viernes, 30 de septiembre de 2011

Intercambio de solsticios (246)

Florencia, 25 de octubre de 2003.

Querida Lorsen:

Después de un desayuno y de un paseo por la ciudad, Bona me ha llevado a la casa de su hermana Brunella, que ha estado encantadora. Luziano, su marido -¿te acuerdas: “Buona Pasqua!”?- no entendía apenas mi “itagnolo”, pero es un buen tipo. Luziano se ha jubilado y viven en un antiguo molino –no uno de esos de viento, que te estarás imaginando seguramente, es una casa de campo tirando a normalucha-. Ahí he conocido a un napolitano, Carflo, que escribe. Bona ha pericibido que hemos tenido “buenas vibraciones” entre los dos y que merece la pena buscar motivos para el reencuentro.
A poco de llegar a Florencia me llamaba Alfonso de Virgilis que me ha acompañado a “Gucci” para comprar dos pañuelos, para Inés Obieta y María Acha, que se los regalará Pilar en Navidad. No es que la oferta fuese demasiado amplia, pero creo que son bastante alegres, además que la intervención de Alfonso ha reducido su precio en un 30%.
Después hemos visto una exposición de cuadros de una hija de Agnelli –creo que el que fue presidente de FIAT-. La verdad es que la mayoría de las obras se parece a las que venden los pintores de cuarta en las puertas del Corte Inglés. Pero, es una Agnelli... y el salón se llenó de gente con títulos, dinero o simplemente interesados.
Luego cené con Alfonso y su mujer. Es una señora un poco extraña, apenas me dirigía la palabra y empleaba su tiempo –a partes rigurosamente iguales- en preguntar a su marido por sus actuaciones sociales –en las que veo no participa en absoluto- o a manifestar su preocupación por su hijo –que debe encontrarse bastante mal, desde todos los puntos de vista.
Sale Alfonso de una casa –cercana a la estación, donde está el comedor en el que hicimos el almuerzo el viernes- para cenar en otra que da al Arno. Cuatrocientos metros, un punto hortera- para después dormir –creo- en la primera. Pienso que la casa que da al río está más bien para epatar a los visitantes.
En todo caso, se han portado muy bien conmigo y creo que volveré a Florencia, aceptando su hospitalidad.
Bona expone el 15 de noviembre, fecha en la que no podré estar.
Ahora que me estoy yendo de esta maravillosa ciudad debo decirte que habré pasado poco tiempo en ella, en esta ocasión. Pero he llegado con dos amigos y creo que salgo con alguno más.
Y aunque tu recuerdo está prendido en cada rincón de Florencia, está siendo ya una imagen dulce en mi vida que empieza a ser compatible conmigo.
Así, el reto de Florencia no ha constituído una derrota, sino una especie de victoria. Una victoria que, sin lugar a dudas, tú aplaudirás desde dondequiera que te encuentres.
Te decía que es una especie de victoria, porque no la puedo cantar aún, definitivamente, entre otras cosas porque no puedo cantar aún, ni oír demasiadas canciones.
Todo tiene su tiempo, pero el tiempo no hará sino que mi amor por ti permanezca siempre.

Un beso.

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