Konrad Adenauer –que fuera un longevo canciller de la República Federal alemana- decía con razón que existen tres clases de enemigos: los enemigos, los enemigos políticos y los compañeros de partido. Algo así debe pensar, desde sus antípodas ideológicas, ese nuevo dictador de los tiempos actuales que es Hugo Chavez.
Urgido a lo que parece por la inminente llegada de una oposición más contundente al parlamento venezolano, el presidente de ese país pretende aprobar toda una batería de propuestas que dejen desde ahora bien establecida la deriva de su régimen para las próximas décadas. Ya ha conseguido que el actual y domesticado órgano supremo de la soberanía nacional le permita gobernar por decreto durante el escandaloso plazo de 18 meses. Pero quizás haya pasado más desapercibida otra de las normas que actualmente se debaten en ese país: la ley contra la “salta-talanquera”, como se denomina a los disidentes, se supone que del partido del presidente.
No se sabe muy bien la causa de semejante despropósito. Quizás pudiera esta buscarse en que, llamándose el partido de Chavez Partido Socialista Unido de Venezuela, resulte de una gravedad poco menos que insólita cualquier abandono o amenaza de escisión en su seno.
El dictador de Venezuela pretende consolidar un sistema cesarista en el peor de los momentos. Su economía lleva ya algún tiempo en recesión, según informa el Fondo Monetario, y seguirá en mala racha. No aprovecharon el momento de las vacas gordas, cuando el petróleo alcanzaba sus precios más altos, para hacer ahorros, y ahora su economía se estanca y cae.
Pero la política tampoco ayuda. Los partidos de la oposición venezolanos, en otros momentos divididos en sus querellas particulares, presentaron este año una alternativa unida que consiguió vencer en términos de voto popular al dictador, aunque no en lo relativo a la representación parlamentaria, debido al particular diseño chavista de los distritos electorales. Muy pronto, Chavez no podrá aprobar las leyes estratégicas debido a la minoría de bloqueo de que dispondrá la oposición.
Y además se le rebelan los suyos. Los “salta-talanquera” abandonan el barco viendo quizas que los tiempos venezolanos, como los que cantaba Bob Dylan, también están cambiando. Y a esos díscolos les pretende aplicar Chavez una ley del embudo y de las sanciones para que ni siquiera sueñen con la posibilidad de dejarlo, de abandonarlo “como los muelles en el alba”, que dijera el gran poeta sudamericano –chileno, en este caso- Pablo Neruda, en su canción desesperada.
Chavez empieza a estar solo, tal vez porque empieza a sentirse solo. El eje bolivariano que intentó un día crear estaba urdido y engrasado por el petróleo de alto precio. Hoy las cosas empiezan a mostrarse de otro modo y las otrora cantilenas de ese militarote golpista son hoy sólo humo y niebla que pretenden ocultar la realidad.
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1 comentario:
Cuando tus propios compañeros dudan de ti debes planteartelo seriamente ¿acaso eres poseedor de la verdad eterna, tu sólo? si eso piensas tu vanidad te ha condenado.
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