“Now, I greet You from the other side,
From sorrow and despair…”
(Leonard Cohen)
No se acordaba muy bien de cuáles fueron las circunstancias. Daba igual, en todo caso. Era el mes de mayo de 2010. A principios. Jorge Brassens se encontraba en un taxi con destino a su casa. El coche transitaba por el Paseo de la Habana. Avanzaba con rapidez pese a la multiplicación de los semáforos que jalonaban esta serpentina avenida de Madrid.
Sonó el teléfono. Era su primo Javier Arriaga. Hacía algún tiempo que no hablaban. Javier tenía problemas con su empresa y eso le bloqueaba. No eran tiempos para los negocios que se asociaban con el sector de la construcción, por otra parte nadie sabía para qué parte de la economñia eran buenos esos tiempos.
Jorge Brassens contestó. Informó a su interlocutor que estaba en un taxi y que la conversación no debía dilatarse demasiado.
Algún tiempo después de esa llamada pensaría que en realidad esa comunicación bien podía haber durado buena parte de la vida que a los dos les quedara por delante.
No había por lo tanto otra posibilidad para Javier que ir directamente al grano.
- Me han diagnosticado un cáncer –le informó-. Y no quería que lo supieras por otra fuente.
Y luego pasó a contarle que se trataba de un cáncer de pulmón, le refirió los pasos que estaba dando, el tratamiento médico que tenái previsto asumir, sus médicos, clínicas… era una historia de la que Brassens apenas podría conocer nada. Después de todo, Madrid era una ciudad que aún desplegaba toda una serie de incógnitas para él, y casi todo lo relativo a su clase médica era uno de los asuntos respecto de los cuales él se cernía una especie de manto que ocultaba buena parte de lo que exisría por detrás –contando además con las reservas que la clase médica mantiene respecto de sus conocimiwntos y no menos de sus singulares procedimientos.
Quizás por eso le salía una respuesta algo brusca:
- Javier. No me cuentes lo que vas a hacer. Estoy convencido de que lo harás bien porque te habrás asesorado de manera adecuada. Sólo quiero decirte dos cosas: primera, que me voy a casar en un oar de semanas, pero en cuanto vuelva del viaje de novios te llamaré y cuenta con que nos veremos para hablar largo y tendido… y la otra cosa, Javier, sé muy bien, y por experiencia además, que lo más importante para vencer la enfermedad son las ganas de vivir. Tienes que tener ánimo, mucho ánimo.
Fue una conversación rápida. Aún no habían brotado en la mente de Brassens todo el capítulo de los recuerdos de una vida, compartida a lo largo de más de 50 años, en muchos momentos. Aún no tenía noticia de la gravedad de la situación, sólo intuía que el puñetero cangrejo actuaba con mayor decisión sobre los organismos jóvenes, y eso le daba mala espina.
Pero se daba cuenta de que estaba a punto de volver a vivir una triste historia: la de un ser humano en lucha con la muerte.
Pero aún no se había vivido el capítulo final de esa que era la permanente historia de la humanidad.
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1 comentario:
Hermano ¿cómo puedo tratarte en éstos tristes momentos? quizás quitando importancia a la enfermedad o quizás sea mejor guardar silencio ése silencio que acompaña y da cobijo.
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