(9) Lunes, 1
En el desayuno de esta mañana vuelven –para nuestra fortuna- a hacer acto de presencia los quesitos en porciones.
Nos ponemos en marcha. La primera estación tiene parada en el cuartel general que alberga al Ministro de Defensa, a decir de Carlos Rey uno de los duros –halcones, en esa división que crearon los angllosajones y que después ha hecho fortuna- del gobierno saharaui.
Mohamed Imin Buhali viste uniforme de campaña y de su cintura no cuelga ni siquiera una cartuchera, menos aún lleva ningún arma. Es curioso que ninguno de los soldados del ejército saharaui –al menos de los que hemos visto- lo hace.
El Ministro de Defensa es un hombre alto y distinguido. Frisa los sesenta años, aunque la edad de los saharauis no siempre se corresponde con el aspecto, pero está bien conservado.
Nos conduce a una sala de reuniones que está preparada a la usanza de lo que ya hemos conocido, pero el asiento corrido ha sido sustituido esta vez por unos sillones. Buhali me sienta a su derecha y habla con palabras cortas pero precisas. Babáh nos traduce.
Nos sirven un té y el Ministro de Defensa agradece nuestra visita. Ya tiene noticia del “convenio” que hemos suscrito entre UPyD y el Polisario. Continúa diciendo que él era partidario de no impulsar el alto el fuego, cuando este se produjo, en 1.991, sino de continuar el combate a la vez que se seguía negociando. Se refiere a que la gente joven ya empieza a pedir algo más que la mera prosecución de las negociaciones diplomáticas y nos cuenta que, en la velada de ayer, hubo una intervención de un joven soldado que fue especialmente vitoreado por los asistentes y que llamaba abiertamente al combate –de la misma ya advertí mi extrañeza en la crónica relativa al día de ayer-. Buhali sabe que no pueden perder a la juventud y que le preocupa esa posibilidad.
La franqueza del Ministro corresponde a la habitual en un hombre de armas. Y yo se la agradezco. Le digo que para mí existe un antes y un después en nuestro viaje. Antes de emprenderlo apoyábamos la causa saharaui, ahora además somos sus hermanos. Le recuerdo la promesa de Rosa en el acto de firma del comunicado conjunto y le pido que cuantifique el plazo de tiempo que se da a sí mismo para que las negociaciones diplomáticas progresen.
- El próximo Congreso del Polisario –responde el Ministro con la misma rotundidad que en su primera intervención-: dentro de dos años.
Le pregunto que si es posible que conozcamos el “muro” –a lo que él contesta afirmativamente- y le digo que esperamos además obtener representación para nuestro partido en las próximas elecciones autonómicas y que desde ella impulsaremos el apoyo a los presupuestos de cooperación con la RASD. Además le recuerdo el compromiso de Rosa Díez para el caso de que nuestros votos sean precisos en la formación de futuros gobiernos nacionales. Bujali cree que es todo eso lo que podemos hacer.
Nos despedimos con un “sucram” –gracias- y “Sahara hurra” y salimos del cuartel con la sensación de haber escuchado algo que tiene mucho calado. La opinión del Ministro se corresponde con el comentario que hacíamos Carlos Rey y yo mismo cuando conocíamos hace apenas un año la excitación de los jóvenes que se manifestaban cerca del muro que separa a los territorios ocupados de los liberados y de las heridas que les infligieron las minas anti-persona puestas por los marroquíes.
Le decimos a Babah que la posición de Argelia es básica a la hora de formular cualquier tipo de planteamiento que trascienda el ámbito de la negociación diplomática. El Ministro de Cooperación asiente, sin agregar reflexión alguna por su parte.
Días después, en Madrid, el embajador de Argelia me confirmará que ellos tienen la misma preocupación y que les dicen a los dirigentes del Polisario que “deben controlar la situación”.
Ya en los coches con destino a Tifariti comentamos la posibilidad de un encuentro entre la juventud radicalizada y las tesis de Al Qaeda, un acaso que aún no se contempla en el horizonte inmediato, pero que no resulta “a priori” desdeñable.
¿Camina el Sahara hacia un polvorín?
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1 comentario:
No hace falta mucho esfuerzo en la situación Saharaui para imaginar la guerra y el terrorismo Islamista. La diplomacia internacional no debe olvidar este lugar porque si lo olvida puede ser responsable de futuras muertes.
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