jueves, 9 de febrero de 2012

Intercambio de solsticios (322)

- Y Raúl –continuaría equis- terminaba con una especie de admonición como de hermano mayor.
- Es que lo era… -objetó Brassens.
- Lo era, en efecto. Y lo aseveraba en el final de su correo.
- ¿Qué decía?
- Que si acometían el problema en aquel momento, dispondrían de una fórmula que les serviría para el futuro y que les mantendría unidos, responsables y solidarios en la solución de un problema de familia. Su última frase era: sin duda, todos nos sentiremos mejor.
- No estaba mal.
- Por su parte no estaba mal. Pero aquí no concuía la historia –indicó equis.
- Pasamos al siguiente capítulo.
- El siguiente capítulo era un correo de Eugenia Jiménez esa misma tarde.
- Me interesa lo que dijo –afirmó Brassens.
- Empezaba con una especie de justificación. Decía que antes de recibir todos esos correos y motivada por la presencia de Alberto y de todos los arreglos que se debían hacer a causa de la inundación…
- ¿De la inundación?
- Hubo una fuga de agua que afectó a la casa de Valladolid –explicaría equis-. Eugenia decía que, antes de todo eso, pensaba en convertir el cuarto de servicio en su dormitorio.
- Se refería al cuarto en que dormían las mchachas de la casa.
- Así es. Pues bien, así Eugenia dejaría libre la habitación que ella ocupaba en la actualidad. De esta manera, continuaba Eugenia, la casa seguiría abierta a todos los hermanos que vivían fuera de Valladolid.
- ¿Y no estaba abierta? –preguntó, de modo un tanto irónico, Brassens.
- Por lo visto no de manera suficiente –repuso equis siguiendo la ironía-. Decía Eugenia que lo había consultado con su madre y que esta estaba de acuerdo. Agregaba que el mobiliario iba a correr de su cuenta.
- Bien. Era lógico, ya que se había sacado a la luz la complicada situación del patrimonio materno.
- Seguía Eugenia diciendo que estaba sorprendida por las propuestas, según las cuales, los que usaban la casa de Valladolid, debían pagar –explicó equis.
- Estaba sorprendida.
- Decía Eugenia que ella no había ido a la casa sólo para vivir en ella.
- No lo había hecho para vivir. ¿Para qué lo había hecho entonces? –inquirió Brassens.
- Decía que se lo había pedido su madre, quien había tardado más de un año en convencerla, por lo que eso implicaba de renunciar a su intimidad, de recibir a sus amigos, de invitar a cenar…
- Una gran vida social, como Alaska…
- Y los Pegamoides –completó equis la frase-
- Eugenia decía ocuparse de su madre todas las noches en que la mujer que dormía en la casa no iba, los sábados y domingos por la mañana…
- Pero eso era por la pésima gestión patrimonial: demasiado dinero y, sin embargo, un dinero que no cubría todas las necesidades.

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