lunes, 2 de agosto de 2010

Intercambio de solsticios (71)

Bueno, era solamente el comienzo, porque mi padre había prometido a sus suegros, a sus nuevos suegros, que les iba a entregar pues una persona, lo que ellos pedían, pedían dote y algo más. Ese algo más era una persona. Que ellos pues iban a matar, sacrificarlo, lo que ellos quisieran. Como efectivamente pasaba con algunas mujeres muy bellas. Entonces, mi padre dijo: “Pues, Adefla es la que van a matar. Teresa es la que se va a convertir en mi mujer, en la brujería. Sabina es la que yo chupo toda la sangre que yo quiero y mata a todos los hijos que quiero”. Bueno, y a cada uno de nosotros le convirtió en una cosa diferente. Y a mi hermano, que acababa de estudiar, y no tenía una beca ni nada, porque para estudiar (…) tenía que tener una beca. Pues no, mi padre no le hacía caso a él. Mi madre, ante esa imposibilidad, que mi padre, de una forma u otra, aceptara su grado de culpabilidad, una noche me robó y me llevó a otro curandero. Ese curandero es de otro sitio diferente, del norte de Camerún. Fuimos ahí, y el tratamiento, o sea, en vez de yo (…) mi problema, que era un problema espiritual, él me (…) el problema en las rodillas, porque yo no podía andar, que quedé sin poder moverme. ¿Y qué pasa? Que empiezo el tratamiento, y la paciencia de los suegros de él se acaba. Y le dicen: “Bueno, Antonio. O das a tu hija o nos tienes que dar a otra persona”. Y como no había otro hijo con él ya, porque todos mis hermanos se habían ido, en clase o donde fuera, pues mi padre se quedó muy afectado, sin saber qué hacer.

1 comentario:

Sake dijo...

Y uno se pregunta ¿si nacemos en un lugar donde lo normal sea matar, veremos normal el matar?, y te das cuenta de lo plástico y adaptable que es nuestro cerebro y sólo te queda un consuelo ¡también es plástico y adaptable para lo bueno.