jueves, 30 de junio de 2011

Intercambio de solsticios (205)

- Te hablaba de sobrinos –proseguía equis-. Pues bien. Dos sobrinos y primos entre sí se reunieron una mañana de primavera. Uno de esos días luminosos que hacen la envidia de todo el mundo –dijo con desmedido énfasis el interlocutor de Brassens-. Estaban desayunando en el VIP’S de Lista con Velázquez. Ya sabes.
Jorge Brassens prefirió no interrumpir. Sólo asintió con la cabeza.
- Habían quedado para charlar de un negocio que uno de ellos quería proponer al otro. No te diré de qué se trataba el asunto porque tampoco hace al caso. Lo cierto es que había concluido la parte correspondiente al trabajo y Leonardo Jiménez se levantaba para abandonar la cafetería cuando…
- Un momento. No te vayas todavía, que te quiero comentar un asunto –le dijo el otro sobrino, de nombre Salvador, Salvador de Vicente. Así que Leonardo volvió a sentarse.
- Te quería hablar del tío Juan Carlos, le dijo. En esa familia, cuando se hablaba del tío Juan Carlos no había otro. Y como siempre que se mencionaba ese nombre podía haber expectativas económicas de por medio, Leonardo Jiménez aguzó el oído.
- El otro día me comentó mi hermana Isabel que le había visitado en su casa. Le vio bastante ido, pero eso no la extrañó mucho. Lo que sí fue raro, bastante más que raro, diría yo –apostillaba Salvador- es que una doncella del tío, Encarni, se le puso a llorar como una Magdalena…
- Me acuerdo perfectamente de ella –aseguró Jiménez-. ¿Y qué le pasaba?
- Pues que la habían echado de la casa.
- ¿El tío?
- No. Por lo visto el tío Juan Carlos no se había enterado siquiera del asunto. La había echado la secretaria del tío, María.
- Ya…
- El caso es que Isabel intentó enterarse de lo que pasaba. Efectivamente la habían echado, con indemnización incluida. Pero una vez que mi hermana empezó a mover el asunto la readmitieron. ¿No te parece que la cosa es un tanto extraña?
- Pues sí.
- Además me contó que cuando apareció en su casa vio al tío un tanto despistado, con una estilográfica en una mano y un talonario de cheques en la otra. Y que le dijo enseñándole la pluma:
“Yo con esto firmo todo lo que me presentan”.
- Ya –dijo Jiménez-. Eso me parece que podría ocurrir. Y puede ser grave. Porque María es la que le lleva todas las cosas. Y luego están los De Vicente Restrepo.
- ¿Los Restrepo? –preguntaría Brassens.
- Sí. La otra rama de los sobrinos. Los hijos de Santos, el hermano menor.
- Yo no voy a quejarme nunca de que ellos sean siempre los beneficiados por el tío Juan Carlos –dijo Salvador de Vicente, como si supiera lo que le iba a comentar su primo-. Cada uno hace con su dinero lo que quiera. Pero creo que es muy grave que estén desfalcando al tío. Sea su secretaria o sea quien sea. ¿No te parece?
Leonardo Jiménez estaba totalmente de acuerdo con Salvador.
- ¿Te importaría investigar un poco el asunto?
Jiménez le prometió que así lo haría.
- Pero que sea pronto. No quisiera que el asunto se pusiera aún más feo… Vamos, si es que hay algo feo en la cosa.

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