquiera de esos pueblos cuando volvemos a nuestras casas después de un atentado, después de que por ejemplo 2 días antes de las últimas elecciones mataran a un ex concejal del PSOE. Franco y ETA se reconocen en sus métodos y en sus resultados: la paz de los cementerios.
Una sociedad que se ve cortada con un cuchillo en 2 partes prácticamente iguales debería obtener algo así como la cuadratura del círculo: permitir la compatibilidad entre los 2 principios, según piensan algunos. Se trataría de partir del reconocimiento de que uno se sitúa originariamente en un campo -por ejemplo, el de la libertad- y carece de pudor alguno en acudir con armas y bagajes al contrario -el de la paz-. La suma de votos que se produce entre los propios -los de la libertad- y los prestados -los de la paz- pueden suponerles una victoria electoral.
Esta sería la segunda parte de la estrategia socialista, toda vez que el ensayo de la negociación con ETA les ha sido muy rentable en términos de votos. Se trataría ahora de tejer complicidades con nacionalistas moderados a quienes les preocupa el enésimo encuentro del Lehendakari con los radicales y filoterroristas y la debilidad de su partido -el PNV-. Una red que se completaría con la que el PP está envolviéndose a sí mismo sin demasiados esfuerzos externos.
Así que el partido socialista bien pudiera ganar las próximas elecciones autonómicas, utilizando para ello un mensaje calculadamente ambiguo y abierto a todos -casi todos- los sectores de la sociedad. Lo que haría con el gobierno, así obtenido, sería objeto de otro tipo de consideraciones que preferiría no sugerir siquiera. Para esto vale la máxima evangélica: "Por los hechos los conoceréis".