(I) En muchas ocasiones los acontecimientos que a lo largo de tu vida te han sido presentados como envueltos por un velo familiar resultan provistos de un carácter histórico de proporciones que sólo adviertes de una manera relativa. Piensas entonces que la historia familiar no debe exagerarse, prestando así a la realidad un elemento desfigurativo que traicionaría los contornos de la realidad.
Hace poco más de 100 años se producían en Barcelona eso que daría en llamarse la “Semana Trágica”. De su desenlace político se derivaría el cese por Don Alfonso XIII de su Primer Ministro don Antonio Maura, y a decir de algunos historiadores el final de la restauración canovista como punto y aparte precursor de la Dictadura del general Primo de Rivera, de la Segunda República española y de la guerra civil. Del resultado de esta advendrían cuatro décadas de una nueva dictadura hasta la recuperación de nuestras libertades democráticas.
En el grito final de Francisco Ferrer Guardia, ajusticiado como consecuencia de aquella trágica semana: “¡Viva la escuela moderna!”, estaría a decir de Joaquín Romero Maura –historiador de esos hechos en su imprescindible “La rosa de fuego”- todo un canto de vistoria anarquista y revolucionaria al final de una época y al inicio de las turbulencias de una nueva que se saldaría con décadas de desencuentros entre los españoles y que tendrían como corolario el enfrentamiento más dramático que registra nuestra historia contemporánea. Pudo Ferrer haber gritado “¡Viva la anarquía! o ¡Viva la revolución!” y habría acotado el marco para una España marginal y contestataria que nunca se parecería a esas dos Españas de las que hablara Machado. Pero Ferrer haría ese particular canto del cisne, precursor de los cambios irreversibles, pero de esos cambios que no traen en su definición nada bueno –como ya he recordado hace poco que decía Simón Bolívar, también en su epitafio, que “servir a la revolución es como arar en el mar”.
Pero el grito postrero de Ferrer abrirá la ruptura entre las dos Españas, que se manifiesta en el “¡Maura no!” que pronunciaba por ejemplo Pablo Iglesias –que hace precisamente 100 años amenazaba a Maura con el atentado personal en el caso de que este asumiera nuevamente la presidencia del Gobierno, amenaza que intentaría concretarse en sendos atentados terrorstas-; o del “¡Maura sí!” de quienes pretendían un futuro de reformas para España que conllevara el “descuaje del caciquismo”, la apertura de nuestro país a una democracia integradora y en orden.
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1 comentario:
Fernando, tengo que decirte una cosa y no tengo tu e-mail. ¿me lo mandas por favor? blancaoraa@gmail.com
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