Coincidí con el actual ministro de Consumo en el Congreso de los Diputados, hoy rebautizado, a pesar de la mención expresa quë de él hace la Constitución, formalmente vigente, de Congreso a secas. Compartimos debates parlamentarios-aunque no demasiados, tanto él como yo pretendíamos que la Comisión de Exteriores tuviera más vida-, y extraparlamentarios, incluso hicimos un viaje a Palestina del que recuerdo una reflexión que me dedicaría Bustinduy: “Somos, Ciudadanos y Podemos, como relojes parados, por lo menos damos dos veces al día la hora exacta”. Aludía el actual ministro a las diferencias existentes entre las dos formaciones políticas, que en algún raro supuesto, resultaba hasta posible que compartiéramos alguna idea, Supomgo que no a que a los dos se nos hubiera pasado el tiempo, ése que produce el efecto de arruinar el producto, como ocurre con el arroz de las paellas cuando sufren un exceso de cocción,
Tal vez a mí se me haya pasado el arroz de la actividad política, al menos de la institucional y representativa. A Pablo Bustinduy no. De modo que anda empeñado él en garantizar que las voraces aerolíneas low cost no cobren un suplemento sobre las maletas de mano, con la regulación de los pisos turísticos o la calidad alimentaria ofrecida en los comedores, entre otras medidas, todas ellas sin duda muy estimables.
Me consta el compromiso de su partido de origen -Podemos, con Sumar no he llegado a mantener una relación institucional - con la causa saharaui. En el inter-grupo del Sáhara que se formó en el parlamento, éramos dos los portavoces, uno de Podemos y el que firma este comentario el otro, una bicefalia que no funcionaría, por razones obvias, aunque no es éste el asunto que pretendo abordar ahora.
El asunto es más bien que el Tribunal de Justicia de la Unión Europea sentenciaba el 4 de octubre de 2024 a que, entre otras resoluciones, los productos agrícolas exportados desde el Sáhara a la UE fuesen etiquetados como procedentes del mencionado territorio y no como de Marruecos.
Sin embargo, ya el ministro de Agricultura del mismo gobierno que comparte Bustinduy, aunque no del mismo partido que el suyo, Luis Planas, llegaría a afirmar, el 21 de octubre de 2024, que “la relación de España con Marruecos estaba “por encima” de las sentencias del Tribunal de Justicia de la Unión Europea” (Ignacio Cembrero, El Confidencial de 6 de junio de 2025). En lo que supone una singular expresión de un responsable público que lo es en virtud del estado de derecho, fundamento de la democracia
De no ser por la aceptación por el gobierno de Sánchez de cualesquiera pretensiones formuladas por el reino de Marruecos, no sorprendería la diferente vara de medir aplicada por el Ministerio dirigido por Bustinduy respecto de los productos que tienen su origen en el Sáhara, en comparación con la que manifiesta por los que lo tienen en territorio palestino. El pasado 17 de octubre, el citado departamento emitió una nota informativa dirigida a las empresas que importen alimentos desde la Palestina ocupada (como Cisjordania, Jerusalén Este, y los Altos del Golán). En ella se recuerda la obligatoriedad de etiquetar esos productos de forma diferenciada, no como “producto de Israel”, sino indicando claramente su origen específico.
Esa actitud no es nueva para el responsable del Ministerio de Consumo. En el referido viaje que compartimos a Palestina, Pablo Bustinduy, se quejaba de la actitud de los países de la Unión Europea en general, y de España en particular -gobernada por Rajoy en esa época-, de su falta de valentía y del incumplimiento por todos ellos del derecho internacional aplicable al respecto.
En efecto, existe una nota Interpretativa de la Comisión Europea (2015/C 375/05) que se refiere al origen de mercancías de territorios palestinos ocupados. Asimismo, hay una sentencia, también del Tribunal de Justicia de la Unión Europea, de noviembre de 2019, que establece que Cisjordania y los Altos del Golán no forman parte del territorio israelí, por lo que no se puede etiquetar sus productos simplemente como “producto de Israel”.
Asiste base juridica suficiente, por lo tanto, al ministro Bustinduy para actuar como actúa en relación con los productos palestinos, la misma que ocurre con los productos saharauis. Son, en realidad, diferentes las políticas que se aplican para uno y otro territorio. El presidente del gobierno en el que colabora el responsable de Consumo prefiere adornarse con los oropeles del humanismo progresista, vistas las imágenes que los Informativos nos arrojan a diario de la hambruna y la destrucción de Gaza -una zona del mundo en la que la responsabilidad de España resulta bastante lejana- y prefiere mirar hacia otro lado cuando se trata del sufrimiento que padecen los habitantes de lo que fue en su día parte de España -una provincia española más-, compatriotas nuestros. Un territorio no autónomo -en la clasificación que del Sáhara hacen las Naciones Unidas, cuya administración formal -no la material, desde luego- corresponde a nuestro país.
La explicación a esta diferente vara de medir está en el lapsus que expresaría la vicepresidenta Yolanda Díaz en la rueda de prensa posterior al Consejo de Ministros el pasado martes 29 de julio. “Merece la pena formar parte del gobierno de España..”, dijo, en un acto fallido que engrosaría por derecho propio el listado de los referidos por el padre del psicoanálisis, Sigmund Freud. En efecto, les merece, y mucho, la pena estar en el gobierno. Tanto que soportan corrupciones y asaltos a las instituciones lo mismo que otros carros y carretas.
No tengo que recibir explicación alguna respecto de las contradicciones que supone de manera invariable el ejercicio de la política. Las conozco y las he experimentado, lo mismo que les ocurre a todos en la vida profesional y personal. Pero ya que en los pagos de los que procede Pablo Bustinduy era habitual la práctica de la autocrítica y la confesión pública de los errores cometidos, no estaría de más que el ministro hiciera uso de esa fórmula. Y no como paso previo al destierro hacia algún gulag siberiano… los liberales no hacemos eso, aunque nuestros relojes estén tan parados quë solamente den la hora exacta dos veces al día. Otros, por lo visto, prefieren no usar de ese instrumento... siquiera para medir su tiempo de permanencia en los gobiernos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario