jueves, 26 de julio de 2012

Intercambio se solsticios (410)

Se tomaban su tiempo. La verdad era que no querían llegar demasiado pronto, ni siquiera sabían si tenían que llegar. A su regreso, Juan Carlos Sotomenor les tendría reservadas sus nuevas instrucciones. Y lo más probable era que esas ordenes incluyeran un ataque, aunque fuera a la desesperada, a la sede de Chamberí, donde seguramente ya jaría tiempo que les esperaban. Derivaron hacia eñ Paseo de la Castellana, evitando regresar por Serrano hasta encontrarse con Príncipe de Vergara, después Alfonso XIII e inmediatamente conectar con Padre Damián para seguir directo a Agustín de Foxá y de allí a la estación. Lentamente, los dos coches recorrerían un trayecto de apenas diez minutos para convertirlo en todo un viaje de veinte o veinticinco. - ¿Y qué buscamos ahora en Chambero, jefe? -preguntaba el numero dos de la expedición, el que parecía más un homínido que una persona. En realidad, eran ellos los que parecían haber regresado a la etapa anterior al eslabón perdido, entre el hombre de Cromagnon ya el de Neanderthal, quienes mejores posibilidades tenían de sobrevivir: la fuerza bruta había sustituido a la inteligencia, la ferocidad a la astucia. Claro que, combinadas ambas, el tándem se volvía indestructible. - Vamos a Chamberí porque allí es donde se va a producir un enfrentamiento -contestaría Romualdez-. En el caso de que no estén ya en la pelea, claro. Y donde hay ese tipo de acontecimientos, ya te figuras, es donde existen las oportunidades... El homínido se quedaría pensativo durante un largo instante, pata musitar a continuación: - ¿A qué oportunidades te refieres, Celestino? - No lo sabremos hasta que no nos encontremos ahí -contestó este gravemente-. Ni siquiera sabremos hasta entonces si existe o no alguna oportunidad de algo. Derivaron hacia el exterior. Allí, el saharaui se apercibió del amplio aparcamiento en el que apenas unos coches dormitaban en aquella larga noche. Una rápida mirada, suficiente para dar con el lugar preciso. - Nos esconderemos entre los surtidores de la gasolinera -dijo. - El mejor lugar... comentaría Sotomenor con una sardónica sonrisa. - ¿Te parece? -repuso Bachat ufano. - El mejor lugar paa salir vivos si se produce una balacera -completaría Sotomenor su frase remedando un acento sudamericano tan lejano a sus orígenes bilbainos. - Eso es lo que debes evitar, precisamente -le contestó el saharaui. Y el jefe llegó toda vez que la cercanía de su estampa le hacia más visible, los dos coroneles pidieron notar su aspecto congestionado, al que seguía una voz, que si bien contenida, ponía en evidencia un mayúsculo enfado: - ¿Qué está pasandoa aquí? -preguntó Romerales encarándose a Corted. - Nada que no sea seguir el protocolo establecido -aseguró el aludido. - Sabias que yo había ido en busca de Paco de Vicente y de los Brassens.... -le espetó El consejero de interior, observándolo fijamente. Corted no dijo nada, así que Romerales continuaría. - Está bien. Mantendremos el operativo hasta que vengan los de Chamberí. Luego hablaremos de todo esto.

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