Era esa casita de madera nórdica que alguien podría haber enganchado de una grúa espectacular y transportado desde algún bosque noruego hasta el pirineo navarro. Una casa del tipo "Hansel y Gretel", pero sin brujas ni trampas.
Se llamaba "Villa Pilar", que era el nombre de su hija, a pesar de que nunca pudo visitarla. Y eso que un día intentaría ella respirar muy hondo para que la Doctora Jefe de la UCI donde vivía autorizara un viaje -con vuelta- de la enferma crónica en una ambulancia medicalizada. Pero fue inútil, Pilar se agotaría en su esfuerzo y marginaría esa visita en el rincón de las cosas imposibles, un rincón atiborrado de sueños irrealizables para ella y tan sencillos para otras niñas, como saltar, correr o simplemente caminar.
Ahora Pilar se había alejado de su vida para reunirse con su madre. Y las dos se habían encontrado para ese largo descanso en el mismo lugar, en uno de esos paseos que resultan siempre sorprendentes al que los transita, porque el campo, en el pirineo navarro, aparece siempre vinculado a las estaciones del año y se viste de blanco para el invierno, de verde -en sus diversas tonalidades para la primavera y el verano- y de ocre -con las hojas muertas que caen de las hayas- para alfombrar el otoño.
Se llamó "Villa Pilar". Pero bien podría ahora cambiar su nombre por el de "Villa Victoria". Porque aquella casa había visto a su ocupante realizar un combate por la vida que hoy le proporcionaba un respiro en el sin embargo inexorable devenir de los años. Por ahora había ganado la batalla.
Y el nombre de su triunfo se llamaba precisamente Victoria. Por eso la casa se abría a la nueva luz que ella emitía para recibirla; las cajas, procedentes de algún traslado, y apiladas de forma provisional en algún dormitorio, entregaban sus objetos a un nuevo orden y los armarios desplazaban alguna ropaa antigua para hacer sitio a su siempre considerable equipaje, y es que Victoria, en la duda de preparar una maleta, hacía lo que Brassens decía que haría si tuviera que viajar a una isla desierta: llevárselo todo..
Llegaría Victoria a Burguete como ese tornado de signo inverso que deposita en la tierra sólo a la gente que vale la pena. Y llegaría al fin repleta de serenidad y confianza. Muy diferente a la "Vic" de aquel 25 de mayo, que no sabía muy bien cómo controlar la situación. Llegaría vestida de verde, porque era de un verde profundo el color de ese verano y porque también era verde el color de la esperanza que en ellos renacía.
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2 comentarios:
Hola Fernando:
Me emocionan profundamente las cosas que escribe, le he descubierto hace poco, gracias a UPyD, y me he enganchado en sus letras como a una de esas novelas clásicas que estás deseando retomar al llegar a casa.
Un abrazo.
Mi perra,BERTA,y yo,hemos viajado
con la imaginación, hasta la casita
en ese lugar maravilloso.Dice,por-
que mi perra habla,que Pilar estará
encantada de todos los amigos que tiene en este blog,y seguro que le gusta el cambio de nombre.
VICTORIA,significa triunfo.Desde el
Parque de Berlín en Madrid,Berta le
ha estado contando algunos secretos
a Pilar.Son de las dos.Un abrazo.
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