Esa mañana de miércoles el comienzo de nuestra actividad consiste en una rueda de prensa que damos a los medios españoles acreditados en La Habana.
La cosa tiene su aquel. Mayka reserva una zona del “halll” del hotel a contrapié de los clientes que toman su café. En cuanto los camareros descubren que habrá cámaras y periodistas los gestos se tuercen y parece como si funcionara una especie de auto-censura que nos vuelve a recordar la de otros tiempos y lugares. Finalmente Mayka conversa con el gerente del hotel –un canario inteligente- que facilita la gestión como producto de una actividad periodística en el marco de una feria turística.
Los medios se sitúan en torno a una mesa donde nos sirven los cafés. Rosa empieza destacando la nula receptividad que tiene la embajada española para con los disidentes. El corresponsal de El País ataja su comentario negando la mayor:
- Eso no es verdad –dice-. Hay un número dos o tres de la embajada que tiene como responsabilidad el contacto con ellos, que por cierto están a todas horas en la embajada.
Rosa repite su discurso, pero el periodista repite el suyo.
- No voy a entrar en debate contigo –asegura aquella cortante-. Eso es lo que me han dicho.
El corresponsal de La Vanguardia pregunta sobre la forma en que hemos entrado en la isla. “Comprando un billete en una agencia de viajes”, decimos. “Por lo tanto tenéis visado de turistas”, colige. “¿Sabéis lo que os puede pasar si habéis usado esa visa para algo diferente de lo que está previsto?”, sentencia. No damos crédito. Ante nuestro desconcierto el periodista declara:
- Bien. Es así como está la ley por aquí.
Y yo me pregunto qué clase de ley existe realmente en Cuba, cuando todo está sujeto a revisión e interpretación por el Estado. Pero no digo nada.
El corresponsal de El Mundo está interesado en nuestros contactos. Insiste en si nos hemos entrevistado o tenemos el propósito de hacerlo con las autoridades cubanas. Nos cita el caso de Centella –Secretario General del PC de España, que está en Cuba manteniendo contactos con el régimen-. Como le decimos que nosotros hemos venido a loque hemos venido, nos plantea la necesidad del diálogo.
- No hay diálogo entre democracia y dictadura –contesta Rosa-. Porque no existe término medio entre las dos cosas.
Mauricio –el corresponsal de El País- toma el relevo en la pregunta:
- Rosa, ¿tú has viajado a China?
Nuestra portavoz le contesta afirmativamente, lo hizo en la época en que ella era Consejera de Comercio del Gobierno vasco.
- ¿Y te has entrevistado allí con los disidentes? –pregunta.
Rosa no pierde los estribos, pero está visiblemente contrariada. Le dice que hay bastante diferencia entre la capacidad de influir que tiene España en Cuba que la que dispone en China.
No acaban aquí la larga serie de despropósitos. Mauricio vuelve a la carga:
- ¿Qué opinión tienes sobre el embargo practicado contra Cuba?
Rosa no contesta. Dice que lo que ha querido decir ya lo ha dicho, pero el periodista insiste sin cesar.
Concluye la rueda de prensa. Rosa se dedica a la corresponsal de EFE en tanto que el periodista de El País se va murmurando alguna frase poco amable.
Recuerdo entonces las palabras de Elizardo Sánchez cuando nos decía que en Cuba, el prsonal de las embajadas, periódicos y empresas debería cambiar con frecuencia. Y es que todo aquel que lleve algún tiempo en la isla tiene alguna grabación comprometedora, algo con lo que ese régimen le pueda presionar.
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1 comentario:
A las dictaduras no les gustan que se puedan airear sus malas costumbres por éso son celosas guardianas de sus miserias.
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