viernes, 1 de junio de 2012

Intercambio de solsticios (371)

- ¿Y ahora? Era la voz de Jorge Brassens, que surgía de nuevo desde las profundidades del vehículo. - ¿Ahora? ¿A qué te refieres? -preguntaría Francisco de Vicente, con la expresión del quien no ha podido digerir aún el reciente acontecimiento de que habían sido objeto. - Te pregunta que adónde vamos. - ¡Ah, bueno! -exclamaría el doctor-. Ahora vamos a Génova, a la sede del gobierno de Chamberí. - Final de viaje -suspiró Brassens emitiendo un resoplido de satisfacción. - Eso espero -repuso Vic Suárez, que no tenía muy claro hasta dónde podía durar aquella larguísima noche. - Mujeres de poca fe... -dijo su marido. Pero no pudo observar la expresión de disgusto que se dibujaba en el cansado rostro de Vic. La. caravana de Sotomenor iniciaría su marcha atrás, pero lo hizo de la manera más desordenada de las posibles: el Porsche hizo rugir su motor y huía despavorido hacia nadie sabia muy bien qué lugar. Menos ágil que el coche anterior, el Suzuki Vittara efectuaría la misma precipitada maniobra. Más atolondrado su conductor y lento en la maniobra, el Lada Niva intentaba repetir la operación de los anteriores. Pero, cuando presentó su perfil completo a los ojos de los sujetos ocultos en la barricada recibía, en apenas dos o tres segundos, no menos de nueve impactos de ametralladora. Paco, que guiaba el coche, emitió un aullido de dolor. - ¡Me han dado! ¡Estoy listo! - ¡Joder! -exclamaba el copiloto-. ¿Y qué hacemos ahora? - Yo nada, desde luego -pudo decir Paco-. Ya te he dicho que estoy listo... - ¿Pero no crees que podrías salir del coche por este lado? Paco se tocaría la pierna y mostraba a continuación su mano, empapada en sangre, a su interlocutor. - ¡Mierda puta! - exclamaría este-. ¿Y te vas a quedar con este marrón? -preguntaría ahora, dirigiendo su mirada hacia la parte trasera del vehículo. - Di mejor que muerto... -dijo Paco, la voz apagada ya. Para añadir a continuación-: En realidad supongo que muy pronto seremos dos. -¿Dos qué? - Dos muertos -observó Paco gravemente-. Y ahora, deja d hacer preguntas chorras y lárgate de aquí cuanto antes. No tuvo el conductor del Lada que repetir su orden. La puerta contigua a la suya se cerraba con violencia y un ruido de pasos invadía el recuperado silencio de la noche. - Damián -anunciaba Romerales, el tono de su voz sereno, aunque con una emoción que podía quebrar en cualquier momento-. Tú te vas aquejar aquí... - ¿Y qué vas a hacer? -preguntó asombrado el coronel. - Voy a salir a su encuentro -afirmó resueltamente el Consejero de Interior. -Supongo que te das cuenta de que es una locura... - Más lo es cargarse a dos amigos y a un compañero -repuso Romerales-. Iré armado.y me protegerán las sombras de la noche. - Así que me quedo al mando del operativo. - En efecto. Y no te olvides de una cosa... - Tú dirás. - Por si no los veo. Eñ coche de Paco es un Porsche todo terreno. - Y supongo que oscuro... - Negró -le informó Romerales.

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