viernes, 3 de febrero de 2012

Intercambio de solsticios (319)

- Si es que eso era lo más sensato –asintió equis-. Raúl continuaba en que la postura de Gonzalo era muy buena, con su propuesta de contribuir con 200 euros por el uso de la casa de Valladolid. Alberto, según Raúl, indicó también que pensaría en una contribución, lo cual también estaba muy bien. Al mismo tiempo, Gonzalo y Carmen enviaban mensajes diciendo que Eugenia no podría contribuir. Pero esta última, Eugenia, no decía nada. Estaba como a que pasara la tormenta y regresara la calma, a su juicio.
- Buena frase.
- Raúl creía que Eugenia debería hablar claro, porque ella ocupaba una habitación y un despacho para ella sola en Valladolid. Y añadía que le parecía muy bien que hiciera cosas por su madre, pero también las hacían Alberto, Carmen y Gonzalo. Y además que las cosas que hace no suponían ningún ahorro en los gatsos fijos de su madre.
- ¡Buen tortazo! –exclamó Brassens.
- Pero seguía en que si Eugenia decía que no podía incurrir en ningún gasto, él mismo sería el primero en asumirlo. Pero entonces habría que buscar alguna otra fórmula en que todos cotizaran, en las partes que se acordaran , a fin de encontrar una solución armoniosa.
- ¿Apuntaba la solución?
- No. Por el momento –contestó equis-. Decía Raúl que la solución que proponía Alfonso, y remarcaba que con todo respeto, no le parecía realista que cada uno hiciera lo que pudiera, porque se parecía mucho a la práctica de las colectas “para los pobres y enfermos de la colecta”. Y que así al final no se solucionaba nada.
- Otro buen golpe.
- Pues sí. Daba unos cuantos. Insistía en que había que buscar una fórmula razonable en el asunto de los gastos, porque le parecía que mantener un gasto que estaba clarísimamente por encima de las posibilidades maternas, no iba a suponer sino ocasionar problemas en un horizonte no lejano, problemas que sin duda habría que afrontar en una situación mucho peor que la presente.
- Bueno. Más de lo mismo –observaría Brassens.
- Seguía en que, en cuanto a la fiesta del 90 cumpleaños de su madre, Eugenia no había dicho nada en lo relativo al reparto de los gastos.
- Es que daba siempre la callada por respuesta.
- Siempre –concedió equis-. Aunque estas alusiones tendrían su observación. Pero Raúl decía que ni siquiera se sabía a cuánto ascendían esos gastos. Y se lo preguntaba directamente.
- Estoy ansioso por saber lo que contestaba Eugenia a todo eso.
- Todo llega. Raúl terminaba su correo con un párrafo en que llamaba a la urgencia en la toma de decisiones. Que, una vez que se vendiera la casa sobre la que había una oferta, la situación se aliviaría de modo temporal. Pero que, si no se tomaba ya alguna medida, habría que tomarla más adelante y en una situación bastante más angustiosa.

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