jueves, 26 de abril de 2012

Intercambio de solsticios (353)

Surgían de aquella noche cerrada del Madrid que aún no era capaz de concluir el espacio de una madrugada infinita. Y eran tres vehículos desconcertantes por su heterogeneidad: dos 4X4 que sólo formaban parte del parque móvil de Chamartín porque no se los habían querido quedar ninguno de los “cappos” de aquella nueva mafia de los poderosos señores que controlaban todos los sistemas de comercio del barrio –decir que fueran “mercados negros” era como plantear un pleonasmo: toda transacción económica en Chamartín estaba sujeta a la presión, la extorsión y al dominio del más fuerte. Uno de los todo-terrenos era un Suzuki Vittara básico de los noventa, el otro un Lada Niva ruso-soviético de cuyo origen ni siquiera hubiera podido hablar el telón de acero al que se refirió Winston Churchill. Junto a ellos, el potente Porsche Carrera de Sotomenor, cuyo rugido sordo emitía un agradable sonido, si bien oscurecido por los alocados chillidos de los motores de los otros vehículos. - ¡Primero los 4X4! –ordenaría Sototmenor a los conductores. Le preocupaba en efecto que cualquiera de loa baches que existían a lo largo del recorrido acabaran con su flamante automóvil. Los restantes componentes del singular grupo comandado por el coronel Corted tenían el mismo pelaje que los anteriores. Todo parecía suponer qie aquella leva de madrugada no habría dado para más. Romerales dibujaría un gesto de estupefacción ante aquellos cinco sujetos que más parecían surgir de las cloacas de un París dieciochesco que de algún residuo de los célebres GEOs a cuya experiencia se entregaban otrora las más arriesgadas misiones. Pero Corted advertía enseguida la contrariedad del responsable de Interior de Chamberí y le espetaba: - No te creas que son cualquier cosa. Estos se parecen más a los de “Misión Imposible” que a los Grupos Especiales… “Y tú debes ser George Peppard”, pensó Romerales para sus adentros. - Está bien –aceptó Cristino con resignación filosófica, musulmana más bien que cristiana, Romerales: los adoradores de Alá pensaban que el destino estaba poco menos que escrito y la acción humana sólo triunfaba en el caso de que estuviera de acuerdo con los designios de Dios y de su profeta maximo-. Primitivamente habíamos pensado en organizar un ataque contra Chamartín, pero he sabido que van a venir para aquí… - ¿De cuánto tiempo disponemos? –preguntó el coronel de forma resuelta. - No lo sé. Quizás de algo más de media hora. - En ese caso debemos actuar deprisa –dijo Corted mirando hacia una de las paredes-.¿Por dónde crees que podrían entrar? - Este edificio no tiene más que dos puertas: la principal y la del garaje –respondió Romerales-. ¿Qué me sugieres? - Pues está claro: protegerlas. - ¿Y de qué manera? - Mi criterio es jugar a la sorpresa, si es posible. ¿Saben ellos que nosotros sabemos que van a venir?

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