martes, 14 de agosto de 2012

Intercambio de solsticios (423)

27 de agosto de 2002. Pilar cumple quince años. Izeko Arantza le ha ido poniendo globos y carteles con la palabra “¡felicidades!” en cuatro o cinco idiomas. Y es que agosto es un mes muy largo para Pilar, recibe pocas visitas, no tiene clases y necesita de algún entretenimiento adicional. Y ese día está deslumbrante. Hay un montón de regalos junto a su cama: “compact discs”, relojes, el dibujo encuadrado de su ahijada peruana... Pero hay una felicitación que debo transcribir. Es el gato Garfield recibiendo tres zanahorias de un ratón. Dice “Feliz cumpleaños...”, y en el interior de la tarjeta pone: “A la alegría de la huerta. ¡Muchas felicidades!”. La firman M. José y Anuska. El texto es el siguiente: “Érase una vez, en una casa encantada, una princesita, que Pilar se llamaba. Cada mañana se despertaba la princesa, muy temprano y escuchaba desde su cama los sonidos de las alarmas, el picor de las máquinas y los murmullos de su séquito azul y rosa. Vamos llegando los blancos, pero la princesa, aún no recibe visitas... Es el momento del ritual: hay que lavarse de la lengua a los pies, por fuera y por dentro... para respirar mejor. Hay que peinarse y pintarse: un beso rojo extenso en la mejilla. Después, el desayuno, directo y sin rechistar... Y el momento cumbre. Vestido y joyas... Y de la cama al trono. !Luces, música, aire y acción! Con la entrega , la dedicación y el cariño de quienes le cuidan, la princesa ya está lista para recibir y supervisar. Basta un guiño de un ojo, un chasquido de lengua y a veces una pedorreta, para que todo funciones a su alrededor. Pero hoy es un día especial y la princesa espera lista e ilusionada desde su balcón no sólo los buenos días sino... ¡¡¡Muchas Felicidades!!! Un beso muy fuerte. Muy poco después de su quince cumpleaños, “Lorsen” me refiere, como a diario, sus impresiones del día. Lo hace como una catarata en la que los acontecimientos varios sustituyen a las gotas de agua: todas discurren desordenadas, atropelladas, lo mismo que es su imaginación. Pero ella quiere transmitirte un dato muy especial. Estaba hablando con una enfermera. - Tiene la cara llena de granos. Tendremos que ponerle una crema –“Lorsen” es una firme partidaria de la importancia de la administración de todo tipo de potingues para el cuidado de la piel-. No quiero ni pensar el día en que le baje la regla. - ¿La regla? ¿No lo sabías? ¡Si le ha bajado la semana pasada! –le contesta. Por lo general yo leo algún libro mientras que conecto alternativamente con los variados comentarios de “Lorsen”. Pero en ese caso levanto rápidamente los ojos de un texto sobre la Restauración Borbónica. ¡Mi hija ya es una mujer! - ¡Pobre! –exclamo, la niñez de Pilar se le ha ido mientras que médicos, enfermeras, familiares... todos pensábamos si su vida se mantendría un día, una semana, un mes, un año más...- ¿Y cómo se lo ha tomado? - Está encantada –me dice “Lorsen”-. Ahora sólo quiere que le hagamos regalos. En concreto, tú –me señala co el dedo-: le tienes que llevar un póster la próxima vez que la veas. También a “Lorsen” se la ve contenta. Aunque constata que su hija tiene un carácter muy diferente al suyo: - A mí no me gustó nada que me viniera el “agapito” ni empezar las clases después de las vacaciones de verano. Pero yo me pongo triste de repente. Me cuesta acostumbrarme a la idea de que mi hija empieza con ese proceso habitual en que los seres humanos van cubriendo las etapas de su existencia. Como si después de eso vinieran los tiempos de los reproches –como les ocurre a los adolescentes- porque sólo destruyendo la realidad paterna se afirma la propia. Me cuesta pensar en una feminidad que va germinando entre la cama y la silla ergonómica de un hospital. Y Pilar hace de su regla una especie de sanjuanada: Todos sus libros de cuentos se los lleva la doctora Hermana, que colabora con los refugiados del Sahara, y a Julián le regala un sombrero del tipo de los del “sombrerero loco” en “Alicia”. En muy poco tiempo los vídeos de dibujos animados irán desapareciendo con destino a los hijos de las enfermeras. En mi primer viaje a Madrid le compro un póster de Leonardo di Caprio que sustituye a otro de David Bisbal –este ya más por visto que por su nueva condición. El 2002 es un año para recordar en el caso de Pilar, en el de todos nosotros: Ha pasado de la posibilidad casi cierta de la muerte a la realidad de poder contribuir a dar la vida a otros semejantes. Pero en este punto también asoma mi inquietud ante lo que significa una vida a medias, como es la suya. ¿Cómo vivirá Pilar esta nueva etapa de su existencia? Hace ya tiempo que Lorsen no me toca el asunto de Pilar. Esa tarde, mientras viajamos hacia Arrechea, para pasar el fin de semana de Todos los Santos, me dice que ha hablado con la doctora Hermana y que cree que nuestra hija escasamente durará hasta las Navidades de este año. Y no porque se lo haya dicho así la médico responsable de la UCI. Lorsen piensa que ella no quiere preocuparnos, pero que las necesidades de la niña están en un 65%, cuando a partir del 40 ó 45% el pulmón empieza a sentirse dañado. La doctora le dice que es posible que le vayan bajando el respirador. Pero Lorsen está preocupada, aunque tranquila.

1 comentario:

Sake dijo...

Ya hemos recibido una buena ración ¿cuantas más cosas nos deparará la vida?, porque de verdad que ya he llegado al límite.