Hace tiempo que persisten 2 discursos en el País Vasco. Se trata de 2 posiciones que no se contradicen entre sí pero que enarbolan sectores sociales y políticos muy contradictorios: el discurso de la paz y el de la libertad.
Como ayuda para la mejor comprensión de ambos términos, cuando estos se aplican al País Vasco, quizás resultaría práctica la utilización de sus contrarios, esto es: la violencia y la dictadura.
"Contra violencia paz", podrían decir los partidarios de esta disyuntiva. Desconectado el terrorismo de su condición de banda organizada y de los perversos efectos que produce -el miedo- sólo queda su desaparición, cosa que se puede negociar -según quienes se postulan de esa tesis-. No importa que esa eventual borrón -pactar con una banda terrorista su desaparición a cambio de contrapartidas políticas- pueda "lavarse" en una segunda o tercera mesa: lo importante es la paz y, por.la paz... un avemaría.
La otra tesis -la que antecede a la paz el principio de la libertad- no ignora la realidad de la violencia, pero reconoce que esta intenta -y en muchos casos lo consigue- provocar el miedo en muchos sectores de nuestra sociedad. No habría más que dirigirse a pueblos como Mondragón, Andoain y a otros 30 municipios más gobernados por ANV para comprender que la dictadura del miedo se extiende por entre sus calles como una inmensa mancha de aceite. ¿De qué valdría una paz que no trajera de la mano una verdadera liberación de esos pueblos, por extensión de los demás y de sus ciudadanos? Esa paz, por lo tanto, se parece sospechosamente a ese ominoso silencio que permanece en cualquiera de esos pueblos cuando volvemos a nuestras casas después de un atentado, después de que por ejemplo 2 días antes de las últimas elecciones mataran a un ex concejal del PSOE. Franco y ETA se reconocen en sus métodos y en sus resultados: la paz de los cementerios.
Una sociedad que se ve cortada con un cuchillo en 2 partes prácticamente iguales debería obtener algo así como la cuadratura del círculo: permitir la compatibilidad entre los 2 principios, según piensan algunos. Se trataría de partir del reconocimiento de que uno se sitúa originariamente en un campo -por ejemplo, el de la libertad- y carece de pudor alguno en acudir con armas y bagajes al contrario -el de la paz-. La suma de votos que se produce entre los propios -los de la libertad- y los prestados -los de la paz- pueden suponerles una victoria electoral.
Esta sería la segunda parte de la estrategia socialista, toda vez que el ensayo de la negociación con ETA les ha sido muy rentable en términos de votos. Se trataría ahora de tejer complicidades con nacionalistas moderados a quienes les preocupa el enésimo encuentro del Lehendakari con los radicales y filoterroristas y la debilidad de su partido -el PNV-. Una red que se completaría con la que el PP está envolviéndose a sí mismo sin demasiados esfuerzos externos.
Así que el partido socialista bien pudiera ganar las próximas elecciones autonómicas, utilizando para ello un mensaje calculadamente ambiguo y abierto a todos -casi todos- los sectores de la sociedad. Lo que haría con el gobierno, así obtenido, sería objeto de otro tipo de consideraciones que preferiría no sugerir siquiera. Para esto vale la máxima evangélica: "Por los hechos los conoceréis".
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1 comentario:
Mucha enjundia en tan corta entrada, Fernando, eso se llama capacidad de síntesis. Intentaré seguir tu ejemplo.
Comentarios al margen:
1. Ser partidario de la libertad implica tener que ser beligerante. De otro modo, la búsqueda de la paz a cualquier precio nos lleva irremisiblemente al adocenamiento, cuando no a la sumisión.
2. El PSE pesca en río revuelto, evidentemente. Y nos habla de nación vasca y de referéndum, si hace falta, con tal de ganar los votos del nacionalismo sociológico, que tanto necesita para alcanzar el poder.
3. Se me ocurre que UPyD, en este panorama, y de cara a las próximas autonómicas, podría quitarle a IU el papel de bisagra del que tanto ha disfrutado los últimos años, pero de lo que tan triste rendimiento ha sacado, por otra parte.
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