Pero tenía que decir algo. Y eso que Martos no era bueno en la improvisación. Por eso carraspeó antes de empezar a hablar.
- Estoy de acuerdo con vosotros –su mirada abarcaba a los dos intervinientes-. No podemos dar la voz de alarma, por lo menos por ahora. Y seguramente tampoco cuando pase un tiempo. La población se alarmaría y eso no conviene…
- Pero está convocada una asamblea de distrito. Lo hemos puesto en el orden del día –informó apresuradamente Juan Jiménez.
Martos torció la cabeza a la vez que producía un rictus de desprecio en su cara.
- Tendremos que desconvocarla –dijo.
Jorge Brassens pidió la palabra. Martos le observó con desconfianza. “Este siempre va por libre”, pensó para sus adentros.
- Creo que si desconvocamos la asamblea será cuando empiece la gente a preocuparse de verdad –dijo-. Por otra parte, me parece que no tenemos derecho a hacerlo. Nosotros sólo actuamos aquí pòr delegación expresa de los ciudadanos de Chamartín. Y esa delegación se produce en cada asamblea. Me parece que no es posible .
Martos dibujó en su mirada la misma expresión despreciativa. Cuando carecía de argumentos prefería esa actitud antes que ponerse en evidencia: siempre le había salido bien en otros tiempos y en los órganos en que disponía verdaderamente de influencia.
Adelfa levantaría también la mano.
- ¿Qué quieres? –le preguntó Jiménez.
- Hablar –contestó ella, un tanto despachada.
Los asistentes rieron lo que no era una gracia.
- Pues habla –concedió Jiménez.
- Estoy de acuerdo con Jorge –empezó ella-. Nosotros no podemos convertirnos en un Estado policial. No podemos permitirnos cerrar las fronteras y hacer toques de queda. No es posible que dejemos a las fuerzas de orden de Chamartín más posibilidades de las que ya tienen para aterrorizar a la población.
En realidad Adelfa había llegado bastante más allá de lo que había dicho Jorge Brassens. En todo caso, sus palabras produjeron un rumor de voces generalizado en la sala.
Leoncio Cardidal hizo uso de la escala tonitruante de su voz de mando:
- ¡Ruego a la señorita que retire sus palabras o que se atenga a las consecuencias! ¡No estoy dispuesto a que se tilde de terroristas a los servidores del orden público.
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1 comentario:
La mejor manera de no alarmar es hablar de los asuntos de la clase que sean, en el silencio trabaja la imaginación y siempre se tiende a exagerar los asuntos y los miedos.
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