El País Vasco vive un tiempo de vigilia electoral. Quizás hubiera podido decir que se trata de un período convulso, pero no es preciso exagerar: la turbulencia de la vida reciente en este país de tantos demonios, que diría Jaime Gil de Biedma. Y es que nuestras desavenencias tienen raíces hondas y se insertan en la noche de los tiempos, quizás en esa forma peculiar que tenemos los vascos de situarnos ante nuestros propios problemas y que hacía decir a Waldo Franck que "el español se encara con todo lo que se encuentra, y en esto reside el espíritu de la tragedia; el vasco, por el contrario, evita el encuentro, y en esta evasión está el espíritu de la comedia".
Es verdad que si no fuera porque en la "fiesta" vasca corre la sangre y se ejerce una presión liberticida constante, nuestro ruedo local estaría en el esperpento de los gestos artificialmente airados, la broma de los argumentos permanentemente circulares y la bufonada de un Tartarín de Tarascón -¿Iñaki el vascón?- del siglo presente.
Nada cambia en realidad en el País Vasco, la vieja rueda de la antigua noria gira siempre de manera recurrente para convertir el mismo argumento, gastado de tanto repetirlo, en verdad absoluta.
Es el nacionalismo vasco el que constituye grey privilegiada en la representación de este argumento bufo, pero están también los que no lo son y que están dispuestos a sumarse a una suerte de nacionalismo "light" con tal de aferrarse a una vana pretensión de cambio. Creen todavía en el simbolismo de las siglas y, en el espejismo de su sed de libertad, están dispuestos a enterrar la historia como los muertos que entierran a sus muertos y no se detienen ni siquiera un minuto a pensar que en sus filas se encuentran los mismos agentes de los pasados desaguisados y que son ellos mismos -y no otros- quienes pretenden encarnar la nueva idea del cambio.
¿Y dónde está ese cambio en realidad? ¿En la ambigüedad de un nuevo pacto entre el socialismo y el nacionalismo donde este conserve intacto su pesebre y aquel ponga la cara para que se la rompan? ¿En una nueva versión a la vasca del socialismo catalán donde los biznietos de Pablo Iglesias compitan en vasquismo con los hijos de los nietos de Sabino Arana? ¿Les queda alguna duda acerca de quién ganará en esa competida lid?
Y luego están los agoreros de siempre, los predicadores del voto útil, los sumos sacerdotes que deifican siempre la impostura electoral. ¡Como si no supieran demasiado bien que en un sistema de reparto de 25 escaños por provincia la proporcionalidad es prácticamente perfecta y no se pierde uno solo de los votos emitidos!
Y es que está funcionando ya una táctica que se parece, igual que una gota de agua a otra, a la emprendida por los grandes partidos tradicionales y sus habituales corifeos acompañantes en las elecciones generales del pasado mes de marzo y que consiste en evitar la presencia de una voz crítica, ayer en el Congreso de los Diputados, ahora en el Parlamento Vasco. UPyD no se menciona en las encuestas, no contará con espacios significativos en los medios de comunicación y deberá costear su campaña desde su ascética pobreza -ya que no desde la dignidad mendicante.
Por eso, hoy más que nunca, es preciso apelar a lo que creen los ciudadanos y a la exigencia de esos postulados a sus representantes institucionales. Son muchos, demasiados los años de engaños que llevamos colgados a nuestras espaldas para soportar un nuevo episodio más en esta larga serie.
Desde la aportación crítica de las voces que manifiestan la convicción en los principios que algunos pretenderán olvidar de nuevo, el progresismo en el desarrollo de las políticas anquilosadas y rancias y la regeneración democrática de un país como el vasco que ni siquiera ha conquistado las más elementales libertades la voz de Unión, Progreso y Democracia en el Parlamento Vasco es imprescindible por que, hoy por hoy al menos, no hay quien la sustituya.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
3 comentarios:
Desde un punto de vista puramente de marketing electoral, deberíais trabajar más Álava. Allí son los votos más rentables de cara al Parlamento Vasco. Pablo Mosquera vendiendo, aún no se sabe qué, logró 25.000 votos que le dieron cinco escaños al invento aquél de Unidad Alavesa. Y desde luego vosotros lo podéis hacer mucho mejor, y con mucha más gente mucho mejor preparada y con infinitamente más experiencia política.
Reinterpretando las palabras de W.F., diria que el vasco muestra una conjuncion de espiritus, en donde encara la realidad onirica y evita la realidad cotidiana. Y en dicha conjuncion se encuentra el espititu de nuestra tragicomedia, que desgraciadamente hemos de interpretar a modo de coral que improvisa habaneras.
Nada cambia en los suenos vascos, suenos fatuos, llenos de gloria y honor……
Yo simplemente creo que:
El P.V. esta dormido y durmiendo, pues esta jodido y jodiendo (emulando las sacras palabras de nuestro Nobel literario, que no es santo de mi devocion).
Paz en la guerra
@Fígaro, en eso estamos.
@Unamuno, totalmente de acuerdo con tu comentario.
Publicar un comentario