“Nada hay nuevo bajo el sol”, decía el adagio latino. Y nada nuevo, tampoco, nos ha revelado Wikileaks. No por ese medio podíamos enterarnos de que el Ministro de Fomento no es persona respecto de la que mantener excesivas confianzas de lealtad y respeto a la palabra dada ni que nuestro Presidente sea hombre de convicciones escasas y siempre presto a la improvisación según sea la dirección en que sople el viento.
Wikileaks no nos ha dicho nada nuevo de lo que acontece en el Sahara. Ya conocíamos la posición de Argelia respecto del Polisario y la posible guerra de este –de ambos- contra Marruecos. Teníamos noticia de la importancia de Argelia en la geoestrategia de la zona y de las malas relaciones que tiene con España –de lo que nos cuesta en más el gas que importamos de allí esa mala relación-. Sabíamos que Marruecos no trabaja con determinación por impulsar las reformas democráticas que afirma y teníamos cumplida noticia de la cerrada defensa por España de la autonomía –no de la autodeterminación, que contemplaría otras posibilidades, como es la independencia de la antigua provincia española-.
Todo eso ya estaba en nuestro conocimiento, producto de alguna que otra lectura, pero sobre todo del conocimiento directo de la realidad en el territorio, del trato e intercambio de opiniones con gentes muy diversas.
Pero estas eran piezas de un puzzle” apenas intuído, respecto del cual podíamos haber realizado el diseño conjunto afin de obtener el cuadro completo. Hoy, gracias a las opiniones del servicio diplomático americano, ya no hace falta ese ejercicio, salvo quizás para cohonestar lo que los diplomáticos estadounidenses se han venido diciendo. Hoy las cosas están claras porque proceden de una fuente que se presume objetiva.
Notario de lo que ocurre en el tablero político internacional, se dice que Wikileaks ha perjudicado al gobierno del que surgen sus 250.000 documentos. Nada más lejos de la verdad: a quien perjudica de verdad es a los gobiernos y personajes que son retratados por el eficiente servicio exterior americano. No le habrá gustado a Berlusconi ese retrato que de él se hace -¿o sí?-. no estarán muy felices los cardenales en el Vaticano por la forma drástica en que los califica de cuestión de otros tiempos. No pensará Putin que su machismo le ayude demasiado -¿o no?...
Pero interesa notablemente anotar –siquiera a título provisional, los papeles se siguen publicando- lo que dice Wikileaks sobre la política española, de Marruecos y Argelia sobre el Sahara.
De ella creo que se pueden extraer las siguientes conclusiones, si bien –insisto- provisionales:
1ª Marruecos y Argelia no van a clausurar su mala relación de hierro, justificada también en motivaciones personales.
2ª Sin embargo, Argelia no desea la guerra con este país. Tampoco de manera indirecta, a través del Polisario. Que la indignación de los saharauis haya avanzado muchos enteros después de los recientes acontecimientos de represión marroquí en El Aaiun significa un nivel de mayor presión sobre la zona, pero no una guerra en toda regla.
3ª España ha apoyado de manera resuelta la posición de la autonomía de Marruecos sobre el Sahara, pero está claro que esta acción desproporcionada y salvaje de Marruecos sobre ciudadanos en territorios ilegalmente ocupados se ha cargado –lisa y llanamente- toda garantía de respeto a una fórmula de ese tipo.
4ª Marruecos viene siendo un hábil vendedor de su papel de gendarme en la zona respecto del terrorismo islámico –también del narcotráfico y de la inmigración ilegal, por supuesto-, pero en realidad quien actúa con firmeza desde este punto de vista es Argelia.
5ª Francia, a quien se ha unido con ardor más propio de los neófitos, España, es una firme defensora de los intereses marroquíes.
De todas estas piezas del “puzzle” cabe colegir la siguiente conclusión respecto del gran hacedor internacional que es Estados Unidos: saben que la zona es un polvorín cuyo potencial destructivo no está en absoluto desactivado y que urge la solución a ese conflicto.
Y respecto del Polisario, conocedores sus militantes –los más proclives al retorno a la actividad bélica- de las reticencias argelinas en cuanto a la misma, ya no les puede bastar con el “wait and see” después de 35 años de vida en precario. Sus dirigentes deben saber canalizar esta situación a través de métodos de presión que sepan coincidir con las actitudes de otros a favor de cerrar un concflicto que dura ya demasiado tiempo.
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