lunes, 18 de junio de 2012

Intercambio de solsticios (382)

Ya estaban todos otra vez. Y en aquella ocasión les acompañaba también Pepa, la recientemente casada mujer de Gabriel Redonet. Y ella se adaptaba perfectamente al grupo.
 También estaba allí Raul Brassens, rescatado al grupo familiar desde la primera excursión: la que hacian al "Canto del Pico", aquella finca propiedad del viejo dictador en la que murió don Antonio, bisabuelo y tatarabuelo de los presentes.
 (Claro que esa propiedad de Franco tenia también su historia: una desavenencia familiar entre el aristócrata "de las Almenas" y su hija llevaba a aquel a legar su finca plagada de puntiagudas piedras -de ahi su peculiar nombre- a quien fuera "el salvador de España". Semejante cláusula hereditaria se habría en otra época convertido en asunto de imposible ejecución Pero a Franco le gustaría la finca y no hubo quien en su sano juicio le discutiera la notable condición exigida por el conde).
 Total, que la descendencia Brassens, unida a algún que otro "político -en el sentido familiar, se entiende- se daban cita para una nueva excursión "brasseniana" en un pueblo plagado de bares contiguo a los toros de Guisando. Era en una mañana del tardo-verano, y llegaban como las gotas de la lluvia, unos detrás de otros y luego en motrollón.
 Visitaban una iglesia, que Gonzalo acreditaba de interesante y conducían sus pasos hacia las bravas reses. Y allí, entre sesión de fotos y contemplativa visión de la reproducción animal, Alfonso les refería la ocasión histórica de aquella excursión.
 - Fue cuando se dividió el Partido Conservador. El Rey llamo a Dato a gobernar y don Antonio se vino aquí unos dias para quitarse de enmedio.
 - ¿Y por que aquí, precisamente?
 - Porque un diputado conservador, de entre los amigos políticos que le quedaban, tenia una finca por esta zona...
 Y Alfonso decía que no había localizado ni la descendencia del político aquel ni el territorio que visitaba el que fuera Primer Ministro.
 Pero se iban a comer a un restaurante vecino, un establecimiento que pretendía emular los "restaurants" de la "haute cuisine" pero con mas módicos precios. Fue allí donde Jorge Brassens hizo una propuesta después de que Gabriel ordenara respeto y silencio a los presentes.
 - Hasta ahora nos hemos desplazado siguiendo los pasos de don Antonio. Podemos seguir así, pero no es imprescindible -explicó Brassens-. Todos somos descendientes de él y nos reunimos en su nombre...
Era algo así como una eucaristía: invocando el nombre del ilustre antepasado, este se encontraba entre ellos y todos sus descendientes componían un cuerpo místico común..
 Dijeron todos que "así sea" y dirigieron sus pasos hacia un parque vecino para que los niños se desfogaran.
 Vic Suarez intimaba con uno de ellos, quien asombrado por la diferencia de edad le preguntaba por sus nietos. Y Vic -que ni siquiera tenia hijos- instalada como estaba en esa edad estable que tienen aquellos a quienes la inexistencia de una generación posterior les permite pensar que no envejecen, reía entre divertida y confusa. Y, para colmo, ese niño, a quien descubría Vic como un buen componedor de pulseras con unos pocos pedazos de plástico, recibía el encargo de aquella abuela sin nietos: - Cuando seas mayor me harás todo tipo de joyas. A lo que el niño, un tanto desconcertado, respondía: - Pero tú estarás muerta... Y, como esa frase no pasaba inadvertida entre los asistentes, que hicieron ver al chico la barbaridad de sus palabras, este debía conceder. - Bueno. Pero estarás en el cielo.

No hay comentarios: