jueves, 22 de mayo de 2008

Es sábado. Hace muy mal tiempo. Ayer nevó y tardé algo más de dos horas y media en volver de Vitoria –el desatino de los rectores de la autopista, unido a la falta de actividad de la Ertzaintza mantuvo los peajes reducidos a la unidad. De modo que no bastaba a drenar la afluencia de coches-. Pilar me recibe simpática, pero en seguida su rostro se contrae. No quiere que hagamos nada –no sabe expresar lo que quiere o yo no puedo comprenderla-. No sabe si es mejor desconectar o no la cassette que suena en su aparato; no quiere que le ponga otra; que le peine; que le hable de su madre; de Bècaud –nuestro perro, el suyo al cabo-; de Villa-Pilar, su casita en Burguete... Me lanza pedorretas hasta que se le caen las babas por la comisura de sus labios. Me dice: “¡Que te den...!” Y yo medito sobre la ineducación de Pilar, algo así como les ocurre a muchos niños de su generación, aunque peor que ellos seguramente. Y me pregunto si en esta paternidad que tengo, construida -¿destruida?- a base de encuentros meramente episódicos se encontrará la causa de este rechazo. Pero me consuelo pensando que a mi suegro –que la visita a diario- le ocurre lo mismo.


Y pienso a veces sobre el sufrimiento. Como si fuera posible integrar en la normalidad el raro hecho de que tu hija se encuentre pegada a una cama de hospital, probablemente para toda su vida. Y recuerdo esos bellos versos de Luis Rosales, en “La casa encendida”:

AHORA QUE ESTAMOS JUNTOS
y siento la saliva clavándome alfileres en la boca,
ahora que estamos juntos
quiero deciros algo,
quiero deciros que el dolor es un largo viaje,
es un largo viaje que nos acerca
siempre vayas a donde vayas,
es un largo viaje, con estaciones de regreso,
con estaciones que no volverás nunca a visitar,
donde nos encontramos con personas,
improvisadas y casuales,
que no han sufrido todavía.
Las personas que no conocen el dolor
son como iglesias sin bendecir,

2 comentarios:

Antonio Valcárcel dijo...

Estimado Fernando:

Pilar te quería. Y pese a las pedorretas que os dedicaba era una especie de signo o lenguaje al que llegó a dominar, como medio de expresión más llamativo, escondía otras dedicatorias que sin duda quiso dedicarte pero se rompían a penas al llegar a su garganta. Fernando, -¿Miraste a los ojos de Pilar cuando te dedicaba las pedorretas?- Sus ojos te hubiesen expresado sus sentimientos, aunque la nube del olvido ofuscase su mirada. Una mirada entre dos fronteras, un velo que se rasgó en contacto con una preexistencia y la propia existencia, ambas cabalgando al unísono en una misma vida. Pilar era sabia, conocía las fronteras rotas por el albedrio de sus pensamientos: una existencia de vida precaria, una mente que se preguntaba a si misma: cosas que son del alma y de la vida.
Bonito poema el de Luis Rosales, un camisa vieja, que ayudó con tenacidad a otro poeta, Federico García Lorca, en sus tribulaciones en la Guerra incivil Española como refería Unamuno. El lenguaje de la verdadera amistad se manifiesta entre pensamientos diferentes donde sopesa más otros aspectos del alma y de lo humano: Lorca y Rosales; las pedorretas de Pilar con su padre y abuelo; Dios y los hombres... Hoy mientras visitaba a un amigo en el psiquiátrico del Hospital de Basurto me he enterado que a un amigo Guardia Civil se le encontró muerto en su habitación de la residencia de guardias civiles de Baracaldo. A consecuencia de una sobredosis de Tranxiliun. No me han salido las lágrimas, pero he pensado en él con el recuerdo de quién sigue viviendo en quienes vislumbramos en sus ojos una ternura y humanidad… Cargada de persecución y fracasos. Me lo dijeron sus ojos. Miro a los ojos y leo los avatares de los corazones nobles. Baeza era una buena persona.

Quiero dedicarte un corto poema Baeza.
La celaias aún están verdes, pero la siega próxima.
Cambiaste el verde de tu uniforme por las esperanzas de madera;
Un ataúd que se pudre en tu cuerpo que se desgrana.
Metiste la hoz Baeza en el alma de poeta; embriagándola de tranxiliun y amargura.
La hiel de la luna no dibujará la silueta, ni el tricornio en el suelo solapada;
De guardias de garitas de tus sueños que se llevó la maldita luna.
Espero que la muerte te haya sido dulce antagónica a tu amargura.
Los ordenadores de Kz-Gunea se han vestido de grana y sus teclados te dedican este poema.
Duerme en paz y descansa por fin, amigo Baeza.

Sirena Varada dijo...

Fernando, hay tanta fragilidad en lo que cuentas y es tan delicado lo que te contesta Antonio que parece que hacer otro comentario aquí es irrumpir como un elefante en una tienda de porcelanas.
Los últimos versos de Rosales: "Las personas que no conocen el dolor son como iglesias sin bendecir" parecen decir -entre líneas- que benditas sean las personas que saben del dolor.

Un abrazo y unos versos de Wenceslao Maldonado:

No necesito inventar el sol
para el día que despierta,
ni la levedad del aire
que lo rodea.

Tampoco es necesario
que haga crecer luna y estrellas
o algún sueño misterioso
para que la noche venga.

Ay, debo repetir su nombre
aunque no haya respuesta,
tengo que llorar recuerdos
para conjurar la pérdida.

(Paternidad de sombra)