jueves, 9 de julio de 2009

Intercambio de solsticios (17)

Era como si Jorge Brassens iniciara una nueva vida, después de tantas otras que había vivido y que le dejaban como un barco a la deriva una vez que concluía la tormenta, el maderamen desarbolado y los marineros zurciendo velas, calafateando las junturas y reparando las grietas.
Pero había alguna diferencia en esta nueva vida que le correspondía vivir a partir de ahora: que se parecía bastante a la anterior, sólo que desaparecía de ella la ilusión de un nuevo proyecto profesional que a él le había motivado desde tiempo atrás. Por ejemplo, desde que Gonzalo Yunque le dijera, en la casa situada a las afueras de Bruselas de su común amigo Julio Felipe Mordelón: "Serías un buen euro-diputado".
La otra diferencia era de mayor importancia. Se lo recordaba su prima Adelaida en el día siguiente al que le presentaba él a Vic y Jorge Brassens lo sabía: "Lo más importante de la vida es el amor".
Porque Jorge Brassens lo sabía muy bien. Había pasado casi 7 años de soledad, primero, en aquel oscuro apartamento en el que se esfumaban los últimos destellos en la vida de su mujer. Una soledad que, sin embargo, venía de muy lejos: en una enfermedad que ella heredaba de su madre y que la trastornaría durante muchos iempo. Una soledad que continuaba en un piso soleado, pero no menos cerrado y sin apenas recursos de comunicación con el exterior. Una soledad que se mitigaba en las visitas y los cuidados de su hija. "Visitar a tu hija, siempre en un hospital. No es posible acostumbrarse a eso", repetía.
Pero esa vida reducida, esa vida que es la mitad -o un cuarto- si se considera que su condición de político amenazado le obligaba a vivir en la compañia cuasi constante de 2 escoltas. Esa vida que sólo servía para la admiración de tantos y la conmiseración de él mismo -¡qué poco útil es el sufrimiento!-, concluía con Vic. En su cariño, su implicación y su compromiso. Vic vivía la relación de pareja de una manera muy especial. No se trataba para ella de un asunto menor, de un "arreglo" -como decía él-. Era otra cosa. Era el amor, del que tanto se habla y que mucha gente no ha conseguido sentir jamás.
Por eso -y con toda seguridad- ese barco, siquiera duramente dañado por una tormenta, encontraba segura deriva en muy pocos días.
Porque Jorge Brassens sabía muy bien que su destino tenía nombre de mujer y el mejor de los puertos estaba en los abiertos brazos de Vic Suárez.

4 comentarios:

Sake dijo...

D.Fernando sabe de tormentas y conoce el sufrimiento.¿donde nos podemos refugiar?¿donde atracar el barco para su reparación?. Cuando pensamos en la cantidad de naufragios perdidos en las profundidades de los Oceanos, nos entra pavor. ¡Cuantas victimas de la vida!. D. Fernando siga escribiendo, con sus escritos nos acompaña y nos dá calor. Gracias.

Carla dijo...

Fernando:

Las personas con alma de mariposa lo tenemos un poco difícil en este mundo cada vez menos inocente, cada vez hay menos refugios...

Besos

Antonio Valcárcel dijo...

Estimada Carla:

"Alma de mariposa" que hermosa palabra: "la Lengua de las Mariposas";narra la vida escolar en la Galicia de 1936. Moncho empieza la escuela, pero tiene miedo: Ha oído decir que los profesores maltratan y pegan. Pero se encuentra con un maestro simpatizante de ideas liberales y republicanas que va a ser víctima de los terribles acontecimientos de la época, en concreto del triunfo de la sublevación fascista en ese pequeño pueblo gallego. La vida en el pueblo transcurre en una época marcada por el inicio de la Guerra Civil.
D. Fernando Maura es el maestro liberal que nos enseña con sus escritos y ejemplo a como resistir en la resistencia en Euskadi.
LOS ESCOLTADO RECLAMAMOS UNA LEY DE VÍCTIMAS QUE NOS CUBRA COMO VÍCTIMAS DE PERSECUCIÓN ¿Es esto mucho pedir?

Carla dijo...

Muchas gracias, Antonio:
En este país todo es ya mucho pedir.