35 años después –y 3 desde la fundación de UPyD- nos concentrábamos en la calle Atocha para exigir una solución justa al conflicto saharaui. Un conflicto que cumple esos mismos 35 años y que antes de este sabado 13 de noviembre celebraba –la celebración de los fracasos- esa fecha entre la sensación de la causa justa y el sentimiento de la imposibilidad de la solución. Gente que paseaba un día al año por las calles de Madrid suponiendo que ese tiempo invertido en la manifestación al cabo no servía de nada, nada más que para reafrmarse en la idea por la cual si otros se olvidan nosotros no. Muy triste, en todo caso.
Pero este 35 amiversario no sería como los otros. Jaleado por los desatinos de la teocracia de Mohamed VI y la vergonzosa actitud del Gobierno español todo hacía prever una demostración importante.
Y eso fue lo que vi apenas descendía del autobús que me depositaba en Atocha. Las banderas saharauis poblaban mucho más de media hora antes el espacio de la calle, de modo que me costaría un cierto esfuerzo sortear a las personas situadas a ambos lados de la popular vía madrileña hasta llegar al punto de mi cita con Rosa Díez y Carlos Rey.
Carlos y Fran Jerez están a la entrada del bar Luciano que rebosa de gente –se supone que de activistas de la causa saharaui, que como nosotros han elegido ese local como lugar de encuentro previo-. Carlos me dice que ha llegado pronto y que se ha encontrado con el delegado del Polisario en España, Bucharaya, y que este le ha agradecido nuestro apoyo de siempre.
Llega Rosa. Hay una preocupación ante el posible protagonismo de elementos abertzales después de la proclama en apoyo de la causa saharaui de Arnaldo Otegi el viernes anterior en la Audiencia Nacional. Según Carlos no hay nada, más allá de la posibilidad de presencia de elementos radicales mezclados entre los manifestantes.
Nos incorporamos a la cabeza. Rosa va en el centro, a su izquierda una niña a quien nuestra portavoz protegerá durante todo el recorrido. Carlos y yo nos situamos a la derecha en la primera fila. Sujetamos una cuerda que pronto se convierte en una especie de cabo que nos salva de perecer arrastrados por el gentío. Detrás, los jóvenes saharauis y españoles empujan con fuerza y enfado gritando consignas. Algunas de ellas ya las hemos oido otros años –“Marruecos culpable, España responsable”-. Pero hay otras que avanzan un camino de difícil recorrido: “Queremos guerra”, “ni paz ni calma, volvemos a las armas”. Son gritos de una gente aburrida por tantos años de olvido y de exilio, de represión y de ocupación, de exterminio gradual y planificado por parte de Marruecos y con una España oficial que mira siempre hacia otro lado.
Me sugieren que vaya hacia el centro y me reúno con el grupo en el que va Rosa con nuestro candidato a la alcaldía David Ortega. Allí, junto a Fran Jerez, aguanto empellones y me veo permanentemente arrastrado por la masa. Veo a Toxo, a Jesús Loza y me dicen que están Iñaki Oyarzabal y Carmelo Barrio, del PP vasco.
No es un recorrido fácil. Los organizadores se ven desbordados ante una muchedumbre vociferante que presiona a la cabeza de la manifestación. Tengo la impresión de que no he caminado apenas, que solo he levantado los pies y que el esfuerzo muscular lo están haciendo otros.
Hora y media larga después llegamos a la Puerta del Sol. Allí, la difícil unidad del grupo de UPyD se desbarata,al menos por mi parte. Me veo empujado a la derecha y el servicio de orden decide crear un pasillo para que la cabeza suba al estrado. Yo me quedo al otro lado de ese pasillo y progresivamente me veo desplazado hacia atrás. Entnces oigo unos gritos de “¡fascistas!, ¡fuera!, ¡fachas! y advierto la cara desafiante de Iñaki Oyarzabal observando a los increpates. Son los mismos que nos han dedicado durate la marcha los elementos abertzales a nuestro grupo de UPYD, según me diránn después.
Entre jóvenes españoles –no solo de Madrid, me consta que han venido personas de todos los puntos de España- sigo las intervenciones de Toxo, Méndez, un poeta saharaui, Rosa María Sardá, Javier Bardem y el Presidente del Parlamento de la RASD.
Concluidas las intervenciones me alejo del lugar. Carlos me dirá que después han tenido un incidente con unos “skin heads”. Desagradable, pero sin consecuencias físicas que lamentar.
El Sahara lo tiene difícil, pienso mientras me acerco a una nueva cita para un almuerzo con unos amigos. Pero uno puede entrever una pequeña línea de luz al final del túnel: la opinión pública española está volviendo a recuperar su posición exigente respecto de la libertad para esta gente. Ese es el eamino. Y espero que no se detenga esa corriente.
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1 comentario:
¡Escúchame! si te dejas amedrentar perderás hasta el derecho de hablar y ser libre.
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