“Son los intereses de España”. De esta manera ha despachado José Luis Rodríguez Zapatero el gravísimo momento que viven las relaciones entre España y Marruecos después de la agresión provocada por el régimen alauita contra el campamento de la libertad.
Es verdad que no es factible contraponer el respeto a los derechos humanos con los intereses de España, o como ha dicho Rosa Díez los intereses de España están precisamente en la defensa de los derechos humanos, y de modo singular en el escenario internacional donde por desgracia se conculcan más que se respetan.
Y aunque este artículo parte de esa verdad para mi evidente quiere ir algo más allà. ¿Son los intereses de España contrarios al derecho de autodeterminación del Sahara y a su posible independencia, a través de la consolidación de una República Arabe Saharaui Democrática?
Hay opiniones para todos los gustos. Hace escasas fechas el semanario británico The Economist aludía a que semejante situación crearía un pequeño Estado satélite de Argelia, contribuyendo así a una fatal desestabilización en la zona. Y nuestra política oficial, en el Gobierno y en la oposicxión –asumiendo que el PP parece dispuesto a abrazar en cierta medida la causa saharaui por aquello de los réditos electorales que le supondría- sigue valorando de modo principal nuestras privilegiadas relaciones con el reino de Marruecos.
Parece que en el juego de las relaciones estratégicas internacionales los cambios en el status quo son rechazados porque abren la deriva hacia situaciones incontrolables. Lo cual vale decir: es mejor que dejemos hacer, pues lo contrario es siempre peor. Donde lo contrario es intervenir y cortar a tiempo la violencia indiscriminada, la masacre, el genocidio. Yo tengo para mí, por el contrario, que las situaciones políticas, lo mismo a nivel nacional que internacional, se adaptan cuando se producen acontecimientos diferentes y que por doloroso que les resulte a algunos el golpe es siempre más útil el restablecimiento del imperio de la ley que la omnipresente autoridad del arbitrismo.
Además que dependería de España –de un cambio de política oficial respecto del Sahara- que ese posible Estado saharaui fuera viable desde los auspicios de un apoyo técnico, empresarial, logísitico respecto de la antigua provincia española. Porque si hoy los intereses se rigen por la economía resulta que allí hay fosfatos, pesca y ¿quién sabe si hasta petróleo en abundancia? Y si esos recursos son explotados como hasta ahora y de modo exclusivo por el Reino de Marruecos nada quedará que alimente a esos intereses españoles –tampoco a los saharauis como se ve- que con tanto afán afirma preservar nuestro presidente del gobierno. ¿O es que alguien duda que Marruecos defiende más los intereses franceses en la zona que los de nuestro país?
¿O es que alguien duda que, una vez conseguidos sus objetivos últimos sobre el Sahara Occidental Marruecos seguirá reclamando Ceuta y Melilla y quién sabe si después lo hará con Canarias y con Al’Andalus? No, no es una exageración, los regímenes dictatoriales saben que necesitan unir a su población en la defensa respecto de algún enemigo exterior al que derrotar. Y esos regímenes tienden a jugar la carta del nacionalismo insaciable –como lo es cualquier nacionalismo, por descontado-. Esa es la historia de la humanidad y el enemigo de esa dictadura es España y el terreno a que se refiere su expansión ilimitada el territorio español, no importa si este territorio lo es en el pasado o en el presente.
Los intereses de España están en un país que hable español en pleno Magreb, que se convierta en factor de contención respecto de una zona en la que siempre nuestros dedos se vuelven huéspedes que no propios. Y en una renovación de una buena relación con Argel que es nuestro principal proveedor en materia de gas y principal aporte de otros recursos. Nuestro desarrollo, ya se sabe, proviene de la capacidad de abastecimiento energético y en este punto, y también debido a una política bastante nefasta por parte de nuestro gobierno, no andamos excesivamente bien situados.
Marruecos ha sido hábil en la operación de vendernos su capacidad en contener el terrorismo islámico, el narcotráfico o la inmigración ilegal. Pero no parece que vistas las cosas sea oro todo lo que reluce en esos diversos pagos. Y lo cierto es que si existe alguna dependencia de España respecto de nuestro país vecino, resulta muchas veces superior la dependencia marroquí respecto de España y de la Unión Europea.
No confundamos entonces el culo con las témporas –si se me permite la expresión-, ni la diplomacia con la debilidad. En la vida democrática la razón de la ley es la constancia de la fortaleza. Los derechos humanos son siempre la primera letra de la ley y los intereses nacionales no están siempre determinados en la dirección que pretenden los gobiernos. ¿O es que lo que se defienden son más los intereses privados de algunos sobre los públicos de todos?
Les animo a que reflexionen sus respuestas.
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1 comentario:
Me estás diciendo que mi gobierno valora otros intereses por delante de los Derechos Humanos, en ése caso di que el gobierno de mi pais no merece el puesto que ocupa.
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