lunes, 9 de agosto de 2010

Intercambio de solsticios (74)

Bueno, ¿en ese caso qué pasó? Lo que estaba previsto que pasara: que mi padre mismo se cayó enfermo. Porque le decían: “O mataban a alguien o… O matas tú”. Vamos. Y se cayó enfermo.
Bueno, luego, me dijeron los que venían del pueblo por la mañana, porque (…) donde me curaba yo, era en (…) a 41 kilómetros de la ciudad. Entonces me dijeron: “Tu padre está muerto. Tienes que ir”. Digo. Y como no había ningún hermano cerca, pues me fui. Y cuando yo llegué, pues todo el mundo: “Hay que tener coraje, Adefla, hay que tener coraje. Cuando llegué, pues le vi muerto, en la cama. No respiraba. Tenía el cuerpo ya, de una manera fuerte… Y ¿qué pasa? (…) empezó a sudar. Y sudando, sudando… Y luego empezó a moverse un poquito. Y volvió a respirar. La gente asombradísima. Bueno, que ese hombre estaba muerto y ahora está así. Y me dijo: “Me han dicho que está aquí Adefla”. “Sí”. “Adefla”. Digo: “Sí”. “Sácame de aquí. Y llévame (…)” Le saqué. Le llevé al hospital de Bata. Lo cual me costó dinero.
Bueno. Llegamos ahí. La intervienen quirúrgicamente. Porque lo que tenía era retención de orina, que se había operado de eso hace años. Llegamos y, cuando yo vi que la cosa estaba ya bien, volví a casa. Y allí, pues empecé yo también, entre ir a curarme por la tarde y por la mañana, y estar en casa.
Bueno, empezó una vida que nunca tiene que… el camino hacia los espíritus. Pasé al curandero siguiente, y dijo que no podía curarme, porque mi padre había hecho un pacto con todos las tribus del país. Pero si mi padre no hubiera olvidado su propia tribu, no me hubiera curado nunca, porque yo estaba destinada a morir. (…) Bueno, pero llegó que me mandaron a una curandera. Le dijo que mi padre, que yo también. Entonces, esa sí podía hacer algo, porque mi padre no había hecho pacto con su tribu, ¡con su propia tribu se le olvidó! Esta me dio las raíces, el árbol sagrado -como le llaman ahí-. Era un jueves, entonces esa noche empezó a cambiar mi vida. Puedo decir, puedo afirmar, que cambió radicalmente mi vida. Porque aquella noche vi muchas cosas, que muchas de ellas no te las puedo decir, pero la más esencial es que yo me encontré con un aborto que yo había tenido en mí, que eran unos gemelos. Les vi en la vitrina. Ahí que todo valía, ¿no?, que todo valía, que no hay animal ni persona, que delante de Dios somos todos seres vivos. La hierba tiene el mismo valor que tú, el animal tiene el mismo valor que tú. Todos tienen el mismo derecho. No es como en nuestra vida real que solamente los humanos tienen el mismo derecho, no. Ahí hablan los animales, los peces. Todo, por el agua, todo, la gente (…) Pues ahora era la otra cara de la moneda. Pues que, también me curaron a mí, me operaron en aquel hospital, bonita. Cosas como el sueño, pero no, el sueño, eran realidades que pasaban. Conque, a partir de esa noche dejé mis muletas. Ya no volví a tener muletas. Pasé a tener piernas normal. Empecé a andar.

1 comentario:

Sake dijo...

Cuando se unen creencias y ciencia como sabemos que nos cura en realidad ¿lo que creemos o lo que nos recetan?, luego viene la siguiente generación y quedamos asombrados de lo que sabe y de lo que ignora.