jueves, 5 de julio de 2012

Intercambio de solsticios (396)

Lorsen me telefonea el día mismo en que nos trasladamos a Bilbao, después de vivir más de un año en casa de mi suegro. Ya me ha advertido que Pilar está muy justa en sus parámetros, o sea, que le tienen que enchufar más oxígeno –un 70%- cuando a partir de 40 ó 45% ya le empieza a machacar el pulmón-. La doctora Hermana le ha dicho que quiere hablar con nosotros. Quedamos para mañana. Ese día damos un beso a Pilar, mientras que Tere Hermana deambula por la UCI y nos dice que en cualquier momento nos llamará. Pilar está muy tranquila y le parece muy bien que tengamos esa entrevista, aunque ella ni siquiera intuye el motivo de la misma. Pilar tiene una verdadera admiración por la responsable de intensivos de pediatría de Cruces. Pronto pasamos al breve despacho que tienen los médicos de ese departamento. En una pared hay unos negativos de rayos x, en la otra un “planning” de actividades. Hermana no es muy expresiva, pero se le nota tensa, casi más que nosotros. “Llevamos mucho tiempo sin hablar”, empieza. Y luego explica que la situación de nuestra hija se está deteriorando por momentos. Tiene más necesidades de ventilación, por cualquier causa le surgen catarros, fiebres, problemas. Han estudiado el asunto y piensan que está claro que se trata de una evolución negativa, no de un mal momento. Es posible que se puedan equivocar, pero piensan que lamentablemente la cosa está yendo claramente mal. Quizás le puedan reducir el oxígeno, pero en todo caso sería una situación ocasional, porque en muy poco tiempo se verán obligados a incrementárselo, quizás a un nivel más alto aún que tenía cuan do se lo redujeron. Lorsen, nerviosa, la interrumpe a veces, el suyo es un parloteo incesante en que le habla de la niña, de mí, de su padre, de Lanzarote, de Arrechea, de la casa nueva de Bilbao, de la vida que tenemos, en tanto que la médico sigue desgranando sus comentarios. Además del efecto agresivo del respirador contra sus pulmones está el problema de su malformación de columna, que le presiona también sobre su aparato respiratorio”, dice. “He... Bueno, hemos pensado –se corrige a sí misma- que cuando llegue el momento no vamos a hacer un esfuerzo extraordinario para mantenerla con vida. “Desde luego”, contestamos al unísono los dos. “La verdad es que han sido 14 años de propina”, dice Lorsen. “Ha sido muy feliz aquí”, le digo yo. Y añado: “Pero que no sufra”. “Dadle toda la morfina que necesite”, es la opinión de Lorsen. Luego la conversación deriva a lo mal que están las cosas en el País Vasco. Tere es una mujer comprometida con las libertades en nuestro país. Esa tarde, instalados en el ático de Bilbao, la voz entrecortada, Lorsen habla con mi hermana Teresa, con mi madre, con su padre, con una amiga... Pero está serena y mantiene el tipo. Nos queda poco ya, seguramente, de este oficio de padres a medias que nos ha correspondido con nuestra hija. Nuestra hija que ya está entrando de una manera bastante definitiva en ese pasillo que a todos nos corresponde un día recorrer: Pilar ha empezado ya con su particular corredor de la muerte. Esa tarde, mientras que yo ordeno los libros en nuestro nuevo ático, recibo una llamada en mi móvil. Es Lorsen, desde la UCI. Normalmente no está autorizado el uso de este tipo de teléfonos: la sala está repleta de aparatos de precisión, que son muy delicados y su funcionamiento pudiera quedar afectado por las ondas de los celulares. Me dice que me va a pasar a Pilar. Entonces yo repito todas las tonterías que acostumbran los padres respecto de sus hijas. “¡Vaya! ¡No sabía que iba a hablar con la niña más guapa del mundo! ¿Qué tal estás, Pilar?” Y al otro lado del auricular escucho los sonoros besos que me envía mi hija. Muy pronto, Lorsen corta la comunicación.

1 comentario:

Sake dijo...

¿Qué podria decirte?¿Qué podria hacer por retenerte?, la vida es asi, no me autoriza a retenerte aquí y sin embargo a mí me obliga a seguir viviendo con mi pena.