- Un poco de calma, por favor –pidieron al unísono Martos y Jiménez.
Pero Adelfa seguía impertérrita en sus trece.
- Esto va camino en convertirse en un Estado policial. Y si no… ¿cómo se le puede llamar a lo que pasó ayer por la noche?
- ¿Qué pasó? –preguntó Jiménez, a quien siempre le picaba la curiosidad.
- Supongo que querrá contar alguna atrocidad. Y sin datos para ello –avanzaba Leoncio Cardidal-. Es mejor que no le deis la palabra.
Pero Adelfa no pedía hablar. Hablaba sin que le dieran derecho a ello.
- Anoche , algunos miembros del servicio de seguridad del Distrito entraron en un asilo, mataron o hirieron a los ancianos y les robaron todo lo que pudieron…
- ¡Seguramente que se trata de una infamia! –respondía el Consejero de Interior sobresaltado-. ¿Dónde están las pruebas?
- Los vieron –contestó Adelfa tranquila-. Llevaban brazaletes verdes.
- Suponiendo que eso sea cierto, a lo mejor eran delincuentes comunes que se habían puesto ese distintivo para despistar –sugirió Cardidal.
- Lo más seguro es que fueran de esos delincuentes que hay en las fuerzas del orden –siguió Adelfa.
Cardidal observó severamente a la gabonesa antes de dirigir su mirada al Jacobo Martos.
- Presidente. Exijo una satisfacción por parte del resto de la Junta y que esa satisfacción se exprese por tu boca.
- - Calma, calma –pedía nuevamente Martos.
- Y yo exijo una investigación imparcial de los hechos –dijo Adelfa.
- - Tú también calma –rogó Martos a la responsable de Servicios Sociales-. Se hará lo que se tenga que hacer…
- Haremos la investigación –aseguró Cardidal con indiferencia-. Cuando tengamos tiempo.
- No se trata de eso. Quiero una investigación independiente –repitió Adelfa.
- ¡Es un ultraje! –exclamó Cardidal-. ¡Esto no se puede tolerar!
- Creo verdaderamente que debes reconsiderar tu petición… o plantearla en otro momento, Adelfa –pidió en tono paternalista Jacobo Martos-. Ahora no es el momento de estudiarnos a nosotros mismos.
- Por el contrario yo creo que sí –terciaría Brassens-. Se dice que la mujer del César debe, además de ser honrada, parecerlo.
- ¡Es esa mujer o yo! –tronó Cardidal.
- ¿Será la mujer del César o seré yo? –se preguntaba divertida Adelfa-. ¿Qué pasa? ¡Sólo estoy pidiendo una investigación independiente y te pones así!
- Está bien. Tendré que llamar a mis guardias para que se lleven a esta furcia –anunció el jefe de la policía recuperando la calma.
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1 comentario:
Estas clamando en el desierto ¿como te atreves a pedir justicia? estamos en plena anarquia dictatorial y no es momento de peticiones de justicia, es más bien el momento de coger las armas, derrocar a los corruptos y hacer leyes para cumplirlas.
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