lunes, 11 de junio de 2012

Intercambio de solsticios (377)

Como el que cree que no las cosas que no se ven no existen, Paco cerraba sus ojos. Quizás pensaba también que esa acción amortiguaría en alguna medida el dolor que ascendía de su pierna hacia el resto de su organismo en la forma de una corriente eléctrica. Reaccionaba a esa situación con prolongados espasmos que le dejaban agotado y el calor que le invadía le hacia sudar gruesos chorretones que empapaban el cuello y la zona más alta de su camisa. Apenas podía percibir las quejas de su vecino de atrás que se había solidarizado ya con la idea de una muerte que le depararía el final de sus sufrimientos. Como perros desahuciados, esperaban la mano amiga y solidaria que les sacrificara. En el interior de la barricada, habían cesado los disparos. Una cabeza se asomaba para otear el horizonte. - ¡Ahí no se mueve ni dios! -anuncio el observador. - ¿Hay algún coche más o solo es el Niva? -preguntó otro de los sujetos amparados por el amasijo de hierros y piedras que constituían su refugio. - Solo el Niva -le contestaron. - Pues es una mierda -observaría el anterior-. El peor de los tres coches. Y no tendrán nada de valor... -Bueno. A l mejor tienen armas, municiones, alcohol, duros... ¡Yo qué se! -dijo un tercero. - ¿Qué sugieres, entonces? ¿Que vayamos a por ellos? Corremos un riesgo de puta madre... - Sí, pero hasta ahora la estamos cagando toda la noche, y en cuanto que algún otro vea el pastel no va a asomar el morro por aquí ni hastío de grifa... O vamos a por ellos o estamos servidos para el resto de la noche -afirmó dl tercero-. Además, ¿Te has dado cuenta de la hora que es? - ¿Y dices que no se mueve nadie? -preguntó el segundo al que oteaba. -Nada. Ya te digo. Esos están fritos o les falta muy poquito... -contestó el aludido. -Pues vamos a por ellos. Para entonces, los otros dos coches que formaban la primitiva expedición de ataque del todopoderoso -en Chamarrín, claro- Sotomenor, se encontraban ya a la altura de los ya abandonados chalets de El Viso. La situación parecía tranquila. Nadie a la vista a esa tardía hora de la madrugada, así que el conductor del Porsche d su jefe tomaba la determinación de parar. Salieron sus ocupantes con una sensación jerga de encogimiento. Especialmente quienes habían debido adaptarse al asiento posterior del vehículo. - Es una mierda de coche para viajar -se quejaría uno de estos últimos-. No hU espacio y... por mucho que tenga una buena suspensión, con los babes que tenemos ahora te los comes todos. - Sí -aceptó el improvisado conductor-. Yo también tenía ganas de descansar un rato. - ¿Y qué hacemos ahora? -preguntó el copiloto, como si formulara su cuestión al aire. - Esperar al Suzuki, de momento -dijo el conductor.

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