Bilbao, 13 de febrero de 2003.
Querida Lorsen:
Ayer no me dio tiempo a sentarme ante el ordenador. Llegué tarde a casa después de la concentración de ¡Basta Ya! frente a la residencia del lehendakari. Alguna gente se puso la capucha naranja del corredor de la muerte que a ti te gustaba tanto. Pero la mayoría íbamos con la cara descubierta.
A Joseba le dejaron tirado. Estaba en la Ertzaintza y le destinaron al puesto de jefe de la Policía Municipal de Andoain, cuyo alcalde –un Barandiarán- es batasuno. Sabía que le podían matar en cualquier momento. Y ese día fue el sábado pasado.
La familia se comportó con una enorme dignidad. A los miembros del Gobierno Vasco no les dejaron ni entrar en la capilla ardiente porque habían firmado el Pacto de Estella. Sin embargo Ardanza y Arregui fueron muy bien recibidos.
Yo llegué con tiempo para asistir a los oficios fúnebres por el asesinado. Como no era creyente se trató de una cosa muy especial. En un extremo de la plaza del pueblo, frente al Ayuntamiento, habían construido un estrado, donde se encontraban los oradores y las siguientes banderas: la ikurriña, la bandera nacional, la europea, y... una bandera pirata. Pirata, sí, una de esas que se ven en las películas, fondo negro y con la calavera y las tibias en color blanco.
Habló Maite, y lo hizo con una extraordinaria serenidad. Leyó unos versos compuestos por ella y que hablaban de la “gente de corazón de hielo”: El nacionalismo vasco excluyente que se conforma con aparecer en los velatorios poniendo cara de buenos chicos. –Lo cierto es que no han secundado una moción de censura que apearía de la alcaldía al batasuno.
Habló Ignacio Latierro, también antiguo compañero mío en el Parlamento Vasco. Cerró Rosa Diez que se desmelenó. Citó por sus nombres a los responsables del atentado: Atutxa, Martiarena, Ibarretxe, Arzalluz... Ares, Patxi López, Eguiguren y Huertas no aplaudieron en ningún momento. Luego la llamé por teléfono para decirle que ánimo y adelante, que cada vez creía menos en las organizaciones y más en las personas, y que estaba con ella.
Luego sonaron dos himnos y una canción: Primero el de la Guardia Civil. ¡Te puedes imaginar! ¡En la plaza de Andoain! En ese momento empezaron a nublarse mis ojos y derramé algún que otro lagrimón. –Es curioso, desde que te fuiste me he vuelto un llorica-. Luego “La Internacional”. Y terminó con una canción por lo visto dedicada a la gente pirata, los que viven el día a día, sin saber si mañana amanecerá para ellos- -Le contaba a Javier Otaola, con quien comí ayer, que desde ese día yo me siento también un poco pirata: La vida que he elegido no es precisamente cómoda ni segura, y no me espanta demasiado pensar que puedan pegarme un tiro cualquier día. Eso sí, con tal de que tenga una pastilla de “Dormodor” a mano. El sueño no hay que perderlo nunca.
El atentado ha conseguido un revulsivo de la sociedad que me gustaría tuviera una duración importante, y Rafa Balparda dice que hay que integrar todo tipo de movimientos cívicos.
Le puse unas letras a Maite Pagaza. En ellas, además de hablarle de la tristeza que se siente ante la perdida de un ser querido, le dije que todos los que tenemos enfrente de nosotros –no mencioné que incluso en su mismo partido- habían olvidado hacía mucho tiempo sus ideales y sólo les quedaban intereses.
Por cierto. Después del atentado, Benjamín –uno de mis escoltas- se puso serio y me pidió que prescindiera del perro y de mis paseos con Rafa Balparda. Le dije que le había escuchado atentamente, pero que no iba a seguir ninguno de sus dos consejos. “Me he quedado viudo con 47 años –fueron más o menos mis palabras-. Mi existencia ya resulta bastante limitada. Al perro le tengo mucho cariño y me hace compañía los fines de semana. Ya no voy a Burguete, para verle a mi hija al hospital, y los únicos paseos que puedo dar son esos. ¿O pretende que para mejorar mi seguridad me quede recluido en casa”? Poco después se suavizó y me pidió que diéramos esos paseos fuera de Bilbao. Pasa siempre después de los atentados, que les entra la psicosis, pero cuando transcurre el tiempo tienden a bajar la guardia y dar por bueno... casi todo.
He visto a Pilar, a la que he regalado una cajita china, buena, para que ponga ahí todas las cosas que le gusten. Le están preparando el lecho. La niña está muy bien y le he prometido que ya no voy a salir los fines de semana en bastante tiempo.
He estado con tu padre, con Gaby y con Bècaud. El pobre perro se iba escaleras abajo conmigo, pero hasta el sábado no puedo recogerlo. Hay un par de cartas certificadas: Una sobre la incapacidad de Pilar, otra que me temo que es el impuesto de plusvalía del apartamento de Lanzarote. Él las recogerá mañana mismo.
Gaby quiere hacerse española para afiliarse al PP, ser interventora y todo eso. Ha llevado a la sede de Getxo una foto tuya a la que le han puesto un marco. Está junto a una banderita española. Tú muestras con enorme satisfacción una caja de galletas Chiquilín. Es graciosa.
Bueno. Voy a cerrar por hoy mi narración. Sabes que te quiero y te recuerdo muchas veces al cabo del día.
Un beso.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
2 comentarios:
¿Es posible que cuando nos jugamos la vida sea porque realmente no tenemos demasiado aprecio a ésa vida?, en éstos momentos mi respuesta es afirmativa porque desde que me faltas no tengo motivos para vivir.
Cuando te vas a la prehistoria ni los antropólogos te quieren...
Publicar un comentario