domingo, 24 de febrero de 2008

Camino al pueblo

Apenas unas horas de descanso después de la pegada de carteles por Bilbao, con la que dábamos comienzo a la campaña, para reunirme a las 9 de la mañana con Miguel Angel Puentes, presidente de la asociación que tiene como nombre el título de este comentario.
Puentes tiene su oficina en Recalde, junto al puente -no faltaría más- y me recibe vestido de chaqueta de color "beige" y camisa negra cuyos faldones le caen por encima de unos pantalones de color tierra. Por detrás de la cabeza le asoma una coleta. Miguel Angel es escultor y cree que Jorge Oteiza es lo mejor que ha producido el arte vasco contemporáneo. Es colombiano.
Nos sentamos alrededor de una mesa redonda en un local de oficina junto a la puerta. Del interior surge una animada música latina. Estamos en la emisora de "Radio Candela".
- Antes de empezar en este proyecto vimos que a los latinos nos gusta el "pop" latino y a los locales el "pop" español -me explica Miguel Angel Puentes-. De modo que hicimos una integración de las dos músicas. Cada 3 canciones latinas ponemos una española. Nos escuchan 60.000 personas entre semana y 80.000 los fines de semana.
Está muy preocupado por las cosas bien hechas. "Cuando no hay profesionalidad se nota", dice. "Nosotros le damos mucha importancia a la producción de los programas".
Les cuesta unos 2.500 euros mensuales el uso de los materiales necesarios para emitir todos los días y las 24 horas. Se financian a través de anuncios de pequeñas empresas y negocios privados -locutorios, organizaciones para el envío de de fondos a los países de origen de los latinos...- y de subvenciones oficiales y para-oficiales -como la BBK.
Tienen en fase de proyecto la realización de algún programa de televisión y de emitir noticias en su radio. “¿Una televisión local? ¿Por qué no?” –parece soñar Fuentes-. Pero para ahora resulta un sueño poco menos que imposible.
Hablamos de la integración de los latinos en el País Vasco y Miguel Angel Puentes me advierte de algúna característica diferencial entre la cultura existente en sus países de origen y la de aquí.
- En España se está poniendo en tela de juicio la autoridad de los padres -me dice-. Cuando nuestros hijos vuelven a casa actúan de la misma manera que observan en los chicos de aquí y eso crea problemas en nuestras familias. También notamos que hay una excesiva permisividad ante la droga -concluye.
Así nos ve. Yo le explico brevemente en qué consiste UPyD. No sé si le defraudo un poco porque cuando me entregaba un "dossier" de la emisora me decía:
- En la última página están los precios para las cuñas.
"No es el momento -me digo a mí mismo-. Con una campaña pagada a escote entre todos los asociados...".
Me voy al periódico "El Correo", a recoger un sobre de la sección de hemeroteca. A la salida, un periodista de la casa se detiene a hablar conmigo.
- Estoy harto de identidades, de unos y de otros. Os voy a votar -me dice.

14 comentarios:

Lois dijo...

No sé si le defraudo un poco ...

Hmmm.

Cambiando al final, aunque les salga gratis a los que te dicen que te van a votar, siempre es un ánimo. Y más si llega acompañado de razones, breves, pero bien suficientes: Estoy harto de identidades.

No sé si te dará el voto, pero te ha regalado todo un lema de campaña.

Antonio Valcárcel dijo...

Estimado Fernando:

Tratándose de un periodista es difícil que dé su voto de forma tan desinteresada. Los periodistas suelen ser mercenarios de la pluma, a cambio siempre esperan algo.
UPyD saldrá a delante y su crecimiento será paulatino, pero continúo. Los ciudadanos estamos observando que los dos grandes partido lo son a presión de medios de comunicación; no tanto por lo que dicen o harán en sus programas, ni siquiera por su imagen de líderes son acreedores de captar el voto. Queremos pluralidad, equidad, ecuanimidad...Y sobre todo un partido que sea capaz de distribuir mejor la riqueza y que nos libere de las hipotecas y los sueldos mileuristas, los nacionalismos; que solo satisfacen a los nuevos caciques locales.
El capitalismo-democrático esta secuestrado una parte de su historia a la que no deja seguir su cauce y convergencia por una sociedad más justa. Y algunos de los que se consideran intelectuales o reconocidos como tales, sólo sirven para posicionarse dentro de las esferas de poder para garantizase su memoria y su obra.
Al pretender aplastar las religiones se apuesta por las utopías. La falta fe deja vacías de esperanzas. Pisar al prójimo y seguir impertérrito es el denominador común del común de los mortales.
Resulta que algunas identidades sirven para identificar. La falta de identidad sería una especie de anarquismo. El carnet de identidad lo llevan los poster de la campaña de UPyD., que tanto cabrean a los nacionalista vascos.

Lois dijo...

Hombre, Valcárcel, no se si estamos usando una u otra posibilidad de "identidad":

Conjunto de rasgos propios de un individuo o de una colectividad que los caracterizan frente a los demás.

El periodista se refería indudablemente a la segunda. Y a lo de "frente a los demás". Y yo también. Supongo que él está hasta el gorro de tener que "pertenecer" a una identidad, yo que sé, ser vasco, o lesbiana, o socialista, o lo que sea menos ser él mismo. Y yo también. Y le entiendo muy bien, y me encanta lo de harto de identidades. Me parece una gran definición de uno de los males que nos pasan. Que si no eres drogadicto, o católico, o nacionalista, o discapacitado, o cualquier otra "identidad", no eres nada.

Bueno, yo lo veo así. Y el periodista, apuesto a que también.

Y el carnet de identidad es justamente lo contrario: todos tenemos, y nos distingue como indivíduos, no como miembros de un colectivo especial.

Pedro José Chacón Delgado dijo...

Efectivamente, Lois, como dice el diccionario de la RAE, de donde está tomada esa definición, hay dos tipos de identidades, la personal e intransferible de cada uno de nosotros, pero también una identidad colectiva que nos hace parecernos más a unos que a otros, que es la segunda definición. Y yo no estoy dispuesto a renunciar a ninguna de las dos.

A la primera, porque es obvio que sin ella no sería yo. Pero a la segunda tampoco: esto es lo que hacen en el País Vasco los que se llaman constitucionalistas y consideran que la identidad colectiva no es aconsejable, ni necesaria, ni conveniente: renuncian a una identidad colectiva peculiar, que no es otra que la de los procedentes de otras partes de España que vivimos en el País Vasco. Es esta una identidad claramente diferenciada de la nativa nacionalista, y también de la que corresponde a los que se quedaron en sus pueblos de origen, sin emigrar; es una identidad que no responde a un origen intemporal en las estribaciones de los Pirineos, sino a un origen bien concreto, el de la maleta de cartón y el desarraigo.

Renunciando a la identidad colectiva que nos corresponde, que nos es propia, los inmigrantes y sus descendientes no nos hacemos más universalistas ni tampoco nos desmarcamos (ojalá pudiéramos) de la lucha de identidades. Decir que estamos "hartos de identidades" lo único que nos procuraría y nos procura, efectivamente, es quedar a merced de otras identidades colectivas, siempre dispuestas a engullir a quien se despista. Y en este tema, el que se despista, parafraseando al otro, no sale en la foto.

Algunos pájaros errantes dijo...

Queridos Lois, Antonio y Pedro José, observo que del comentario queda la afirmación del periodista como lo más significativo. Yo estoy de acuerdo con Lois en que se trata de una definición afortunada, esa de estar harto de las identidades. No creo que si te escapas de una identidad colectiva tengas que ingresar necesariamente en otra, pienso más bien que se trata de reivindicar una identidad personal que es seguramente multidimensional -uno no es sólo vasco, nacionalista, hincha del Athletic, devoto de la Virgen de Begoña y chiquitero en las 7 calles-. Afortunadamente el mundo es mucho más grande, aunque "el mundo entero sea un Bilbao más grande"(Unamuno "dixit).

Lois dijo...

Sí, yo estoy con el anfitrión.

No se trata, creo, de renunciar a las muchas posibles identidades colectivas de cada cual. Se trata de que no se haga política con ellas. Se trata de que no se pisoteen los derechos individuales (que son universales precisamente por no ser de ninguna "identidad"), en nombre de los supuestos "derechos colectivos" (los de las "identidades").

Hace no mucho recibí una bonita lección al respecto. Hice amistad en el norte de Australia con dos "aborígenes". Tíos listos y preparados que habían estudiado y tenían un buen trabajo en uno de aquellos inmensos parques naturales. Trabajaban de guías para los turistas, y les contaban las historias, el arte y los quehaceres de las tribus primitivas.

Pues bien, me contaron que estaban hasta las narices de ser "aborígenes".

-¿Y eso? Si no os va nada mal, ni nadie os rechaza ni os putea por vuestra raza.

-Nadie nos putea, salvo el jefe de nuestra tribu, que acogíendose a las leyes de protección de la cultura aborigen, nos impide comprar un terrenito en nuestra propia tierra, y montar un hotelillo para mochileros aventureros, y llevarles de caza y enseñarles los secretos de la vida paleolítica.

Y así era. Eran ciudadanos normales en todo Australia, menos en su propia tierra, la que conocían bien, donde querían vivir, donde estaban sus familiares y amigos. Una tierra, por cierto, de más extensión que todo el País Vasco.

Identidades. Putadas. Los aborígenes que tienen que seguir siendo aborígenes en nombre de la defensa de la cultura aborigen. O emigrar.

Lois dijo...

Perdón, he dicho vida paleolítica, y será como mucho neolítica.

Pedro José Chacón Delgado dijo...

Que sí, que todo lo que queráis, que las identidades no tienen que desindentificarnos con nosotros mismos y que las colectivas menos, etc., etc., etc.
Pero yo, queridos amigos, a los hechos me remito. Llevamos en el País Vasco gobernados desde Vitoria y desde la Diputación de Bizkaia (sancta santurom del nacionalismo vasco) durante treinta años ya por los mismos, unos señores que dicen que para identidad la suya, con la que piensan gobernar aquí y además, si es posible, llevarnos al paraíso de la independencia.

Frente a eso caben, como decía el otro día Savater en su artículo "Sus pompas y sus obras", varias posibilidades, quizás más de tres.
La que a mí me vale es la de reivindicar mi propia identidad, en este caso colectiva, de las gentes que vinieron aquí como decía yo antes, con la maleta de cuerdas y el desarraigo por único equipaje. Esa identidad me hace a mí para siempre recordar que mis orígenes son esos, no otros, que ahí, en esa memoria, está todo lo que necesito para sentirme arraigado a unas gentes, a mis gentes, y desde ahí proyectarme al mundo. En esa memoria está mi identidad, con todo lo que significa de infancia, adolescencia, amistades, viajes, sentimientos, recuerdos. Ahí está la mía, no en ningún caserío (con todos mis respetos para "Lander Machinbarrena").
Y esa identidad es la que pienso reivindicar en el mercado de las identidades, que es el que hoy nos gobierna, querámoslo o no.
Un saludo muy afectuoso a todos.

Blanca Oraa Moyua dijo...

Estoy de acuerdo con Lois.
La única "identidad" es ser uno mismo.
A mi hasta hablar de "nosotros" me resulta poco fiable.
Y respecto a la historia de los aborígenes australianos, no me extraña; en realidad lo que más nos suele coartar es la familia, los más cercanos, el chantaje afectivo...

Lois dijo...

Si estoy de acuerdo, Chacón. No creo que estemos diciendo cosas incompatibles. Y cada uno, con su experiencia particular, tiene su visión.

A mi me pica, en lo que me toca, el camelo ese de la identidad vasca.

... pero también una identidad colectiva que nos hace parecernos más a unos que a otros ...

Por muchos apellidos vascos que tenga, soy mucho más parecido a un urbanita de Santander, o de Madrid, y se me apuras hasta de Francia o Italia, que a un barrigudo nacionalista de por ejemplo, Marquina. También creo que esa es en realidad la historia de Vascongadas, y de lo que llamabas el otro día "población nativa", en mi opinión nada homogénea.

En tu línea, pero con sorna, iba un artículo genial de José María Ruiz Soroa, en que calificaba de "identicidio" el experimento lingüístico que están haciendo aquí. Pero identicidio de los vascos que hablamos en castellano: Corrigiendo la Historia

Es un lío. Pero por supuesto todos mis respetos por tu visión y experiencia, y por tu opción. Faltaría más. En realidad mis respetos por todas las opciones ... hasta que empiezan a pretender explicarme que mi lengua no es mi lengua, y qué es lo que tengo que sentir, y pensar, y hacer, por ser vasco, que me importa una higa.

Pedro José Chacón Delgado dijo...

Vamos a ver si nos vamos entendiendo. Hago por mi parte la autocrítica necesaria también, seguramente por no explicarme bien, pero estas son las urgencias de los blogs.

El tema quizás es que está cogido del revés. Me explico. Los nacionalistas tienen montado su tinglado identitario y reparten sus bonos de identidad. Tú los compras y te sientes vasco o lo que sea. Es una identidad establecida desde arriba, esto es, desde un poder constituido. Pero que en su origen respondió a la creación de un solo hombre: Sabino Arana Goiri. Y lo digo con conocimiento de causa. Pero mira en lo que ha terminado la cosa. Una identidad encaramada al poder político y repartiendo certificados de identidad vasca, como digo.

El asunto no es baladí, porque por ahí han ido todos los demás nacionalistas vascos aquí. El libro de Elorza "Tras la huella de Sabino Arana" explica cómo todos beben de la misma fuente, desde los moderados a los radicales.
La cuestión de fondo está en que hasta que Sabino Arana no lo dijo, aquí nadie habló jamás de independencia. Es todo una creación personal suya. Y, cuidado, lo más significativo de todo es que lo hizo con la primera inmigración aquí metida ya, la de los mineros de la margen izquierda, a la que él tanto vilipendió, no antes, para que pudieran haberse evitado tanto disgusto desagradable, sino ya viviendo o mal viviendo aquí, intentando sobrevivir, lo que es mucho más contradictorio y desquiciante.

Lo de la autocrítica por mi parte viene de que la cuestión no es: yo describo una identidad y los demás se suman a ella o se van por donde han venido, que es lo que propuso Sabino. La cuestión está en que todos tenemos nuestra propia identidad, totalmente de acuerdo. Pero que lo que ocurre es que no nos molestamos en describirla y luego nos sumamos a la que nos venden en el mercado. Quizás esto también sea una de las servidumbres de nuestra sociedad actual basada en el reparto del trabajo: unos ponen antenas y otros elaboran identidades, por ejemplo.
Pero, en serio, creo que habría que hacer un esfuerzo por parte de cada uno en describir su propia identidad. Los libros de memorias, los cuadernos de vida deberían tener un respeto, un prestigio mayor en ese sentido. Porque en ellos ahondamos en la memoria, que es la principal fuente de identidad, en ver lo que le convierte a cada uno en la persona que es, en sus recuerdos, en sus relaciones, en sus miradas, en sus paisajes, en sus vivencias. Y luego en vocearla si fuera preciso, para darla a conocer. En un país en el que cada individuo tuviera su identidad así recuperada, así manifestada, quién se atrevería a englobarle luego en una identidad colectiva, única, exclusiva, alienante por definición.

Es que no se me ocurre otra forma de desmontar el montaje nacionalista basado en una identidad única y absorbente para todos. La cosa no es nada fácil.
Y después, sólo después de esa manifestación individualizada de identidades personales e intransferibles, quizás cabría la oportunidad de hacer grupos de parecidos, semejanzas, similitudes, que nos dieran lo que el diccionario dice que es la identidad colectiva, pero no “frente” a las otras, como quizás un poco beligerantemente define la RAE, sino, simplemente, junto a las otras, mezclada con las otras, conviviendo con las otras, caray.

La identidad es hoy la moneda de uso y de intercambio en la política. No hay otra, si os fijáis: a ver quién es más español, a ver quién da más facilidades a las nacionalidades periféricas, a ver quién respeta más al diferente. Y el que no muestra sus diferencias, el que no proclama su identidad (en ese sentido lo decía yo antes, Fernando) está al albur de que cualquier identidad le abduzca y le convierta en uno de los suyos.

Saludos.

Lois dijo...

Hmmm ....

(Acepto que me corráis a gorrazos por pesado)

Todos los calvos se parecen en algo: son calvos. ¿Les da eso una identidad? ¿Existe el subgrupo "calvos" en nuestra sociedad? No. Pero todo es posible en cuestión de identidades. Por ejemplo si vieniera un Hitler proponiendo la solución final a la calvicie, ya tendríamos la identidad "calvos". Los perseguidos por ese Hitler. Una identidad impuesta desde fuera. Pero los calvos acabarían o con bisoñé, o estructurando una identidad, con sus mitos y sus héroes, y su "forma de ser".

Un grupo humano se autoestructura, somos así. E intenta perseverar en el ser, seguir siendo como debe ser; y por tanto perseguir al díscolo, establecer normas internas, acabar con los individualismos,etc, etc.

Posiblemente la idea de "ciudadanos", sin más, sea algo demasiado antinatural, demasiado débil, como para poder ser. Pero lo mismo le pasa a la democracia y, con todos sus defectos y dificultades, aquí estamos.

En realidad siempre estamos inventando algo contra la democracia, que es tan artificial, que es algo que no "nos sale". Y yo creo que esa moda de las identidades es el último grito al respecto. Junto con la Alianza de Barbaries, perdón Civilizaciones.

Tienes toda la razón en lo de que La identidad es hoy la moneda de uso y de intercambio en la política. Pero míralo de cerca y verás que tras toda la jerga guay, lo que hay son identidades buenas y malas. Una estrategia muy eficaz de acabar con la democracia y con la libertad. La mejor, hasta el momento.

Yo lo veo así, pero admito que puedo estar influído (mal) por nuestro particular caso de Vasquilandia Tremebunda. Pero no lo creo. Pero sí puede ocurrir que yo sea un poco extraterrestre, y por eso no valga lo que digo. Me queda el consuelo de que eso evita cualquier posibilidad de abducción, que no es poco.

Antonio Valcárcel dijo...

Todos tenemos parte de razón incluso el periodista.

La identidad tiene su importancia en todas las áreas, lo que sucede que una identidad no debe de aplastar a otras, esto sería de nazis. Estoy con Chacón que mi identidad es la de los gallegos que un día hace ya más de cien años cogieron su maleta de cartón forrada de tela a cuadros; y en una estación cualquiera emprendieron el viaje a la odisea vasca: las minas de hierro de Vizcaya. Yo respeto las costumbres y cultura vasca e incluso el euskera, siempre que no me afecte ni discrimine social y laboralmente, como sucede actualmente.

LA IDENTIDAD ES IMPORTANTE:

La Medicina Reproductiva ha permitido que las parejas o personas que debido
a alguna problemática física o social no pueden tener hijos, lo puedan
Resolver mediante el uso de gametos donados.
Esta alternativa para formar una familia tiene implicancias que merecen
ser consideradas. Una fundamental es el Derecho a la Identidad de su futuro
hijo lo cual supone la necesidad de informar al niño acerca de su origen
genético.
Este aspecto es relevante dado los efectos que tiene en lo social, lo psicológico,
la salud del niño y futuro adulto, y por estar modulado también
Por lo legalmente establecido

Pedro José Chacón Delgado dijo...

Lois, Antonio, perdonadme por no haber seguido con vuestro debate, pero he estado ocupado y no he podido. El título de esta entrada "Camino al pueblo" es muy sugerente, como tantos otros que hay por este blog.
Todos los inmigrantes tienen un pueblo al que volver, forma parte de su imaginario. El pueblo ronda sus cabezas durante todo el año, como referente, como lugar de memoria, "lieu de mémoire" que dicen los franceses, en resumidas cuentas: como factor de identidad.
Raúl Guerra Garrido, al que deberíamos tener en un pedestal porque sus obras lo dicen todo al respecto de esa identidad que no es la nativa, que es la de los que hemos venido de fuera al País Vasco, tiene, al respecto, un párrafo bellísimo en su "El otoño siempre hiere": "Las encaladas paredes del cementerio se hacen visibles y sobrepasándolas los mástiles de los cipreses, siguen siendo doce. El silencio es la música de fondo, el camposanto acalla los susurros y sólo se dejan oír las pisadas sobre la gravilla del arcén. Regresa a encalar el silencio, se decía de los emigrantes que volvían ya mayores."
Un abrazo, seguiremos.