miércoles, 8 de febrero de 2012

Intercambio de solsticios (321)

Bilbao, 16 de octubre de 2005.

Querida Lorsen:

No sabía muy bien si escribirte una carta o agregar el texto que luego desarrollaré a un libro de cuentos que me propongo completar, quizás con el título de “cuentos desordenados”. Finalmente lo hago como carta, porque, en realidad, se trata de eso.
Te lo decía en el poema que te dedicaba en mi última carta, cuanto más quiero alejarme de esa parte de tu recuerdo que me pesa como una losa, o me hace daño como una espada, más me acerco a ti.
He comprendido que tú estás en mis últimas decisiones personales que , no podrían nunca constituirse en una huida de ti.
Cuando decidí hacer un regalo a mi hermano Raúl y a Paula, por su boda, y nuevamente salirme del marco del regalo familiar –cosa que ya me criticó mi hermana Carmen -con la cual mi relación, como el Guadiana, aparece y desaparece-, pedí que enmarcaran una xerigrafía tuya dedicada a mi abuelo Juan Carlos. Excuso decirte lo encantados que estaban los dos. De esa manera te hice estar presente en los prolegómenos de la boda. Fijada tu obra –ves que sólo suelto cosas muy contadas tuyas y en muy especiales ocasiones- en su casa de Sitges, de la que la descolgarán para llevarla a su nuevo chalet en Madrid, según les ha pedido mi madre.
Luego tenía que decir unas palabras en el día de su boda, como padrino –o testigo- de la misma. Evoqué el momento en que conocí a Paula, en ese fin de año que pasamos en Arrechea, y cité tu nombre y el de tu padre. Después dediqué un recuerdo sin nombrar a todos los seres queridos que no podían encontrarse presentes en ese momento. Tú ya estabas citada.
La decisión de vender en Lanzarote y comprar en Sitges tiene que ver también contigo, salgo de ti y vuelvo a ti, para acercarme a la gente que te quiso –como también me quiere a mí- y que conserva tu recuerdo de esa manera tan cariñosa y grata. Por cierto que el fin de semana pasado tomé la decisión de comprar un ático situado en la mitad del pueblo, en una calle peatonal muy tranquila y a dos pasos de la estación.
El calendario me va acercando a tu tercer aniversario. Tus recuerdos a veces surgen de una manera implacable y se alzan frente a mí como si pretendieran agredirme, recordándome lo torpe que pude ser contigo. Otras veces aparecen de una manera amable, simpática, feliz. Incluso, en ocasiones –ayer mismo- surges en mis sueños acompañando mis pasos como si de verdad siguieras junto a mí, nunca como un cadáver, ni siquiera como una enferma a la que, ¡ay!, ya no es posible curar.
Ese es el recuerdo al que me aferro con todas mis fuerzas. Creo que es el más consistente de los que dispongo. Pienso que nunca podré encontrarme con una mujer que me pueda querer tanto como tú me quisiste, y quizás por eso ya no tengo excesivo interés en buscar nada. El que busca encuentra, y lo que estoy encontrando es posible que no merezca toda la pena del esfuerzo invertido en ello.
Por eso continúo en la decisión de modificar mi vida en la consecución de mi propio interés, sin pensar en la compartirla de nadie. No hago nada para evitarlo, sin embargo, pero tampoco lo persigo.
Te sigo percibiendo cerca de mí. Me gustaría que así fuera, de verdad. Quizás sea eso suficiente para colmar todas mis verdaderas necesidades de afecto.

Un beso.

1 comentario:

Sake dijo...

Pasa el tiempo y mi memoria sigue fresca unida a mis sentimientos por tí, ¿cómo podría olvidar mis sentimientos?, es imposible, lo terrible es que tú ya no estás.