En todo caso, nuestro viaje a Tifariti reproduce –salvadas las distancias temporales- el que hicimos en la mañana anterior. El sabor de la palabra verdadera, que se degusta tan raras veces en política, me acompaña durante el trayecto.
Babah se refiere a su convicción de que Al Qaeda es responsable del secuestro de los tres cooperantes españoles. Su compañero en el gobierno lo corroborará más tarde. A mi regreso a España me entero de que uno de los secuestradores es de origen saharaui, lo cual hago constar sin perjuicio de que esta circunstancia nada tiene que ver con su causa, también hay terroristas vascos y cualquiera conoce que son una inmensa minoría respecto del conjunto de la ciudadanía en mi comunidad autónoma originaria.
Tifariti es el terreno propio del Ministro Bobih, que nos espera vestido de su impecable “derrá” azul. Bobih es un hombre de prestancia: su estatura y robustez llaman la atención, su andar pausado y su palabra tranquila lo convierten en un político pegado a su propia piel. Invierte su tiempo en contestar a nuestras observaciones. Y cuando le contamos que hemos tenido la oportunidad de charlar por espacio de una hora con el Ministro de Defensa, contesta:
- Si fuera por él, estaríamos ahora pegando tiros.
Y su compañero de gabinete Salek Babáh asiente.
Son dos los conceptos que parecen excluyentes en la política saharaui: la diplomacia y las acciones que pudieran resultar más expeditivas, pero se trata más bien de posiciones previas, nadie excluye una ni la otra, todos son resistentes, unos de las armas, otros de la palabra. Bujali está en el segundo de los niveles, nuestros anfitriones en el primero.
La conversación vuelve a plantear el papel de la juventud en el Polisario y en el Gobierno de la RASD. ¿Existe una distancia entre ambos? Nuestros amigos no son demasiado explícitos al respecto, pero a mi regreso a Madrid, Javier Perote me cuenta que la mayoría del gobierno es “vieja guardia”.
Se ve en Tifariti la mano del acomodado urbanismo español, y es que es la Comunidad valenciana la que se encuentra detrás de esos bonitos chalés adosados que dan cara y espalda a la arena del desierto, muy cerca de donde antaño estuvo un puesto militar español y que fuera bombardeado por el ejército marroquí –podemos observar vestigios de ambas situaciones-. Una pequeña superficie se reserva en la parte delantera de las construcciones adosadas: ¿para jardín? Ni soñarlo, se trata de atraer a las poblaciones nómadas que no se sustraen a realizar buena parte de su vida en una “jaima”.
El gobierno de la RASD ha tomado la decisión de hacer visible su política de acción en territorios liberados, por eso es importante la apenas esbozada política de urbanismo en esa parte de su geografía y por eso Salek Bobih no es desde luego una anécdota en la estructura política de la República. Está todo por hacer, desde luego, pero lo están haciendo.
Comemos ante la presencia de un aparato de televisión que reproduce las imágenes de un canal árabe, y en la improvisación obligada –a la que ya estamos acostumbrados a esas alturas- no parece que hoy tengamos derecho al descanso después de la comida. Algunas actividades nos esperan a primera hora de la tarde.
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