Podía sin duda haber titulado este “post” como “de las formas y del contenido”, porque no estoy muy seguro de cuál ha sido la causa del jaleo que se ha producido.
Ya me refería en mi comentario anterior a algún gesto de desaprobación ante mis palabras en la presentación de la proposición de ley sobre las víctimas. De vuelta a mi trabajo, ese mismo día, a la sede de Cedaceros me encontraba con algún artículo en la prensa digital que ya ha quedado debidamente registrado. Horas después, compartía mesa y mantel con un periodista amigo, al que le refería la anécdota de mi “bautismo de fuego” en el Congreso de los Diputados. Y sólo muy poco después este me advertía de otro artículo que publicaba el digital del diario El Mundo, sobre mi supuesto intrusismo.
Diré que el término “intruso” resulta enormemente evocador para mí. Una novela del escritor valenciano Blasco Ibañez llevaba por título esa expresión. El texto literario se refería a la figura de un confesor espiritual –jesuita por más señas- que, amparado por su condición de protagonista de almas y vidas, penetraba en aquellas y estas para determinar la el comportamiento de sus penitentes seguidores.
No me compadecía yo –quiero imaginar- con esa figura de larga y bien planchada sotana, aspecto enteco y mirada aviesa que describe el autor republicano. No me imagino ofreciendo consejos que son órdenes, órdenes que van desde las oficinas mercantiles hasta las altas o las bajas camas. No creo que soy el intruso de Blasco Ibañez.
Pero tampoco pienso que pueda ser un intruso en el Congreso. Hecho nuestro sistema democrático de formas y contenidos, es evidente que la forma debe ser respetada, pero no hay creo nada que prohiba el acceso de un ciudadano al Palacio que es lugar depositario de la soberanía popular. Tampoco que no pueda participar en un acto de partidos, cuando ostento además la representación específica de UPyD para la ocasión.
Hasta aquí –sigo creyendo- está la cuestión pacífica. Pero subsiste la pregunta: ¿Podía hablar como efectivamente lo hice? En mi comentario de ayer ya he relatado cómo sucedieron los hechos. Si el diputado navarro, Sr. Salvador, no hubiera dicho eso de “nosotros también queremos decir algo”, es seguro que el acto se habría suspendido, que yo hubiera salido del Palacio del Congreso y que nadie se habría enfadado. Pero al aceptar todos los portavoces de los grupos –los principales, además- que faltaban dos personas en manifestar su opinión, y como quiera que UPyD tiene más votos que UPN, era yo el que tomaría la palabra en primer lugar.
Me dieron la palabra y la tomé. Y no hubo más historia.
Otra cosa es que les gustara que me saliera del guión. Que les dijera que no basta con la habitual prédica parlamentaria de las buenas palabras y de lo políticamente correcto, que es necesario además tener el coraje cívico de decir y actuar en contra de quienes han conseguido que tengamos que hablar de las víctimas. Porque no existen estas si no hay verdugos, y no se defiende a las víctimas si no se combate de forma cerrada a sus asesinos.
Eso fue lo que dije. Y se sorprendieron. Luego pretendieron matar al mensajero descalificando la forma en que se produjo la intervención. Es bastante probable que si mis palabras se hubieran situado dentro del guión general no se habría montado este lío. Pero este es el país y estos los políticos que tenemos.
Entre tanto, víctimas y opositores políticos a la negociación ya van siendo silenciados o agregados al torpe propósito de la salida negociada. Lo dije ese lunes en el Congreso –intruso o no-: “Estaremos vigilantes”.
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1 comentario:
D.Fernando si todos los medios están en poder de los dos grandes partidos ¿que tiene de sorprendente un ataque a UPyD?. No tiene nada de sorprendente y deja claro la debilidad argumental de los que controlan la politica y los medios en éste pais.
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