Ese “Ecce Homo” en que Leoncio Cardidal había convertido a Jorge Brassens yacía en la cama atendido por Adelfa. En cuanto esta advertía la presencia de Vic Suarez hacía ademán de retirarse prudentemente de la habitación.
- ¿Te vas ya? –le preguntaría la mujer de Brassens con un rápido movimiento de su cabeza que dejaba al vuelo sus largos cabellos, a la vez que torcía el gesto viendo el calamitoso estado de su marido..
- No, si me necesitas para algo.
- Quería saber qué ha pasado –dijo Suarez-. ¿Qué tal estás , cariño?
Jorge Brassens no quiso expresar lo mal que se sentía. De hecho sus palabras se produjeron con enorme dificultad.
- Bueno, podría haber sido peor.
- Claro, te podían haber mandado al otro barrio –dijo Vic Suarez, medio en serio, medio en broma-. Sólo faltaba… -Y añadía- Ahora vengo. Te importa?
Era rápida. Vic siempre era rápida, pensaría Brassens. Porque antes de recibir contestación salían las dos mujeres al pasillo de la casamata.
Adelfa empezaría a hablar sin esperar a una pregunta directa.
- Es un héroe. Se ha enfrentado a ese cerdo de Cardidal que me quería hacer arrestar.
Y le puso en antecedentes de toda lo acaecido.
- Me parece que esto ha llegado ya demasiado lejos –observaría Vic Suarez a continuación-. Yo me voy a quedar con Jorge, hasta que le dejen marchar, y luego me iré con él a casa. Ya sé que no le voy a convencer para que lo deje, porque para él la política es algo así como una segunda piel. Pero creo que puedo exigir garantías de que estas cosas no se van a repetir.
Tienes razón –admitió Adelfa-. Hablaré con Jacobo Martos.
Seguramente Adelfa pensaba que la sola mención del nombre del presidente de la Junta de Distrito sería argumento de autoridad suficiente para la mujer de Brassens. Pero no era así.
- ¿Con Martos? ¿Con ese pusilánime?
Adelfa se mantuvo en silencio: callaba, luego otorgaba.
- ¿Con qué otra persona crees que podría hablar? –preguntó Adelfa.
- Ya. Perdona. Si ya sé que esto es lo que hay. Pero comprende que esté indignada.
- Por supuesto. Ahora mismo voy a ver si le pillo…
Vic Suarez regresó a la habitación. Había sido sólo un golpetazo. Morrocotudo, desde luego, pero únicamente una bofetada fuerte.
Adelfa localizaba a Martos, que hablaba con Jiménez, su segundo.
- ¿Tienes un minuto?
Lo tenía. Es más, no tenía más remedio que tenerlo.
Martos disponía de un pequeño despacho, contiguo a la sala de reuniones. Sólo una mesa de tamaño reducido, dos sillas de confidente además de su butaca y otra mesita, circular esta, de reuniones, con otras cuatro sillas.
El presidente de la Junta ofrecía a Adelfa sentarse en la mesa redonda.
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1 comentario:
Tienes dos opciones o te retiras y no vuelves nunca o te enfrentas arriesgando tu vida, ya se que tu vida no valdria nada si te retiras pero es que si te enfrentas yo correre el mismo peligro porque ire contigo.
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