lunes, 27 de agosto de 2012

Intercambio de solsticios (431)

Emergía de repente una figura bajita y rechoncha por entre los cubículos de la recepción de Chamberí. Estaba armado y usaba de un afable caminar sanchopancesco unido a su expresión simpática. Fue este sujeto quien advirtió la presencia de Jorge Brassens entre ellos. - ¡Tú por aquí! -exclamó. El aludido lo observó detenidamente. Sí. No podía ser otra persona. - ¡José Ladrón de. Ajanguiz! -exclamó Brassens a su vez-. Si no llegaras a existir entre nosotros te habríamos tenido que inventar. ¿Pero no estabas en Palencia, con tus damnificados por la explosión de gas? - ¡Ja! Ya se ve que hace tiempo que no hablamos, tío -dijo el aludido, entre divertido y sarcástico-. Ya sabes que lo que a mí me gusta es la bulla, camarada. De modo que me planté en Madrid. Y como tengo conocimientos de la técnica del disparo, por la caza menor, ya sabes, me captó Damián Corted paa esta operación. - Pagado, supongo. - Tarde, mal y, a veces, nunca. Como también sabes, nunca he tenido mucha suerte con los negocios... - Ya. Y habéis venido a repeler la agresión contra Chamartín... -avanzaría Brassens. - ¡Yo no sé nada, tío! -exclamó José Ladrón de Ajanguiz con expresión indiferente-. A lo mejor de esta salgo con una buena chuleta en la trípa... ¿Qué más podemos pedir en esos tiempos! - ¿Y Damián no te ha explicado nada de lo que venias a hacer aquí? - No. Solo me dijo que reclutara a unos hombres y me los llevara con él a esta sede, que después nos darían instrucciones... - ... instrucciones como dejar frito a tu amigo y a su mujer, por ejemplo -dijo Brassens con un punto de amargura. - ¡Coño. Erais vosotros los del coche, claro! - Que yo sepa no ha venido nadie más esta noche. - ¡Qué cabrón! ¡Nos había dicho que llegaba el enemigo! ¡Y, claro, yo no sabía nada! Indignado como estaba Ladrón de Ajanguiz empezaría a girar sobre sus pies. - Le voy a decir un par de palabras a ese tipejo... - No. No vas a hacer nada de eso -repuso Brassens con firmeza-. Me has dicho que los hombres no son en realidad de Corted, sino tuyos... - Así es. Y les he ordenado a que disparen sobre vosotros -dijo Ladrón de Ajanguiz con gran pesar. - Pues asegúrate de que te sigan obedeciendo. Seguramente que eso va a ser fundamental para que pasemos todos de esta noche. - De eso no te preocupes, Jorge. Déjalo en mis manos. Y entonces giró sobre sus pasos hundiéndose en el interior de la sede. - ¿Qué vas a hacer? -le preguntó Brassens - Asegurarme de que no se va a mover nadie.

No hay comentarios: