viernes, 25 de noviembre de 2011

Intercambio de slsticios (276)

Bilbao, 27 de diciembre de 2003.

Querida Lorsen:

Te escribo en este último sábado del año, justo el día anterior a que se cumpla el décimo tercer mes desde que te fuiste. Esta mañana he rellenado el vaso de cristal que me regaló mi madre con flores silvestres. Los vecinos que me han sorprendido en el portal me han dicho que eran muy bonitas y olorosas. Verdaderamente que huelen, por las noches hay un aroma inconfundible de perfume natural en el ambiente del hall, allí donde descansas tú.
Pero no era ese el motivo de mis letras. Quería contarte cómo he pasado la Navidad –lo que queda ya no es eso, es otra cosa.
La Navidad es ya para mí la mezcla entre la sonrisa de Pilar y el recuerdo de tu ausencia.
Pero, por empezar por el orden, el principio ha sido ciertamente estresante para mí. Estoy solo. Tenía que hacerlo todo yo. y las colas me ponen frenético, tanto que la sola idea de esperar diez minutos me puede hacer desistir de la tarea. Pero lo terminé todo en la semana anterior, de modo que el resto me resultó más llevadero. Y, por otro lado, he podido tener más tiempo para nuestra hija, a quien calculo que veré, contando con el día de mañana, seis días seguidos en esta Navidad, lo que creo que es muy bonito y que, tanto Pilar como yo mismo, apreciamos y disfrutamos.
El mismo día 24, Fede Albizuri y una hija suya, Inés, que tiene la misma edad que nuestra hija, aunque sea del mes de abril, la visitaron. Pilar estaba un poco nerviosa y en un momento dado se puso a llorar. Pero recuperó su sonrisa en muy poco tiempo. Inés Albizuri ha prometido que la irá a ver muchas veces, porque visita con regularidad a algún niño con cáncer que está en la misma planta.
Esa tarde Pilar quería que apareciera por ahí hacia las ocho. Estaba claro que no estaba dispuesta a esperar tanto como en otros años. Así que para el discurso del Rey ya estaban todos los regalos abiertos. Como es habitiual en ella hizo alguna que otra negativa a que siguiera el discurso de Su Majestad, pero luego no protestó. –No sé si ella misma lo oyó, pero sí que estuvo muy calladita-. Después fue el brindis con las enfermeras. Me tomé dos pinchos –el segundo casi en contra de la voluntad de Pilar, como ocurrió también el año pasado- y me fui a casa. Para las diez de la noche ya estaba viendo una película en la televisión.
El día de Navidad comí en Ercilla con mi madre, mi hermana Teresa –que me regalaba una figura de Tintin y Milú para congraciarse y me llamaba por teléfono para pedirme perdón: le he dicho que hablaremos después de estas fechas-, y mi hermano Jose y Elaine. Todo como casi siempre -desde que tú no estás se come en la cocina y sólo yo me pongo una corbata... ¡Dichosos los tiempos!
Esa tarde estuve con Pilar –unas cuatro horas y media seguidas. No recuerdo haber pasado tanto tiempo seguido con ella-. Y debo reconocer que acabé agotado. El hospital es matador. Pero la niña –aunque tuviera la regla- estuvo muy bien durante casi todo el tiempo. Luego vino Teresa y tu hermano Billy. Vimos una película. Teresa reza con ella el “Jesusito de mi vida...” la misma oración que tú repetías con tu hija. Comprendo que me gustó, pero me devolvió una vez más la inquietud de esa suplantación que hace mi hermana de la condición que sólo tú puedes tener. Nadie, ni siquiera yo mismo, es capaz de suplirte, nadie siquiera debe pretenderlo.
Ayer y hoy también se ha encontrado Pilar bien conmigo. En realidad eso ya no es una noticia. Yo estoy muy tranquilo con ella y la entiendo cada vez mejor. Ya sé que nada de lo que Pilar me diga, nada de lo que yo le comente, puede hacerse prescindiendo del afecto, del amor que nos sentimos. Y hoy, cuando se quejaba nuevamente a causa de la regla, yo no percibía rechazo alguno, sólo el dolor que se expresa, algo así como decían los latinos “erga omnes”.
Para mí supone una verdadera alegría el salir de la UVI con mi hija sonriente, no importa de cómo estuviera cuando yo he entrado. Pilar es ya el único motivo que me ata a Bilbao.
Y eso me lleva a una segunda reflexión. Hace como una semana tuve otro episodio de insomnio –como creo que ya te he contado, ya no tomo somníferos- así que me quedé pensando una buena parte de la noche. Juan Basabe me dijo el otro día que esos momentos están muy bien para pensar. Estoy de acuerdo. Sabes –te lo contaba en mi última carta- que está por resolverse muy pronto la designación del sustituto de Enrique Villar y la impresión que tenía yo esa noche –y hoy aún más, Montse Ramírez, la hermana de pedrojota, me lo confirmaba ayer mismo- es que será Carlos Urquijo. Yo creo que ya no se trata de calentar el banquillo sino de prepararse para salir de aquí. Como me decías últimamente, no cabe confiar en Jaime Mayor. Él no hará nada por mí –tampoco por muchos otros que forman parte de su equipo, debo reconocerlo-, según mi amigo E. G. es un hipócrita, como buen democristiano. No lo sé. El caso es que no puedo esperar nada de él –excepto quizás que me mantenga en un puesto de salida al Parlamento vasco, que por otro lado ya no me estimula demasiado después de cuatro legislaturas.
Mientras viva Pilar, Bilbao es mi referencia. Lo decía Juan Basabe: “Tu patria es Pilar”. “Es verdad”, le contestaba yo. “Y mi única bandera es la sábana que la cubre”, continuaba. –La verdad es que se trata de una licencia poética, sabes que la niña tiene un montón de vestidos-. Lo cierto es que, una vez que Pilar se reúna contigo –nada me gustaría más- yo no aguantaré mucho tiempo en esta villa que resulta cada vez más difícil para mí.
Tu buen amigo Santiago González lo decía en un artículo que publicaba en “El Correo” el pasado 23. Eran las palabras de una compañera de ese mismo periódico que, según me ha contado Chelo Aparicio ha comprado con su marido un hotelito en Asturias.

“Me voy porque no me gusta el país en el que vivo, me encanta el trabajo, vivo en un lugar paradisíaco, pero me siento extraña en las calles, extraña ante tantas personas que no comparten conmigo lo que considero fundamental en una sociedad, que la vida y la libertad de los demás valen igual que las mías. No me gusta la falta de piedad, la insolidaridad y esa ausencia de alma que muestra esta sociedad. No quiero odiar y por eso me voy. Por eso y porque en la vida hay opciones. Yo he elegido una, la de irme”.

Esas mismas palabras bien pudieras haberlas pronunciado tú. Excepto la última afirmación, porque a ti la vida no te daba esa opción, salvo elegir la salida en la forma más dramática posible: la muerte. Anudada a la vida política de tu marido y a la hospitalaria de tu hija, Bilbao –el País Vasco- eran para ti dos especies de trampas consecutivas. O un pozo tan profundo que, cuando llegabas a uno de los fondos, se abría otro más hondo por debajo.
La trampa para mí ya no existe porque Pilar no puede ser una trampa. La trampa es sólo un país envenenado en el que algunos juegan un juego macabro que otros pervierten a su conveniencia. Pero de esa trampa estoy ya liberado psicológicamente y espero que más pronto que tarde físicamente.
No sé lo que será de mí. No sé si segurié o no en esta actividad. Sólo sé que cuando Pilar se vaya yo también saldré de este país. Hasta a los soldados que están en el frente les destinan a la retaguardia. Y yo soy soldado y tengo bastantes heridas de guerra. Y si no existe otro destino para mí escogeré definitivamente la baja militar. Ya estoy cansado, ya no entiendo nada –o lo entiendo casi todo, no sé qué cosa es peor de las dos.
Y, como no estás aquí –y por lo tanto no puedes echarme la bronca- nada más que se vaya prescindiré de la escolta. Una vez sin ella esta vida mía no merece más la pena sin libertad. Los comandos de ETA se encargarían eventualmente de que mi viaje al otro barrio se realice sin dolor.
Mientras dure Pilar intentaré seguir haciendo caja en este jodido país. Alimentando la jubilación. Ahorrando algún dinero.
Ahora bien, nunca sabes qué va a pasar. A lo mejor hasta me entierra a mí, como a ti. ¡Con lo bien que está!
En todo caso, esas son las conclusiones a que he llegado y las navidades que he pasado. El día uno me voy a Argentina con mi hermano Pedro –Buenos Aires y Tierra del Fuego.

Un beso.

P. D. Hoy estoy de versos. Te añado los que he pensado esta noche, en mi insomnio. Están dedicados a ti:

Tú te fuiste
Porque no quisiste
Añadir
Tu sufrimiento al mío.
Pero desde que me dejaste
Sólo me ha quedado
Un gran vacío.

2 comentarios:

Sake dijo...

Impresionante relato D.Fernando, el dolor puede hacernos desear la muerte.

Sake dijo...

Además el relato es una experiencia personal, lo que lo hace más impresionante.