miércoles, 7 de septiembre de 2011

Intercambio de solsticios (232)

- Querían otra cosa, al menos de momento –declaró Brassens.
- ¡Claro! ¡Querían que se investigara sobre la secretaria, sus idas y venidas… todo lo que se pudiera saber sobre ella. Y se lo dijeron así –explicó equis.
- Todavía no tenían necesidad de analizar otras cuestiones respecto de esa parte de su familia –señaló Jorge.
- Pues sí. Eso quedaría claro.
- ¿Entonces?
- Entonces, Nogales –el detective- pidió todos los datos que ellos tuvieran sobre esta señora. Pero los hermanos Jiménez sólo tenían su nombre, su nombre y su número de teléfono móvil. Poca cosa.
- ¿Y qué dijo el detective?
- Nada. Se supone que ese era su trabajo: investigar a las personas.
- Ya.
- Pero hubo algo más. Nogales les pidió discreción, que las cosas no salieran de ahí. En el fondo, lo que había planteado Leonardo a Raúl. Pero estos le indicaron que todavía había otra persona más que debía saberlo: Salvador de Vicente, porque tenían la necesidad de que al menos hubiera dos personas de las dos familias que lo supieran.
- ¿Y qué le pareció eso al detective?
- Lo comprendió. Para él, los hermanos Jiménez pretendían reducir el impacto de los honorarios que sus trabajos iban a suponer. Fue el momento en que Raúl le preguntó por el importe que él calculaba de sus emolumentos.
- ¿Qué contestó?
- Que todavía no sabía nada. que tendría que poner a gente a hacer guardia frente a la casa, detectives con coches. Y lo que hiciera falta para saber qué pasaba por ahí.
- Y ahí acabó todo…
- Por el momento. Días después Raúl llamaría a su hermano Leonardo: Nogales, el detective, quería saber algo más. Según él su tío no salía nunca de casa. Estaba extrañado.
- ¿No salía nunca?
- Salía, pero por otra puerta. La casa estaba prácticamente construida sobre una ladera y Juan Carlos de Vicente usaba la salida que daba a la cumbre del montículo para ir a misa, en una iglesia muy cercana a su casa. Y le dijo más.
- ¿Qué cosa?
- Que su secretaria disponía de un coche de gran cilindrada, un coche que para él no se acomodaba a sus ingresos.
- ¡Vaya!
- Así que te puedes imaginar que los hermanos Jiménez se alegraron mucho, en medio de todo. Parece que había un hilo del que tirar y que de ese hilo se podía sacar un ovillo.

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